Pastor del martirio y de la reconciliación

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Andrew Yeom Soo-jung

Heredero de una familia de antiguas raíces cristianas, el neo-cardenal de Seúl, Andrew Yeom Soo-jung, tiene un tatarabuelo proclamado “mártir” y dos hermanos sacerdotes.
Por Paolo Affatato- Vatican Insider
El rojo parece ser un color de familia: el neo-cardenal Andrew Yeom Soo-jung, arzobispo de Seúl, lleva el rojo del martirio en el ADN. Su tatarabuelo Pietro Yeom Seok-tae y su esposa María fueron martirizados en 1850, durante los albores de la llegada de la fe cristiana a Corea en los años de la persecución de la dinastía Choseon. En la península coreana (según las reconstrucciones de los historiadores) la semilla del Evangelio llegó, caso único en el mundo, gracias a un grupo de laicos que pagaron con sus vidas la decisión de permanecer fieles a Cristo. Los antepasados del nuevo cardenal, Joseph Yeom Deok-sun (entre los primero coreanos que se convirtieron al catolicismo) y luego Pietro Yeom Seok-tae formaban parte de aquel pequeño grupo. En la historia de Corea, del martirio “in odium fidei” de los primeros fieles (hoy venerados como padres de la fe) germinó un árbol robusto: un pueblo que representa el 10% de un país de tradición budista, tercera comunidad católica del continente asiático (después de las Filipinas y de Vietnam), rico de vocaciones sacerdotales y religiosas, además de manantial de misioneros para todo el mundo.
Nacido en el seno de una familia con profundas raíces cristianas, Yeom descubrió y cultivó su vocación sacerdotal, como siempre cuenta, gracias a la oración en familia: su abuela Magdalena Park y su madre Baek Geum-wol iban a misa todos los días (durante treinta años) para pedir a Dios que sus hijos se convirtieran en sacerdotes. Yeom, el tercero de seis hijos, se hizo sacerdote junto con sus otros dos hermanos menores, que también lo son en la diócesis de Seúl.
Cuando era adolescente, Yeom entró al seminario a la edad de 15 años. Obtuvo la licenciatura en la Universidad Católica de Corea y el 8 de diciembre de 1970 fue ordenado sacerdote. Al continuar sus estudios se dio cuenta de que deseaba profundizar su conocimiento de la teología al servicio de la pastoral: la maestría en psicología y con su licencia y el diploma en el Instituto pastoral de Asia oriental los consiguió durante los años en los que fue un constante pastor en diferentes parroquias de la ciudad. Después habría sido llamado a la delicada oficina del Secretario general de la Curia diocesana de Seúl y aceptó con la petición de permanecer sumergido en la pastoral parroquial (misma que fue acogida por su predecesor, el cardenal Nicholas Cheong Jin-suk). De esta manera se convirtió en uno de los “vicarios foráneos” en la diócesis y se ocupaba de la coordinación de la vida y de las actividades pastorales de un nutrido grupo de parroquias. Durante esos años también pudo impulsar la presencia de la Iglesia en los medios de comunicación, inaugurando en 1990 la “Peace Broadcasting Corporation”, que incluye un canal televisivo y una emisora católica, con apreciadas voces cristianas que promueven infatigablemente valores como la paz, la reconciliación, la defensa de la vida, la dignidad y los derechos inalienables del ser humano.
En diciembre de 2001, Juan Pablo II lo nombró obispo auxiliar de Seúl y, tras la ordenación episcopal del año siguiente, Yeom Soo-jun (que tenía 58 años) se convirtió en vicario general de la arquidiócesis de Seúl, cargo que mantuvo hasta mayo de 2012, cuando Papa Ratzinger lo nombró arzobispo metropolitano. Este nombramiento tuvo un significado particular para la Iglesia Coreana: el arzobispo de la ciudad es, en efecto, también el administrados apostólico de Pyongyang, en Corea del Norte. La península, desde 1953, vive irremediablemente dividida en dos por la “cortina de bambú”. Una separación que todavía afecta a miles de familais coreanas. Por este motivo, el arzobispo eligió simbólicamente celebrar la misa del inicio de su ministerio episcopal el día del 62 aniversario del comienzo de la guerra entre las dos Coreas y rezó especialmente por la reconciliación y la reunificación. Desde entonces, su ministerio ha estado marcado por el motivo del martirio y por las constantes referencias al tesoro de la fe de los mártires, comprendido como testimonio auténtico al que han sido llamados todos los cristianos (sea cual sea su condición o estado de vida). Al mismo tiempo, ha expresado el ahnelo del diálogo con vigor, además de llamar constantemente a la reconciliación y a la pacificación, para aliviar las tensiones que cíclicamente sacuden a la península.
Hay otros dos aspectos que caracterizan su enfoque pastoral: el respeto de la vida y la misionariedad. El primero es un tema particularmente importante para la Iglesia coreana que, durante su historia, ha multiplicado sus esfuerzos para sensibilizar a la opinión pública ante la proliferación de centros de investigación en los que se usan embriones humanos para la experimentación científica. El impulso misionero, signo de la madurez de una Iglesia particular, se ha dirigido sobre todo hacia el continente asiático.
Yeom respondió conmovido y con humildad al llamado de Papa Francisco, citando su lema episcopal: «Amen. Veni, Domine Iesu!», que proviene del Apocalipsis de San Juan. La frase va acompañada por un escudo que representa, a través de una Cruz, a los Santos mártires coreanos, víctimas de la persecución religiosa en el siglo XIX, y, a través de una paloma entre dos estrellas, el espíritu de paz que invoca la esperada reunificación de las dos Coreas.

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