Las nuevas cartas al editor del Human Development han venido interesantísimas. Todas salvo la última comentan o responden a la editorial de Elliot Turiel: Turiel, E. (2010). Snap judgment? Not so fast: Thought, reasoning, and choice as psychological realities. Human Development, 53, 105–109, en la que este se lamenta de que la psicología haya retornado a un anti-racionalismo y plantee ahora la primacia de procesos no racionales (emotivos, biológicos etc.) sobre el discernimiento y la racionalidad de los seres humanos. Yo misma he comentado esta tendencia en varios posts, pues tampoco estoy de acuerdo con quienes intentan explicar todo comportamiento ya sea con la hipótesis de lo “emocional” (ver esta entrada antigua por ejemplo) o como producto de procesos puramente automáticos y/o biológicos (ver esta otra entrada sobre el último punto). En estas tendencias pareciera que somos o robots predeterminados o locos inconscientes y desenfrenados, y ninguna de las dos cosas me parece correcta.
Personalmente el artículo de Turiel me resulta muy sugerente. Felizmente se tiene acceso libre a él, aquí.
Con el título de Does Emotion Rule Cognition? John F. Kihlstrom, psicólogo social, hace un agudo análisis del rol que tienen la cognición y las emociones en la psicología. El autor parte de las críticas que en su momento se hicieron a la psicología por dejar de lado las emociones y plantear un “frío” paradigma cognitivo, pero cuestiona también la postura opuesta, el plantear como base exclusiva de todo proceso a las emociones. En otras palabras, critica el haber pasado de la hegemonía de la cognición a la hegemonía de la emoción, y aboga por una visión más balanceada de la relación entre mente y comportamiento que coloque a cada uno de los procesos (cognición, afectividad etc.) en su lugar.
En su carta Reasoning: It’s Not All in the Head, Anthony Laden (filósofo) agradece a Turiel por apoyar los procesos de discernimiento y racionalidad práctica al criticar aquellas posturas psicológicas que enfatizan exclusivamente el funcionamiento cerebral e intentan explicar la vida moral solamente recurriendo a mecanismos neuroquímicos. Reconoce que los filósofos tradicionalmente le han huído a la evidencia empírica (experimentos psicológicos, scans cerebrales, etc.) como fuente de información para sus distintos planteamientos, lo que los ha llevado a enfatizar un lado de las cosas, pero afirma también que la actual tendencia en psicología parece darle la razón a los antiracionalistas. Lo que hace el autor es discutir acerca de la razón (la racionalidad, el razonamiento, etc.), distinguiendo entre la razón como facultad y como actividad. Finaliza diciendo que razonar no es probablemente un proceso que esté 100% codificado en nuestros genes y neuronas sino algo que -dado que está basado en normas- los seres humanos tenemos que aprender a hacer.
En Hasty Feelings and a Few Thoughts Concerning Turiel’s Lament, Richard A. Shweder (antropólogo y psicólogo cultural) felicita el artículo de Turiel y coincide con él en afirmar que el análisis conceptual y la crítica racional son características definitivas de cualquier acción, reacción o juicio que merezca llamarse moral (yo estoy de acuerdo, pienso que, en sentido estricto, una persona se convierte en un agente moral solamente cuando está en condiciones de elaborar juicios morales con pretensiones de objetividad y cuando rige sus acciones a partir de normas que reconoce como valiosas y que ha elegido autónomamente). El autor apoya su argumento dando ejemplos muy claros de la tendencia contra la cual Turiel reacciona en su artículo (un artículo del Times Literary Supplement del 5 de Junio de 2010 (p. 5), llamado ‘Does Moral Action Depend on Reasoning?’, por ejemplo), y recuerda a los psicólogos que hay mucho más para la descripción y explicación del comportamiento humano que la simple identificación de eventos ambientales objetivos o diagramas neurológicos innatos o preparados que connectan estímulos y respuestas (nota: me recuerda mucho al pedido que Piaget hace a los psicólogos de no invocar sin más ni más cuestiones neurobiológicas para tratar de explicar los cambios psicológicos).
Finalmente, -aunque no voy a comentarla aquí porque aborda otro tema – este conjunto de cartas incluye también una última, escrita por Monika Abels, como respuesta al artículo de Carpendale y Carpendale “The Development of Pointing: From Personal Directedness to Interpersonal Direction”.
Nota: Han salido nuevas cartas como reacción a estas. Quienes se han sentido criticados defienden su posición: To Have a Revolution You Need a Revolutionary Metatheory (de Willis F. Overton); Beyond Fads: Toward a Rapprochement in Views of Reason and Automatic Processes in Psychology (de Marc Hauser) y All Hope is Not Lost, de Sam Hardy. No las comento aquí, las dejo para más adelante.