Por Martha Meier Miró Quesada– Diario EXPRESO.
Hay que hacer un esfuerzo sobrehumano para soportar a los caviares, especialmente cuando pretenden hacernos creer que su opinión es la única válida y correcta.
Hartan con su soberbia, con ese alucinar ser los únicos sensibles y con derecho a indignarse; los creativos sin quienes el mundo no giraría, los éticos y etc.
La milicia roji-caviar ahora quiere desacreditar, desde toda tribuna, al grupo ‘La Resistencia’ por haber protestado durante la presentación del libro de Francisco Sagasti, ese funcionario internacional de segundo rango, comunista experto en manipulación de masas y usurpador temporal de la presidencia del Perú, a la que llegó fomentando masivas marchas contra el supuesto “golpe” (según el TC no lo fue) que sacó al genocida y muy turbio Vizcarra del poder.
Cosas de la vida, la turba confundida olvidó a Vizcarra y Sagasti aprovechó para sentarse en el sillón de Pizarro.
Esos que hoy se desgarran las vestiduras y ultrajan al grupo que le dice sus verdades a Sagasti, son los mismos que armaron violentas manifestaciones contra Willax, y durante varias noches llegaron hasta el edificio donde vivía el periodista Beto Ortiz para gritarle atrocidades.
Insultaron incansablemente a Alan García y lo hacen con Keiko Fujimori. Todos somos malos si no nos alineamos cual hormigas tras ellos, pero a estos “pobre-ositos” nadie puede incomodarlos ni decirles algo que hiera su patológica delicadeza porque luego intentarán triturarnos. ¡Fuira!
El periodista Renato Cisneros escribió ayer en ‘El Comercio’ (¿dónde más?) que “Mientras el Ministerio Público lo permita, estos vándalos seguirán lanzando escupitajos”. ¿Vándalos le llama a ciudadanos que protestan contra un ex presidente espurio, inútil y admirador de los terroristas del MRTA; a un comunista que nos chantó una ley que desampara la propiedad privada inmueble? Y por lo visto solo él vio escupitajos.
La talentosa cantautora Carly Simon nos regaló la frase “Una mujer realmente fuerte acepta la guerra que soportó y se siente ennoblecida por sus cicatrices”. Francisco Sagasti no es ni fuerte ni noble y tolera los tatuajes mas no las cicatrices que le dejan las exhibiciones en su contra.
Este que atesora autógrafos de dos cabecillas terroristas del MRTA que capturaron la embajada de Japón, antes de calificar de “energúmenos” a quienes lo desprecian debería contestar: ¿Qué hacía en esa embajada el día que el MRTA la atacó, habida cuenta que por entonces residía en Costa Rica? ¿Celebra anualmente el cumpleaños del Emperador del Japón, motivo de aquella reunión? ¿Por qué los terroristas lo liberaron prontamente, y le dedicaron amigables autógrafos en los que se lee: “Para el Sr. Sagasti, con todo respeto” (Néstor Cerpa Cartolini) y “Para el Sr. Sagasti, con el respeto de siempre” (El Árabe)?
A ver si Cisneros tiene las respuestas. Su padre, el legendario “Gaucho” Cisneros, definitivamente tendría el asunto claro y hasta le pasaría corriente.
El esfuerzo de soportarlos
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