Ni vivo ni muerto, el pollo está preso

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112 congresistas fueron al voto tras la lectura del texto de la resolución aprobada para levantarle la prerrogativa de antejuicio político al ciudadano Pedro Castillo, la que fue aprobada por 67 a favor, 45 en contra.
Por Mariella Balbi- Diario EXPRESO.
Todos los peruanos de buena fe contribuimos a que Pedro Castillo Terrones esté encarcelado. También la prensa (incluida la que despertó tarde), el Congreso –aunque algunos no lo crean–, el Tribunal Constitucional y el Poder Judicial. Pero especialmente la Fiscalía de la Nación y las FF.AA. y Policiales. La primera enfrentó con la ley al corrupto sin amilanarse, pese a los ataques arteros y groseros del saliente Ejecutivo. Las fuerzas del orden nos demostraron que están alineadas con la democracia y la Constitución. No participan de trasnochadas aventuras políticas.
El cierre del Congreso era la ilusión de Castillo y fue una consigna propalada sistemáticamente. Pero su gobierno era frágil. Queda claro que el gatillo que propició el fallido golpe de estado fueron las sísmicas declaraciones en el Legislativo de Salatiel Marrufo, exjefe de gabinete del Ministerio de Vivienda. Pieza clave en todo el latrocinio que hemos padecido. Luego de escucharlas Castillo debe haber comprendido que la vacancia era un hecho. El exfuncionario confirmó el reparto de dinero al exmandatario y a los parlamentarios llamados ‘niños’.
El mensaje de Castillo fue una barrabasada. Ajeno a la realidad que vivía, ordenó cerrar todas las instituciones, como si pudiera. Un delirio. Testimonios indican que en esta locura fue ayudado por Betssy Chávez, Aníbal Torres y el general Gustavo Bobbio. Lo llevaron al hoyo. Castillo no tiene perro que le ladre. Pasará años en la cárcel. Las protestas respaldándolo son ralas, aunque violentas. Ante ello el primer acto del gobierno entrante debe ser restablecer el orden de inmediato. Antauro Humala está arengando el cierre del Congreso con sus reservistas. Ya debería estar detenido, por alentar la sedición.
Luego de un año y medio de pillaje los peruanos vivían abatidos. Nadie imaginó que, una vez cometido el delito de rebelión, los poderes del Estado funcionarían tan eficazmente. Parecía un armonioso ballet. Cada uno hizo lo suyo. La Policía llevó a Castillo a prisión, la Fiscalía tenía todo perfectamente previsto. El Congreso adelantó la votación, nombrando rápidamente a la sucesora, Dina Boluarte. Las Fuerzas Armadas estuvieron en la juramentación, reiterando que respetan la democracia.
Pese a todo lo ocurrido, hubo poca tensión. Queda demostrado que el único camino viable para tener un país digno y de progreso es el respeto a la ley y a la Constitución. El Perú está aliviado. Boluarte no es la gobernante de nuestros sueños, pero es lo que hay. Está sola y no tiene bancada. La extrema izquierda no la quiere, la izquierda caviar tampoco y muchos proponen un adelanto de elecciones, una transición corta. Dina es ladina, ergo poco confiable.
El gabinete que elija debe demostrarnos que su ruta es el crecimiento del país y el fortalecimiento de la democracia. No queremos Asamblea Constituyente, experimentos del Foro de Sao Paulo, menos regímenes paralelos, senderismo, o violencia. Tampoco que traiga al gobierno al humalismo o al vizcarrismo. Humala está con un pie en la cárcel, igualmente Vizcarra. El Poder Judicial y la Fiscalía tienen que acelerar estos casos y condenarlos prontamente.
Si Boluarte se abstiene de enjuagues y acercamientos a gente corrupta, le irá bien. Siempre debe recordar que tiene denuncias comprometedoras y que perteneció a un gobierno ladrón. Los demócratas no tenemos miedo. Sabemos que lo peor ya pasó.

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