Este es el primer post del 2011 y si bien no es la idea empezar el año renegando, sí quiero comentar cuánto me molestan los cohetes, cohetones, ratas blancas, bombardas y demás juegos artificiales que la gente suele comprar y usar en navidad y año nuevo. Desde niña les he tenido temor, y ahora de adulta a dicha aprensión se le suma la sensación de que las personas que los usan -e incluso que los fomentan entre los niños- lo hacen con total inconsciencia de los peligros que entrañan y con ningún respeto a los derechos de los demás.
Felizmente este año se establecieron y difundieron con mayor claridad lugares autorizados para la compra de pirotécnicos, lo cual ya es un avance respecto a años anteriores. En algunos distritos se prohibió la quema de muñecos (ver aquí el caso de Jesus María, por ejemplo), aunque no sé que tanto las personas hayan seguido la norma, pues siempre hay noticias de niños quemados, dedos volados o talleres clandestinos que explotan, como este en Ayacucho por ejemplo. Yo, en plena calle frente a mi casa (y vivo en una avenida grande y transitada) vi a un grupo de adolescentes que encendió TODA la pista con fuego, como si fuera una barricada, aunque se supone que está prohibido y es a todas luces peligroso. Y a la medianoche del 24 de Diciembre había tal cantidad de humo irrespirable en el lugar donde estábamos, producto de la quema desaforada de cohetes, que a pesar del calor tuvimos que mantener cerradas las ventanas.
La verdad es que como ciudadana, y después de las experiencias de Utopía y Mesa Redonda (sobre esta última comenté algo aquí), me preocupa la flexibilidad y laxitud con que en el Perú se vive este asunto. En otros países las regulaciones son fuertísimas, hay lugares especialmente designados para el uso de fuegos artificiales y estos deben ser manipulados solo por especialistas. En algunos lugares, para encender una vela bajo techo -en un teatro por ejemplo- hay que pedir unos permisos impresionantes. Es imposible ir y comprar cohetones en la esquina y reventarlos en plena calle, al lado de la gente.
Si bien entiendo las diferencias de personalidad, pues hay quienes buscan ruido, estimulación y sensaciones fuertes todo el tiempo (y para ellos una navidad sin cohetes casi casi que no es navidad), creo que es parte del proceso educativo desarrollar en las personas la conciencia del otro y hacerles entender que no es correcto apropiarse del espacio público y encender fuego en una avenida impidiendo el paso de los autos, tirarle un cohete a los pies a una anciana, o reventar una bombarda al lado de un recién nacido (son ejemplos extremos, pero las tres cosas las he visto en estos días), así como no es correcto en general vivir la vida como si no hubiera nadie más en el mundo, poner la música a todo volumen aun cuando se sabe que hay niños pequeños que duermen en la casa de al lado, tirar la basura en la puerta del vecino, o llenar las calles de ruido y humo, asustando a los niños y a los perros, solo porque esa es la manera que algunos tienen de festejar el año nuevo y la navidad.
Mientras este proceso educativo toma forma, lo cual lamentablemente va a tardar mucho, las regulaciones deberían ajustarse. Vamos progresando, pero creo que se necesita avanzar mucho más. Quizá los que nos sentimos incómodos con este tema podemos ser más activos y hacer algún tipo de vigilancia.
Coincido con el enfoque sobre la anomia en personas que trasgreden la prohibición de la pirectonia en analogía a los infractores del tránsito. Ambos tienen un arma en manos, la capacidad incendiaria de los cohetes y el potencial atropello de transeúntes.
Quiero comentar que en Navidad 2010, hubo ambulantes de pirotecnia en las cuadras 3 y 4 d ela avenida Grau, llamé a Serenazgo y nada, nunca confiscaron los cohetones. Luego en año nuevo, la policía dejó que adolescentes revienten estos objetos en pleno parque de Barranco a vista de todos, sin intervenir.
Falta una campaña en televisión previa para concientizar, bloques de 1 minuto en todos los canales, a fin de sensibilizar a la población.
De moodo personal he comprobado que a algunas autoridades poco les importa regular la música excesiva en un barrio residencial o del uso de pirotécnicos. Los padres deben ser también responsables de los juguetes o cohetones que usan sus hijos, ayudándoles a tomar cociencia en que lo que hacen puede afectar a los demás.
Me identifico totalmente con este post, ya que cuando me he quejado con los padres de los niños que usan estos juegos en plena calle (sobre todo porque los usan muy cerca a cables eléctricos) o he pedido que disminuyan el volumen de la música porque tengo un recién nacido en mi casa he tenido distintas respuestas, unas más sorprendentes que otras, como por ejemplo: "A caso eres dueña de la calle?" "En mi casa yo puedo hacer lo que me de la gana", "Si te molesta tanto múdate a una zona residencial!". Es sorprendente y decepcionante como algunas personas son incapaces de ponerse en el lugar de otros y de comprender la noción de respeto.