Perú: por una cultura de paz

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Vigencia de la propuesta del Padre Felipe MacGregor

Por CECILIA BÁKULA- ElMontonero.pe
En estos tiempos tan agitados, preocupantes y cargados del sentimiento de zozobra, bien le haría al Perú, en su conjunto, recordar la propuesta que hizo un peruano, un gran peruano, y que como filosofía fue incorporada a sus fundamentos por las Naciones Unidas y la UNESCO.
Por la crisis política y la presencia de esta pandemia devastadora, nuestro pensamiento pareciera no encontrar un foco de atención y orientación que nos libere de las sensaciones de angustia. A ello agregamos que, en los últimos tiempos, los conflictos que vive el mundo, y aquellos que añade nuestro país, se dan siempre con asomos de violencia y el resultado parece obvio: vemos debilitados, si no desaparecidos, los sentimientos de cohesión y de pertenencia. Los sentimientos de identidad y de comunidad que existen son, a veces, muy difíciles de definir. Y en tiempos de Bicentenario, más difíciles aun de identificar.
No obstante, vale señalar que en su momento el Perú fue creador de una propuesta de cultura de paz. Y se le debe a una extraordinaria persona y mente brillante: Felipe E. MacGregor SJ Un sacerdote de impecable formación y mejor desempeño de vida, quien propuso entender a nivel global –y por lo tanto, dentro de nuestras fronteras y vidas– que la mejor herramienta contra la violencia, la desesperación y el enfrentamiento es el apego a una “cultura de paz”. Y así lo entendió la Organización de Naciones Unidas, que asumió esa propuesta como propia.
El pensamiento del Padre Felipe MacGregor debería ser hoy puesto nuevamente sobre el tapete y difundido como una herramienta de reflexión. El vivió en carne propia los años más aciagos de la violencia terrorista. Y ante esa realidad que desangraba al Perú, como otras realidades lo hacen en el presente, su pensamiento fue siempre de paz, tolerancia y visión de futuro. “Cada época en la historia tiene sus riesgos y sus posibilidades. Lo difícil de cada una de ellas es saber evitar los primeros y potenciar las segundas. En una época como la actual, en la que la violencia nos amenaza en cada esquina y en la que, además, los medios de comunicación se empeñan en hacerla súper presente, creo que hay que potenciar a la población, mucho tiempo desposeída, en la vida, en la conducción del país, en el gobierno”(*).
Hace ya treinta años que la Asamblea General de las Naciones Unidas, recordando que “si la guerra, empieza en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben levantarse los baluartes de la paz”, aprobó la Declaración y Programa sobre una Cultura de Paz, cuyo trasfondo filosófico y principista fue aportado por el R. P. Felipe MacGregor, quien logró captar la atención de dos destacados Secretarios Generales de la UNESCO: Amadou-Mahtar M’Bow y Federico Mayor, quienes se convirtieron en impulsores de la cultura de paz.
Y el Perú –que a través de la educación no viene promoviendo ni el recuerdo ni el conocimiento de sus raíces; menos de su historia, de sus héroes, de sus riquezas naturales o de su gente– bien podría hacer un esfuerzo para poner en valor el conocimiento de esta cultura de paz, que no se refiere solo a la inexistencia de la guerra armada, sino también a la educación de los ciudadanos en el aprendizaje y la vivencia constante en los valores de la cooperación, la igualdad, la justicia y la solidaridad y, ciertamente, el cumplimiento de los deberes de cada uno.
En estos tiempos en que la muerte nos ronda y que la violencia se presenta de maneras solapadas, ocultas, y que vemos permanente desatención a los ciudadanos por parte (muchas veces) de las autoridades, la cultura de paz tendría que ser un ingrediente indispensable en nuestra propuesta de diálogo político, dejando de lado el común enfrentamiento al que nos someten quienes gobiernan. Dentro del respeto a las diferencias e incluyendo, por supuesto, la tolerancia y el respeto mutuo.
No solo fue el R.P. Felipe MacGregor quien hizo suya la difusión y puesta en práctica de esa cultura de paz. A lo largo de la historia, muchos hombres han dado la vida para hacernos comprender que la no violencia es la mejor respuesta, y es por ello que serán siempre actuales y vigentes las palabras de Martin Luther King: “La resistencia no violenta no es un método para los cobardes. Es una verdadera resistencia. Por ello Gandhi decía tan a menudo que si la cobardía es la única alternativa de la violencia, es preferible luchar… Si bien es cierto que el resistente no violento es pasivo en el sentido de que no es físicamente agresivo hacia su adversario, su mente y sus emociones no son menos activas, procura constantemente convencer a su adversario de su error. No es una no resistencia pasiva al mal, sino una resistencia no violenta activa al mal”.
Todos, en todos los ámbitos de nuestra vida estamos llamados a ponerla en práctica. Máxime ahora cuando podrían generarse ideas de violencia debidas a la pandemia, el confinamiento, la muerte, la desesperación y la comprobación de ser parte de una sociedad nacional en la que sus gobernantes y autoridades, no alcanzan a cumplir sus obligaciones mínimas de atención a los ciudadanos. Ante ello hay que expresar que la violencia nunca es la solución, y que por paz, debemos entender la obligación de todos no solo de callar las armas, sino ser capaces de construir una sociedad más unida, justa y solidaria.
Mirando el Perú hacia su Bicentenario, esta es una de las muchas tareas pendientes.
* Tomado de Ideele Nº 166 . Octubre 2004.

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