Por Alejandro Deustua Caravedo
América Latina no es aún una zona de paz. La violencia y el desborde de algunos de sus conflictos internos y la subsistencia de amenazas convencionales reconocidas por el sistema interamericano así lo indican.
El anuncio del Gobierno colombiano de iniciar negociaciones con las FARC, según los términos convenidos en las conversaciones de La Habana, implica que, de tener éxito, uno de los principales factores contribuyentes a la inestabilidad regional habría sido cancelado.
Ese resultado, cuyo proceso será apoyado por Cuba y Noruega, acompañados por Chile y Venezuela, tendría un gran impacto en la valoración estratégica de la región. Su mayor estabilidad, aunque permeada por el desequilibrio militar, contrastaría favorablemente con la situación de creciente beligerancia en el Norte de África y el Medio Oriente (que alberga estados en transición política, conflictos inveterados y riesgo de guerra de implicancia nuclear) y en Asia (donde interaccionan desbalances de poder y conflictos territoriales).
De ese resultado, sin embargo, no hay ninguna garantía porque las FARC, si bien disminuidas en capacidad ofensiva, mantienen una considerable capacidad de desafío y porque, salvo por la esperanza de un buen resultado, no existe situación militar que obligue a negociar.
De allí que el ex presidente Uribe considere que ese proceso es imprudente y que el presidente Santos se disponga a disminuir los riesgos del mismo manteniendo la ofensiva militar para generar mejores condiciones negociadoras. El problema es que esa posición puede suponer la misma racionalidad en las FARC. Si la negociación fracasa el resultado puede ser mayor violencia. Y si el inicio de negociaciones no implica tregua tampoco supone cambio de la naturaleza narcoterrorista de las FARC. Su dominio del negocio del narcotráfico y sus vínculos con otros movimientos terroristas encontrarán en el fracaso de la negociación un aliciente para fortalecer esa condición.
En ese marco y a la luz de anteriores frustraciones (Betancourt, Pastrana) la necesidad de éxito es mayor.
Ello implica que más allá del apoyo idealista a ese proceso, los vecinos de Colombia están obligados a apuntalarlo mediante un cauteloso compromiso estratégico que supera el campo diplomático. Ello no ha sido bien entendido aún en el Perú.
“Vamos a vencer a Sendero Luminoso”
En una reunión con la prensa extranjera, el presidente criticó al Estado por haberse “dormido en sus laureles de capturas importantes” y aseguró que no conversará con el grupo terrorista como lo hará Colombia con las FARC.
El Gobierno no dialogará con los remanentes de Sendero Luminoso, tal como lo hará Colombia con la guerrilla de las FARC, dijo el presidente de la República, Ollanta Humala. “Aquí los vamos a combatir y tengan la plena seguridad de que los vamos a vencer”, dijo en una reunión con la prensa extranjera.
“No podemos dialogar con terroristas que matan a mansalva, secuestran a niños, no respetan los derechos fundamentales de la población y, en base al terror, al secuestro o a la extorsión de las autoridades pretenden cambiar el rumbo democrático en el país”, aseguró el mandatario, según informó Reuters.
Pese a su tajante rechazo a conversar con Sendero Luminoso, saludó el inicio del histórico diálogo entre el Gobierno del presidente colombiano, Juan Manuel Santos, y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Ambas partes se verán cara a cara el 8 de octubre en Oslo para intentar poner fin al conflicto interno de casi cinco décadas, que ha cobrado miles de vidas.
“Saludamos el esfuerzo que hace el Gobierno colombiano en la lucha por la pacificación. Apoyaremos a la pacificación que beneficie al pueblo colombiano en todo lo que su Gobierno nos solicite”, afirmó Humala.
Sobre los remanentes de Sendero Luminoso actúan en la selva, dijo: “No podemos señalar que el terrorismo ha acabado. Creo que es un error que ha venido cometiendo el Estado: dormirse en sus laureles de capturas importantes y no combatir el resto de la organización”.
Según reportes de inteligencia de las fuerzas de seguridad obtenidos por Reuters, los movimientos vinculados a Sendero Luminoso se están infiltrando en protestas, sindicatos y organizaciones civiles como una estrategia para reconstruir al grupo rebelde, antes de relanzarlo a una revolución izquierdista.
En el marco de la ley
Como se sabe, a modo de prevención, el Gobierno de Humala envió recientemente al Congreso un proyecto para penalizar con prisión a quienes “públicamente” justifiquen, nieguen o minimicen los delitos cometidos por los grupos rebeldes. La oposición ha advertido que la polémica iniciativa podría quebrantar la libertad de expresión.
Humala respondió: “El Ejecutivo ha presentado el proyecto de Ley del Negacionismo, no como una herramienta que vulnere la libertad de expresión, porque esto está dentro del marco de las instancias de los derechos humanos de Costa Rica, que establece que no se puede hacer apología al terrorismo, la muerte y el odio de las naciones”.
Humala rechazó el intento del Movimiento por Amnistía y Derechos Fundamentales (MOVADEF) de liberar al líder de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán. “Lamentablemente, el Estado ha pecado de ingenuidad y ha permitido la libertad de muchos de estos terroristas, que en estos largos años de prisión no han tenido una labor de reflexión y arrepentimiento y salen más bien para dar una segunda batalla, más elaborada, más estructurada”, afirmó Humala.
Fuente: Diarios Gestión y La República.
Colombia: negociación y riesgo
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