Creo que la falta de cooperación entre ciudadanos es uno de los problemas más severos de los muchos con los que debemos lidiar en el Perú actual. Basta ver lo que pasa en un cruce de calles cuando no funcionan los semáforos: cada quien quiere pasar a como de lugar, va metiendo la “nariz” del carro a la fuerza, hasta que al final se arma un embrollo tremendo que afecta a todos pues nadie logra avanzar. En otras palabras, cada quien quiere hacer prevalecer sus propios fines, sin tomar en cuenta los de los demás.
La cooperación es una dimensión del desarrollo moral que tiene que ver con la coordinación de medios y fines. Piaget propuso tres dimensiones para la construcción moral: la justicia, la cooperación y la intencionalidad/realismo. En la perspectiva piagetana, el desarrollo moral se ve influido socialmente por los conflictos cognitivos que se producen al ponerse de manifiesto los diferentes puntos de vista de los niños, lo cual promueve la puesta en marcha de operaciones lógicas que apuntan a reestablecer el equilibrio a través de la consideración reciproca de los diferentes puntos de vista. Para Piaget la dimensión moral de justicia resulta directamente de la noción de cooperación, y es esta última, a través de la práctica constante, la que permite a los niños pasar de un estadio de heteronomía moral, a un nivel autónomo. De esta manera, Piaget consideró que la cooperación es la forma ideal de interacción social ya que promueve el desarrollo, pues las relaciones sociales que dan forma a la cooperación son las mismas que las relaciones lógicas que los niños elaboran en relación al mundo físico. Cito a Piaget directamente:
La cooperación en sí misma constituye un sistema de co-operaciones: poniendo en correspondencia (lo cual es una operación) las operaciones de un compañero con las de los otros, uniendo (y ello es otra operación) lo que un compañero ha logrado con lo de los demás, etc.; y en el caso del conflicto, superando las contradicciones (que presupone un proceso operacional) o, sobre todo, diferenciando los distintos puntos de vista e introduciendo entre ellos una reciprocidad (que es una transformación operacional) (Piaget, 1963/1977, pág. 347)
El espacio ideal para la cooperación es el juego, especialmente el juego de equipo con reglas, por ejemplo, un partido de fútbol. Mediante la participación como miembros de un equipo de fútbol los niños y las niñas aprenden a coordinar su propia perspectiva con la de los demás, se “descentran” en tanto que pasan de una perspectiva egocéntrica en la que sólo cuentan sus propios fines (meter ellos el gol, lograr patear la pelota, jugar como sea y sin darle pase al otro) a una perspectiva más social en la que el fin (ganar) se vuelve colectivo. Esto hace que los niños construyan la noción de respeto mutuo, que implica atribuir a cada persona un valor similar al propio (ya que todos los miembros del equipo son igualmente importantes para alcanzar la meta en común). Si consideramos, tal como Piaget, que el respeto mutuo (en contraposición al respeto unilateral -el miedo a lo adultos por ejemplo-) es fundamental para la construcción de una moral autónoma, podemos concluir que este tipo de interacción entre pares resulta también vital para el desarrollo moral.
Vuelvo al ejemplo inicial: en un cruce sin semáforo se pone en evidencia la incapacidad de muchos peruanos para ejercer el respeto mutuo y como consecuencia, para cooperar los unos con los otros. Mi prisa vale más que la del otro, yo, egocéntricamente, debo alcanzar mi meta por sobre la de los demás. Lamentablemente, con este razonamiento primitivo (en el sentido piagetano que significa primigenio, que aparece primero en el desarrollo -puede entenderse como infantil-) nadie logra alcanzar sus fines. Sería más razonable -y más maduro, obviamente- que nos regularamos solos: que entendiéramos que existe una meta común (cruzar la calle) y que todos somos medios para la consecución de este fin. Dado que todos valemos igual ya que nuestras finalidades (cruzar) son igual de legítimas (noción de respeto mutuo) pues entonces lo justo (sentido de justicia que para Piaget deriva de la capacidad de cooperar) es que encontremos un mecanismo que nos permita poco a poco pasar a todos. Dado que usualmente esto no ocurre, sino todo lo contrario, la pregunta que hay que hacerse es en qué esta fallando la escuela (y los procesos de socialización en general) que no permiten a las personas construir esta dimensión básica de la convivencia humana.
Referencias:
Piaget, J. (1963/1977). Problèmes de la psycho-sociologie de l´enfance. En Etudes Sociologiques. Geneva: Librairie Droz.
Nota:Cuando vió el post con los poemas y la foto de Lucía, su hermanita Ana preguntó dónde estaba la suya. Así que en esta entrada puse su foto, para contentarla.
Me ha encantado tu reflexión. Creo que nuestra responsabilidad está en cómo generar condiciones para que la cooperación surja de forma espontánea. Quizá debamos aprender de los juegos de los niños para considerar alternativas en el mundo de los adultos.
Por cierto, sobre la autoorganización quizá pueda interesarte <a href="http://nomada.blogs.com/jfr…">este artículo</a> de Juan Freire (Universidad de A Coruña, Galicia, España) donde muestra ciertos videos del tráfico en países del sudeste asiático (parece increible):
Un saludo,
Julen