Me escribe Eduardo desde Colombia con algunas preguntas interesantes acerca de las criticas a Kohlberg levantadas por Elliot Turiel, Larry Nucci, Monika Keller o Gertrud Nunner-Winkler. Agradezco mucho sus preguntas y aquí esbozo algunos comentarios. Son simples ideas, un tanto sueltas, que iré desarrollando poco a poco en futuras entradas.
Las ideas de Eduardo están en negrita, y abajo va mi comentario.
Entiendo algunos estudios como los de Turiel, Nucci, Keller o Nunner-Winkler, muestran que las explicaciones dadas por Kohlberg sobre el estadio preconvencional no son del todo “correctas”.
Lo que estos autores critican a Kohlberg es el no haber hecho diferencia entre el dominio moral y el convencional, es decir, el haber puesto ambos dominios en el mismo continuo, como si se tratara de una sola dimensión, ya que en su teoría el dominio convencional precede al moral o de principios, pero no se considera una dimensión distinta, o al menos esta distinción no aparece con claridad (yo pienso que Kohlberg tenía la distinción muy clara, pero es cierto que su instrumento mide el razonamiento moral como una progresión desde lo convencional hasta lo post convencional, siendo lo post convencional lo estrictamente moral en términos de su universabilidad y los principios éticos que contiene. No separa los dominios.)
De acuerdo con estos autores, los niños en este estadio son capaces de reconocer las reglas sin necesidad de temer las sanciones o con independencia de la autoridad de los adultos.
Lo que son capaces de hacer es tener la intuición de los dominios, diferenciar (muy intuitivamente) la moral de la convención. A edades tempranas ya reconocen que violar una convención es incorrecto solamente porque existe una regla que lo prohíbe, pero que violar un principio moral es incorrecto porque hay una consecuencia directa en el otro ya sea porque no se respeta un derecho fundamental o porque se afecta su bienestar (en los niños chiquitos, sobre todo esto último).
Hasta donde entiendo este asunto, no tengo mucho conocimiento en el campo de la moral, los niños pueden diferenciar las normas morales de las sociales, siendo las primeras más universales, pero no porque respondan a principios abstractos universales, sino por la expresión del afecto, que parece que juega un papel muy importante en el juicio y comportamiento moral.
En efecto. Más que expresión de afecto, es la tendencia a evitar lastimar a los otros.
En la misma línea, las profesoras Keller y Nunner-Winkler del Instituto Max Plack, sostienen que los niños pequeños son capaces de renunciar a la satisfacción de sus necesidades e intereses personales. En sus estudios los datos indican que los niños son justos porque creen que eso es lo correcto.
Claro, pero aquí hay un truco. Creer que algo sea lo correcto no implica necesariamente creerlo por razones éticas. En esto le doy toda la razón a Kohlberg: lo que convierte en moral una acción es lo que razonamos sobre ella, y nunca la acción misma. Alguien puede creer que algo es lo correcto porque –por ejemplo- así se hace en su cultura, porque es lo que dicen los adultos, o porque no existe para ese acto ninguna sanción, y ninguna de estas tres razones es una razón moral. El reconocer que no se debe lastimar al otro sí es una razón moral que podemos asociar al principio de beneficencia o cuidado mutuo, pero aquí se trata de un principio en acción y no razonado (en la línea de Piaget, que afirma que la moral aparece primero en la acción –lo que él llamaba la práctica de la regla- y sólo después se construye la conciencia sobre esta acción). En relación a lo que planteas, me encantaría tener las referencias de los artículos en los que Nunner-Winkler presenta esas investigaciones. Intuitivamente te digo que creo que en efecto, los niños pequeños hasta cierto punto pueden renunciar a cosas por el bien del otro. Pero solo hasta cierto punto. Los estudios de Nunner-Winkler también muestran que a pesar del conocimiento que los niños demuestran tener acerca del valor intrínseco del dominio moral por sobre el de la convención (como se concluye de los estudios de Turiel, etc.), casi todos los niños de 4 años, la mitad de los de 6 años y un 10% de los de 8 años afirman que un niño que satisface sus propios deseos trasgrediendo una regla moral va a sentirse bien. Esta atribución de emociones placenteras frente a la trasgresión de una regla moral no correspondería a la capacidad que muestran los niños de hacer la diferencia entre moral y convención, y de reconocer el valor de la primera.