Paulo (ya cumplió 5 años) tiene unos esqueletos de dinosaurio de juguete. Un día, jugando con ellos, me dijo que estaban muertos pero estaban vivos. Por más que intenté convencerlo de que podían estar vivos o podían estar muertos, pero no ambas cosas a la vez, no lo conseguí. Insistía en que estaban muertos (porque eran esqueletos) pero estaban vivos porque él los movía con la mano.
¿Cómo se explica esta lógica infantil? En su libro El juicio y el razonamiento en el niño. Estudio sobre la lógica del niño (II) Jean Piaget da varias ideas al respecto que parafraseo a continuación:
Para empezar, los niños a la edad de Paulo no son capaces de hacer adiciones ni multiplicaciones lógicas sistemáticas. Piaget da varios ejemplos de esta incapacidad: tomemos dos clases, tales como la clase de los “seres vivos” y los “objetos no vivos” (aunque podría ser cualquier otra, “vertebrados” e “invertebrados”, “animales” y “vegetales”, etc.). Un adulto definirá la vida por el hecho de tener sangre y por el movimiento propio (al menos cuando se refiere a los animales), pero multiplicará ambos factores uno por otro (y no por uno u otro, como en el caso de la adición lógica): así el sol no tendrá vida para un adulto porque no tiene sangre sino sólo movimiento propio, y un cadáver no estará vivo porque a pesar de tener sangre carece de movimiento propio. Pero los niños de la edad de Paulo no son capaces de hacer esta intersección, de modo que, para seguir con el ejemplo, un lagarto estará vivo porque se mueve, pero también las nubes lo estarán por la misma razón (recordemos además que en el estadio preoperatorio el niño atribuye vida a los objetos que se mueven, es decir, define la vida por el movimiento)… en otras palabras, los niños no se han planteado jamás la necesidad de que una noción esté determinada por dos o más factores heterogéneos, y no solo por uno, como vemos en estos ejemplos infantiles, lo que, citando a Piaget, lo lleva a la “ausencia de jerarquía lógica o de síntesis entre los diferentes elementos de una misma concepción”. Así, un adulto definiría la fuerza -digamos- por la actividad y por la resistencia, pero teniendo siempre simultáneamente estos distintos componentes del concepto en la conciencia, a diferencia de los niños que no piensan en los elementos simultáneamente sino uno por uno y de manera separada, es decir, alternativamente.
Lo anterior lleva, como consecuencia general, a que los niños no sean conscientes de sus contradicciones. El niño es, en términos de Piaget, insensible a la contradicción. Como no puede adicionar ni multiplicar logicamente los factores de un concepto, sino que salta de uno a otro (en lugar de tenerlos todos a la vez, simultaneamente, en la conciencia), vemos que no es capaz de reconocer que lo que dice puede ser contradictorio con lo que dijo un momento atrás (Piaget explica los distintos tipos de contradicción, la contradicción por amnesia y la contradicción por condensación, que animo a leer a los interesados en este tema). Siendo el niño egocéntrico por naturaleza, tampoco tiene aliciente alguno para tratar de reconocer sus contradicciones pues no se imagina siquiera que la otra persona tiene un punto de vista distinto del propio (no existe en su conciencia tal posibilidad), lo que le resta motivación para tratar de superar la contradicción y explicar mejor sus ideas al otro. Por todo esto (y varias otras cosas más que aliento a leer directamente en los textos originales de Piaget, siempre más interesantes que mis resumidos posts) es que para un niño de 5 años su muñequito puede estar vivo a la vez que muerto sin que haya en esto contradicción alguna… y nada ni nadie lo convencerá de lo contrario sino hasta varios años después, cuando su estructura lógica se lo permita.
Para leer:
Piaget, J. (1967/1977) El juicio y el razonamiento en el niño. Estudio sobre la lógica del niño (II). Buenos Aires: Editorial Guadalupe
Muy interesante este post, y motivador.
¿Por Qué no lo envías a La República? Además la entrada es muy buena (y el título).
Me parece muy interesante e impresionante la claridad y sencillez con la que lo has explicado… porque a Piaget a veces hay que darle varias vueltas (¿o será que soy un poco corto de entendederas? jejeje)
Lo que como educador me llama la atención son las implicancias que esto podría tener en el desarrollo moral y en las conductas prosociales.
Selman -otro de los seguidores de Piaget y Kohlberg- en su teoría del "Role Taking" (toma de perspectiva moral) plantea algo similar respecto a la ‘incapacidad’ del niño para descentrarse y situarse en otras perspectivas… Entonces…
· ¿Cuál es el papel de los maestros en estas situaciones si los niños no lograrán comprender el argumento del adulto?
· ¿Qué hacemos cuando debemos argumentar y tenemos al frente a niños en diferentes niveles de desarrollo?
Leo,
Bueno, el mérito no es mío sino del propio Piaget ya que en este caso no hago más que parafrasear sus escritos. Este es un tema que hemos visto, además, en el seminario de Piaget que dicto este semestre. Sobre tus preguntas: creo que el maestro ganaría mucho si dejara de lado la actitud calificadora que prima en muchos de ellos. Los niños comprenderán el argumento "a su nivel" (por decirlo de algún modo), y no se debe esperar que sea de otro modo ni desaprobar al niño por eso. Los maestros también podrían argumentar de modo que aún hagan pensar al niño pero que ese argumento no esté demasiado alejado de la manera en que el niño piensa, ponerle un contraejemplo que lo estimule y lo haga descentrarse, pero sin que dicho argumento sea tan inalcanzable para ella o el que lo único que pueda hacer sea aprenderlo de memoria. Y sobre lo segundo: la diversidad es lo mejor. Que unos niños escuchen a otros y estén expuestos a diferentes puntos de vista es la mejor manera de mover las estructuras cognitivas propias.