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El HMS Sheffield en llamas. Misiles Exocet de la aviación naval lo hirieron de muerte el 4 de mayo 1982.
El sorprendente ataque al Sheffield, el primer buque inglés hundido en combate después de la Segunda Guerra Mundial
Por Daniel Roca Centurión- www.infobae.com
El 2 de mayo el submarino HMS Conqueror había logrado hundir al crucero ARA General Belgrano. De los 1093 tripulantes 323 encontraron su destino final en el mar austral.
Al día siguiente, cerca de la una y media de la madrugada, el aviso ARA Sobral -que se encontraba en las inmediaciones de las islas buscando a la tripulación de un bombardero Canberra de la Fuerza Aérea que había sido derribado-, es atacado por un helicóptero Sea Linx británico que, desde una distancia aproximada de 20 km, le lanza un misil aire-mar e impacta en la cubierta. Ocho tripulantes mueren en medio de la explosión, las esquirlas y las llamas.
Frente al ataque, la Fuerza Aérea Sur (FAS) dispone las salidas de aviones y helicópteros de búsqueda y rescate para asistir a a los hombres de la Armada.
No había tiempo para perder. La búsqueda frenética del buque atacado reúne a los turbo hélices Fokker F-27 indicativo de misión TITAN, los Twin Otter indicativo SIERRA, un avión Mitsubishi MU-2B del escuadrón Fénix indicativo BRAVO y un helicóptero Bell 212 indicativo LIEBRE.
Recién el 4 de mayo el Sobral logra transmitir su posición a la deriva y el 5 se produce el primer contacto con el Bell 212 que logra realizar un arriesgado rescate del capo primero Enríquez con quemaduras de gravedad, para ser trasladarlo de inmediato a Puerto Deseado. El marino, gracias al rescate, pudo salvar su vida.
En su periplo cerca de las islas, la Fuerza de Tareas británica ha ido coqueteando con el peligro y el 1 de mayo sintió el fuego de la fuerza aérea: 57 misiones y 20 toneladas de bombas cayeron sobre la Royal Navy en lo que fue el “bautismo de fuego” de la Fuerza Aérea.
Los planes de la Operación Corporate, que marcaban el desembarco y la “recuperación” de las islas por parte de las tropas comandadas por el almirante Sandy Woodward, debieron posponerse.
En un solo día los ingleses sufrieron las pérdidas y daños del HMS Exeter, dos fragatas clase Amazon tipo 21, el HMS Arrow y HMS Glamorgan seriamente dañadas, la pérdida de dos helicópteros Sea Kingy la posibilidad de haber herido al Sheffield.
Woordward, frente al ataque de los aviones argentinos, dio la orden y la flota se alejó de las islas a distancias más seguras.
Pilotos, mecánicos, técnicos y soldados del Escuadrón M5 Dagger antes de una de las misiones en Comodoro Rivadavia. Los aviones de la Fuerza Aérea protegieron a los caza de la aviación naval durante el ataque al Sheffield.
Desde el 21 de abril, y de todas las maneras posibles -incluso usando Boeing 707 de transporte de pasajeros-, la Fuerza Aérea había estado siguiendo a la Royal Navy desde una latitud cercana a la de Río de Janeiro.
La información conseguida era buena, pero para que los Super Étendard pudieran emplear sus misiles aire-mar Exocet la posición de los barcos a atacar debía ser “actual y precisa”.
Los datos precisos que necesitaban los brindó finalmente el viejo pero confiable avión de exploración Neptune, que se encontraba “trackeando a la flota”, es decir siguiendo su posición. A las 7:50 del 4 de mayo detectó al destructor inglés.
En Río Grande, se prepararon dos Super Étendard con misiles Exocet, que despegaron a las 9:45, piloteados por el capitán de corbeta Augusto Bedacarratz y el teniente de navío Armando Mayora.
La aviación argentina puso en el aire un Hércules KC-130 indicativo RATA, como nave de reabastecimiento de combustible en vuelo para los aviones de la armada, que en esta oportunidad se les asigna el indicativo LITORAL.
A su vez, una pareja de caza bombarderos Mirage M-5 Dagger de la Fuerza Aérea, conocidos como el escuadrón de “Las Avutardas Salvajes”, indicativo de misión pollo, armados con misiles Shafrir, guiados por los radares desde tierra, tuvieron la misión de proteger al Hércules y a los Super Étendard.
Augusto Bedacarratz, el capitán que comandó la misión de los Super Étendard.
“Volamos muy bajo, con suma discreción. No utilizamos prácticamente el radar, no hablamos por radio y solo nos comunicamos de avión a avión por señas”, recordaría años más tarde Bedacarratz.
A la operación se agregaron dos Lear jet, indicativo ROTULO, de la Fuerza Aérea Sur que tuvieron la arriesgada misión de hacer de señuelo de los Harrier británicos. Estos aviones ejecutivos, sin armamento ni tampoco ningún tipo de contramedida antimisil, buscaban ser confundidos con cazas de la Fuerza Aérea -por su velocidad y por la imagen de radar similar a un avión de combate- atrayendo hacia ellos a los cazas ingleses para distraerlos del ataque real.
El reabastecimiento en vuelo se realizó a 240 kilómetros al oeste de Malvinas. La recarga permitió que la sección pudiera volar bajo, casi rozando el mar, hasta el punto de lanzamiento que estaba ubicado a 480 kilómetros de distancia.
Bedacarratz y Mayora dejaron tras de sí al reabastecedor e iniciaron el descenso y se mantuvieron volando a 15 metros sobre el mar. El cielo estaba nublando y el viento era intenso.
El Neptune transmitió la última posición de la flota y los pilotos volaron en silencio de radio, pegados al mar, para evitar ser detectados por los radares.
“La misión era sumamente riesgosa. La Armada sólo tenía cinco misiles Exocet, ya que Francia había impuesto el embargo a raíz del conflicto bélico. Además, se desconocía la efectividad de este tipo de misil aire mar, para ser lanzados desde aviones de ataque. Hasta ese momento nos se había hecho en ninguna parte del mundo. Fuimos los primeros en probarlos en Malvinas”, relató el capitán en una entrevista al diario El Mundo de España 35 años después de la guerra.
Super Étendard fueron claves en la guerra de Malvinas.
Durante el vuelo hacia el blanco, el Neptune transmitió una corrección de posición. Los pilotos recibieron la última información y se prepararon para subir hasta 40 metros de altura por unos breves instantes. La maniobra era necesaria, a pesar del riego de ser detectados, para que la información del radar de a bordo se integrara a la programación de trayectoria del misil. En la jerga de los pilotos de combate eso se llama “enganchar” dos blancos: uno grande y uno chico.
Había que asegurar la efectividad del lanzamiento y de la operación. Los dos misiles fueron programados contra el blanco grande. “En ese instante colocamos las posiciones de nuestros sistemas de navegación. Introdujimos 20 dígitos y tuvimos que interrumpir el silencio de radio para cotejar entre los dos la información”, contó el piloto del Super Étendard.
Al menos uno de los dos misiles lanzados había impacto en el destructor británico.
A las 11:05 y a unas 25 millas náuticas de su posición (aproximadamente 48 kilómetros), en aquel 4 de mayo de 1982, la dupla Super Étendard/Exocet hizo su entrada en la historia de la guerra aeronaval moderna. Bedacarratz dio la orden de atacar. Los aviones estaban a 30 kilómetros del blanco (los ingleses aseguraron que estaban a 11 kilómetros y que por eso no pudieron detectarlos). El misil de 650 kilos tardó tres segundos en desprenderse del avión, que se sacudió en el aire al perder peso.
Al menos uno de los Exocet impactó en el Sheffield. El fuego invadió a la nave. La HMS Arrow se acercó al destructor para rescatar a los sobrevivientes de los 287 tripulantes. La fragata remolcó al destructor fuera de la zona de peligro. El ataque dejó un dramático saldo de 20 y muertos y 63 heridos. El Sheffield se hundió finalmente el 10 de mayo en aguas del Atlántico Sur.
Los pilotos pintaron en los aviones los barcos hundidos de la flota británica.
La sección de Bedacarratz y Mayora aterrizó en Río Grande a las 12:04. Ninguno sabía, en ese momento, si los misiles habían dado en el blanco. Pero en la base de Tierra del Fuego hubo clima de celebración por el logro técnico de haber lanzado los Exocet con éxito.
Esa tarde, la BBC informó que el Sheffield había sido herido de muerte por un misil. Ante el Parlamento británico, el canciller Francis Pym admitió que el Sheffield había sido hundido. Pero eso no era verdad: el buque terminaría en el fondo del mar seis días más tarde.
Mucho se ha discutido, después del conflicto, si el Sheffield habría sido atacado por Daggers de la Fuerza Aérea Sur el 1 de mayo y si el ataque de los Super Étendard solo remató al buque de guerra inglés. Lo cierto es que esta operación dejó en claro que, si se quería hundir o al menos neutralizar a un portaaviones británico, iba a ser necesario un gran poder de fuego.
Este fue la simiente del futuro ataque al Invencible, en el cual los Super Étendard de la Armada y cazabombarderos A4-C de la Fuerza Aérea, trabajarían en conjunto contra ese insigne portaaviones.
Pero esa es otra historia.
Un misil Exocet dejó fuera de combate al ‘Invincible’, según Buenos Aires
Por JUAN GONZÁLEZ YUSTE– Diario El País.
La noticia de que un portaeronaves británico resultó seriamente dañado en un audaz ataque efectuado por aviones argentinos, pese a ser desmentida en Londres, supuso una inyección de moral para la opinión pública argentina, muy preocupada ante los avances militares ingleses en las islas Malvinas.
Dos comunicados del Estado Mayor conjunto informaron sobre la incursión aérea contra la flota británica, realizada por aviones Super Etendard de la Marina de guerra y Skyhawk y Mirage de la fuerza aérea, en las primeras horas de la tarde del pasado domingo. Los aparatos argentinos “atacaron, en una operación sin precedentes, a un buque tipo portaviones, dejándolo fuera de combate a causa de los graves daños recibidos”, señala el comunicado número 112, que añade que los pilotos pudieron observar en su retirada “densas columnas de humo e incendios a bordo”. Aunque en la información oficial no se identifica al portaviones, todos los medios de comunicación se refieren sin ningún género de dudas al Invincible. El comandante en jefe de la fuerza aérea y miembro de la Junta Militar, brigadier Basilio Lami Dozo, declaró, poco antes de emprender viaje hacia las bases aéreas del sur del país, que la aviación argentina había producido “serias averías” a un portaeronaves británico, pero dijo que habría que esperar el resultado de evaluaciones en curso para saber si se trata o no del Invincible.
De acuerdo con las detalladas versiones de la operación aérea difundidas, una escuadrilla de cazas argentinos pasó cerca del portaeronaves, que estaba protegido por unas seis fragatas, a noventa millas al noreste de la isla Soledad, la más oriental de las Malvinas. El objetivo de estos aparatos era atraer a los Harrier encargados de la defensa de la flota, mientras que la verdadera escuadrilla de ataque argentina, que había repostado combustible en vuelo, se acercaba al portaeronaves en dirección Noreste-Suroeste y a muy baja altura para impedir su detección por los radares británicos.
Un misil Exocet, disparado a unos treinta kilómetros de distancia por un avión Super Etendard, alcanzó al portaeronaves, que recibió también los impactos de dos bombas, por lo menos, de quinientos kilos lanzadas por los Skyhawk. Dos de estos últimos aparatos fueron derribados por misiles antiaéreos Sea Dart. El hecho de que el portaeronaves estuviera equipado con este tipo de misiles respalda la tesis de que el navío dañado es el Invincible, en opinión de los expertos.
Una batalla, no una guerra
El ataque contra la flota inglesa se realizó pocas horas después de que los infantes de Marina y paracaidistas británicos lograran conquistar Puerto Darwin y el campo de aviación de Prado del Ganso (Goose Green), lo que causó consternación en la opinión pública argentina. Diversas informaciones de carácter oficioso subrayaban ayer que “una batalla perdida no es una guerra perdida”, y explicaban que la estrategia seguida por el general Mario Menéndez para defender la isla consiste en concentrar todos sus efectivos en el área de Puerto Argentino (Port Stanley) para librar allí la batalla final. La capital del archipiélago sufrió un duro bombardeo de la artillería naval británica, que parecía el preludio de una ofensiva terrestre en toda regla. Según el clásico aforismo, la verdad es la primera víctima de la guerra, y esta contienda del Atlántico sur no podía ser una excepción. Las versiones argentina y británica de los combates librados en la zona de Puerto Darwin difieren tanto en el número de tropas con que contaba cada bando como en el desarrollo mismo de las acciones, aunque el Estado Mayor argentino ha reconocido, finalmente, que los ingleses dominan el área.
Los periódicos de Buenos Aires publicaron ambas versiones, e inclusive el relato hecho por el corresponsal de la BBC británica Robert Fox, que describe la rendición de 1,200 hombres en Prado del Ganso y la firma de la capitulación por el vicecomodoro argentino Wilson Doser Pedroza.
Del mismo modo, la Prensa recogía también el desmentido de Londres al ataque contra el Invincible, aunque con escaso relieve tipográfico. La necesidad por parte argentina de un golpe de efecto que borrara de la opinión pública el impacto causado por la pérdida de importantes objetivos estratégicos en la isla Soledad hizo dudar a algunos círculos periodísticos extranjeros de la veracidad de la información sobre el ataque al portaeronaves inglés.
Acciones espectaculares
Pero en otros círculos de la Prensa internacional se comentaba que en vísperas de la batalla de Puerto Argentino, que puede acabar en una grave derrota para los defensores, la Junta Militar puede ordenar acciones espectaculares contra la flota inglesa, incluso a un alto costo en efectivos propios, para causar el mayor daño posible al enemigo. Por otra parte, los detalles facilitados del ataque eran demasiado numerosos para tratarse de una mera operación propagandística, aunque quizá sí se ha exagerado la magnitud de los daños infligidos.
Por último, no faltaba quien considera absolutamente cierta la versión argentina y cree que el Gobierno inglés no puede reconocer ahora,los daños sufridos por el portaeronaves para no desmoralizar a los combatientes, y que esperara a alcanzar la victoria total en los combates terrestres para admitir después sus propias pérdidas.
De confirmarse la inoperatibilidad del Invincible, los británicos se encontrarían en una situación difícil, precisamente cuando se disponen a lanzar una ofensiva contra la capital del archipiélago, para la que necesitarán cobertura aérea.