Testigos de Jesucristo Resucitado

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Tumba vacia

Queridos hermanos:
Me hago presente entre ustedes para desearles una FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN. Ahora bien, esta felicitación lleva consigo implícita una llamada al compromiso y a la responsabilidad. No podemos permitir que la muerte de Cristo haya sido inútil. Somos nosotros, sus seguidores, los responsables de darle sentido.
En el mes de abril hemos comenzado en el Vicariato Apostólico de Iquitos un nuevo Plan Pastoral centrado en la MISIÓN Cristiana. La meta es redescubrir nuestro bautismo para convertirnos en testigos, discípulos, misioneros de Cristo en medio de nuestro mundo actual. Pero, ¿cuál es el origen de esta misión a la que somos llamados? No es otro que el Espíritu de Cristo Resucitado que nos impulsa a dar testimonio de nuestra fe. Nos viene bien la celebración de la Semana Santa al comienzo de nuestro año pastoral. Vivir bien, con profundidad, el Misterio Pascual, como ocurrió a los primeros discípulos, nos permitirá llenarnos del Espíritu del Señor que nos acompañará durante todo el año dando sentido a nuestra misión. Este Misterio central de nuestra vida cristiana, la muerte y resurrección de Cristo, es el centro de nuestra fe y el núcleo central, el kerygma, del anuncio cristiano.Por eso, les animo a vivir con intensidad, con profundidad cristiana, esta Semana Santa. Vamos a acompañar a Jesús, el Cristo de nuestra fe, en los misterios más dolorosos, pero también más gloriosos de su existencia. Como Hijo de Dios, aceptó su voluntad y entregó la vida por nuestra salvación. Nadie se la quitó, Él la entregó voluntariamente para cumplir la voluntad del Padre. El amor a Dios y el amor al prójimo constituyeron la fuerza necesaria para permanecer fiel hasta la muerte y una muerte de Cruz, como cualquier malhechor de su época.

Resucitado

Vamos a celebrar su entrada triunfal en Jerusalén en el Domingo de Ramos. Estamos felices y contentos, como los hebreos, de que el Señor venga a nuestra ciudad, a nuestra iglesia y a nuestras vidas. Por eso le aclamamos con los Ramos. Pero, ¡qué poco durará la dicha en el Pueblo de Dios! Tras unos días de meditación y oración cristiana personal y comunitaria, llegaremos al Jueves Santo para recordar y revivir en nuestras vidas la enseñanza del Amor. Esta es la gran enseñanza de Jesús, su gran testamento, su mandamiento nuevo. La antigua Ley ha sido tamizada por la Ley del Amor. En la Misa Crismal, el protagonismo lo cobran los sacerdotes como continuadores de la obra de Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote. No se puede entender el sacerdocio sin esa capacidad de entrega y amor a la Iglesia como Pueblo de Dios y esposa de Cristo. En la noche, reviviremos la Última Cena de Jesús con los Apóstoles. El lavatorio de los pies nos recuerda una exigencia y consecuencia del amor: el sacrificio y la humildad. El Viernes Santo constituye un día triste para los cristianos. Celebramos la Muerte de Jesús en la Cruz. El Rey de los judíos, el Nazareno, muere casi abandonado en el Calvario. Tan sólo sus seguidores más íntimos, con María a la cabeza, permanecen al pie de la cruz.  Muchas veces nosotros también sentimos el miedo en nuestras vidas; tememos ser crucificados por los demás y acabamos abandonando al Maestro dejándolo sólo ante el sufrimiento. El Sábado Santo acompañamos a María en su soledad y dolor. Ella nos enseña a dar un sentido al dolor desde la fe y a permanecer fieles. El silencio, la meditación, la oración silenciosa, son los protagonistas de esta jornada que nos lleva al Domingo de Resurrección. Nosotros los cristianos, la comenzamos a celebrar la víspera, en la gran Vigilia Pascual. Sus grandes cuatro ritos (Fuego, Palabra, Agua y Eucaristía) nos hacen redescubrir lo más importante de nuestra Historia de la Salvación. En ella quemamos nuestro hombre viejo para renacer a una vida nueva en el espíritu de Cristo Resucitado. Esta es la Pascua de Resurrección, es el paso de Dios por nuestras vidas que nos libera de todas nuestras esclavitudes y pecados y nos impulsa a vivir renovados y a dar testimonio de nuestra fe.
Queridos hermanos, como Obispo y Pastor tanto del Vicariato de Iquitos como del de San José del Amazonas, les invito una vez más a vivir plenamente esta semana de gracia y salvación. Les invito y animo a participar de cuantas actividades han sido programadas en las diversas parroquias. No se trata de recordar lo que pasó hace más de dos mil años. Se trata de actuar, de hacer presente el amor de Cristo en nuestras vidas y en nuestra sociedad. Hace escasos días nuestras calles se han visto salpicadas de protestas frente a la corrupción y el modo de actuar de nuestros políticos. La Iglesia ofrece un camino de paz y reconciliación, conscientes de que la verdadera renovación comienza por uno mismo. Hagamos nuestro el mensaje de Cristo, vivamos desde el amor, la entrega, la generosidad y el sacrificio. Esto nos llevará sin duda tanto a la renovación personal, como a una nueva sociedad, la civilización del amor -que diría el ya casi santo Juan Pablo II-. Sólo desde la conversión personal podremos ser testigos y discípulos del Señor dando frutos abundantes.
Que el Señor les bendiga. A todos un saludo de hermano y una felicitación de Padre: ¡FELIZ PASCUA DE RESURECCIÓN A TODOS”.
+ Monseñor MIGUEL OLAORTUA LASPRA OSA
Vicario Apostólico de Iquitos y Administrador
Apostólico de San José del Amazonas

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