Ofrecí comentar algunas de las ponencias de la AME 2010 pero no lo hice, así que retomo el ofrecimiento ahora con algunas palabras sobre la presentación de Ann Higgins, quien esta vez compartió el trabajo que viene realizando desde hace años (y que empezó con el mismo Lawrence Kohlberg) en distintos colegios que intentan mejorar su clima moral institucional y convertirse en comunidades justas.
Ann presentó este trabajo (al que tituló “Praxis not Pontification”) junto a los directores de tres de estas escuelas, dos en Estados Unidos y una en Inglaterra. Es la primera vez que veo en estas conferencias a directores de escuela hablando de sus experiencias de gestión escolar enmarcadas en un modelo de desarrollo moral. Fué realmente muy interesante.
La idea central fué plantear, a través de las experiencias de estas tres escuelas, que toda institución educativa debe darse tiempo para la formación moral y del carácter. Para lograr esto las escuelas se deberían estructurar alrededor de dos ejes: el desarrollo y el aprendizaje. Estos son las dos caras de una misma moneda porque en el proceso educativo el desarrollo es tan importante como el aprendizaje, especialmente ahora que la escuela tiene un rol mucho más central en la vida de los niños que el que tenía siglos atrás. Hacer a los niños más autoconscientes de sí mismos y del impacto de sus acciones en los otros es una meta tan relevante como lograr que aprendan matemáticas y en ese sentido, el rol docente debe verse desde una perspectiva distinta que no lo limite solamente a la enseñanza de contenidos sino que lo amplie al acompañamiento y la mentoría. Los niños deberían florecer, como personas, en la escuela.
Una conclusión de esta presentación que quiero rescatar es que la participación de los estudiantes es fundamental para conseguir estas metas. Se hace necesario tener reuniones semanales para tomar decisiones sobre diversos asuntos, desde temas vinculados a la disciplina hasta cuestiones curriculares. Como los ponentes dejaron en claro, involucrarlos seria y sistemáticamente en la toma de decisiones es la única manera de combatir la apatía que suele caracterizar a los estudiantes, especialmente los de secundaria.