El prisma moral

Paulo con nariz - 2006

Todo educador está seguramente consciente de que los niños ven el mundo de forma diferente a como lo vemos los adultos, pues no se puede ser educador sin darse cuenta de esto. Por ejemplo, los niños piensan que las nubes caminan detrás de ellos, y que los sueños están físicamente presentes en sus dormitorios durante la noche. Los adolescentes suelen pensar que todo el mundo los mira, los juzga y critica sus ideas y acciones. Los niños en primaria creen que el pensamiento es omnipotente, y que resolver un problema es equivalente a hallar la verdad. Los adolescentes se sienten invulnerables, y como no le temen a la muerte toman muchas veces conductas de riesgo. Y un largo etcétera.

Sin embargo, ¿están los docentes alertas de que los niños también ven el mundo moral de forma diferente? Los niños en los primeros grados de primaria piensan que cualquier diferencia es injusta, y podrían preferir -por ejemplo- botar a la basura un dulce extra antes que permitir una distribución desigual. Los adolescentes consideran que es inmoral revelar la falta cometida por un compañero, aunque se trate de una falta grave. Encubrir la falta del compañero se considera justo y es una muestra de lealtad. Más aún, muchos niños consideran moralmente correcto obtener lo que quieren, aun a costa de vulnerar los derechos de alguien o de hacerles daño a otros.

¿Por qué existen estas diferencias y por qué son importantes para la educación moral?

Los niños piensan sobre lo justo e injusto, lo correcto e incorrecto, desde su propio nivel de desarrollo moral. Conforme las personas crecen, van desarrollando nuevas y más adecuadas formas de resolver los asuntos morales. Los niños están (cognitiva y afectivamente) menos desarrollados que los adolescentes, y éstos menos desarrollados que los adultos. Cuando un niño se enfrenta a un problema moral, él o ella lo interpreta, y esta interpretación se debe en parte a su particular historia personal (su cultura, su religión, su experiencia educativa, la influencia de su familia, etc.), y en parte a su nivel de desarrollo moral. La interpretación que el niño hace es crítica para lo que juzgará como correcto o incorrecto, como algo de valor o algo que vale poco. Esto explica porqué los profesores usualmente encuentran que los niños no entienden los problemas cuando ellos tratan de explicárselos: en realidad los niños sí entienden los problemas, pero lo hacen de diferente manera que los adultos.

La segunda forma en que los niños pueden diferir de los adultos es en lo que se conoce como dominio de categorización, es decir, las diferentes categorías o dominios de valores. Por ejemplo, el valor de la justicia es diferente al valor que una cultura le da a la manera de comer (con cubiertos, sin hacer ruido…), que es diferente a su vez del valor que alguien le da a los helados de chocolate por sobre los de vainilla. Si bien todos expresan “valores”, la justicia es un principio ético (o moral, en terminología psicológica), la manera de comer es un valor socio-convencional (que responde a tradiciones y prácticas culturales), y la preferencia en el sabor de los helados es un valor personal que se basa simplemente en gustos y preferencias individuales.

El asunto es que aun cuando filosóficamente existe algún acuerdo sobre a qué dominio pertenecen los distintos valores, muchos asuntos relativos a los valores no son claros, y los niños pueden diferir –y de hecho difieren- en su manera de categorizarlos. Un buen ejemplo es el caso del uso de las drogas ilícitas, que al ser un problema complejo incorpora distintas perspectivas valorativas (morales, convencionales y personales). Por ejemplo, muchos adolescentes no ven la relevancia moral del uso de sustancias, pues no reconocen el daño intrínseco y potencial que el consumo de drogas ilícitas trae al consumidor en sí mismo y a su entorno personal y social. Para ellos el uso de drogas es simplemente un asunto de preferencia personal, tal como preferir un helado de chocolate. Por el contrario, muchos adultos fallan a veces en identificar las connotaciones personales del uso de sustancias, priorizando los aspectos morales por sobre los demás. Con estas diferencias de categorización, el diálogo entre unos y otros se complica.

Vemos entonces que los niños difieren de los adultos debido a que “miran” el mundo a través de un diferente prisma moral. Ellos pueden estar en un nivel de desarrollo diferente, o categorizar sus valores de distinta forma. Es importante señalar que estas diferencias no sólo se dan entre niños y adultos sino también al interior de estos dos grupos.

Todos vemos el mundo desde nuestros propios prismas. La educación trabaja mejor cuando el profesor puede entender cómo se ve el mundo desde el punto de vista de los estudiantes de su clase.

Adaptado de: Berkowitz, M. (1995). The Moral Prism. Values Education Project, Bulletin # 6

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Comentarios

  1. Félix Reátegui escribió:

    Hola Susana: Me llamó la atención especialmente este fragmento del comentario: "Los adolescentes consideran que es inmoral revelar la falta cometida por un compañero, aunque se trate de una falta grave. Encubrir la falta del compañero se considera justo y es una muestra de lealtad".

    ¿Crees que sea posible considerar que en una conducta de este tipo no intervenga, o no lo haga de modo predominante, un juicio moral del tipo justo/injusto? Es decir, ¿podría ser que un adolescente, al atrincherarse en la solidaridad de grupo, no lo haga porque considere que eso es lo justo sino aplicando otro criterio de discernimiento? Por ejemplo, se me ocurre que las acciones cotidianas de saludar y despedirse, siendo que pueden catalogarse como correctas o incorrectas, pueden no encajar tan claramente en un discernimiento moral. Forman parte de las estrategias corrientes que se despliegan en la convivencia diaria. ¿Podría ser que la complicidad frente a la autoridad, en ese caso, sea una prolongación de esas estrategias, algo que es correcto en mis circunstancias pero que no me atrevería a defender como lo justo, ni siquiera en mi fuero interno?

    Una última: no me queda muy claro cómo el consumo de drogas puede ser objeto de un juicio moral (injusto) (Aquí debo aclarar que "no me queda muy claro" no lo uso como fórmula retórica para decir "no creo que" sino en sentido literal). O sea, es claro que es dañino; podría decirse, extremando la nota, que es una estupidez (ya que es autodestructivo). Pero ¿cómo sustentaríamos la proposición (X está cometiendo una injusticia al consumir Y)? Pregunta corolario: en este dominio, el de las acciones humanas con sentido, ¿todo lo incorrecto es moralmente discutible o hay cosas incorrectas que no se cruzan por el horizonte del discernimiento moral?

  2. sfrisan Autor escribió:

    Hola Felix,

    Muy interesante tu comentario. No se si podré responderlo todo pero lo intentaré.

    Lo primero: si creo que puedan entrar en juego otras consideraciones en el ejemplo de la lealtad del grupo adolescente. Lo que quise decir (y tu comentario me permite explicarlo mejor) no es que el criterio moral/inmoral sea explicito en ellos, porque no siempre es así. Y en efecto, hay consideraciones de grupo y de costumbre. Sin embargo, la idea es que muchos adolescentes creen verdaderamente y de buena fe que ser leales con los amigos es un valor supremo, que está (o debería estar) por encima de otros valores, y si bien no son capaces a veces de articular esto verbalmente, en la práctica pueden defender a capa y espada el haber encubierto la falta de alguien con este criterio. Saludarse y despedirse en efecto, como bien dices, pertenecen a otra tiopología de acciones, pues si bien son correctas o incorrectas lo son siempre por tradición, por costumbre o acuerdo social y no necesariamente porque haya algún criterio moral en ellas (más allá de que sean muestra de respeto, pero siempre se puede argüir que es una muestra cultural, porque podríamos mostrar lo mismo de otra manera -como de hehco ocurre en las diferentes culturas). En el caso de la lealtad el punto que quería sostener es que a veces la falta cometida puede ser grave y reprochable desde un punto de vista ético y para los adolescentes igual la amistad y el valor de la lealtad estarían al mismo nivel que el principio contra el que se atenta, o incluso en algunos casos, por encima (lo cual, dicho sea de paso, no es sorpresa porque lo encontramos en adultos tambien… pero en los adolescentes corresponde a su nivel evolutivo mientras en los adultos puede ser más bien un problema).

    Sobre el consumo de drogas: te doy la razón en que es poco evidente, pero la dimensión moral tendría que ver justamente con el sentido de la vida, la manera en que las acciones propias afectan a terceros, el derecho (o no) a disponer de la vida propia y a hacer con ella lo que nos venga en gana (como involucrarse si se desea en comportamientos autodestructivos, como tu dices), etc. El punto que queria hacer es que los profesores usualmente ponen el énfasis en estos aspectos, mientras que los adolescentes (y muchos consumidores) enfatizan más bien los de estilo de vida o preferencia personal, y así, desde dos ópticas distintas, puede no haber punto de conversación posible.

    Ojalá mi intento de respuesta a tus interesantes preguntas sirva de algo.

  3. angel escribió:

    holasusaname parecen muy ciertos todas esas palabras que dice pues fijateque yo soy un adolescente y pues yo si pienso en lo que aveces pensamos sin pensarloeso es algo tonto ps sigue haciendo mas comentarios de estos.

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