“Idiotología” de género

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Por Martha Meier Miró Quesada– Diario EXPRESO.
Lucy’ nos muestra cuán disparatada es la ideología de género. Su esqueleto de 3.2 millones de años de antigüedad fue encontrado, en 1974, por el antropólogo Donald Johanson, en Hadar, Etiopía. Los análisis de esos huesos determinaron que eran de una hembra. Aquí, pues, la ideología de género muestra su error de origen: la negación de la existencia de procesos biológicos que plasman en cada una de nuestras células (salvo en la sangre) el sexo al que pertenecemos desde la mismísima concepción.
No se puede validar una teoría anticientífica que no considera las deterministas fuerzas de la naturaleza. Menos aún se debe permitir que ese enfoque se incorpore en las políticas públicas. Camille Paglia, la feminista más odiada por las feministas, dice: “podemos examinar los huesos de miles de años atrás y determinar de qué sexo era una persona o animal porque cada célula tiene ese código. Reconozco en mi libro ‘Sexual Personae’ el enorme impacto de la cultura, pero notar ese relativismo no significa negar la existencia de la biología”. El enfoque de género interpreta la sexualidad y los afectos como algo cultural, negando cualquier influencia de la naturaleza en la conducta humana. Las diferencias entre el varón y la mujer no resultan, según esa lógica, de la naturaleza biológica y psíquica sino de una ‘construcción’ cultural y social de roles y estereotipos asignados a cada sexo. Camille Paglia lo explica: “Puedes ser lo que quieras en la sociedad, pero la naturaleza es la fuerza fascista más grande que existe, y no puedes obviarla”.
Ahora bien, ¿qué tiene que ver el ‘enfoque de género’ con el mejoramiento de la situación de las mujeres? N-A-D-A. Una cosa es impulsar políticas que garanticen las mismas oportunidades para todos, y otra muy distinta seguir con una discriminación positiva que solo sirve para que el dinero de los contribuyentes termine amamantando la ignorancia de las “Chabelitas” y demás hierbas que pululan en el Congreso, incapaces de hilvanar dos ideas coherentes y menos de leer los discursos, que les escriben sus asesores. Gente así llega a importantes cargos no por sus propuestas sino por la malhadada ley de cuotas, que obliga a llenar los espacios con mujeres por el simple hecho de serlo. Disculpen el francés, pero ¡No jodan!
En la Alemania nazi, las universidades adoctrinaban en la ideología del supremacismo ario, y en la Unión Soviética, en el comunismo. Hoy aquí y allá lo hacen: en la ideología de género, del me too, del violador eres tú, y etc. Y no se salva ni la prestigiosa Yale, cuyo departamento de arte canceló una clase porque “podría incomodar a algunos estudiantes debido a la blancura, la ‘masculinidad’ y la rectitud abrumadora que componen el canon occidental”.
El siglo XXI es, sin duda, el siglo de los idiotas.

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