Está por terminar el semestre y una vez más me enfrento a la situación de tener que informar a varios de mis alumnos que han perdido el curso por ausencias.
En la universidad el reglamento dice que si un estudiante ha acumulado más del 30 % de inasistencias a un curso, queda imposibilitado de rendir el examen final o de entregar el último trabajo del curso, en caso este reemplace al examen, y recibe cero de nota en dicho examen o trabajo. Esto me genera varios cuestionamientos, que explico a continuación:
1) Esa es la norma. Y está vigente. Eso significa que los profesores deberiamos regirnos por ella, aunque no nos guste. La norma es pública y es (o debería ser) de conocimiento de los alumnos. Ellos conocen las reglas de juego (yo las repito además el primer día de clases) y si no las saben, es su responsabilidad no haberse informado. Desde esa óptica, la regla debería aplicarse, y punto. Los profesores que no la aplican son los que estarían fallando, no los que se ciñen a ella.
2) Desde otro punto de vista, hay que reconocer que se trata de una norma completamente punitiva y basada en una perspectiva heterónoma de la relación con la autoridad. De hecho, en varios países del mundo está prohibido pasar lista en las clases de la universidad, por considerarse un atentado contra la libertad del alumno. Desde esta perspectiva, lo cierto es que, dada su condición de adultos y bajo su propia responsabilidad, los estudiantes deberían ser libres de entrar o faltar a las clases que les diera la gana, y la evaluación debería ser lo suficientemente sensible y bien diseñada para desaprobar, por no haber logrado los objetivos del curso, a aquellos que no asistieron. Y punto.
3) Hay un tercer punto de vista a considerar, que tiene que ver con la relación maestro-alumno y el objetivo común que el proceso educativo pretende alcanzar. Supuestamente, o en términos ideales, el proceso de enseñanza y aprendizaje es un proceso común, en el que estamos interesados ambas partes. Si el profesor hace su mejor esfuerzo en preparar las clases y los materiales de enseñanza, el alumno debería hacer también su mayor esfuerzo y poner de su parte para ir a clases, hacer las lecturas y participar activamente de las sesiones de aprendizaje. Desde este punto de vista, faltar a clases es un atentado contra ese compromiso mutuo y tácito que se tiene (o se debería tener), con el proceso educativo.
4) Un cuarto aspecto tiene que ver con el proceso de enseñanza en sí mismo. Definitivamente creo que hay aprendizajes complejos que no se logran de la noche a la mañana, sino que requieren de tiempo y de la participación de los estudiantes en un conjunto de actividades. Estas demandan esfuerzo y tiempo: hay que leer, hacer resumenes críticos de lecturas, responder preguntas, exponer en clase, completar diversas tareas… eso es parte del proceso de aprendizaje, y tiene un peso y una razón de ser. Aunque algunos parezcan no darse cuenta, a eso se comprometen implicitamente los alumnos al asumir ser estudiantes universitarios. Desde esta óptica, aquel que ha elegido voluntariamente no participar de las actividades que el curso propone no podría ser aprobado, porque aprobar el curso no requeriría solamente repetir contenidos en un examen final sino sobre todo ir cumpliendo determinadas tareas a lo largo del semestre, e ir avanzando poco a poco en la construcción del conocimiento.
Me inclino por esta última opción, aunque soy plenamente consciente del punto dos, y por eso considero que hay un dilema moral implícito en esta situación. Entre los alumnos que tienen excesivas faltas y perderían la nota final debido a ellas hay muchos que quizá merecen perderla, alumnos negligentes, poco interesados en las clases, que hablan entre sí cuando yo explico, que leen otros cursos durante las clases (y a veces, periódicos o revistas) o que duermen la mayor parte del tiempo (aunque no lo crean, eso pasa…), pero también hay otros muy capaces y motivados, que dominan razonablemente bien los contenidos del curso y cuyas ausencias a clase fueron un descuido, o tienen seguramente alguna comprensible explicación.
La norma sin embargo debería aplicarse a todos los casos, sin excepción.
¿Qué hacer en una situación cómo esta? Quien tenga una idea, que la comparta…
Estimada Susana: Opino desde fuera de su Universidad, pero con alguna experiencia en la cuestión.
Como educador, siempre me he preguntado lo que ocurre en el nivel universitario con las asistencias de los alumnos. Hay muchos casos individuales, y por lo general me he sujetado a tal perspectiva en mi práctica, procurando no asumir la asistencia como único factor en consideración.
Una evaluación adecuada, como usted señala, resulta ser lo más efectiva para separar la paja del grano. Es decir, para determinar qué alumnos no asistentes poseen las habilidades y conocimientos que el curso imparte, y cuáles no. Ello resuelve de modo muy práctico muchos problemas de este tipo. Por supuesto, depende del curso, del profesor y de las características sociales, cognitivas y morales de los estudiantes.
Por otra parte, hay niveles de "heteronomidad" (perdón por el término) diferentes en cada institución. Todavía existen instituciones de educación superior que valoran la asistencia pues con ella, a más de otras características reglamentarias, se obtiene un mayor "control per se" sobre los alumnos. Tal "control" no es asumido en todas las instituciones de la misma manera, afortunadamente.
Por una parte está la escasamente formada responsabilidad de algunos alumnos; por otro la necesidad institucional de ejercitar el poder, que a su vez depende de muchos factores ajenos directamente a lo académico.
Como quiera que el profesor en divertso grado la opción de considerar la asistencia como determinante, ello me parece es parte de una toma de decisiones moral antes que pedagógica. Si se piensa que la institución no está en la razón en cuanto a dicha norma, es verdad que hay que cumplirla, pero también hay posibilidades dentro de la misma que pueden emplearse para "condicionarla" o "relativizarla" de acuerdo a las situaciones individuales. De este modo se convierte en una decisión ética y moral por parte del docente.
Como el principal deber moral del educador es educar, no se debería desaprobar a un alumno que no asistiera a clases, por ejemplo, por tener obligaciones laborales perentorias y necesarias para el sostenimiento familiar. Naturalmente, el requerimiento académico y la exigencia de la evaluación debieran quedar intactos para ese alumno como para todos. Además un alumno en tal situación entiendo debería ser apoyado – y quizá evaluado – de una manera más específica a su situación.
A la vez, fomentar entre los colegas y autoridades universitarias una discusión acerca de la pertinencia de la norma y sus reales implicancias para los estudiantes podría ser importante.
Otro factor más es la posibilidad real de llevar a cabo estas acciones. Todos sabemos que hay un medio ambiente social más o menos favorable en la dicotomía institucional entre libertad y control. Por desgracia nuestra sociedad tendería a volver a formas de autoritarismo y exclusión. La pregunta, por ende, en perspectiva social, es hasta dónde "se excluye" del desarrollo académico a alumnos que deberían aprobar un curso, por inasistencias debidas a problemas económicos, familiares o sociales de los que no tienen responsabilidad.
Espero haber contribuido en algo con estos puntos de vista.
OBLIGAR IR A CLASES ES COMO OBLIGAR A SUFRAGAR, TODOS SABEMOS LO IMPORTANTE QUE ES LA PARTICIPACION EN AMBOS PERO NO SE NOS DEBE OBLIGAR, DEBEMOS TOMAR CONCIENCIA Y ASISTIT RPORQ ENTENDAMOS SU IMPORTANCIA NO POR TEMOR AL CASTIGO.
POR ESO SOY DE LA POSISION QUE NO DEBERIA OBLIGARSE LA ASISTENCIA, SERIA UNA FORMA DE CAMBIAR NUESTRA MENTALIDAD Y EMPEZAR A ENTENDER Y A GUSTAR DE LA VERDADDERA RESPONSAILIDAD.
POR OTRO LADO LOS EXMANENES DEBERIAN SER 70 DE LAS EXPLICACIONES. MAS INTERPRETACION QUE MEMORISMO.
ASI SE DARAN CUENTA QUE LOS QUE ASISTEN ENTIENDEN EL FONDO DE LAS LETRAS
La actividad pedagógica se concibe como actividad enseñanza-aprendizaje, formando una unidad. Esta actividad la diseña el profesor, y es allí donde deberá tener en cuenta las particulardades del alumno. Si el alumno no asiste, no existe actividad de EA. Lo ideal es la actividad EA que relaciona un profesor – un alumno. Pero, un profesor debe atender a varios alumnos a la vez (enseñanza masiva en aula de cuatro paredes), entonces la particularidad no es posible. El profesor debe diseñar actividades para un "estudiante promedio" que no existe, incluyendo "aprendizajes grupales".
Generalmente, ante un profesor nuevo, el primer día, los estudiantes están a la espectativa y nadie falta. Eso ocurre en los primeros cursos. Pero, después, algunos "ya estudiaron al profesor" y sienten que no encajan en las actividades que el profesor diseña. Además, si lo único que vale son prácticas y examenes para aprobar el curso, el alumno traza su propia estrategia de como vencer estas barreras.
Algunos estudiantes se dan cuenta, que más aprenden leyendo el libro que participando de una actividad aburrida del profesor. Otros encontraran cualquier pretexto, y desmotivados, mejor prefieren dedicarse a otras actividades, que asistir a escuchar al profesor "aburrido". Algunos irán a tomar siesta a clase.
Ahora, si la Universidad, tiene al estudiante como "pensionista" y este se da cuenta que no pueden desaprobarlo porque lo requieren para poder pagar planilla de los profesores, entonces su meta es obtener como sea el "cartón". Para ello debe tener una nota en los cursos y encuentra las estrategias para lograrlo siguiendo el "currículo oculto" que generalmente tiende a formar la "minicorrupción".
La Universidad aparenta "seriedad" imponiendo controles de asistencia con códigos de barras, con huelleros y "serenazgo interno", para vigilar a profesores y a estudiantes "faltones y críticos".
La institución anuló la libertad y ha creado un clima de presión. Los principios de Libertad, Tolerancia y Crítica, van desapareciendo, y la institución se parece más a un cuartel, y no habrán los resultados fruto de la creatividad.
Las actividades EA deben ser pertinentes, motivadoras, que desafían al estudiante a partir de sus capacidades. Por eso, deben partir de lo simple a lo complejo y de lo superficial a lo profundo. El estudiante debe sentir a su profesor como orientador al cual seguir por los desafíos que este le plantea. De esta manera, estará motivado, y no faltará a "clase". Esto plantea el problema de cambiar la forma de "aprobar los cursos".
Una universidad que propugna el desarrollo de la creatividad, no lo logrará si los estudiantes no ejercen su libertad plena y si no encuentran un clima de paz para resolver los desafíos que les plantean profesores creativos, sin presionarlos. Estas son condiciones para tensar la creatividad de profesores y estudiantes, que se evidenciará en los indicadores de publicaciones científicas, registro de patentes y ejecución de proyectos de desarrollo de impacto en las poblaciones y comunidades.
Susana:
Comprendo el dilema en el que usted se encuentra, pero las normas existen para ser cumplidas.
El punto a discutir, lógicamente, es la vigencia o pertinencia de esta norma. Como parte de la evaluación de los procesos y mecanismos de formación, los docentes y estudiantes deberían debatir los argumentos a favor y en contra para llegar a un acuerdo (mantener, modificar o eliminar la norma para el siguiente periodo lectivo)
En mi paso por las aulas desestimé clases por diversos motivos: la habilidad del profesor, el contenido y los objetivos del curso, etc. La constante fue que no estaba satisfecho con la calidad o la razón de ser del curso y, a su vez, consideraba que podía lograr los objetivos en forma "autodidacta"
Además, como describes en el último párrafo, la asistencia a todas o la mayoría de clases no garantiza que el estudiante respete el pacto implícito en el aula.
Saludos !
Entiendo el dilema que plantea Susana, y cada cierto tiempo vuelvo a repensarlo junto con otras normativas de "sentido común" que los alumnos debería cumplir sin la necesidad del castigo o reprimenda, por ejemplo llegar temprano a clases, no salir y entrar constantemente del aula, contestar el telefono celular , comer, incluso leer otras cosas en clase.
Desgraciadamente, creo que los que faltan por motivos justificados son la excepción mas que la regla, y los alumnos consideran que faltar no es importante si lo que importa es aprobar; asi, tenemos "alumnos-separata". Creo que es por esto que varias veces he tenido alumnos que me piden recalificar el examen por que tal o cual cosa no esta en las diapositivas de la clase!!.
Creo que en tanto trabajo con alumnos muy jóvenes (entre 18 a 23 años) todavia podemos formar en habitos y disciplina, claro, sabemos que no exclusivamente de forma punitiva pero de forma integral.
Por otro lado, creo, honestamente, que cuando los profesores dicen, "si los alumnos faltan no es mi problema" tampoco ayuda. Si un profesor tiene un enfoque del tema y se justifica en la frase "hay que ser flexibles" y otros dicen "no, hay que reprobar" y asumen un rol opuesto, la verdad es que no se llega a nada, y los alumnos no ven la importancia de la asistencia. Creo que como comunidad debemos mantener una postura mas clara y consensuada, trasmitirle al alumno por que es importante ir a clase, que beneficios puede sacar de ella, porque NO es reemplazable por una lectura, que es parte de un proceso interactivo y dinamico entre profesor-alumno.
Si creo que ha cierto omnipotencia, narcisismo, o como quieran llamarlo cuando pensamos que una clase puede ser reemplazada por una lectura (usalmente de las diapositivas), es ingenuo pensar que puedes saber más que el profesor porque lei una lectura. El faltar a clases implica que el alumno pierde la oportunidad de ver aspectos que emergen de la misma clase, se puede aprovechar de las reflexiones y discusiones que de ella nace. Lo que ocurre es que muchos alumnos a nivel universitario creen que una clase buena es una clase "divertida"
y no ven que el profesor no es ningun artista del espectaculo, de ellos debe nacer el deseo de aprender y participar en el aprendizaje, si un profesor es "aburrido", pregunta, pide mas referencias, genera debate pero irte no te hace mejor alumno.
Las pocas veces que falté a clases en la maestria, lo hice como una declaración de rechazo a un docente particularmente ineficiente en el dictado, que pese a las peticiones que se le hacian de que fuera mas coherente y que sus clases fuera de mejor calidad no cambio. Creo que faltar a esa clase, fue una declaración de mi promoción de lo que no nos gustaba, fue algo mas activo y constructivo al final.
Agradezco los comentarios de todos. El problema es complejo, me parece. Me inclino a pensar en que el alumno debe asistir, en principio, porque tiene actividades que cumplir que son la razón de ser de la experiencia educativa. Creo también que cuando no asisten, por X o Y razón, deberían comunicarlo al profesor, sobre todo si esto es sistemático. Muchos no lo hacen y es una pena porque si hay una razón válida (murió la mamá del alumno, o cosas así) yo personalmente siempre doy facilidades. Incluso muchos entran una hora después de empezada la clase, y aun asi les tomo lista. Pero lo que no me parece aceptable es ver a los alumnos afuera, tomando el sol, conversando como si nada, perdiéndose las explicaciones y la discusión que se dan durante clases. Tienen un tercio del curso como margen para hacer eso, y ya me parece bastante.
¿Qué sentido tiene que el castigo por no asistir al 30% de las clases sea el no dar el exámen final?, se está ofreciendo al estudiante que si aprueba el curso sin necesidad de exámen final tiene derecho a faltar las veces que desee, ¿eso se condice con los supuestos objetivos de esta regla?. Yo pienso que depende del curso, hay cursos que necesitan una dinámica del grupo de estudiantes (a los que se les puede aplicar una regla de inasistencia, pero no una tan inadecuada como esta) y hay otros que siendo teóricos, no se ven perjudicados por la inasistencia de la mayoría.
Una mejor regla de inasistencia sería que el alumno reciba una nota en cada clase de acuerdo a la calidad de su participación (si no asiste, su calificación es cero), el peso del promedio de esta calificación de participación puede ser fijo o determinado por el profesor. Con esto se resuelve al mismo tiempo el tema de los alumnos que van a clase sólo para cumplir con el número de asistencias, pero se ponen a ver su correo en la laptop.
Yo también pienso que perder la nota de la calificación final es algo completamente arbitrario en este caso, pero esa es la norma con la que nos regimos (vaya uno a saber quien la redactó!). La sugerencia es interesante. Yo de hecho en mis seminarios pongo notas cada semana por los resúmenes de lectura críticos que pido, pero sucede que muchos envian el resumen (con lo que reciben la nota), pero no van a clases.
Yo creo que la pregunta, más que a la resolución del conflicto planteado, debería ir a la prevención de conflictos como éste. Lo cierto es que hay muchas razones por las que un alumno no va a clases. La principal, obviamente, es la flojera, pero hay muchos elementos que la motivan. Ahí van algunos ejemplos:
– El alumno puede saber, por lo que le cuentan otros, que no es necesario ir a clases para pasar el curso. Por esta razón se limita a asistir a su 70% y a leer algunas lecturas claves que siempre son la fuente principal de los exámenes (los cuales son bastante repetitivos en muchos casos). De esta manera, la persona reconoce que para pasar el curso no es necesario asistir a todas las clases y mucho menos prestar atención en ellas.
– Hay una fuerte tendencia en los profesores de recitar los contenidos del curso (contenidos que llevan ciclos sin cambiar). No se sucita el dialogo por lo que el poco interés que podían tener los alumnos se pierde. La discusión es justamente la manera del alumno de dirigir el curso por los temas de su interés. El profesor debería ser capaz de guiar este dialogo y adaptar su curso a las ideas que de éste derivan.
– No se porqué muchos profesores evitan totalmente los (muy merecidos) 10 minutos de break. Esta queja es bastante constante entre los alumnos. Después de 1 hora seguida de cualquier tema, hasta el más involucrado de los alumnos deriva su pensamiento hacia "cuanto le hubiera gustado quedarse hoy en casa" o simplemente "lo verde que es la pizarra". La clase, en ciertas ocasiones, se vuelve un periodo bastante nocivo para el alumno. Según tenía entendido son los psicólogos los que recomiendan periodos de 45 minutos de clase (corregir de ser necesario).
Se le critica a los alumnos su bajo compromiso con el curso. Sin embargo, muchas veces son los propios profesores los que muestran un bajo compromiso con los alumnos.
Ian, entiendo tu punto en el sentido de que si bien se le exige compromiso y respeto al estudiante, estos deberían exigírsele también al profesor. Y estoy de acuerdo en eso. En lo que no estoy de acuerdo es en que la actitud a tomarse, cuando ustedes ven que un profesor no enseña bien, sea pasiva: dejar de ir a clases por ejemplo. Eso no construye. Uno debería hacer todo lo posible antes de tomar esa última resolución, hablar con el profesor, expresar el descontento de manera razonada, darle alguna alternativa o propuesta, etc. En términos de la secuencia del desarrollo moral de Kohlberg esa sería la diferencia entre la rebeldía del estadio 5 y la del estadio 2 (que se tienden a confundir a veces aunque son completamente distintas). La del estadio 2 no es constructiva sino reactiva y casi sin causa y sin meta, la del 5 responde a principios razonados e intenta dar solución a la problemática tomando a todas las partes involucradas como interlocutores válidos. La verdad es que, desde mi punto de vista, son pocos los estudiantes que toman la última postura, aun cuando hay maneras de plantear alternativas y lograr cambios. Así se ejerce la ciudadanía como estudiantes, al interior de la universidad. Sobre los 10 minutos de break, te hablo desde mi experiencia: yo los daba en todos los cursos de tres horas, pero resulta que los 10 minutos se convertían en 25, o hasta en 30 o 35, pues los alumnos no regresan al aula a la hora pactada, y etc. Y por más que se conversaba, nunca pude hacer que respeten el compromiso, y entonces admito, que en términos conductuales, castigaron mi comportamiento hasta hacerlo desaparecer. Ahora ya no doy el break (aunque si termino a veces un poquito antes, para no cansarlos tanto). Quizá eso les pase a otros profesores. Gracias por comentar.
La Universidad es una institucion que funciona bajo una serie de disposiciones formales y NO-FORMALES que no solo dirigen su acción desde afuera, como una constricción normativa, sino que recrean en los estudiantes y profesores sus propias estrategias.
La imagen de un universitario ingenuo y pasivo que acata y repite sistemática y mecánica-mente imposiciones arbitrarias, se ve doblegada y cuestionada por una mirada que explora una entidad que reinventa mecanismos y que los recrea activamente.
La norma es es si misma en su practica validada por los sujetos que la perfoman? En el Perú la informalidad es parte de nuestros mecanismos formales.