La demonización de Boluarte

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Por Martha Meier Miró Quesada- Diario EXPRESO.
La presidenta Dina Boluarte está bajo el fuego artero de quienes votaron por el infradotado intelectual Pedro Castillo, de los filoterroristas y por la misma prensa anti “aprofujiporkista” que lo aupó. En la plancha del partido Perú Libre Boluarte figuraba como vicepresidenta; así era evidente que ella tomaría las riendas del país si Pedro Castillo moría, quedaba incapacitado o era vacado. Y ocurrió lo último, el del sombrero fue vacado por su intentona golpista y siguiendo el orden constitucional, Boluarte asumió la presidencia.
Lamentablemente el discurso polarizador utilizado por Perú Libre durante la campaña había calado entre los electores. El país estaba profundamente agrietado cuando a Boluarte le colocaron la banda presidencial y arrancó la campaña para demonizarle. La gente, además, seguía golpeada, empobrecida y enlutada por el pésimo manejo de la pandemia en el gobierno de Martín Vizcarra; enojada por la impunidad de quienes saquearon al país en el caso Lava Jato; y la juventud confundida por el experto en manipulación de masas Francisco Sagasti chicas y chicos engañados por ese usurpador de la encargatura presidencial que los usó para acosar en manada a los periodistas opositores como Beto Ortiz, que debió irse a México.
Como dato: Sagasti nombró a Nicanor Boluarte en un cargo estatal. Ya como presidente la señora se alejó de la izquierda radical representada por su partido. Sin olfato ni experiencia en la cosa política, Boluarte ha tratado de dar una vuelta de timón a un país a la deriva, desde que Kuczynski se dedicó al lobby, en vez de gobernar, así que los fúricos por el supuesto vacío de poder por una intervención quirúrgica a la presidente, son los mismos que no callaron cuando PPK se la pasaba en el Golf de San Isidro.
La cosa no ha sido ni será fácil para Boluarte. Más allá de los Rolex, los waykis y el hermano Nicanor, lo que más eriza a quienes votaron por Castillo-Boluarte, es el intento de ésta de unir a un país profundamente dividido. Los medios lejos de desenmascarar los argumentos polarizadores, los fomentan y amplifican la narrativa caviar, olvidando que es más fácil para los poderes fácticos –como las oenegés con sus agendas globalistas– manipular a una población enemistada. Y demonizan a la presidente por quítame estas pajas.
La polarización –que Boluarte infructuosamente trata de erradicar– arrastra a ciudadanos sin ellos quererlo. La estrategia política de profundizar la agrieta y demonización de la presidente está planificada por quienes se benefician política o económicamente, como los fondos buitres que compran todo a precio de ganga y por políticos ansiosos de llegar al poder gracias a la confusión que generaría la vacancia presidencial.
Cualquier delito que hubiere perpetrado la señora Boluarte será juzgado cuando deje el poder en 2026. Mientras tanto toca exigir que ella y su equipo realicen su trabajo lo mejor posible, sin dejar de estar vigilantes.
La demonización de la presidenta, solo puede llevar al Perú a un solo lugar: el infierno etnocacerista.

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