Juicio moral y pena de muerte (actualizado)

Lego guillotina

Me resulta chocante escuchar el desparpajo y la ligereza con que muchas personas, incluidos ciertos candidatos como Keiko Fujimori defienden la pena de muerte. Incluso algunos candidatos y candidatas a congresistas hacen de esta defensa su lema de campaña, el que muestran en letras enormes junto a sus fotos en los paneles publicitarios. Más aun, en el colmo del populismo, hay quien aboga por la pena de muerte “porque la gente la pide” (ver a Keiko aquí, y a Alan García aquí), como si este fuera un tema que pudiera decidirse por votación.

Personalmente considero que la pena de muerte no es justicia. Esta constituye un castigo indigno e injusto, y plantearla como alternativa revela en las personas un nivel primitivo de juicio moral. Estoy convencida de que se puede analizar desde una perspectiva psicológica el tipo de razonamiento que subyace a una postura favorable a la reimplantación de la pena de muerte, y hacer evidente que conforme se avanza en el razonamiento moral, las personas y las sociedades toman una postura contraria a dicha pena. En este sentido, puede afirmarse que el estar a favor de la pena de muerte y proponerla como una alternativa de castigo justo revela un nivel precario de razonamiento moral.

Existen indicadores de que en el mundo la actitud hacia la pena de muerte está evolucionando hacia posiciones abolicionistas. Según cifras de Amnistía Internacional, que pueden confrontarse en su página web, en 1977 sólo 16 países habían abolido la pena capital para todos los delitos, mientras que en la actualidad hay más de 80 países abolicionistas. Psicológicamente, estos cambios de postura reflejan el avance de un nivel de juicio moral convencional a uno post-convencional basado en principios más abarcadores y universales, y en una concepción más compleja de la vida humana y la dignidad de las personas.

En el sistema clásico de Kohlberg, desde una perspectiva pre-convencional y convencional, la pena de muerte se considera un castigo justo ya sea porque devuelve al criminal aquello que este hizo (justicia retributiva, la ley del talión del ojo por ojo y diente por diente), o porque erradica un problema, hace que se mantenga el respeto por la ley, y ayuda a la sociedad a protegerse. En ninguna de estas dos posturas aparece la idea de que la pena de muerte constituye un castigo indigno, profundamente injusto para el criminal. Dicha idea requiere de una estructura cognitiva capaz de razonar con principios éticos universalizables –el respeto a la dignidad del ser humano por ejemplo- que son independientes de hechos fácticos tales como la capacidad de disuasión de la pena, principios que están ausentes en los primeros estadios del desarrollo del juicio moral.

Con datos de una investigación longitudinal de más de 20 años de duración, Kohlberg (1981) llegó a la conclusión de que conforme maduraba el razonamiento moral de los participantes, también aparecía la condena moral a la pena de muerte. Esto quiere decir que conforme las personas se hacen capaces de razonar con principios éticos universales de respeto a la vida de las personas y reconocimiento irrestricto de su dignidad como seres humanos, coinciden en una postura contraria a la pena capital.

Con esto en mente, es importante señalar que no es la mayor o menor información que la persona tenga acerca de las consecuencias de la pena de muerte lo que la hace asumir una postura a favor o en contra de ella, sino su particular nivel de razonamiento y toma de perspectiva, y su manera de entender la justicia. Las personas que son contrarias a la pena de muerte suelen pensar que difundiendo información que demuestre que la pena de muerte no es disuasiva o que esta se administra de manera discriminatoria (por ejemplo, que se ejecuta sobre todo a personas de bajos recursos económicos o pertenecientes a minorías) se convencerá a aquellos que están a favor. Sin embargo, tal como Kohlberg (1981) argumenta, el estar a favor o en contra de la pena de muerte no tiene que ver tanto con la cantidad o el tipo de información que la persona maneja como con su estructura de pensamiento y su nivel de juicio moral. Debido a que el nivel de juicio moral que ha alcanzado la persona determina los principios éticos que están disponibles para analizar la realidad, una persona de niveles inferiores usualmente argumentará desde una perspectiva pragmática, y centrará su razonamiento no en los principios éticos universales que hacen que la pena de muerte sea indigna e injusta, sino en una perspectiva utilitaria de defensa del orden social. En otras palabras, los estándares morales que la persona usa para razonar no le permiten organizar y darle sentido a la información factual, reconocer su relevancia para la moralidad de la pena de muerte, y razonar en consecuencia. Si una persona razona desde una perspectiva instrumental del “ojo por ojo y diente por diente”, y piensa simplemente que -por ejemplo- quien viola a un niño merece morir, entonces cualquier información acerca de la falta de poder disuasivo de la pena de muerte será para esta persona irrelevante.

Como sabemos, las personas que proponen la retribución (el “ojo por ojo”) argumentan muchas veces que saber si la pena de muerte es o no disuasiva es irrelevante para determinar si se trata o no de un castigo justo. En el Perú se han presentado varios proyectos de ley que ilustran esta manera de pensar, de los cuales escojo uno a manera de ejemplo. En las páginas 9 y 11 del proyecto de ley 164/2006–CR (presentado para debate en el Congreso el mes de Setiembre del 2006) puede leerse lo siguiente:

El tema no es que la pena de muerte sea o no disuasiva. Su imposición es el justo castigo que la sociedad impone a estos desgraciados violadores. Si más adelante es disuasiva, en buena hora.

Este párrafo ilustra una forma de pensamiento que no reconoce principios éticos ni respeta los derechos fundamentales de las personas. Como puede observarse, desde esta perspectiva la pena de muerte no solo se considera una alternativa válida sino que pasa a constituir un fin en sí misma, incluso más allá de su eficacia. Esta forma de razonar es esperable en los niños pero constituye un retraso moral cuando aparece en adultos pues indica que estos no han llegado a comprender qué significa e implica el respeto a la dignidad humana.

Por supuesto, resulta siempre difícil entender el abuso infantil, el que provoca justificadamente en muchas personas profundos sentimientos de rechazo, indignación y asco, a la par que deseos inminentes de castigar al culpable. Sin embargo, estas reacciones emocionales, aunque absolutamente comprensibles, no pueden tomar el papel del discernimiento y el juicio moral; no pueden reemplazarlo. Reconocer la igualdad de todos los seres humanos en dignidad implica poner el razonamiento moral y el principio de justicia por encima de respuestas emocionales primarias. Implica mediar estas respuestas por juicios de valor más inclusivos, orientados por principios que nos indican que la vida humana es valiosa en sí misma y que este valor debe reconocerse para todos. Con esto como marco, yo siempre estaré convencida de que el desarrollo moral pasa por mediatizar las emociones y ponerlas bajo la luz de principios y juicios morales razonados.

Actualización
Los fujimoristas no tienen remedio. Insisten con el tema, aquí.

Actualización 2
Artículo de El País, aquí.

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Comentarios

  1. Nataly escribió:

    Todo lo dicho anteriormente es totalmente cierto, pues la madurez en lo que corresponde la dignidad humana es lo primordial para valorar las acciones moralmente. Pero algo que si es contradictorio es que ESTÉ EN CONTRA DE LA PENA DE MUERTE Y A FAVOR DE LA PENA DE MUERTE A NIÑOS POR NACER (EL ABORTO)…..
    Es ilogico que esté en contra de la pena de muerte y a favor del aborto, pues el pensamiento y la logica de la dignidad es la misma, es un ser humano el que esta en cuestion y peor aun, uno que nisiquiera a cometido acto alguno digno de ser condenable, solo existir y parece ser eso lo que molesta a muchas personas.

    Si seguimos con el ejemplo que diste….
    Una persona que viola a una niña no debe morir, sino que ese razonamiento no es etico…..PEOR AUN, MENOS ETICO ES QUE SI LA NIÑA QUEDE EMBARAZADA PRODUCTO DE ESA VIOLACION, A QUIEN SE PIENSE MATAR ES AL NIÑO QUE NO TIENE LA CULPA DE NADA, EL SOLO EXISTE EN EL VIENTRE DE LA MADRE Y ES OTRA VIDA QUE ESTAFORMANDOSE…..PORQUE PUES MATAR AL MAS INCOCENTE…..

    ESTO COMO UNA REFLEXION QUE SI ALGUIEN ESTA EN CONTRA DE LA PENA DE MUERTE….ENTONCES POR LOGICA MORAL Y JUICIO CRITICO ESTARA EN CONTRA DE LA PENA DE MUERTE A NIÑOS POR NACER…QUE NUNCA TIENEN LA CULPA DE NADA.

    SI SOMOS CRITICOS PARA UN TEMA, HAY QUE SERLO PARA OTROS, DEJANDO DE LADO EL VELO DEL "NO QUIERO ENTENDER".

  2. sfrisan Autor escribió:

    Nataly, el tema de este post no es el aborto, es la pena de muerte. Son dos cosas distintas. Personalmente, salvo presentar el libro que un amigo escribió sobre el tema, en ningún post en este blog he dicho nada acerca del aborto, ni a favor ni en contra. Lo que sí, el tema es mucho más complejo de lo que parece ser para ti y podría analizarse incluso desde las categorías de lenguaje que usas, pues llamar niño al embrión (no estoy cuestionando si este tiene o no derechos, solo estoy señalando el término que utilizas) es algo que, cuando menos, debería discutirse.

  3. Jorge Frisancho escribió:

    Doctora, aunque stoy completamente de acuerdo con su postura contra la pena de muerte y su caracterización de ella, tengo un problema con la idea de que estar a favor de ese castigo para ciertos crímenes refleja un estadio primario o poco desarrollado en el proceso de evolución del juicio moral. Mi problema es de índole histórica. Historicamente, todas las sociedades que han producido un aparato estatal han aprobado la pena de muerte. Y no sólo la pena de muerte, sino la pena de muerte de las formas más grotescas imaginables, y en público para que todo el mundo se entere. Esta fue la realidad por muchos siglos. En Occidente, esto sólo empezó a cambiar a finales del siglo XVIII, con la idea de "humanizar" el castigo, y fue sólo en la segunda mitad del siglo XX que la mayoría de sociedades occidentales rechazó la pena de muerte como tal.

    En otras palabras, afirmar que el rechazo moral de la pena de muerte representa un proceso de evolución (con su teleología más), implica afirmar que las sociedades del pasado estaban "atrasadas" en su capacidad moral, y que nosotros somos "mejores", más completos, más cercanos a la verdad. Es decir, que en Occidente (excepto en el sur de los Estados Unidos), entre, digamos, la revolución francesa y el Plan Marshall, hubo un proceso de maduración que nos hizo "adultos" y dejó atrás al resto del mundo y a nuestros propios antecesores.

    No lo creo. Me parece que los límites de la teoría son históricos: es cierto que el juicio moral post-convencional tiene un grado de validez mucho más alto que otras formas de razonamiento. Pero sólo es cierto en el contexto de ciertos parámetros históricos de los cuales la teoría, y los juicios mismos, son dependientes, en tanto que usos del lenguaje determinados por su inserción específica en el espacio y el tiempo.

    Eso.

  4. Jorge Frisancho escribió:

    Y: no se chupe pues de una discusión sobre el aborto. Nataly tiene razón plantearla, porque no se puede pensar un tema sin el otro. La coherencia en cualquier esquema de justificación filosófica requiere que se les considere, al menos parcialmente, como partes discretas de un argumento general.

  5. sfrisan Autor escribió:

    Pucha pues, ¿qué puedo decir? es cierto lo de la perspectiva histórica, pero también es cierto que yo tiendo a aceptar una postura teleológica que si se permita plantear que una cosa es mejor que otra. Se que esto es cuestionable, y entiendo la contextualización histórica y geográfica que es necesario hacer, por supuesto, pero aun así sigo pensando, como tú reconoces también, que (te copio aquí) "la perspectiva post-convencional tiene un grado de validez mucho más alto que otras formas de razonamiento". Pienso que si bien la influencia historica es incuestionable, en cierto sentido esta validez no es histórica… un dato que evidencia esto es que en todas las épocas, además de las tendencias generales en la cultura y el imaginario social, hubo personas más lúcidas que lograron alcanzar una perspectiva distinta y cuestionar desde allí las prácticas consideradas normales o aceptables en su sociedad.

  6. Jorge Frisancho escribió:

    Nataly, como decía, creo que tienes razón en plantear el asunto del aborto en este contexto, porque a un nivel básico de justificación una consideración moral de la pena de muerte requiere de una consideración moral de este otro tema. Sin embargo, creo que no tienes razón en pensar que quien está en contra de la pena de muerte debe, necesariamente, estar en contra del aborto. Yo, por ejemplo, estoy en contra de la primera y a favor de la libre elección cuando se trata del segundo.

    Las diferencias entre una y otra cosa, me parece, justifican esta postura que a ti te resulta contradictoria. Principalmente, dos diferencias:

    1) la pena de muerte es un castigo judicial por acciones cometidas, y por lo menos parcialmente la rotundidad del castigo debe contrapesarse con el caracter de esas acciones; es decir, para estar a favor de la pena de muerte, uno tiene que creer que ciertas acciones son absolutamente irreparables, inexpiables, y tiene que creer además que ellas definen de manera igualmente absoluta al sujeto que las realiza —que ese sujeto no es nada más que sus peores acciones, y que cualquier otro aspecto de su vida no merece el beneficio de la dignidad. Yo creo que no es así. Yo creo que no hay acciones que puedan ser juzgadas de manera tan absoluta, y también creo que nadie es únicamente lo peor de sí, por malo que ello sea.

    y 2) en el caso de la pena de muerte, el ejecutor es el Estado, la Ley, el aparato político y judicial; en el caso del aborto, se trata de decisiones individuales. Yo creo, en principio, que el estado no tiene el derecho en ninguna instancia de causar la muerte de sus ciudadanos. Punto, sin excusas, excepciones o atingencias. Para mí, este principio es más fundamental que el principio del castigo, y ello hace que en ninguna circunstancia decretar desde la esfera política la muerte de un individuo sea "justo", sea lo que sea que ese individuo haya hecho.

  7. Víctor Hugo escribió:

    Los candidatos no educan a los ciudadanos, solo ven sus intereses de partido, es que no tienen muy bien cimentado su ideal de hombre, de ciudadanos.Ofrecen pena de muerte cuando legalmente, ni por ética, se puede y debe hacer. Matar a una persona es actuar no pensando en su dignidad de hombre; lo mismo es en el caso del aborto. Pensar que cada persona puede hacer con su cuerpo lo que le guste, es atender a una idea muy liberal, y cuando estas ideas proliferan, las personas comienzan a hacer lo que le conviene sin pensar que si lo que hace le afecta o no a los demás, hay actitudes muy personalistas. Desde la unión del espermatozoide con el óvulo ya hay vida, en su mínima expresión,y esa vida debe respetarse.

  8. jorge frisancho escribió:

    Víctor Hugo, es curioso que creas que una mujer que tiene un aborto está haciendo con su cuerpo "lo que le guste". Ya sé que es sólo una expresion coloquial, pero creo que es reveladora. La realidad es que en la inmensa mayoría de los casos, una mujer que aborta lo hace sintiéndose obligada por las circunstancias y con mucho dolor psicológico.

    Por lo demás, siempre me llama la atención que quienes se declaran contra el aborto por motivos espirituales ("dignidad de la vida"), definan la vida humana como "la unión del espermatozoide con el óvulo", que es una definición puramente materialista y mecánica, como si cosas como la conciencia, los afectos, la interacción psicológica con el mundo y con otras personas, no contaran para nada o fueran sólo adyacentes a lo que significa ser un ser humano. Y como si el beneficio general de la sociedad y el beneficio individual de las personas que abortan no tuvieran ningún peso en nuestros juicios morales.

  9. clara escribió:

    Doctora, siempre que medito sobre la pedofilia y la tragedia de la violación de un niño me preocupa la situación del violador, ¿porqué lo hace?, ¿qué impulso le obliga a actuar de esa manera?, ¿no tiene forma de darse cuenta para pedir ayuda antes de cometer la atrocidad?. Y doy mil vueltas en mi cabeza pensando en lo que el estado y la sociedad (siquiatras, sicólogos, profesores, padres, etc.) podrían hacer para prevenir que el hecho ocurra, porque eso de decir "pena de muerte a los violadores" es tan falso y absurdo que aunque se aprobara no evitará que siga habiendo violaciones y el asunto es evitar que un niño sea violado y creo que el asunto apunta hacia el potencial violador para que aprenda a reconocer el momento en que su inclinación se le está saliendo de control y a dónde debe acudir para que le ayuden a superar su problema antes de que cometa el delito.
    Pienso que debería hacerse campañas periódicas en los colegios, en la radio, en la televisión (pagados por los ministerios de salud, de educación, del interior)con mensajes por ejemplo: "si sientes deseos indebidos hacia tu sobrinita o tu alumno" acude al centro "tal", "nadie te cuestionará ni preguntará porqué, sólo hablarás abiertamente del tema y los especialistas te explicarán las razones de tu problema y te indicarán cómo superar esa peligrosa inclinación".
    He pensado mucho en el tema cuando me enteré del caso de Germán Doig y me pregunté ¿cuántas veces se habrá confesado ante un sacerdote y él sólo le dijo "eso es un pecado grave hijo mío y tu penitencia es … vete en paz y no vuelvas a pecar". Estoy segura que él pidió ayuda muchas veces en sus oraciones y en el confesionario cuando el especialista para su caso era un buen siquiatra y un buen sicoterapeuta.

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