Domingo de Ramos 2012

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Giotto
Soldados de la Novena Brigada Blindada del Ejército peruano escenificaron el ingreso de Jesús a Jerusalén, este Domingo de Ramos, en la ciudad norteña de Tumbes, lo que motivó el aplauso de cientos de espectadores.
Participaron en la representación el coronel Juan Tarazona Sánchez, jefe de la Novena Brigada Blindada, junto con su personal de tropa.
Las autoridades locales y los militares dieron la vuelta a toda la plaza Mayor de Tumbes rodeados de palmas y ramas de olivo, símbolo principal de esta fecha religiosa, y seguidos de las oraciones de los fieles.
Previo a ello, se ofició la misa dominical y se llevó a cabo la ceremonia de izamiento del Pabellón Nacional y la Bandera de Tumbes.
El inicio de la Semana Santa se recuerda con la procesión de los ramos o las palmas, acción que se repitió en otros distritos tumbesinos.
En la Semana Santa se celebran los misterios de salvación realizados por Cristo en los últimos días desde su entrada triunfal en la ciudad de Jerusalén, para los católicos el Domingo de Ramos es el primer día de la Semana Santa.
La semana santa comienza con el Domingo de Ramos de la Pasión Señor, que une el triunfo de Cristo (aclamado como Mesías por los habitantes de Jerusalén y hoy en el rito de la procesión de las palmas por los católicos) y el anuncio de la pasión, con la proclamación de la narración litúrgica en la Misa. El color liturgico del Domingo de Ramos es el rojo, debido a que se celebra la Pasión del Señor.
El Domingo de Ramos es el día en que recordamos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, exactamente una semana antes de su resurrección (Mateo 21:1-11). El profeta Zacarías había profetizado: “Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna.”(Zacarías 9:9).
Mateo 21:7-9 registra el cumplimiento de esta profecía: “y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y él se sentó encima. Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino. Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!” Este evento tuvo lugar el domingo antes de la crucifixión de Jesús.
En recuerdo de este evento, celebramos el Domingo de Ramos. Es conocido como el Domingo de Ramos, debido a las ramas de palma que fueron puestas en el camino cuando Jesús entró en Jerusalén, montado sobre el asno. El Domingo de Ramos fue el cumplimiento de la profecía de los “setenta sietes“ del profeta Daniel: “Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos”(Daniel 9:25). Juan 1:11 nos dice: “A lo suyo vino [Jesús], y los suyos no le recibieron”. Las mismas multitudes que exclamaban: “¡Hosanna!” gritaban “¡Crucifiquenlo!” cinco días más tarde (Mateo 27:22-23). Fuente: Agencia ANDINA de Noticias.

RP Felipe Zegarra

El significado de la Semana Santa
Por RP Felipe Zegarra Russo-Profesor Principal Departamento de Teología PUCP
Los peruanos, inclusive los no practicantes y aun los no cristianos, celebramos festivamente la Navidad. Es una fiesta “bonita” y familiar. Por ello mismo, quienes no tienen una familia integrada, se aíslan y tienen ocasión de un sufrimiento adicional en esos días. Además, se vive una descomunal incitación a consumir, para muchos difícil de enfrentar.
Con la Semana Santa no ocurre lo mismo. De pronto, porque suele caer cuando todavía hay secuelas del verano, así que muchos de los que pueden acostumbran pasar varios días en las playas, sea en casas de balnearios “asiáticos” o en campamentos bien surtidos…
Pero la Semana Santa es, mucho más que la Navidad, la conmemoración de los acontecimientos fundamentales del cristianismo: la celebración de la entrega personal y completa de Jesús, el Hijo de Dios hecho “carne”; es decir, del Dios que —por amor— asumió la condición humana en toda su extensión, hasta la muerte, “y muerte de cruz”.
En los días centrales de Semana Santa —jueves a domingo— se hace el memorial de la prisión, juicio, tortura y muerte de Jesús. San Pablo dice con claridad “me amó y se entregó por mí” (Gálatas 2,20). Pero también se revive lo que lleva a plenitud esa donación: el triunfo de Jesús sobre la muerte, la Resurrección, acontecimiento que lleva el valor de la vida humana a toda su potencia, porque todos estamos llamados a la Resurrección.
He escrito palabras como “celebramos”, “conmemoración”, “memorial”, “se revive”; detrás de estos términos hay una palabra bíblica, hebrea, que si bien se traduce por “hacemos memoria”, en realidad tiene un sentido mucho más fuerte: “hacemos presente” (que no es igual que “representamos”). Y de eso se trata: los cristianos nos reunimos para ponernos en contacto —sacramental, por cierto— con el Señor resucitado que conserva las huellas de su pasión y muerte.
Solo cuando alguien tiene, al menos en una pequeña medida, experiencia del amor de Dios —sea porque agradece la vida o la salud, sea porque considera que el amor recibido u ofrecido está vinculado, como a su raíz, al amor primero de Dios— la participación efectiva en los días de Semana Santa tiene auténtico sentido. Y por eso se prefiere asistir a una celebración a tener algunos días de vacaciones.
Pero ese amor recibido se manifiesta en las obras, o mejor, en la vida de las personas, vida que es marcada por la práctica del amor a los hermanos. Implica un compromiso cotidiano, sobre todo por las hermanas o los hermanos necesitados: los pobres, los enfermos, los hambrientos, los presos, los ancianos, los trabajadores con horarios exigentes y sueldos insuficientes, los indígenas, los niños… Compromiso vital, demandante y al mismo tiempo gratificante. Como dice San Pablo, “Dios ama al que da con alegría”.

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