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Metropolita Hilarión: después de ‘Fiducia supplicans‘ ya no es posible hablar de reunificación entre católicos y ortodoxos
«Si somos realistas, ya no podemos esperar una futura unidad entre ortodoxos y católicos. Estas medidas obviamente no nos acercarán, sino que crearán nuevas líneas de separación», afirmó el Metropolita ortodoxo Hilarión de Budapest en una entrevista con Rod Dreher, redactor jefe de «The American Conservative»
La Declaración «Fiducia supplicans» que permite la bendición de las «parejas extramatrimoniales» rompe las posibilidades del ecumenismo con los ortodoxos.
El propio Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Cardenal Victor Manuel «Tucho» Fernández, está intentando aclarar que el documento dice lo que no dice, en un alarde de voluntarismo frente a un texto que es como mínimo ambiguo cuando no una blasfemia como la ha calificado el Cardenal Müller.
Es suficiente leer sin prejuicios ideológicos el texto del Cardenal Fernández, y así lo han hecho desde el jesuita cercano al Papa Francisco, que ya imparte publicitadas bendiciones, hasta los obispos africanos.
Según informan medios ortodoxos, el metropolita Hilarión afirmó que, después de la Declaración «Fiducia supplicans» sobre la bendición de las «parejas extramatrimoniales» ya no es posible hablar de reunificación entre católicos y ortodoxos.
Hilarión de Budapest, ex responsable del Departamento de Relaciones Exteriores de la Iglesia del Patriarcado de Moscú, afirmó en una entrevista con Rod Dreher, escritor estadounidense y redactor jefe de «The American Conservative», que el documento vaticano que permite la bendición de parejas del mismo sexo hace imposible hablar de un posible reencuentro entre católicos y cristianos ortodoxos. La entrevista fue publicada en el canal de YouTube Jesús Portal .
El metropolitano dijo que estaba sorprendido por la decisión porque «siempre hemos considerado a la Iglesia Católica Romana como un faro del cristianismo tradicional».
Cuando el periodista le preguntó si el documento vaticano ponía fin a las conversaciones entre católicos y ortodoxos sobre la posibilidad de un reencuentro tras el Gran Cisma de 1054, el obispo respondió afirmativamente.
«Si somos realistas, ya no podemos esperar una futura unidad entre ortodoxos y católicos. Estas medidas obviamente no nos acercarán, sino que crearán nuevas líneas de separación», afirmó el metropolitano.
Fuente: Infocatólica.com
La Iglesia Ortodoxa Rusa acusa a la Iglesia Católica de desviarse de la moral cristiana por Fiducia Supplicans
La web oficial del Patriarcado de Moscú ha publicado un documento titulado «Sobre la actitud ortodoxa ante la nueva práctica de bendecir a las ‘parejas en situación irregular y a las parejas del mismo sexo’ en la Iglesia Católica Romana». Como no podía ser de otra forma, los ortodoxos rusos rechazan de plano la bendición de ese tipo de parejas y aseguran que con Fiducia Supplicans, la Iglesia Católica se desvía de la moral cristiana.
El texto, redactado por encargo del Patriarca Kirill por la Comisión Sinodal Bíblico-Teológica, presidida por Ilarion (Alfeev), Metropolitano de Budapest y Hungría, presenta algunas consideraciones en respuesta a la declaración Fiducia supplicans, publicada por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe el 18 de diciembre de 2023.
«Las ideas expresadas en la declaración ‘Fiducia supplicans’ representan una desviación significativa de la enseñanza moral cristiana y requieren un análisis teológico», se lee en la introducción del documento de la Comisión sinodal. La primera parte del texto, titulada «Sobre el sentido ‘clásico’ y ‘ampliado’ de la bendición en este documento», partiendo de las consideraciones contenidas en los párrafos 12 y 13 de Fiducia supplicans, afirma: «El amor de Dios por el hombre no puede ser la base para bendecir a las parejas en convivencia pecaminosa. Dios ama al hombre, pero también lo llama a la perfección: ‘Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto’ (Mt 5, 48). El amor de Dios por el hombre le llama a apartarse del pecado que destruye su vida. En consecuencia, la solicitud pastoral debe conjugar armoniosamente la clara indicación de la inadmisibilidad de un estilo de vida pecaminoso con el amor que lleva al arrepentimiento».
Y más adelante continúa: «La declaración no dice nada sobre luchar contra el pecado, renunciar a estilos de vida pecaminosos o ayudar pastoralmente al creyente a superar el pecado. El texto de la declaración está redactado de tal manera que se puede deducir que un estilo de vida pecaminoso no es un obstáculo para la comunión con Dios. La declaración (Fiducia supplicans, n.d.A.) guarda absoluto silencio sobre el sacramento de la Penitencia como fuente necesaria de la gracia divina para todos aquellos que desean corregir todo aquello en su vida que no se ajusta a la voluntad de Dios».
Además, la Comisión observa que en el documento en cuestión la expresión «parejas del mismo sexo» aparece diferenciada de la expresión «parejas irregulares», sin que esta última sea definida en el texto.
La segunda parte del texto publicado por la Comisión sinodal, titulada «Sobre la bendición ‘de las parejas del mismo sexo’», subraya que la definición de matrimonio que figura en los párrafos 4 y 5 de la declaración Fiducia supplicans es conforme a la enseñanza ortodoxa («cf. el documento de la Iglesia ortodoxa rusa ‘Sobre los aspectos canónicos del matrimonio cristiano’ »). Al mismo tiempo, la Comisión sinodal afirma que Fiducia supplicans declara la posibilidad de bendecir a las parejas del mismo sexo, lo que es antitético a la moral cristiana, y que de hecho las equipara a la cohabitación extramatrimonial de las parejas heterosexuales.
«Nótese también -se lee en el texto- que a los que están en unión pecaminosa se les llama ‘indigentes’, como si el defecto moral no implicara una elección consciente y libre por su parte. La atención se desplaza del hecho de que el pecador ha tomado una decisión moral a la naturaleza indigente de su situación. En ‘Fiducia supplicans’ falta la definición de la ‘cohabitación homosexual’ como pecaminosa».
Pasando luego al análisis de las recomendaciones prácticas sobre cómo deben tener lugar estas bendiciones, es decir, de forma espontánea, no ritualizada y breve, la Comisión sinodal las califica de «no menos ambiguas que las posiciones teológicas de las que derivan»:
«Como sugiere el documento (Fiducia supplicans, n.d.A.), el peligro no es que la bendición de estas parejas aparezca como la aprobación de una convivencia que no es lícita desde el punto de vista de la Iglesia, sino sólo que, en el caso de que se realice de forma similar a las formas litúrgicas establecidas, preste un formalismo innecesario a un acto que se piensa ‘espontáneo’».
La tercera parte del documento («Reacciones a la Declaración en el mundo católico») está dedicada a la resonancia que la declaración Fiducia suplicans ha tenido en la Iglesia católica.
En las conclusiones del documento presentado por la Comisión Bíblico-Teológica Sinodal se lee: «La comprensión unilateral e incompleta del amor de Dios por el hombre que se deduce de esta afirmación es teológicamente peligrosa. En esta interpretación, los conceptos de pecado y arrepentimiento son efectivamente eliminados de la relación entre Dios y el hombre, lo que conduce a una lógica paradójica por la cual las personas en relaciones pecaminosas no recurren al arrepentimiento y al trabajo espiritual, sino a alguna forma de bendición con la esperanza de recibir ‘sanación’ y ‘elevación’. Sin embargo, la declaración no articula el hecho de que la ‘curación’ y la ‘elevación’ deben ir precedidas al menos de la intención de renunciar a las relaciones pecaminosas. En el contexto de los procesos en curso en la comunidad cristiana, este documento puede percibirse como un paso hacia el pleno reconocimiento por parte de la Iglesia Católica Romana de las ‘uniones entre personas del mismo sexo’ como norma, algo que ya ha sucedido en algunas comunidades protestantes. Todos los creyentes, incluidos los que tienen tendencias homosexuales, necesitan atención pastoral. Sin embargo, dicha atención pastoral no debe tener como objetivo legitimar un estilo de vida pecaminoso, sino curar el alma de los que sufren, como bien se escribe en los ‘Fundamentos de la Doctrina Social de la Iglesia Ortodoxa Rusa’ (…). Aunque la declaración ‘Fiducia supplicans’ es un documento interno de la Iglesia católica, la Iglesia ortodoxa rusa considera que es su deber responder a tales innovaciones radicales que rechazan las normas divinamente reveladas de la moral cristiana. La Iglesia, que acoge con amor maternal e indulgencia a cada pecador que pide su bendición, no puede de ninguna manera bendecir a las ‘parejas del mismo sexo’, ya que esto significaría el consentimiento de facto de la Iglesia a una unión de naturaleza pecaminosa».
Al mismo tiempo, el Departamento de Relaciones Exteriores del Patriarcado de Moscú ha publicado en su sitio web oficial una nota en la que presenta el documento redactado por la Comisión Sinodal Bíblico-Teológica y remite al texto íntegro. El que fuera responsable de dicho departamento, y hoy Metropolitano de Budapest (Bulgaria) y Hungría para los ortodoxos rusos residentes en ambos países, Hilarion Alfeyev. ya avanzó que su Iglesia rechazaría Fiducia Supplicans.
Los obispos católicos en Rusia, también en contra
Cabe señalar que los obispos católicos de Rusia comparten la opinión de sus hermanos ortodoxos sobre la bendición de parejas homosexuales y en situación irregular, que consideran inaceptable.
Los obispos católicos de Rusia consideran inaceptable la bendición de cualquier pareja en situación irregular
Los obispos católicos de Rusia han manifestado su rechazo absoluto a cualquier bendición de una pareja que viva en una situación irregular. En un comunicado publicado tras la reunión plenaria de su Conferencia Episcopal (CCER), los prelados salen al paso de los malentendidos provocados por la declaración Fiducia Supplicans del Dicasterio para la Doctrina de la Fe.
Los obispos católicos de Rusia no difieren respecto a los ortodoxos sobre la bendición de parejas que vivan en pecado y rechazan el contenido de Fiducia Supplicans. En su comunicado público, afirman.
A la vista de los malentendidos surgidos en torno a la declaración de Fiducia Supplicans, la CCER considera necesario subrayar que la doctrina católica sobre la familia y el matrimonio permanece inalterada. Sólo un hombre y una mujer unidos en matrimonio forman, junto con sus hijos, una familia. La Iglesia reconoce la responsabilidad especial de apoyar y fortalecer el matrimonio y la familia como comunidad privilegiada y unidad primaria de la sociedad (véase CIC, 2002-2009). La Iglesia bendice y rodea con atención pastoral las uniones matrimoniales y las familias. En el espíritu de la caridad evangélica y del amor materno, la Iglesia no ha rechazado ni rechaza la oración de intercesión a las personas en diversas situaciones, pidiendo la gracia de Dios necesaria para la conversión, para fortalecerse en las buenas intenciones, para iniciar o continuar el camino de la rectitud.
Y sentencian: Con el fin de evitar tentaciones y confusiones, la CCER llama la atención sobre el hecho de que es inaceptable la bendición de cualquier tipo de parejas que persistan en relaciones no reguladas (cohabitación, co-marital, del mismo sexo).
No rotundo a Fiducia Supplicans
A pesar de los intentos para maquillarlo Fiducia Supplicans habla expresamente en su introducción de «la posibilidad de bendecir a las parejas en situaciones irregulares y a las parejas del mismo sexo» y su capítulo III se titula «Las bendiciones de parejas en situaciones irregulares y de parejas del mismo sexo».
Los obispos católicos de Rusia, siguiente el ejemplo de la inmensa mayoría de los obispos africanos y de otras conferencias episcopales (por ejemplo: Bielorrusia, Antillas Holandesas, Francia, Países Bajos, etc.) y obispos de todo el mundo, desmienten con hechos a los que buscan el subterfugio de que son razones culturales las que les llevan a esa oposición como una mala escusa. Todos han mostrado su rechazo basándose en la Escritura, la Tradición y el Magisterio. En muchos fieles está calando que las razones culturales están más bien en los que la defienden.
Fuente: Infocatólica.com
Los 35 años del nuevo Bautismo de la Rus’
Por Stefano Caprio- AsiaNews.
La fiesta nacional del Bautismo de la Rus’ de Kiev, que se celebra el 28 de julio, se convierte en el resumen de todo el período postsoviético, que en siete lustros -desde la unidad universal de los pueblos y de las Iglesias- llega hoy hasta el borde de la tercera guerra mundial. Y regresa al año cero anhelando un tiempo de paz y de perdón, como se describe en el ritual de los jubileos del Antiguo Testamento.
El 28 de julio se celebró en Rusia la fiesta nacional del Bautismo de la Rus de Kiev, el mismo día que se conmemora al principal artífice del momento decisivo que dio comienzo a la historia de los pueblos de estas tierras, el gran príncipe Vladimir “igual a los apóstoles”. Lo que debería haber sido una fecha de unidad entre todos los eslavos orientales, debido a la guerra en Ucrania, hoy se ha convertido en un símbolo de división y maldición recíproca, basado precisamente en una interpretación diferente de la herencia del cristianismo eslavo-bizantino.
El carácter solemne de esta conmemoración se debe a una iniciativa que ha caracterizado al patriarcado de Kirill (Gundyaev), quien siendo metropolitano alentó a su antecesor Aleksij (Ridiger) a dirigirse al entonces presidente Dmitrij Medvedev para presentarle las siguientes razones: “Teniendo en cuenta el trascendental significado del Bautismo para los pueblos de Rusia, Ucrania y Bielorrusia, que ha marcado toda su trayectoria histórica, el Sínodo de nuestra Iglesia considera que el día de la memoria litúrgica de Vladimir el Bautista puede convertirse oficialmente en la fiesta nacional de nuestro Estado”. Kirill se sintonizó con el jefe de gobierno, que en ese momento era Vladimir Putin, -en la “fase de transición” hacia su poder absoluto y eterno-, y desde 2009, siendo ya patriarca, viajó triunfalmente a Kiev todos los años para ratificar la sobornost, la unidad espiritual de todos los descendientes de la Rus’. Hasta 2014, cuando comenzó el conflicto entre Rusia y Ucrania. Desde entonces, el patriarca no ha podido volver a pisar la tierra de los “hermanos menores”, y ahora recibe de ellos todas las maldiciones imaginables: “¿cómo puede un patriarca bendecir los misiles que destruyen una catedral que él mismo ha consagrado?”, se preguntó el arzobispo mayor de los greco-católicos ucranianos, a quien sus fieles llaman el “patriarca de Kiev”, cuando bombardearon el templo de la Transfiguración en Odessa.
Este año las celebraciones están ensombrecidas por una nube de terror y muerte, y más parece un “bautismo de sangre” que un baño purificador en el Dniéper al pie de las colinas de Kiev. Las celebraciones histórico-religiosas debieron ser reemplazadas por conmemoraciones simbólicas de una naturaleza completamente diferente: en vez de reunirse con los hermanos eslavos, los rusos participaron en esos mismos días en los pomposos desfiles en Corea del Norte para recordar los 70 años del triunfo del comunismo, y resultaba difícil distinguir al ministro de Defensa ruso, Sergej Shojgu, entre los generales coreanos de la corte de Kim Jong-un, entre otras cosas por los rasgos asiáticos de la etnia tuvino-mongola a la que pertenece. Por su parte, el presidente Putin tampoco recibió en San Petersburgo a bielorrusos y ucranianos, sino a los líderes africanos más leales a los rusos, y les prometió alimentarlos gratuitamente con el trigo ruso-ucraniano, que ya no se concederá a los que no aman a Rusia.
El patriarca Kirill tuvo que contentarse con bendecir la cumbre “Rusia-África”, cometiendo además un curioso lapsus “freudiano”. Al comenzar su discurso, se dirigió a Putin como “Su Excelencia Vladimir Vasilievich”, confundiendo tanto el título (prevoskhoditelstvo, “excelencia”, corresponde a los embajadores o líderes religiosos, no al presidente), como el patronímico, porque él es Vladimirovich “hijo de Vladimir”. Muchos han pensado que Kirill tenía en mente a otros monarcas, sobre todo a Iván IV Vasilievich, “el Terrible”, o soñaba con encontrarse frente al mismo santo Vladimir de Kiev, en una confusión de épocas y continentes. En un primer momento, Putin apretó los dientes, pero luego comenzó a sonreír, sobre todo porque él mismo es conocido por equivocar los patronímicos, a veces casualmente pero a menudo a propósito para humillar a sus interlocutores y subordinados. Lo que nunca acierta es el nombre del ministro de defensa “ruso-coreano” Shojgu, Sergej Kuzhugetovich, difícil de recordar y fácil de ridiculizar, entre otras cosas para subrayar el papel servil del “gran amigo” y compañero de caza del presidente.
De todos modos Kirill pudo hacer alarde de la apertura de más de 200 parroquias ortodoxas rusas en 25 países africanos, a partir de diciembre de 2021 -después de lanzar el anatema contra el patriarcado griego de Alejandría, que se alineó con Constantinopla y reconoció la autocefalia ucraniana- “obligando” de esa manera a los rusos a hacerse cargo ellos solos de todos los “verdaderos cristianos” de África y del mundo entero. El patriarca afirmó que Moscú “nunca ha mirado a África como una tierra para colonizar, un sentimiento que no nos pertenece”. Por el contrario, existe una “consonancia espiritual natural” entre rusos y africanos, ya que la mayoría de los países africanos “rechazan la legalización de los matrimonios entre personas homosexuales, la eutanasia y muchos otros pecados”.
El Bautismo de Kiev, eslavo-bizantino, se transforma así en una nueva versión del cristianismo, ruso-africano-coreano, para defender los “valores tradicionales antioccidentales” y enaltecer el “comunismo sobornico-popular” de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur. Este es el resultado final del proceso de “renacimiento religioso”, que comenzó con Gorbachov y las primeras grandes celebraciones del Milenio del bautismo de la Rus’ en 1988. Al principio el régimen de la perestroika temía las aperturas a la religión, y la celebración debería haber quedado limitada dentro de los muros de la pequeña Catedral de la Epifanía en Elokhovo, la iglesia periférica de Moscú asignada entonces como sede patriarcal (la gran Catedral del Salvador fue reconstruida recién en 1997, para los 850 años de la ciudad de Moscú). La presión internacional, y sobre todo la personalidad arrolladora del Papa Juan Pablo II, llevaron a Gorbachov a superar las dudas y archivar la persecución religiosa, apropiándose incluso del eslogan del pontífice polaco de una “Europa sola espiritual desde el Atlántico hasta los Urales”.
A Karol Wojtyla le hubiera gustado visitar personalmente Moscú, pero su sueño no se haría realidad ni entonces ni después, y su sucesor argentino lo realizó sólo parcialmente, aunque en los sótanos del aeropuerto de La Habana. Sin embargo, a la gran Lavra de San Sergio -donde ahora volverá a reinar triunfante el ícono de la Trinidad de Rublev- llegó en 1988 una delegación de diez cardenales encabezada por el secretario de Estado Agostino Casaroli, la personificación de la ostpolitik vaticana que se convirtió en el abanderado del renacimiento, a quien acompañaron, entre otros, el arzobispo de Milán Carlo Maria Martini, y el de París Jean-Marie Lustiger. Al año siguiente Gorbachov viajó a Roma para encontrarse con Juan Pablo II en un abrazo que recordaba a los de Juan XXIII con Nikita Kruschev en la época del “deshielo” post-estalinista; se decidió restablecer las relaciones entre la Santa Sede y la Unión Soviética (que desapareció dos años después), y la Iglesia Católica también comenzó a participar en el renacimiento religioso de Rusia.
Han pasado treinta y cinco años desde el gran Milenio, y en estos siete lustros se condensan épocas y revoluciones políticas, religiosas y ahora también militares. La celebración de los 1035 años se convierte en un resumen de todo el período postsoviético, que desde la unidad universal de los pueblos y de las Iglesias llega hoy hasta el borde de una tercera guerra mundial que podría destruir a toda la humanidad.
Estos años se pueden subdividir rápidamente en períodos de cinco años, en siete “eras simbólicas” de sabor bíblico, que pasaron de las bendiciones a los conflictos y tragedias. Desde 1988 hasta 1993 produjo la transición del totalitarismo soviético al embrión posteriormente abortado de la Rusia democrática, en el cual la libertad religiosa más absoluta estuvo acompañada por un sentimiento de frustración del patriarcado ortodoxo, al que se miraba con condescendencia e incluso desprecio por su complicidad con la opresión del ateísmo de Estado. En 1993 comenzó la regresión de las reformas de Yeltsin, resistidas hasta el punto de tener que bombardear incluso el parlamento de Moscú, y la Iglesia ortodoxa saludó el renacimiento del partido comunista, que había sido suprimido con la caída de la URSS. Fueron los comunistas los que hicieron aprobar la nueva ley sobre la libertad religiosa de 1997, que colocaba a la Ortodoxia por encima de todas las demás religiones (incluso del cristianismo), y el quinquenio terminó con el hundimiento de las pirámides especulativas y la crisis económica, lápida del liberalismo filo-occidental de Yeltsin.
Así comenzó el ascenso de Putin en 1998, quien de director del FSB (ex-KGB) pasó a ser primer ministro al año siguiente, y finalmente presidente en el 2000. Su elección coincidió con el Sínodo del Segundo Milenio de la Iglesia Ortodoxa, donde comenzó a tomar forma la ideología actual del “mundo ruso”, con la “Doctrina Social” de Kirill sobre la soberanía ortodoxa antiglobalista. Esta fase llevó en 2003 a la restauración definitiva de la “Iglesia de Estado”, con la expulsión de los misioneros extranjeros católicos y protestantes y el hielo con el papa polaco, al que se consideró culpable del sometimiento de la Ortodoxia a los centros de poder mundiales. No es casualidad que en los últimos años de su pontificado Juan Pablo II haya visitado Georgia, Armenia y Ucrania, presintiendo los trágicos acontecimientos futuros en base a su larga experiencia bajo el dominio soviético.
Entre 2003 y 2008 el “renacimiento religioso” se transformó en una “restauración de la grandeza de Rusia”, al son de amenazas y amargas críticas contra la OTAN, los anglosajones, Europa y la “degradación de los valores morales”, con tonos presidenciales aún más radicales que los patriarcales. El quinquenio 2008-2013 fue testigo del intento de organizar grandes eventos culturales, deportivos, religiosos y políticos, hasta los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi, cuando el sueño de Putin se hizo añicos con el levantamiento popular de los “nazis ucranianos” que dio comienzo al conflicto híbrido que después se convirtió en una guerra encarnizada. Desde 2013 hasta 2018 Putin sentó las bases de su nueva estatura como presidente-zar, consagrada a continuación en el último lustro por la “gran guerra” contra el mundo -culpable del “complot de la pandemia”- y la “ocupación de Ucrania”, lo que inició la “guerra especial de liberación”.
Se puede decir que el Bautismo de Rusia vuelve al año cero, a la espera de un septenio benévolo de paz y perdón, como se describe en el ritual de los jubileos del Antiguo Testamento. La religión que ha renacido para justificar la guerra, como en los tiempos de Josué y David, espera la nueva venida de Cristo -después de la vergüenza de la destrucción de las catedrales y el exilio de los pueblos- y la convocatoria de algunos apóstoles del Evangelio, un anuncio más valioso que cualquier religión espuria.