Egocentrismo tardío (y las excepciones a las reglas más elementales…)

Dibujo de Paulo

Un niño quiere las cosas exactamente en el momento en que las pide. Tiene poca paciencia para esperar, y llora cuando no se hace lo que dice. Cuando desea algo lo toma sin reparos, o lo pide argumentando que debemos dárselo ya sea porque “le gusta” o porque “lo quiere”, porque lo justo y lo correcto a esa edad se equipara con las preferencias y deseos personales. Si el niño tiene 3 años, todos estos comportamientos son normales para su edad, pero (sorprendente y lamentablemente), muchos adolescentes e incluso adultos se comportan del mismo modo.

Imaginen por ejemplo un adolescente infractor que ha robado de una tienda un encendedor. Cuando es atrapado y se le pregunta por qué lo robó, responde que quería un encendedor. Cuando se le confronta preguntándole por qué llegó al extremo de robarlo, responde irritado “¿y cómo diablos iba a conseguirlo? ¿Acaso tengo dinero para comprarlo?” Este ejemplo, extraído del libro de John Gibbs, Moral development and reality. Beyond the theories of Kohlberg and Hoffman (2003. California: Sage) ilustra una de las características de muchos infractores: aquello que desean se convierte en un imperativo. Son incapaces de posponer el propio placer o la satisfacción de sus propias necesidades en aras del bien común o de algún principio mayor de regulación de la conducta. Simplemente hacen lo que desean.

Lo digo, porque ahora que ya he tomado cierta distancia del proceso de matricula (hace ya 4 semanas que empezaron las clases) puedo señalar que me he encontrado con muchos estudiantes que actuan precisamente del modo en que describe el ejemplo dado por Gibbs, queriendo conseguir excepciones a las normas y tratando de salirse con la suya a como de lugar, por cualquier medio posible. Salvando las distancias, la estructura de funcionamiento es parecida: deseo algo (acelerar mi turno en la matrícula, llevar un curso que no puedo llevar, saltarme X normativa, dejar de matricularme en un curso obligatorio, etc.) y hago lo que sea por conseguirlo, aun transgrediendo las normas de funcionamiento del proceso o pisoteando en el camino los derechos de los demás. Lo grave del asunto es que muchos de estos estudiantes han venido haciendo eso por semestres consecutivos, pidiendo (y consiguiendo!) excepciones a las normas, colándose de maneras muy sutiles por las grietas del sistema, ya sea para dejar de llevar cursos obligatorios que necesitan llevar, para matricularse antes de lo que su turno les permite, o para cualquier otra cosa. Recuerdo a una alumna en particular, en esta matrícula reciente, que debía registrarse en un cursos que había dejado pendiente por mucho tiempo y no quería hacerlo, y hasta el final se resistió a matricularse aduciendo que el horario “no le convenía” o que ella no entendía por qué no podía llevarlo luego. No me conviene y no me gusta, entonces no debo hacerlo, parecía ser su razonamiento de base (bien al estilo del estadio 2 de Kohlberg). El asunto es que esta chica estaba totalmente fuera de la normativa, y sin embargo habia conseguido saltársela con estrategias sutiles para hacer, literalmente, lo que le vino en gana durante mucho tiempo.

Como en el caso del adolescente infractor que roba en una tienda, también estos casos más cotidianos muestran deficiencias en el desarrollo moral que, si bien son menos impactantes, a la larga resultan tan nocivas y tan preocupantes como el impulsivo razonamiento que subyace al robo del encendedor.

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Comentarios

  1. Anónimo escribió:

    Buen día:

    Interesante los artículos y los ejemplos que coloca. Debo agregar que la conducta de las personas esta influenciada a que la contraparte ofrece medidas poco efectivas (en el caso de los alumnos la contraparte sería el sistema de matrícula representado por las personas que la representan) que en lugar de enseñarle a ser correcto (respetando las reglas) le sugestionan su conducta acrecentandola.

    Debo decir que dicha conducta es la base del porque las reglas estipuladas para ser respetadas en nuestra sociedad sean rotas en demasía (las reglas de tránsito por ejemplo).

    Otro ejemplo sería del bebé que llora, patalea sin cesar para que le hagan caso sus padres y ellos no deseando afectarlo aceptan sus deseos. En este caso la solución va de la mano con dejar que el ñaño emplee su energia para su berrinche sin ceder a sus caprichos.

    En el caso de los alumnos va de la mano con no aceptar saltarse a las reglas.

    Si la contraparte deja de realizar acciones que implique mano dura inteligente (es decir mano dura sin afectarlo negativamente) es claro que el bebé o el alumno siempre se encontrarán con su gusto.

  2. Carola escribió:

    Hola Susana y lo peor de todo es que el sistema apoya este tipo de conductas donde en cierta forma el que se sale con la suya es el más "vivo". La sociedad peruana no fomenta el respeto por el otro, el esperar por tu turno, la paciencia como una virtud, etc. y eso trae como consecuencia que las personas estemos acostumbradas a obtener lo que queremos sin pensar en los demás. Por ejemplo, nadie ve tan malo que alguien se "cole" y si uno reclama lo cayan y lo culpan de hacer escándalo. A mi me ha pasado más de una vez.

  3. Ela Villa escribió:

    Hola Susana, realmente es preocupante las conductas de chicos universitarios en este punto. Lo peor es que, en el afán de evitarse problemas y preocupaciones, tampoco los profesores universitarios ponen límites a las conductas dentro de clase (que van desde no escuchar IPods dentro de clase hasta no conversar con el compañero de al lado cuando el profesor dicta clase; es decir, normas elementales de cortesía y buena conducta), y eso es más visible en los primeros ciclos. Más crítico es el asunto si se apunta a complacer "al cliente que paga por un servicio", y al parecer ese es el sentido que muchos chicos dan al servicio educativo que se imparte en las universidades particulares. Cuando se les pone límites se sorprenden, en la creencia que están en una tienda de electrodomésticos, donde reclaman hasta donde les viene la imaginación, especialmente en época de exámenes.
    Ese es el peligro – en mi opinión personal- de insertar en la universidad un sentido de relación vendedor/cliente, ISOS de calidad y demás. Si se aplica al ámbito estrictamente administrativo esta bien, pero si se extiende al ámbito pedagógico el tema va por muy mal camino.
    Hace unos años, en un blog de la PUCP – cuyo nombre no me acuerdo – Gonzalo Gamio y yo presentamos nuestra postura en este tema, del cual disentía abiertamente un profesor de ciencias administrativas.
    Saludos!!

  4. Daniel Salas escribió:

    Hola, Susana: Tengo una pregunta sobre si hay límites (o cómo se producen los límites) en la capacidad de percepción que tienen algunas personas. Dos ejemplos:
    1. Un estudiante cuenta orgulloso en clase que se ha pasado el fin de semana bebiendo y festejando. Uno rato después, pregunta por qué tiene mala nota en la prueba si ha estado estudiando un montón.
    2. Otro estudiante se pasa varias horas hablando mal de los compañeros e incluso haciendo bromas racistas y sexistas. Luego se pregunta por qué no le pasan la voz para alguna actividad académica.
    3. Un jefe de prácticas es, a la vez, un mal estudiante, que se precia de ir a las clases sin haber leído los textos. Luego se queja de sus propios alumnos quienes "no estudian".
    Mi impresión es que muchas personas no ven la relación entre lo que ellos mismos hacen y la manera en que los demás reaccionan, como si el comportamiento de los otros fuera gratuito o fuera consecuencia de discriminación o intolerancia. Ocurre a cada rato y seguramente todos hemos visto casos parecidos. ¿Cómo puede ocurrir?
    Saludos.

  5. sfrisan Autor escribió:

    Hola Daniel! Muchas personas, como las que mencionas por ejemplos, son verdaderamente inconscientes del impacto de sus actos sobre los demás. Hay efectivamente mucho egocentrismo, dificultades para mirar las cosas desde la perspectiva de los otros, etc. A eso sumale ciertas teorías implicitas sobre el por que la gente hace lo que hace (que no necesariamente van de la mano con la realidad), ciertos estilos atribucionales (por ejemplo, el estilo de atribuir todo lo que les ocurre a causas exclusivamente externas) etc. Es como un "paquete" congnitivo y afectivo que hace que las personas funcionen de cierto modo, usualmente desadaptativo en la medida en que, a la larga, esto les genera sufrimiento. Ciertos enfoques terapeuticos y de consejería apuntan precisamente a hacer a las personas mas conscientes de estas cosas y a ayudarlas a desarrollar nuevas habilidades de funcionamiento.

  6. Carolina Espinoza escribió:

    Hola Susana:
    Soy educadora en un proyecto que trabaja con adolescentes infractores a la ley penal, así que me sentí atraída por el artículo que escribiste describiendo algunas características del desarrollo moral de estos adolescentes. Mencionas que existen "enfoques terapeuticos y de consejería que apuntan precisamente a hacer a las personas mas conscientes de estas cosas y a ayudarlas a desarrollar nuevas habilidades de funcionamiento". Quisiera saber si me podrías brindar algunos enlaces o referencias al respecto. Una pregunta ¿de qué depende que algunas personas vayamos alcanzando cierto tipo de desarrollo moral? ¿probablemente nuestros padres poseen el mismo nivel de desarrollo moral que nosotros?.
    Gracias.

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