El hombre religioso

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Julien Ries

Por Lucetta Scaraffia -L’Osservatore Romano
Julien Ries ha prestado un servicio importante a la Iglesia católica: volver a llevar la investigación antropológica a su sentido originario, el de la investigación sobre la naturaleza humana.
En efecto, a partir de Durkheim, con un proceso que halló su culmen en Lévi-Strauss, la antropología renunció a plantearse las preguntas fundamentales sobre el hombre para convertirse en un apéndice de la etnología o de la sociología, ciencias ligadas al comportamiento y a la reconstrucción de sistemas culturales, evitando frecuente y gustosamente la profundización movilizada por los grandes interrogantes existenciales relativos a la naturaleza del ser humano.
Así, estudiar sólo los mecanismos, las estructuras, sin preguntarse nunca quién es el autor de mitos y ritos, qué mueven estos en la profundidad de la psique humana, se hizo habitual en una concepción del ser humano exclusivamente material, como la que sostenía Lévi-Strauss.
En cambio Julien Ries, con un trabajo inmenso y continuado, ha devuelto la investigación antropológica a su centro: el de arrojar claridad sobre la naturaleza del ser humano estudiando los signos culturales de su paso, con una atención particular a la dimensión religiosa, para él connatural a la esencia de la humanidad.
Los resultados de su imponente investigación del ‘homo religiosus’ llevan a confirmar que existe una raíz cultural común al género humano: “Todas las culturas del mundo —escribe Ries en “Symbole, mythe et rite. Constantes du sacré” (recién publicado por ‘Les Éditions du Cerf’)— son creaciones cuyas raíces se encuentran en la imaginación simbólica. La creatividad del espíritu humano (artística, poética, literaria, arquitectónica) se basa en esta función ‘biológica’ del símbolo”. Y para Ries se trata de la raíz que reúne a todos los seres humanos en la búsqueda de una trascendencia, de un Otro con quien construir una alianza. Significa búsqueda de una experiencia religiosa, que es intuición del Infinito divino en lo finito, de lo eterno en lo mortal.
Introduciéndose con gran conciencia científica en la tradición de los estudiosos de las religiones, de quienes hereda modelos de investigación y formas interpretativas -con un particular reconocimiento respecto a Mircea Eliade y Rudolf Otto-, Ries reconstruye, a través de un inmenso trabajo de comparación, las características comunes a la búsqueda del contacto con lo sagrado de las diversas culturas y religiones, y de este modo confirma la tensión a lo divino que permea a cada ser humano y le impulsa a la búsqueda y a la creatividad artística.
Dios se convierte en real para el hombre sólo mediante un acto de fe, pero su presencia se capta a través del conjunto simbólico de lo sacro -empezando por lo natural, como la luz- y desde la percepción del misterio. El ser humano como constructor de mundos simbólicos ha sido el centro de su interés, dilatado en el tiempo y en el espacio con incursiones en la historia -comenzando por las eras primordiales- y en la infinita diversidad de las tradiciones religiosas. Pero esto sin perder jamás el centro, o sea, su mirada hacia la búsqueda desde un punto de vista cristiano, que se trasluce con claridad y sobriedad de sus análisis, que nunca caen en una fácil apologética. Encantado ante el hombre primitivo que veía a Dios en las estrellas, pero también abierto a leer la historia de la relación del ser humano con Dios a través de los mitos, testimoniado por la creación de un vocabulario adecuado para narrarlos.
Dentro y fuera de la historia, como el ‘homo religiosus’ mismo, y precisamente por esto capaz de permitirnos comprender cómo “los ritos religiosos son esencialmente consagraciones cuya función principal es la de hacer participar a la condición humana en un principio que la supera y que la funda: hacer que penetre la potencia numinosa en el orden humano”.
Entrevista a Julien Ries
Por Andrea Tornielli
Usted llega a ser purpurado después de una vida de investigación: estuvo entre los primeros que insistieron sobre la dimensión religiosa como originaria en el hombre. ¿El sentido religioso es verdaderamente connatural?
«Estoy de acuerdo con el paleoantropólogo Yves Coppens, el descubridor de Lucy, quien desde hace años repite que el hombre fue desde el comienzo religioso».
¿Cómo se documenta esta afirmación?
«Consideremos a este hombre religioso como lo conocemos a través de los hechos y de los gestos de la historia: si analizamos sus pinturas, halladas en cientos de grutas descubiertas hasta ahora, sus miles de incisiones rupestres; si examinamos su comportamiento para con los difuntos; si intentamos interpretar los gestos de sus manos elevadas hacia la bóveda celeste -el «Ka» de los antiguos egipcios-, nos vemos obligados a pensar en una experiencia de relación vivida en forma consciente por el hombre arcaico con la realidad misteriosa y ultraterrena».
¿Cuál es el rol de los textos sagrados de las diferentes religiones?
«Los libros sagrados de la humanidad constituyen un prodigioso patrimonio que historiadores y otros especialistas intentan analizar para comprender el discurso con el que el hombre religioso y simbólico tradujo su propia existencia. Este discurso en su conjunto es coherente desde el Paleolítico hasta nuestros días, lo que nos lleva a pensar en una unidad de la experiencia espiritual de la humanidad».
Hoy, ciertos símbolos religiosos parecen dividir en lugar que unir. ¿Es posible la convivencia entre religiones diferentes en nuestras sociedades?
«El cristiano está obligado a comprender y a beneficiarse del aporte de las demás culturas. Los padres de la Iglesia ya habían comprendido esto. De allí deriva la riqueza de la época helenística para la cultura cristiana de los primeros siglos y la gran importancia del Renacimiento. Su pregunta sobrentiende la objeción de Claude Levis Strauss, que intentó determinar el funcionamiento del espíritu humano negándose, sin embargo, a buscar en los mitos un sentido que hubiera sido revelador de las aspiraciones de la humanidad. Para él, los mitos no dicen nada sobre los orígenes del hombre ni sobre su destino. Su investigación desemboca en una visión completamente materialista de la cultura. Nos encontramos de ese modo en presencia de un verdadero pesimismo».
¿Qué novedad trajo el cristianismo a la historia religiosa de la humanidad?
«En su discurso, construido en forma de parábolas, Jesús retoma en parte el simbolismo cósmico y lo pone al servicio del anuncio del Evangelio. Agrega alegorías extraídas de la vida cotidiana. Es una teofanía en el sentido pleno del término. Y esta misma existencia es la revolución religiosa más grande de la historia. Cristo, después de haber enviado al Espíritu sobre los apóstoles, mediante su cuerpo, que es la Iglesia, continúa estando presente en la historia».
¿Cuál considera que es su descubrimiento científico más importante?
«El haber individuado la posibilidad de construir un nuevo campo del saber: la antropología religiosa fundamental. La primera experimentación de esta construcción fue la organización, bajo pedido de mi editor, Jaca Book, del Tratado de Antropología de lo Sagrado, en el que han colaborado unos cien estudiosos y en el que se documenta que el concepto de Homo religiosus es operativo y fundamental para la investigación sobre las religiones y sobre las culturas. Un trabajo que pone en evidencia al hombre religioso y su experiencia en lo sagrado, basándose sobre tres constantes de la experiencia misma: el símbolo, el mito y el rito. La antropología fundamental afronta todo esto y nos abre nuevos horizontes sobre el hombre, incluso en tiempos de crisis como el nuestro».
¿Qué le genera ser designado cardenal a los 92 años?
«La designación de cardenal me llena de alegría. Lo que, en cambio, no me llena de alegría es tener la edad que tengo».

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