Estoy empezando a leer el libro Working with Piaget. Essays in Honour of Bärbel Inhelder (Anastasia Tryphon y Jacques Vonèche (editores), 2001. West Sussex: Psychology Press).
Es un libro sumamente interesante que ofrece mucha información acerca del trabajo de Bärbel Inhelder, la principal colaboradora y compañera de investigación de Jean Piaget. Como se afirma en la contratapa del libro, este ofrece una justa visión de la estatura de Inhelder como investigadora independiente, y discute no solo aquellos trabajos en los que colaboró con Piaget sino también aquellos en los que discrepó, o en los que introdujo alguna variante. Más aún, el libro da luces sobre aquellas innovaciones de Inhelder que a lo largo de la historia no han sido suficientemente reconocidas, por ejemplo, el descubrimiento de las operaciones formales, evento usualmente atribuído a Piaget. Algunos afirman que Inhelder era “la psicóloga detrás del epistemólogo”, ya que ella se interesó en los temas estrictamente psicológicos y los introdujo al programa de investigación piagetano.
Para los que se interesan y disfrutan estos temas, el libro entero promete ser fascinante. De lo que voy leyendo, recomiendo mucho el capítulo 3, de Michael Chandler: Perspective taking in the aftermath of theory-theory and the collapse of the social role-taking literature. En este capítulo Chandler hace toda una reivindicación (magistral y académicamente muy divertida, por cierto) del libro de 1948 de Piaget e Inhelder: la representación del espacio en el niño (La représentation de l´espace chez l´enfant), a la vez que critica la manera en que diversas generaciones de psicólogos han malinterpretado el libro, especialmente los interesados en el estudio de la llamada “teoría de la mente”. Cito textualmente la conclusión del capítulo (pág. 59) como para motivar su lectura y recordar que siempre hay que volver a los clásicos:
“The strong conclusion to which I hope you will be led by all that has been presented here, is that the work Inhelder and Piaget completed in their original exploration of the development of children’ s spatial perspective-taking abilities is not best seen as the vague progenitor of some 50 years of often critical subsequent research. Nor do the facts of the matter easily support the conclusion, popular in some quarters, that their now dated claims were all in need of being excised through the application of this or that razor-sharp and thoroughly modern methodology. Less still, it would appear, were their efforts a false start that must be put behind us, in order to get with another more au courant cognitive science programme of the sort that often appears to be working to collapse the developmental course onto some imaginary point -some one-off miracle- without a past or a future. Instead, the evidence I have brought forward seems to suggests that, after half a century of false starts, we are now finally being carried back to a point where the child’ s protracted attempts to discover the possibilities of “representational diversity” begin to look embarrassingly like the similarly differentiated account of perspective-taking development originally worked out by Inhelder and Piaget in The child’ s conception of space“.