Por Aaron Salomón– Político.pe
En su artículo del último lunes para El Comercio, Diana Seminario reclamó, con justa razón, que el prófugo expresidente Alejandro Toledo siga viviendo “tan orondo sin mayores problemas en Estados Unidos” pese a que Jorge Barata reveló que la corrupta constructora Odebrecht le entregó 20 millones de dólares a cambio de los tramos 2 y 3 de la Carretera Interoceánica.
Sin embargo, valgan verdades, que Toledo regrese al Perú está demasiado verde: sabe mucho (‘I know what you did last time’, le dijo Eliane Karp a Kuczynski) y al gobierno de Vizcarra parece no interesarle que el exlíder chakano embarre a sus aliados políticos. ¿Se imaginan si Alejandro Toledo se acoge a la colaboración eficaz? ¡Cantaría TODO sobre PPK y los dueños de las empresas consorciadas de Odebrecht (como José Graña que es, a la vez, principal accionista del conglomerado de medios vizcarrista!
Y mientras prendemos velitas para que la extradición del “cholo sano y sagrado” se concrete, la Fiscalía debería aplicar el mismo rasero -además de a Keiko Fujimori, quien jamás gobernó pero afronta una excesiva prisión preventiva- con otros exfuncionarios públicos. Así, por ejemplo, el fiscal a cargo Germán Juárez Atoche tendría que determinar, de una vez por todas, si los tres millones de dólares que según Barata y Raul Ribeiro le dio Odebrecht a la exalcaldesa izquierdista Susana Villarán (¡en plena gestión edil!) para su campaña del No a la Revocatoria configuran lavado de activos. Dicho “aporte”, cabe advertir, fue efectuado por la corrupta compañía carioca ante el miedo de que la concesión por 30 años de Vías Nuevas de Lima se vea afectada con la eventual revocatoria de Villarán.
Pero Villarán no solo bailó samba con Odebrecht. La constructora brasileña OAS también habría inyectado un millón de dólares para que la exalcaldesa se atornille en el sillón municipal capitalino. ¿Y cómo OAS no iba a hacerlo si Villarán le amplió el contrato de 30 a 40 años del proyecto Línea Amarilla? En pocas palabras: ¡Odebrecht y OAS decidieron con sus sucios verdes que Susana Villarán no sea revocada, para seguir cobrando costosos peajes hasta el día de hoy!
Si aquí también usamos la desquiciada hipótesis de José Domingo Pérez (tal como lo hicimos con Peruanos por el Kambio) podríamos decir, entonces, que -al igual que Fuerza Popular- Fuerza Social era una organización criminal dedicada a lavar dinero negro y estaba liderada por Susana Villarán e integrada por José Miguel Castro, Anel Townsend y, en un segundo nivel, por los exregidores más cercanos a la exburgomaestre: Augusto Rey (¡quien, incluso, postuló a la reelección con Villarán!), Hernán Nuñez, Indira Huilca, Marisa Glave, entre otros.
¿Qué dirán los caviares cuando les caiga la chilla (o sea, los pedidos de prisión preventiva) a parte de su argolla? ¿Se harán los zonzos como cuando se les pregunta por el dictador venezolano Nicolás Maduro? A esperar sentados, porque, como bien sabrán, el acuerdo entreguista que está por firmarse con Odebrecht no incluye Vías Nuevas de Lima ni los oscuros aportes a Villarán.
Del acuerdo de Odebrecht a Chinchero
Por IVÁN ARENAS- El Montonero.pe
Lo habíamos dicho antes, estimado lector. Tarde o temprano llegaría el día en que Martín Vizcarra deba gobernar el país en serio. También dijimos que tarde o temprano se iría apagando el fuego de la denominada “primavera anticorrupción”, que el Gobierno de Martin Vizcarra y sus aliados desarrollaron y que no es otra cosa que el linchamiento de la oposición (en el caso de Keiko Fujimori encarcelamiento “preventivo”) Hoy, cuando los asesores del Gobierno vizcarrista no tienen otro chivo expiatorio u otro muñeco para armar, se ven en el deber natural de gobernar.
Los yerros en las decisiones gubernamentales de Vizcarra han sido varios. No obstante, ¿por qué no los conocemos? Y si los conocemos ¿por qué sabemos muy poco de estos “errores de gestión”? Por una sencilla razón: el gobierno de Vizcarra mantiene una extraña alianza con la mayoría de los medios tradicionales. De allí que no existan mayores reportajes incisivos o acuciosos, y que una buena porción de periodistas se muestren indulgentes con el Ejecutivo.
Por esta extraña alianza entre medios tradicionales y Gobierno no se ha dicho más de la inundación con aguas servidas en San Juan de Lurigancho. Hasta el sol de hoy no sabemos en quiénes recae la responsabilidad. Algo similar sucede con el acuerdo entre el Estado y Odebrecht, defendido ferozmente por algunos periodistas y medios, a pesar de que la mayoría de expertos lo considera “entreguista”.
Pero el caso más preocupante es el del Aeropuerto de Chinchero, que tantas canas verdes sacó al Gobierno de PPK y vuelve a estar en la picota con Vizcarra. Las controversias sobre el mencionado aeropuerto son innumerables. No solo en la primera parte -es decir, en cómo se fraguó (solo para la compra de terreno se desembolsó más de US$ 700 millones, ¡US$ 200,000 la hectárea!)-, sino también en los posibles impactos negativos (turísticos, urbanos, ambientales) para la región cusqueña, sobre todo para la ciudad del Cusco. No es que Cusco no deba tener un aeropuerto, ¡claro que debe tener! Sin embargo, los medios tradicionales apenas han rebotado las opiniones que indican que hay lugares mucho más adecuados para la construcción de un aeropuerto.
En suma la concentración de medios tradicionales ha callado todo tipo de opiniones divergentes sobre la construcción de este aeropuerto. Hasta ahora, Chinchero es más un debate político y no técnico. Lo único que se repite son las bondades del proyecto (¡claro que hay bondades!), pero poco el estudio técnico. No es que no se deba construir un aeropuerto, pero también queremos saber cuáles son las divergencias técnicas. ¿Por qué no se escogió a Anta? ¿Qué dice el Estudio de Impacto Socio Ambiental sobre las fuentes de agua que se ubican en Chinchero y que proveen a la ciudad de Cusco? ¿Es verdad que existe un crecimiento urbano desordenado ahora?
El problema del primer mandatario no es cómo está gobernando, sino qué está gobernando. Ojalá que lo de Chinchero no le reviente en las manos, como ya sucedió una vez.