Un grupo de soldados custodiaba la Asamblea Nacional de Ecuador (AP Photo/Dolores Ochoa).
Por CAROLINA MELLA e INÉS SANTAEULALIA– Diario El País.
La Asamblea Nacional de Ecuador amaneció rodeada de militares y policías. A los políticos que se acercaron para participar en la segunda jornada del juicio político contra el presidente, Guillermo Lasso, se les prohibió el paso. El mandatario había tomado una decisión drástica para frenar el proceso en su contra. Por primera vez en la historia de Ecuador, decretó la disolución del Parlamento alegando que el juicio, que podría provocar su destitución por haber tolerado un supuesto caso de corrupción, había provocado una “grave crisis política”. La medida obliga a adelantar las elecciones legislativas y presidenciales. Mientras tanto, Lasso gobernará por decreto durante seis meses. En ese tiempo se espera que anuncie si aspira a la reelección.
Acaban así dos años de mandato del político conservador que ha acabado acorralado. En los últimos días había estado negociando votos entre la oposición para que el juicio político no saliera adelante, pero temía que a última hora la presión para su destitución fuera mayor. Lasso no quería que la que considera una Asamblea de poca talla política acabara con su mandato, por eso ha preferido invocar la figura constitucional de muerte cruzada, que cierra su periodo, pero también el de los parlamentarios. Además, le deja una puerta abierta a presentarse en las próximas elecciones.
En un discurso al país emitido por la cadena nacional, el presidente anunció a las siete de la mañana que la decisión la tomó para dar una salida constitucional a Ecuador “por la grave conmoción interna” que vive el país. Lasso ha acusado al Parlamento de tener “como proyecto político la desestabilización del Gobierno, de la democracia y del Estado”. El presidente indicó que ya había solicitado al Consejo Nacional Electoral (CNE) la convocatoria inmediata de los comicios, que deberían celebrarse a finales de año. “Esta es una acción democrática, porque devuelve a los ecuatorianos el poder de decidir su futuro”, aseguró.
Lasso nunca logró tomarle el pulso al mandato, asediado por una violencia que ha ido en aumento y que ha colocado la seguridad en el centro de las preocupaciones de los ecuatorianos. La mayor presencia de grupos narcotraficantes ha desestabilizado un país que no estaba acostumbrado a los homicidios diarios. En los últimos meses, a las masacres que habían mermado la popularidad del presidente se sumó la sombra de la corrupción sobre el Gobierno.
Ante la posibilidad de ser destituido en un juicio que debía dirimirse esta semana, el presidente ha decidido inmolarse antes que someterse a la decisión de los parlamentarios. No lo echan, se va él. La medida de muerte cruzada, incluida en el artículo 148 de la Constitución, establece que el presidente puede disolver la Asamblea una sola vez en los primeros tres años de Gobierno. Lasso, que había coqueteado con aplicar la medida si avanzaba el proceso en su contra, decidió aplicarla un día después de haber comparecido en el pleno del Congreso para defenderse, en una sesión que se prolongó 12 horas y que debía retomarse esta mañana.
La bancada de la oposición lo acusa por un presunto delito de malversación al no haber tomado acciones ante un contrato entre la empresa pública de transporte de petróleo, Flopec, y Amazonas Tanker, que representó un perjuicio al Estado de al menos seis millones de dólares, según aseguran los interpelantes.
En su discurso, el exitoso banquero que se metió en política aseguró que ser presidente es “un honor sin comparación” e implica “tomar las decisiones adecuadas y necesarias que cada momento histórico demanda”. “Hoy es un día en el que tengo una obligación de dar una respuesta a la crisis política que tiene entrampado el Ecuador”, añadió. El presidente también negó las acusaciones por supuestamente haber tolerado el desfalco.
Respaldo del ejército
Las Fuerzas Armadas han mostrado su respaldo a la decisión y han asegurado que actuarán “con firmeza, para proteger a la Patria y a los ciudadanos” en caso de que se produzca algún atentado contra la democracia, anunció Nelson Proaño, jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas. La Conaie, que representa a los indígenas, y que había advertido de que saldría a las calles en caso de que se decretara la muerte cruzada, ha convocado a un consejo para decidir si se movilizan o no.
A pesar de lo excepcional de la situación, Lasso pretende seguir con normalidad con su Gobierno. El Ministerio de Educación anunció que no habrá suspensión de clases y el presidente firmó su primer decreto. Esa primera medida incluye bajadas de impuestos para los contribuyentes, un claro guiño a una ciudadanía que asiste con estupor a lo que está sucediendo en el país en las últimas horas.
Los diferentes grupos políticos también han empezado a pronunciarse ante la decisión, entre ellos el movimiento de Revolución Ciudadana, que propuso el inicio del juicio político contra el mandatario. En su cuenta de Twitter, el expresidente Rafael Correa aseguró: “Es la gran oportunidad para librarnos de Lasso, de su Gobierno y de sus asambleístas de alquiler, y recuperar la Patria”.
Esta era la primera vez que un presidente ecuatoriano se sometía a un juicio político desde la aprobación de la Constitución en 2008. Antes de eso, la inestabilidad política del país había provocado tres golpes de Estado y el nombramiento de siete presidentes en una década. Guillermo Lasso ganó las elecciones presidenciales en abril de 2021, después de intentar por tercera ocasión llegar a la presidencia, y su mandato culminaba en el 2025. Con esta decisión, su periodo apenas ha superado los dos años. Ahora habrá que ver si decide volver a intentarlo.
Simón Pachano politólogo, profesor en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.
“En el corto plazo, [Guillermo] Lasso es el ganador”
Por LUIS RAEZ– Diario Correo.
El Parlamento ecuatoriano sometió al mandatario Guillermo Lasso a un juicio político por peculado, al acusarlo de tener conocimiento de un contrato sobre transporte de crudo lesivo para el erario público y no actuar al respecto. Dicho contrato contrato se firmó durante la gestión de Lenín Moreno. Ante un panorama en el que se vislumbraba que el Legislativo obtendría los 92 votos necesarios para destituirlo, el presidente optó el miércoles por disolver el Congreso, mediante un mecanismo conocido como “muerte cruzada” y que lo obliga a dejar el cargo en seis meses y que se celebren elecciones anticipadas. En este contexto, el politólogo ecuatoriano Simón Pachano analiza la situación del país:
¿Quién es el gran ganador o el gran perdedor en este escenario?
En principio, uno puede decir que el correísmo puede ser un ganador. [Pero], en el cortísimo plazo, el ganador es el presidente. El no ser destituido lo convierte en un ganador en la coyuntura inmediata. También puede considerarse ganador porque tiene ahora la posibilidad de impulsar ciertas políticas que le garanticen por lo menos terminar bien su gestión o [buscar] elegirse en esta elección anticipada si decide ser candidato. Yo lo dudo, porque sus números son muy malos y no creo que logre hacer algo tan bueno como para remontar eso. [Cabe agregar que el viernes, tras una entrevista con The Washington Post, el medio informó que Lasso no tendría inteción de buscar la reelección]. El otro [ganador] es el expresidente Rafael Correa, porque en una elección anticipada un candidato del correísmo seguramente va a ocupar el primer lugar en la primera vuelta. En la segunda vuelta, hay que ponerlo en duda.
Dado que Rafael Correa está impedido de ejercer cargos públicos tras su condena por corrupción, ha surgido el nombre del periodista Carlos Rabascall, quien postulara a vicepresidente en 2021 por el movimiento correísta Unión por la Esperanza, ¿es él la carta de la oposición?
No se sabe. Rabascall viene haciendo lo que podría decirse que es una precampaña, moviéndose mucho políticamente, pero por su cuenta, sin el correísmo. No lo descarto totalmente, pero me parece poco probable que él sea el candidato del correísmo, porque tiene demasiado vuelo propio y eso no gusta en ese espacio. Correa quiere una persona, como se dice entre los militares, obediente y no deliberante.
¿Qué hay del sector indígena que fue tercero en los comicios de 2021 con el movimiento Pachakutik, cómo llega de cara a las nuevas elecciones?
Está dividido y no solo Pachakutik como partido. También hay una división entre Pachakutik y la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE). Entonces, eso debilita mucho al movimiento indígena en general. Creo que no va a tener los resultados que tuvo en la última elección.
¿Cuál sería el escenario entonces para estas nuevas elecciones?
Yo creo que será un correísmo versus anticorreísmo, pero no me atrevería a decir quién representaría al anticorreísmo ni tampoco al correísmo. No hay figuras.
Volviendo al tema del juicio político, ¿le pareció forzada la figura de peculado como causal para una destitución de Lasso?
Mi opinión es que sí fue forzada. No hubo una base firme en esa acusación. Fue muy rebuscada. No podría decir cómo lo ve la población. Es difícil porque no conozco encuestas que digan algo al respecto, pero me parece que fue visto como un tema muy lejano y más bien lo que se imponía era el sentimiento de Lasso sí o Lasso no y Correa sí o Correa no, y eso se impuso por encima de los argumentos jurídicos.
Una encuesta a inicios de mayo le daba a Lasso menos de 14% de aprobación, ¿cómo se explica esa cifra tan baja?
Ecuador depende mucho de la exportación petrolera y la caída de los precios del petróleo a partir de 2014 afectó mucho la economía. Correa, que estaba entonces en el poder, capeó el temporal con deudas, sobre todo deuda con China a intereses muy altos y a plazos muy cortos. De esa manera pudo terminar su gestión con supuestamente indicadores buenos, pero que eran una ficción en términos económicos. El Gobierno de Lenín Moreno, que llegó después, no tuvo capacidad de endeudarse y tuvo malos indicadores que se profundizaron con la pandemia. Lasso no ha tomado medidas adecuadas para salir de eso, por una visión muy ortodoxa neoliberal, que tiene esa idea de que hay que estabilizar la macroeconomía y de ahí goterá. Pero eso no sucede. Logró cumplir con un acuerdo con el FMI y renegociar la deuda con China y una serie de cosas que son buenas pero que la gente no las percibe. Todo esto, con el golpe de la pandemia y el recuerdo de los buenos tiempos del ‘boom’ de las exportaciones, lleva a que el Gobierno tenga una mala calificación.