Por Javier Mariátegui Chiappe – Revista Peruana de Epidemiología 1996.
RESUMEN
En el ámbito social del Virreynato peruano, en tiempos de su máximo explendor, a fines del seiscientos y comienzos del setecientos, pese a la clara delimitación de las clases sociales, se pasó por una etapa de acentuada religiosidad y misticismo que, al lado de la proliferación de iglesias, conventos y otros espacios (el culto, generó una notable gravitación de lo crencial religioso en una sociedad cerrada, pero con relación estrecha de sus estratos sociales. En ese medio, en el nivel inferior y marginal de la sociedad limeña, en los extramuros de la Ciudad de Los Reyes, vivió un mulato, Martín de Porras, quien sufrió en su infancia y temprana adolescencia la pobreza y limitaciones propias de una colectividad de negros siervos en un extenso barrio de gente de color. Su ingénito afán de servicio lo hizo desde muy temprano formarse como auxiliar práctico, “barbero” y herbolista, para integrarse después, como “donado“, a un convento de Lima, Martín optó por un género de vida religiosa caracterizada por el cumplimiento de las más humildes tareas monásticas, como un modo de superar su condición personal y hacer penitente y expiatoria su existencia. En su lugar de preferente actividad, la enfermería, cuidó de los pacientes pobres con una piedad y abnegación sin límites, logrando curaciones y alivio de las enfermedades en las que se vio pronta huella de lo milagroso, difundiéndose su arte excepcional en toda la sociedad limeña, incluyendo la corte virreynal y el propio Virrey. Murió “en olor de santidad” y su imagen fue recordada desde entonces como la de un santo. Vivió en una Lima de excepción, en que coincidieron su vida y las de Santo Toribio de Mogrovejo, de Santa Rosa de Lirna y del beato Juan Masías. Se comentan aspectos de su personalidad y la simbología de la “escoba“, instrumento de su humilde trabajo y después de la señal de generosa entrega al prójimo.
LA LIMA DE ENTONCES
Para entender la presencia y el “espacio humano” de Martín de Porras, de un siervo de Dios mulato y humildísimo, es necesario un marco de referencia que explique la religiosidad en la Lima seiscentista y los sucesos extraordinarios a ella debida. Extendido ya plenamente el poder hispánico, en tierras de nativos con culturas avanzadas, la Lima de la primera mitad del siglo XVI era una ciudad importante, quizá la más relevante de América en general. “Ciudad de escape” para los conquistadores por su proximidad al mar, fue también elegida por las condiciones inmejorables de su suelo y la benignidad de su clima. Además de las razones de elección mencionadas, los conquistadores no hicieron la capital en la región andina, donde se encontraban las principales ciudades del Perú precolombino, por temor a la insurrección andina, que se mantuvo latente por muchos años durante la conquista de la colonia. Cuzco en el Perú debió ser la lógica resultante para la capitalidad del Virreynato, como lo fue en México Tenochtitlán, para una explicable sustitución del tradicional centro de poder por el nuevo.
Lima era entonces la “Ciudad de los Reyes“, con un trazo urbano destinado a los locales públicos de gobierno; un impresionante conjunto de Iglesias, conventos y monasterios y las edificaciones conexas; las casas destinadas a los hispánicos, sus familias y el extenso personal de servicio, moradas que variaban en la amplitud y el boato en función del poder y la fortuna. Era poblada por españoles y los “criollos” principalmente, con lugar también para los hijos de la nobleza incaica. Los mestizos, aunque también entremezclados en la dinámica de la comunidad, tenían lugares propios en la periferia de la Ciudad; la población discriminaba, los indios y los negros esclavos, estaban reducidos a determinadas áreas de los extramuros.
Una intensa vida social acercaba a los moradores del centro del poblado, puesto que sólo tenían que dedicarse, además de las prácticas piadosas, a vigilar sus bienes (estaba vedado el comercio y la industria o los oficios para los nobles), dar audiencia a los siervos de las chacras y haciendas propias para recibir las ganancias y los productos naturales para la alimentación. La vida familiar, con estructura jerárquica, como ha señalado Ugarte Eléspuru, era la predominante, “las residencias eran centros de concentración de toda la familia y éstas abarcaban generaciones y ramificaciones, todos unidos en el vínculo común de la sangre y el culto de la amistad…” (1) En este tiempo ancho y dilatado, las gentes tenían una obligada sociabilidad, puesto que los intereses eran compartidos y las familias se entrelazaban por los jóvenes matrimonios. Dar y recibir visitas eran actividades que rompían las rutinas domésticas, fuera de los días festivos. Las fiestas, los saraos, las tertulias, generadoras de rumores y otras formas distorsionadas de difundir las noticias con el agregado malévolo, propio de los “criollos” que irían ganando espacio en la urbe, están entre otras características de la Lima virreynal.
La educación de la mujer, rudimentos del conocimiento, se daba exclusivamente en los domicilios o era asumida por la familia y sus allegados. Lo mismo ocurría con los varones; sólo algunos accedían a los llamados colegios mayores orientados por vocaciones específicas (abogacía, medicina, etc.), se asimilaban al clero o se dedicaban al ejército, al “arte de la guerra“. Quien no tenía los privilegios del mayorazgo, el destino se daba entre “lo rojo y lo negro“, según la dicotomía ilustrada por Stendhal mucho tiempo después, el ejército o la clerecía.
Agrégese a la rutina diaria, la vida religiosa intensa en los numerosos templos, próximos el uno del otro, los conventos y los rezos frecuentes, las visitas cotidianas a las iglesias, las misas y los sacramentos en los días festivos y de guardar. Ordenes religiosas trasladadas de Europa con fines evangelizadores, templos anexos a conventos, eran escenarios de intenso interés por los limeños seiscentistas.
Nobles, militares, religiosos, detentadores del poder, eventualmente salían a controlar las tierras a ellos asignada y a supevisar las áreas de cultivo. El trabajo de los campos y de las minas, era delegado, lo que permitía al español y al criollo y después al mestizo, disfrutar de una vida holgada en un clima físico y social proclive a la molicie y al ocio.
España nos trajo, junto con su modernidad, todas las manifestaciones del feudalismo y las instituciones de la Europa medioeval; con una intensa práctica religiosa de un catolicismo rígido, con una liturgia a lo largo del día, la semana y el año, con fuerte creencia sobrenatural en ralación a sucesos extraños y sorprendentes, con una gran sugestividad colectiva. Era extendida la convicción de señales de Dios en bienaventurados humanos, en milagros y en la santidad de numerosos, sacerdotes y beatos, y de mujeres consagradas a la vida espiritual.
Eran tiempos tranquilos para el Virreynato del Perú los que marcaron las vidas de Santa Rosa de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo, del beato Juan Masías y de Martín de Porras, mulato barbero y herbolario con halo de santidad reconocido en vida. Es singular que, en pocos años, las primeras décadas del siglo XVI, generaran el “espacio” o la “atmósfera espiritual” para la vida de santos y beatos de tanta significación en la vida religiosa del país. Consolidado el poder hispánico y el gobierno central, el Virrey Francisco de Toledo, quien no teniendo rivalidades en el campo de los españoles ni “tierras que pacificar“, se dedicó a mejorar la administración y a favorecer la presencia de cronistas “oficiales” llamados por Raúl Porras “Toledanos“, puesto que estaban dedicados a presentar los hechos de manera favorable a la Conquista y a la “extirpación de idolatrías” y disminuir las virtudes de los hombres, de las instituciones y las costumbres del Perú prehispánico.
La Lima que cobijó a Martín de Porras no resalta mayormente por benemerencias civiles. “El ejemplar masculino más característico y notable de nuesta ciudad escribe Ugarte Eléspuru sería el dulce y manso mulato Martín de Porras, incorporado al santoral recientemente. Feliz y eficaz componedor de antagonismos instintivos, haciendo comer del mismo plato a perro, pericote y gato. Lo cual además de portentoso es también muy limeño” (1).
Como se ha señalado, coinciden en el tiempo la presencia terrenal de Martín de Porras, Isabel Flores Oliva, llevada pronto a los altares como Santa Rosa de Lima. Asimismo, ejercía su ministerio en la Ciudad de Los Reyes el que fuera su segundo Arzobispo, Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo. Era también coetáneo el beato extremeño Juan Masías, de la misma Orden Dominica. Se vivía días de denso fervor y extendida devoción, animada por las procesiones, señaladamente la de “Corpus Christi” y el paso de “Viático” por la ciudad, que llevaba el último alivio al moribundo. La ciudad era expresión, como agudamente señala José Antonio del Busto, al mismo tiempo, de “misticismo prebarroco, penitente, cilial y flagelante” (2).
Pero es también “tiempo vecino” del santo mulato una mujer insólita, la hazañosa Catalina de Erauso, mas conocida como la Monja Alférez. Nacida en España, abandonó el convento de monjas donde se le recluyó, y dio vida, con vestimentas masculinas y arrestos militares, a un personaje de leyenda conservado por la tradición. Erró por México y el Perú, embozando su feminidad como militar y sobresaliendo por sus dotes de gallardía que la encumbraron, por méritos propios, al grado de alférez (3).
Es dentro de este marco histórico y vivencial en que transcurre la vida de Martín de Porras, quien, como Santa Rosa, fuera confirmado por el Santo Toribio. Sin los elementos que caracterizaron a Lima a fines del siglo XVI y comienzos del siglo XVII, no puede entenderse el estilo de vida en la ciudad de los reyes donde se desarrolló la vida y la obra de Martín de Porras, “un paisaje para la santidad” como calificara Emilio Romero a la Lima de entonces (4).
ESCORZO BIOGRÁFICO
Martín de Porras nació en Lima en 1579, probablemente el 11 de Noviembre, en el barrio de San Sebastián, que albergaba a gente humilde. La casa natal estaba en la calle del Espíritu Santo, frente al Hospital del mismo nombre, paso forzado por quienes iban o venían del Puerto del Callao.
Era hijo de Juan de Porras, natural de Burgos, un hidalgo sin relieve y su madre fue Ana Velásquez, “negra liberta” nacida en Panamá de padres etíopes. Era hijo natural, reconocido posteriormente por su progenitor, quien tuvo, también con Ana Velásquez una hija nombrada Juana. El padre debió tener relación de convivencia de alguna manera estable y llevó a sus dos hijos a Guayaquil, en procurarle protección familiar y medios educativos. Regresó un año después con Martín, quien tenía 8 años, y lo puso al cuidado de Isabel García Muchel, en el barrio de Malambo, lugar habitado por negros, indios y algunos españoles pobres o empobrecidos. En Malambo se ubicaban los “corralones de negros”, donde vivían hacinados esclavos traídos de África para ser vendidos. Para la demografía de la cuidad de entonces era impresionante el número calculado de gente de color en Lima.
Más de cinco años permaneció Martín en ese barrio, a la vera del río Rímac y creció como los restantes niños negros, aprendiendo los rudimentos de leer y escribir. Ya entonces comenzaba a manifestar un interés especial por la religión y la piedad y quien lo cuidaba lo sorprendió en actitudes de unción y plegaria con gran humildad: empezaron allí sus revelaciones místicas y su interés por atender y cuidar a los pobres. En ese tiempo se confirmó por el arzobispo de Lima, Toribio de Mogrovejo, que sería después exaltado a los altares.
¿Tenía Martín conciencia de su “negritud? Si limitamos este concepto a lo fundamental biológico es obvio que se sentía como perteneciente a un grupo social distinto, marginado e inferior, como que provenía del movimiento de esclavos que muy temprano en la conquista llegaron a América, en parte para compensar la “mano de obra” que no se abastecía con la población nativa. Pero la “negritud” término acuñado por el martiniquense Aimé Césaire (5), es hoy un concepto ideológico y social, una identidad compleja que se elabora en los tiempos recientes con el “despertar del negro” y su toma de conciencia de una posición igualitaria en la trama social contemporánea.
Martín de Porras, mulato, étnicamente más próximo al negro, debió situarse en ese estrato social bajo, objeto de trato racista y descalificador. Tras su infancia en el poblado de color de Malambo, ¿buscó la evasión de su etnia a través de la vida conventual? Es difícil precisar con conceptos de hoy los hechos del pasado. En todo caso no disimulaba su condición racial ni se distanciaba de sus hermanos de color: por el contrario, se afanaba en atenderlos, trasladándose inclusive a grandes distancias para socorrer a sus hermanos que tenían la doble desgracia de ser de color (negros o “pardos“) y pobres.
Los negros, como señalamos, vinieron temprano a las colonias españolas para “ofrecer” mano de obra, sea por la limitación del trabajo de los aborígenes, sea por su número reducido tras las feroces carnicerías de los “extirpadores de idolatrías” y por la mortalidad asociada a las enfermedades traídas por los ultramarinos, para las cuales por regnícolas carecían de inmunidad. En tiempos de Martín, los negros estaban representados, cuantitativamente, por una mayoría. Un estudio reciente de Fernando Romero señala que “…durante el primer cuarto del siglo XVII en Lima sólo había 6,000 vecinos blancos, pero en cambio 5,000 indios y 30,000 negros, y que la capital llegó al año 1791 con un 60% de población de color” (6).
En tiempos en que se conmemora el Encuentro de dos culturas, habría que recalcar la presencia de una tercera, la negra, venida de África en la menguada condición de esclavos. Martín de Porras es expresión de este triple encuentro, que hace aún más compleja su situación psicosocial. No cabe duda que los negros trajeron con ellos sus creencias, sus emociones, sus valores, su mundo animista y sus procedimientos frente a la enfermedad.
Martín de Porras quien mantuvo invariable su relación con sus hermanos de raza en Malambo y en otros lugares habitados por gente de color debió sincretizar en su psicología una imagen del mundo que se asociaba al conocimiento de los aborígenes por él, asimilados al tiempo en que enfrentaba al del blanco conquistador. Este es un aspecto que requiere una elaboración más consistente en el estudio de Martín de Porras.
EL BARBERO Y EL HERBOLARIO
La medicina en el Perú colonial era practicada por médicos, venidos de España y, en menor número, de Francia e Italia. El “Protomedicato” era la instancia suprema que reconocía a esos profesionales. También comprendía a los formados en la Universidad de Lima, de menor nivel en ese tiempo por el desarrollo incipiente de la medicina universitaria en el país. Sólo por excepción destacaron los médicos formados, de nivel social menos favorecidos, con frecuencia mulatos o “pardos”. Recién desde mediados del siglo XIX la medicina tuvo un nivel que hizo que los criollos se interesaran por ella. Los cirujanos, eran autorizados también por un “protomedicato” y lo mismo ocurría con los boticarios y los flebótomos.
Necesitado de trabajar, Martín empezó como ayudante de boticario de Don Mateo Pastor, y ahí aprendió a hacer curaciones (las boticas eran centros que hoy se llamarían de primeros auxilios) y otras tareas a las que se aplicaban entonces los dedicados a la preparación de remedios. Se hizo también herbolario y esta fue quizá la fuente primaria o esencial de sus recursos terapéuticos. Después dejó la botica y se hizo “barbero“, esto es, cirujano menor en el más amplio sentido de la categoría.
En su tiempo de barbero Martín aplicaba los conocimientos aprendidos sobre el uso de plantas medicinales: era un herbolario consumado cuando ejercía como enfermero en el convento. Él mismo plantaba los vegetales con principios curativos en la huerta del convento, pero lo hacía más extensamente en las Haciendas de la Orden en Limatambo y en las Pampas de Amancaes. En sus largas excursiones se dedicaban al cuidado de las plantas “cavando, regando y sembrando yerbas medicinales para enfermos y pobres” (Anónimo 7).
Si se considera el nivel logrado por la medicina renacentista en el siglo XVI, traída por los conquistadores, no cabe la menor duda, como lo señala Cabieses, del adelanto que tenía la aborigen al producirse la conquista y en las primeras décadas de la colonia(8). Los recursos de los “ultramarinos” eran mucho más limitados que los conocidos por los aborígenes, diestros en el empleo de vegetales con principios curativos.
Por eso los conquistadores mostraron una marcada inclinación por la medicina aborigen, en franco desdén por los limitados recursos terapéuticos de los médicos y barberos que acompañaron a las primeras incursiones hispánicas e inclusive a quienes vinieron posteriormente, con mayores títulos y respaldos.
“Las ideas del antiguo médico peruano escribe Cabieses concisamente sobre el tratamiento de las heridas y llagas eran muy racionales si se les compara con las que trajeron los conquistadores españoles. El mismo padre Cobo nos dice que los hechiceros peruanos tenían más conocimiento sobre las heridas y úlceras que los cirujanos españoles. Conocían hierbas que sanaban rápidamente las heridas, y los soldados castellanos se entregaban con mayor confianza a las manos de un cirujano indígena que a uno de los barberos que los acompañaban… Aunque algunas de estas medicinas tenían un efecto claramente antiséptico, no hay mucha documentación clara sobre los conocimientos que pudiesen haber tenido sobre la causa de las infecciones, y mucho menos si tenían o no idea de asepsia y de antisepsia” (Cabieses,8).
De ello debe inferirse que, independientemente de los efectos curativos de los procedimientos empleados por Martín de Porras y lo “milagroso” de sus intervenciones, no cabe la menor duda que parte considerable de la intervención del humilde mulato se debió a su manejo sagaz de las plantas curativas, que él mismo se dedicó a cultivar, desde plantar hasta recolectar. Una reflexión puede dar una idea del conocimiento de Martín de la medicina tradicional indígena. Siendo la precolombina una sociedad ágrafa hasta donde llega la investigación sobre el Perú antiguo, la civilización de la oralidad” (F. Romero, 6) debió generar, en aborígenes y negros, un intercambio intensivo del conocimiento transferido por las generaciones. La palabra hablada, señala Fernando Romero, debió jugar un “papel importante”(6). La comunicación entre ambas culturas, entre aborígenes y negros, pese a las abismales diferencias en favor de los primeros, debió haberse facilitado por este carácter de oralidad y trasmisión de la tradición, del conocimiento y de la técnica.
Eran tiempos en que subsistía una mejor transferencia y una mayor conciencia de las “formas de pensar aborigen” (A. Jiménez Borja, 9). Aún los tiempos eran cercanos a los primeros contactos de los conquistadores y una mejor estimación del fondo de las creencias de los aborígenes, su simbología, su visión del mundo, la autonomía de su lógica y de las expresiones del alma y de la metafísica. “La tradición oral estaba todavía muy viva en el recuerdo de quienes, uno o dos generaciones anteriores, formaron parte del Perú precolombino, de sus creencias religiosas y de su legado cultural“. El doloroso proceso de transculturación anota Cabieses que se inició en el escenario de la conquista, produjo la rápida desaparición de los más elevados valores de la cultura incaica. “El naufragio fue solamente sobrevivido por algunos conceptos, ideas y realizaciones recogidas por soldados y cronistas; pero cuando los amautas, quipucamayos y la élite intelectual toda fueron arrollados por la dominación española, conceptos e ideas se sumieron en la incógnita y el olvido” (8).
EL HERMANO DONADO
Martín de Porras, atraído por la vida religiosa, se inclinó por los dominicos, ingresando a la Orden de los Predicadores fundada por Santo Domingo de Guzmán, como “hermano donado“, “verdadero siervo” y tuvo entonces la oportunidad de vestir hábitos blanquinegros, sin aspirar al sacerdocio y dispuesto a desempeñar las más humildes tareas. Su madre Ana Velásquez “no opuso obstáculo a la vocación de su hijo” (R. Vargas Ugarte, 10) pese a que perdía sin su trabajo un apoyo económico y una tranquilidad para su vejez. Para llegar al Templo de Nuestra Señora del Rosario y su convento anexo, sólo tenía que “cruzar el puente de la ciudad y doblar luego por la rinconada en donde estaba el Corral de Comedias” (10). Durante los nueve primeros meses ejerció labores de “barbero“, “con la escoba en la mano, ora con el manejo de su navaja, ponía sus sentidos en lo que se le encomendaba” (10), ocultando su vida de rezos, privaciones y sacrificios del cuerpo o flagelaciones.
Su vida en el claustro fue de permanente servicio de sus superiores y de sus hermanos y su día comenzaba con la “campana del alba“, a las 4.30, malgrado su extenuante trabajo en la enfermería. Su aplicación tenaz a los trabajos rudos, de sobreesfuerzo, sin repulsiones ni ascos, como señala Del Busto, lo hizo leal seguidor e imitador de Santo Domingo de Guzmán; podría considerar que, como “perro mulato” estaría más cerca de Dios como can dominum o domini cani, un perro de Dios(2).
Martín de Porras no era un individuo culto ni de lecturas religiosas, Santo “¡literato!“, “sin letras” al decir de Valdés (11), Martín hubo de tener, además de las luces del espíritu santo, “la docta ignorancia” existente en el medio donde vivía , entonces de intensa interacción desde que Martín estaba fuera del convento un buen tiempo de la jornada, confundido con el común, con la gente de a calle, en los mercados, entre los yerbateros, en otras iglesias, conventos y enfermerías. Fue su universidad el ágora, el mercado, las calles, las gentes. De ellos se nutrió no sólo para captar conocimiento sino para extraer una tipología sencilla para el trato con los demás.
En todo caso, era un santo práxico, dedicado permanentemente al servicio de los demás hasta en las sórdidas ocupaciones: ora et labora. ¿Qué era una “enfermería” en tiempos de Martín?. Una campana que llamaba por el exterior a la puerta posterior o “falsa” que atendía un “enfermero menor”, un espacio no holgado para atender las emergencias de la población pobre de los barrios aledaños y por cierto de la comunidad religiosa (frailes, hermanos legos, donados sirvientes, esclavos, casi un millar de gentes poblaban Santo Domingo. No era por cierto el lugar mejor dispuesto y más cómodo del convento. Martín descansaba cerca de ahí las pocas horas que consentía el sueño. En tiempos de epidemias se colmaba ese ambiente y era Martín el servidor que se desvivía por atender a los pacientes. Cumplía desde luego las indicaciones de los médicos y del “enfermero mayor”, a cuyas órdenes trabajaba; Martín era sólo “enfermero menor”. Cuando no había pacientes que atender, se recogía para orar.
Aunque resulte especulativo, la eficacia de las curas logradas por Martín de Porras se debían no sólo al cuidadoso empleo de las plantas medicinales de los nativos, sino a algunos de los procedimientos y rituales que son propios de las antiguas culturas peruanas. Una minoría de indios en Lima, en tiempos de Martín, estaban asentados en la ciudad pero con restricciones. No estaban “integrados” a la comunidad cotidiana aunque si tolerados en la vida social que necesitaba de ellos para servicios básicos. En gran medida estaban en calidad de marginados sociales, como los negros esclavos o los libertos. Debió darse entonces, como ya se señaló, un vínculo entre indios y negros y una transferencia de conocimientos de los unos a los otros, para un mejor ajuste a un mundo impuesto que no respetaba sus tradiciones de origen, en especial las que no se disciplinaban al mundo cristiano.
TRAS LA HUELLA DE ESCULAPIO
¿Qué enfermedades se asistían en la enfermería?. Todas las que se sabía reconocer en ese tiempo. José Antonio del Busto las ordena así: mal de cámaras, mal de flemas, mal de piedra, mal de orina, mal de melancolía, mal del sol, mal del susto y mal del valle(2). También se reseña otros cuadros mayores: las fiebres tercianas o cuartanas, el enfriamiento, la gota, la hidropesía, la apoplejía, el tabardillo, el pasmo y el cáncer(2).
El mal de melancolía en tiempos de Martín involucraba una serie de dolencias mentales y físicas, pero lo amplio de su universo nominativo no excluye el tratamiento por Martín de males de ánimo, en el sentido de la depresión y de la exaltación. El “mal de susto” o espanto, es un síndrome psiquiátrico nativo, de amplia difusión en las calles populares, en la población indígena y en la mestiza con predominio aborigen. Martín las curaba utilizando sin duda procedimientos de la medicina nativa, los únicos eficaces en estos cuadros tan culturalmente influidos por la mentalidad andina, la perlesía es el cuadro convulsionario que distingue a la epilepsia: Martín atendía seguramente los cuadros de estatus epiléptico, entonces confundidos con el “soncco nanay” por la medicina, encontraban en este santo varón asistencia y socorro.
La psicosis sintomática, como complicación de los cuadros febriles está registrada en la actividad diaria del enfermero Martín y principalmente resaltada por José Manuel Valdés en su descripción de la epidemia de sarampión que asoló Lima, sobre poblando la enfermería de “religiosos y sirvientes (…), los enfermos deliraban, querían salir de la cama y se negaba a tomar alimentos y medicinas; fray Martín contraído de día y de noche al servicio y cuidado de cada enfermo, como si fuera el único, concurría a las necesidades de todos, y las remediaba con su humildad, paciencia y vigilancia” (11). Merced a una especie de ubicuidad, asistía a quienes tenía físicamente delante y a quienes lo convocaban por el pensamiento o la simple necesidad.
“Una enfermedad contagiosa escribe un testimonio biográfico padeció la ciudad de Lima; entró también en el convento y uno de los accidentes que traía consigo era privar del juicio a los enfermos. Adolecieron muchos, tanto religiosos como sirvientes del convento. Llegaron a sesenta en una ocasión los enfermos heridos de dicha peste y los más eran religiosos del coro. Parecía un casa de locos la enfermería, porque cada uno de los enfermos, con el frenesí, gritaba, salíase de la cama y hacía otras cosas, como hombre privado de juicio. ¡Oh que tribulación para el enfermero! ¿Quién podría para tanto y con tantos? La caridad del venerable Fray Martín, que a todos apaciguaba en sus locuras, a todos aplicaba los remedios, a todos hacía que comieran y bebieran, aunque aquellos, con el frenesí, se resistían. Ya se deja conocer que ponía el Señor su poderosa mano, para que su siervo con tanta puntualidad ejecutara su heroica caridad” (7).
Sobre este testimonio escribe nuestro Hermilio Valdizán: “Ese delirio con tendencias a realizar actos violentos, esa excitación traducida por una innegable impulsividad, en esos enfermos que gritaban, que se salían de sus camas y que hacían otras cosas, como hombres privados de juicio, autorizaría, tal vez, a pensar en un delirio bastante intenso, con acentuado ofuscamiento de la conciencia y con violentas explosiones emotivas. Era, tal vez, un delirio infectivo: pero ¿de qué naturaleza?” (Valdizán, 12). Esta epidemia, según se menciona en el testimonial de la beatificación, era de sarampión o “alfombrilla”, “nombre con el cual era conocido y lo es aún, entre las clases modestas”(12).
Señala Valdizán los “dos factores de la morbilidad limeña en los siglos XVI y XVII: el sarampión y el “garrotillo“. El sarampión, en forma de epidemia, producía complicaciones mentales “accidentes y pasiones histéricas que provenían de la madre de esta enfermedad sarampión“. El “tabardillo” era el tifus exantemático, “con compromiso encefálico”. El tratamiento de la “frenesía”, un “periodo más avanzado del delirio febril“, se usaba “aplicaciones tópicas de los cadáveres tibios de los animales sobre la cabeza rasurada del enfermo“, en cuya forma los empleaban también en el tratamiento de la meningitis y de la conmoción cerebral. Si se daban “trastornos de la sede cerebral, estas aplicaciones también se usaban en el tratamiento del sarampión, el tifus exantemático y la viruela” (Valdizán, 13).
El tratamiento, además de cuidados en la higiene, la alimentación y el reposo, consistía en el empleo de las plantas medicinales, la purgas y las sangrías, y las restantes actividades propias del cuidado de la medicina sin dejar de utilizar las provenientes de la medicina folclórica. Pero lo que distinguía a Martín era su acción directa: ora imponiendo las manos sobre la cabeza o en lugar adolorido, ora sobre la lesión del enfermo, sin advertir a los enfermos de poseer poderes especiales. Cuando la curación se producía por estos medios, Martín desestimaba el encomio y lo atribuía al poder sanativo de la palabra de Dios, que usaba como intermediario. “Yo los curo, Dios les salve” solía repetir humildemente.
“De no haber elegido el camino áspero del misticismo escribe César Miró hubiera sido, sin duda, una figura extraordinaria en el arte o en la ciencia, un poeta, un pintor, un soldado valeroso capaz de las más sorprendentes batallas; hubiera sido un médico maravilloso, del mismo modo que fue un empírico desconcertante de la farmacopea, un experto en sangrías, arte parejo a su oficio de barbero, recurso en el que se hizo hábil por amor generoso a los hombres. Fue esta su principal actividad y la que más lo ennoblece, porque el número de sus enfermos sobrepasaba todos los cálculos, en una obra gigantesca de asistencia social. Fundó hospicios y enfermerías, visitó los hogares humildes y las cárceles, caminando leguas, sin importarle la fatiga y el sueño, el hambre y la sed. Y curaba, sobre todo, con ternura y con fe, porque no puede darse mayor sencillez ni más ingenua ciencia que la suya…“(14).
MARTIN, ECOLOGISTA
Martín de Porras no sólo curaba y daba atención a los enfermos sino que su ministerio se extendía a los animales, a quienes cuidaba y cuyas heridas curaba. Como San Francisco de Asís, podía dialogar con animales (síndrome de Dolittle para psico patólogos acuciosos de hoy). Tenía, diríase, un especial don de comunicación con los animales sufrientes, a quienes extendía el gesto generoso, en tiempos en que no existía la veterinaria.
Con su humilde instrumento, Martín limpiaba los escenarios de su vida. Antes de aplicarse el reconocimiento de la enfermedad y la terapéutica de la misma, barría la estancia. Pero no sólo lo hacía para tratar un caso individual. Los extendía al espacio general, “barría en el aire, ahuyentando malos pronósticos, malas ideas y chismes y murmuraciones malignas…” (Romero, 4). Así alejaba, con las pestes, las miserias humanas, los rumores perversos, la conspiración maligna, la conducta soberbia y presuntuosa. Era la escoba “el instrumento supremo de la higiene física y mental, para barrer por la salud, el bien colectivo. Expulsar la maldad junto con la enfermedad y la pobreza. Así como tuvimos un Santo de la Espada, el General José de San Martín, en la Gesta de la Emancipación, Martín de Porras el Santo de la Escoba tiene una posición más elevada. Paz, higiene, salud privada y pública; frente al conflicto, a la guerra, a la muerte, al Poderío” (4).
Un enfoque que hoy llamaríamos ecologista sobresalía en el actuar de Martín, empeñado en curar a las personas, pero también al ambiente, al entorno. Más allá del caso individual, los factores externos eran tenidos en cuenta con miras al afronte integrador del arte de curar en su dimensión más adelantada: pronosticar y prevenir (15).
“Martín de Porras fue adelantado en destacar la importancia de los factores externos condicionantes, en considerar el milieu humano dado el vínculo inextricable entre el medio social y medio biofísico” (15). Martín era un hombre que, por su vida penitente en servicio de los demás, contaba con reservas emocionales de excepción para entender el conjunto del drama de la enfermedad, principalmente en la gente humilde semejante a él en lo material y en lo espiritual: ingresaba pronto en la intimidad de sus pacientes porque conocía las consecuencias psicológicas de la miseria y la privación.
ANTROPOLOGÍA MARTINENSE
Una de la características principales de Martín, la amistad, está descrita admirablemente por Emilio Romero: “A Martín de Porras lo buscaban todos los que tenían conflictos espirituales o materiales como al mejor amigo de la ciudad. Cuentan sus biógrafos que tenla amigos en todas las capas sociales. Altos dignatarios de la iglesia, del foro y del gobierno; gentes sencillas, ricos y pobres; todos tenían en Martín un amigo, a un confesor laico, para decirle sus angustias, sus conflictos y secretos. Tenía el mulato un don de simpatía y de atracción, asociados a una lealtad inagotable. Amigable componedor, consejero, mediador, siempre lograba el éxito que después se llamó milagro. Y era debido solamente a su extraordinario espíritu, a una lógica sencilla e indestructible y también a su mirada mansa de negro, que conmovía, logrando aparecer siempre como inferior y humilde ante todos, secreto de la confianza que inspiraba… Este sentido de sugestión colectiva, de afecto y de veneración, obraba milagros...”(4).
La vida toda de Martín se caracterizó por la calma y el sosiego, pese a su dinamismo, que lo hacía recorrer Lima de un extremo a otro. De Malambo a Santo Domingo, de éste a la Recoleta, Limatambo o al Olivar después llamado de San Isidro y en medio de esos recorridos, las visitas a los humildes hogares y hospicios de los pobres y las gentes de color distribuidos en el centro y el entorno de Lima. Era un verdadero ejemplo de solidaridad y de devoción por el desprotegido. “En él todo suave y apacible escribe Aurelio Miro Quesada frescura de huerto o de jardín, lírica sombra de garúa limeña… sólo se le pinta con tres símbolos leves: con frascos de remedios, como enfermero; con una escobita, como humilde servidor del convento; y con un gato, un perro y un ratón, por su prodigio más raro y más sonado” (16). El mulato de alma blanca mereció los versos de Clemente de Althaus:
“En vano, gran Martín, la noche fría, vistió tu rostro con tu sombra oscura; más que la nieve era tu alma pura y más clara que el sol de mediodía”(16).
Apunta José Antonio del Busto que entre personajes bíblicos y santos los negros no tenían tradición para la Iglesia Católica: entre los nombres de los textos sagrados, Séfora, la esposa de Moisés había sido negra, lo mismo que la reina de Saba y sus sucesora la reina Candase (2). Dentro del cristianismo africano se menciona a San Elesboam, emperador de Etiopía, Santa Ifigenia, princesa de los abisinios y los abades San Moisés y San Serapio. En el siglo XVI, los Franciscanos Antonio y Benito de Palermo (2).
Este examen sucinto de la vida y la obra de San Martín de Porras sólo se detiene ante los hechos empíricamente demostrados. No relata ni menos juzga los testimonios que sirvieron para la beatificación (1835) y la posterior santificación (1962) de este religioso ejemplar. Con Valdizán queremos decir que prescindimos del aspecto maravilloso y sobrenatural de muchas curaciones que se cuentan de tan célebre beato limeño, cuyo estudio pertenece al campo de la teología cristiana”(12).
Martín de Porras irradió la imagen carismática del hombre de fe y del servidor incondicional de los demás. Está por eso en el santoral de la psiquiatría peruana(17). Es el santo de los humildes y proyectó su “color honesto” en la imagen del Cristo Moreno de Pachacamilla, del Señor de los Milagros, que mueve en procesión a la más copiosa masa humana, en los recorridos del mes de Octubre, que pinta a Lima de morado y agrega a la invariable niebla limeña el humo purificador del incienso.
REFERENCIAS
1. JUAN MANUEL UGARTE ELESPURU: “Lima y lo limeño”. Editorial Universitaria, Tercera edición, Lima, 1967.
2. JOSE ANTONIO DEL BUSTO DUTHURBURU: San Martín de Porras (Martín de Porras Velásquez). Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1992.
3. CATALINA DE ERAUSO: “Historia de la monja alférez”. Serie Populibros, Lima, 1988.
4. EMILIO ROMERO: “El Santo de la escoba”. Fray Martín de Porras. Librería Editorial Juan Mejía Baca, Lima, 1959.
5. RENÉ DEPESTRE: “Buenos días y adiós a la negritud”. Casa de las Américas, La Habana, 1986.
6. FERNANDO ROMERO: “El negro en el Perú y su transculturación lingüística”. Editorial Milla Batres, Lima, 1987.
7. ANÓNIMO: “Compendio de la prodigiosa vida del Venerable Siervo de Dios Fr. Martín de Porres, natural de Lima, Religioso Donado Profeso de la Orden de Predicadores, Sacado de los autores RR.PP.MM. Fray Jayme Baron y Fray Juan Meléndez, de la misma orden”. Bernardo Pla, Barcelona MDCCCXXXVII.
8. FERNANDO CABIESES: “Dioses y enfermedades (La medicina en el Antiguo Perú)”. T 1. Ediciones Artegraf, Lima, 1983.
9. ARTURO JIMÉNEZ BORJA: “Formas de pensar aborigen”. Revista de Neuropsiquiatría, Vol. 54: 63-84, 1991; y Vol. 55: 81-99, 1992.
10.RUBÉN VARGAS UGARTE: “Vida de San Martin de Porras”.4a. edición. Imprenta López, Buenos Aires, 1963.
11. JOSE MANUEL VALDEZ: Vida admirable del bienaventurado Fray Martín de Porras. Natural de Lima y donado profeso en el Convento de la Orden de los Predicadores de esta ciudad. Reimpresa por su devoto José Andrés de Neira Valvuena. Huerta y Ca., Impreso Editores, Lima, 1863.
12. HERMILIO VALDIZÁN: “Martín de Porres Cirujano”. Stab. Tipográfico Vespasiani, Roma, 1913.
13. HERMILIO VALDIZÁN: “Nuestra Medicina Popular”. Lima, 1909.
14. CESAR MIRÓ: “La ciudad del río hablador”. Talleres de la Imprenta el Ministerio de Guerra, Lima, 1944.
15. JAVIER MARIÁTEGUI: “Ecología y Psiquiatría”. Acta Psiquiátrica y Psicológica de América Latina, 24: 100-108, 1978.
16.AURELIO MIRÓ QUESADA: “Lima. Ciudad de los Reyes”, Talleres Gráficos de P. L. Villanueva, Lima, 1968.
17. JAVIER MARIÁTEGUI: ‘La psiquiatría y su santoral en el Perú”. Acta Psiquiátrica y Psicológica de América Latina, 33: 257-258, 1987.
Archivo por meses: noviembre 2009
DIOS, una breve historia del Eterno
«¿Dios? Ya no necesito esa hipótesis», Laplace ante el emperador Napoleón
«Solo Dios basta», Santa Teresa de Jesús
«Gracias a Dios, Dios no existe. Pero ¿y si –Dios nos libre– existiera Dios?», Proverbio ruso.
No resulta nada fácil hablar de Dios hoy: existe un conservadurismo ateo que cultiva sus prejuicios y apenas reacciona a los argumentos. Manfred Lütz (Bonn, 1954), médico, teólogo, director de un hospital, casado y con hijos, miembro del Pontificio Consejo para los Laicos y de la Pontificia Academia para la Vida, y Consultor de la Congregación para el Clero, reconoce en su libro DIOS, una breve historia del Eterno (Sal Terrae, 2009) que, “aunque no nos guste oírlo, en nosotros influye considerablemente lo que ‘se’ piensa y lo que ‘se’ cree. En las sociedades en las que Dios apenas está presente ya, salvo en un ámbito temporal y espacial delimitado, la fe requiere ahora coraje y está necesitada de fundamentación, mientras que el ateísmo práctico o teórico de una vida que transcurre placentera sin Dios no precisa ya fundamentación alguna. La necesidad de pertenecer a la mayoría, a los vencedores, es, para muchos, irresistible”.
También existen creyentes que reniegan de la razón y olvidan 1 Pe 3,15: “Dad culto al Señor, Cristo, en vuestros corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza. Pero hacedlo con dulzura y respeto”. Esto complica un diálogo saludable. Como escribió Ladaria, “la fe busca entender no por un ejercicio especulativo superfluo, sino porque quiere creer más a fondo y quiere dar mejor razón de nuestra esperanza”. Además, las incoherencias y los escándalos de algunos creyentes echan más leña al fuego. Recordemos el n. 19 de la GS: “El ateísmo, considerado en su total integridad, no es un fenómeno originario, sino un fenómeno derivado de varias causas, entre las que se debe contar también la reacción crítico contra las religiones, y, ciertamente algunas zonas del mundo, sobre todo contra la religión cristiana. Por la cual, en esta génesis del ateísmo pueden tener parte no pequeña los propios creyentes, en cuanto que, con el descuido de la educación religiosa, o con la exposición inadecuada de la doctrina, o incluso con los defectos de su vida religiosa, moral y social, han velado más bien que revelado el genuino rostro de Dios y de la religión”. Manfred Lütz nos ofrece un texto plagado de ideas y experiencias vitales, como las de Edith Stein, Teresa de Calcuta, Andre Frossard (un ateo cuyo padre había sido uno de los fundadores del Partido Comunista francés). Nada podía conmover el sereno ateísmo de Frossard. Entonces, con veinte años, el 8 de julio de 1935 pasó a una pequeña capilla en la Rue D’ Ulm en el Barrio Latino de París, para buscar allí a un amigo. Como luego contaría él mismo, entró en la capilla a las cinco y diez de al tarde… y a las cinco y cuarto la abandonó como cristiano católico. André Frossard no estaba loco. Se convirtió en uno de los escritores y periodistas más famosos de Francia.
Dos de las experiencias que relata tienen que ver con la Jornada Mundial de la Juventud de Colonia, en 2005: “Fue necesario explicar el desarrollo de la santa misa al realizador de televisión responsable de la retransmisión de la misa del papa en el Marienfeld, que ignoraba todo lo referente al cristianismo, para que pudiera dirigir profesionalmente el trabajo de las cámaras. Cuando concluyó la Jornada, este realizador telefoneó al sacerdote que le había explicado el desarrollo de la eucaristía y le pidió que lo bautizara. Una seria explicación del sentido de la liturgia había bastado para propiciar un giro existencial.
Cuestión de formas
Con ocasión de este mismo encuentro masivo, algunas cristianas indonesias fueron alojadas en el barrio chino de Colonia. Todas las mañanas y todas las noches se acercaban a ver a una prostituta y, entusiasmadas, le contaban cosas de los actos a los que habían asistido durante la jornada y le hablaban de su fe. El último día, al despedirse de la prostituta, de repente comenzaron a llorar a lágrima viva. Cuando la mujer les preguntó que les pasaba, no pudieron contenerse: estaban tan tristes porque ella, la prostituta no podía experimentar esta gran alegría de la fe. La historia no la contaron las indonesias, quienes regresaron a su lejano país. Fue la propia prostituta la que, poco después, llamó a un sacerdote. Le contó que era la primera vez que alguien había llorado por ella. Y le preguntó cuáles eran los pasos a dar para hacerse cristiana”.
Manfred Lütz ha escrito el libro que todo teólogo quisiera poder escribir algún día: ameno y riguroso a un tiempo, oportuno y necesario. No presenta novedad en cuanto a ideas, sino en cuanto a las formas; pero ¡que importantes son éstas! Pues, como dice Lütz, “para muchos, la religión no es más que aburridos discursos solemnes, ora una plomiza misa de niños, ora una bonhomía excesivamente solícita (…) En las tertulias televisivas, los representantes de las religiones se conducen, por lo general, como gente escrupulosa; hablan de forma incomprensible y, en todo caso, consideran que nada es tan sencillo como parece. Usan un lenguaje que ya sólo entienden ellos mismos (…) Sin embargo, la pregunta por la existencia de Dios, que es de lo que en realidad se trata, o nos concierne a todos sin excepción (…) o no concierne a nadie. De ahí que en este libro me haya propuesto utilizar un lenguaje normal (…) Cuanto más importante sea algo para todo el mundo, tanto más comprensible y sencillo habrá de ser lo que se diga al respecto (…) Así pues, de lo que aquí se trata es de hablar de Dios de forma comprensible, mas no por ello banal”
La música y el arte nos abren la mirada más allá del rudimentario materialismo, primer paso para comenzar a hablar de Dios: hay que recuperar la estética como camino hacia lo trascendente. También debemos reconocer que la psicología es un instrumento inútil tanto para la refutación como para la demostración de la fe en Dios: Afirmar que la psicología puede decir algo sobre Dios equivaldría a afirmar que es posible decir algo sobre La flauta mágica una vez que se ha examinado la tramoya e inspeccionado los decorados y quizá se dispone además de los informes psiquiátricos de todos los cantantes. ¿Qué sabe uno con ello sobre La flauta mágica, sobre Mozart, sobre la magia de la música? Probablemente apenas se exagera si se resume la respuesta en una única y breve palabra: ¡nada!.
Con la teoría quántica se evidenció que la naturaleza no está gobernada por leyes deterministas que rigen de forma necesaria y sin excepción; solo existen probabilidad estadísticas: en todo momento son posibles acontecimientos inesperados, que no representan sino desviaciones estadísticas de la media y no contradicen las leyes de la Naturaleza. Así, dice Manfred Lütz, los científicos pueden volver a escuchar a su interior, mirar al mundo con otros ojos y plantearse con toda seriedad la pregunta por Dios. Pues ni el caso Galileo, ni la teoría de la evolución de Darwin, ni la moderna investigación neurológica brindan argumentos contra Dios.
Índice
Introducción: contra el ateísmo chapucero y la fe santurrona
1. Música y arte: Elton John y la Venus desnuda
1. Ser o no ser
2. Un montón de piedras une a la humanidad
3. Los hechos desnudos y el disfrute de la vida antes de la muerte
2. La psicología y Dios: un hombrecillo en el oído
1. El parricidio de Sigmund Freud
2. Lo que C.G. Jung y Viktor Frankl tienen en común con una estrella del porno
3. Dios y un ramo de flores
3. La pregunta: expediciones por el arroyo de fuego (Feuerbach)
1. La prueba de la tarta de nata
2. Reiterados problemas con el Altísimo
3. Una pregunta a vida o muerte
4. El Dios de los ateos: una protesta a lo grande
1. Pienso lo que quiero
2. Una comunidad de inquilinos se jubila
3. Una religión celebra el ateísmo
4. La fiesta con champán, arruinada
5. La placentera venganza del humilde cura
6. El hijo de un pastor protestante asesina a Dios
7. El «más grave accidente previsible» en el templo de la nada
5. El Dios de los niños: de la felicidad como estado natural
1. ¿Cómo de real es la realidad?
2. La pezuña en la oreja
3. Un caso para talar y el camino hacia la felicidad
6. El Dios de maestros y profesores: conspiración en el sótano-bar
1. Jugar a los indios con consecuencias letales
2. La verdad bajo la higuera
3. Una anciana testaruda hace un pacto con el diablo
7. El Dios de los científicos: Galileo, Darwin, Einstein y la verdad
1. Una religión inventa la ciencia
2. El mayor golpe mediático de todos los tiempos
3. Darwin cierra un taller de alfarería
4. La catástrofe de una imagen del mundo
5. Milagro, ilusión y realidad
6. El error de Stephen Hawking y las pequeñas imágenes en color del cerebro
8. El Dios de los filósofos: la gran batalla de la razón pura
1. Disputa entre santos: las pruebas de la existencia de Dios
2. Proceso sumario contra un pobre desdichado
3. Filosofar en la niebla: un soltero perspicaz
4. Viaje aterrador por el túnel
9. El Dios de Abraham, Isaac y Jacob: el misterio en el dobladillo del abrigo
1. El misterio de una bella mujer
2. Una salvífica tentativa de asesinato
3. La más prolongada historia de amor de todos los tiempos
4. Un soberano inquietante
10. La respuesta: un acontecimiento apasionante
1. La sorpresa
2. Tumulto entre carniceros y panaderos
3. Una pocilga envejece
4. La sonrisa de los ángeles
11. The day after: los valores, la verdad y la felicidad
1. Soluciones inesperadas
2. Karl Valentin y la mística
3. Cómo poner coto a los atracos a bancos
12. Dios y la psicología: puntos de contacto
1. Un psiquiatra inquietante
2. Una ballena indispuesta
3. Un león tímido
13. Arte y música: la sensualidad de la verdad
1. La belleza salvará el mundo
2. Un rostro misterioso
3. En qué ocupan los ángeles su tiempo libre
Epílogo
Prólogo
Todo el mundo opina cargado de razón sobre la cuestión de los valores, sobre las virtudes, sobre la lucha de culturas e incluso sobre el problema de Dios. Pero casi nadie coge esta última cuestión por los cuernos e intenta darle una respuesta directa. Hay que reconocer que también tiene algo de megalómano pretender responder a una pregunta a la que, durante milenios, se han enfrentado las personas más inteligentes y sabias sin llegar a resultados concluyentes. Pero yo, como psiquiatra, no debería sentir demasiado miedo de la megalomanía. Sin embargo, en cuanto hombre débil, uno sólo se cree facultado para siquiera aproximarse a semejante pregunta tras haber leído montañas de sapientísimos libros. Pues, por usar un conocido motivo de la historia de las religiones, teme descalzarse intelectualmente emulando a Moisés, quien ante la zarza ardiente, en presencia de Dios, se despojó de sus sandalias.
Sobrepasada ya la cincuentena, a lo largo de mi vida y mis diversos estudios he leído gran cantidad de libros y, sobre todo, he acumulado algunas experiencias vitales. Puesto que el problema de Dios me ha interesado de manera especial desde mi temprana juventud y puesto que yo mismo he pasado de forma sucesiva por ambos puntos de vista –el del ateo y el del creyente–, se me ocurrió escribir un libro sobre este inmenso tema partiendo sencillamente del estado en el que ahora me encuentro.
En esta empresa me han sido de ayuda las numerosas conversaciones que, justo sobre esta cuestión, he mantenido con numerosas personas, unas creyentes y otras llenas de dudas, unas de alto nivel intelectual y otras del todo normales, unas escépticas y otras piadosas. Semejantes conversaciones, si se desarrollan con seriedad, van siempre a lo esencial. En ellas, a diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, en conversaciones sobre los yacimientos de gas natural en Siberia oriental o sobre la propia colección de sellos, uno no puede mantenerse personalmente al margen.
Por consiguiente, me he imaginado sin más que sostengo una conversación sobre Dios con un contemporáneo inteligente, pero no excéntrico. Sin duda, lejos de tratarse sólo de teorías, el problema de Dios es –dicho entre nosotros– una cuestión de vida y muerte para cualquiera. Algunas personas que hayan leído libros diferentes de los que yo he leído y tratado a gente diferente de la que yo he tratado escribirían un libro completamente distinto al respecto. Aquí no puedo sino realizar mi contribución personal a esta gran pregunta. Y cuando llegues al final, querido lector, gustoso dejaré que me abras los ojos.
Y entonces escribiré una obra del todo nueva. Pero, hasta entonces, lo único que puedo ofrecerte es el presente libro.
Introducción: Contra el ateísmo chapucero y la fe santurrona
Si pudieras estar absolutamente seguro de que nadie te va a pillar, ¿qué te detendría de atracar un banco? ¿Qué te hace estar tan seguro de que no vas a ser eliminado un día de éstos por medio de una dulce inyección? No es descartable que a la sociedad, por muy buena voluntad que ésta tenga, no se le pueda seguir exigiendo que asuma los costes terapéuticos y asistenciales de la compleja enfermedad que se te va a diagnosticar dentro de poco. ¿Por qué no se arrojan los cadáveres al vertedero de residuos tóxicos y se transforman los cementerios en parques lúdicos para los niños? ¿Cómo sabes que tu marido te es fiel? ¿Cómo sabes que el hijo de tu mujer es también tu hijo? Así pues, y ahora completamente en serio, ¿qué pruebas hay de que Dios exista o, al contrario, de que no exista? Pues «si Dios no existe, todo está permitido» (Dostoievski, Los hermanos Karamazov). ¿O no es así?
Un libro sobre Dios que quiera ser tomado hoy en serio debe plantearse tales preguntas de la vida real, que indefectiblemente afectan a todo varón, toda mujer y todo niño. Pues lo que está claro es que quien de verdad cree en Dios vive de manera diferente de quien no cree en Él. Sin embargo, las personas no siempre somos consecuentes. Los ateos malgastan un tiempo precioso en reflexiones irracionales y, en ocasiones, viven como si Dios tal vez sí que existiera un poquito. Y, a menudo, los creyentes viven la mayor parte de su tiempo como si Dios no existiera. Si partimos de que cada momento de la vida es irrepetible, ambos fenómenos resultan nefastos. Uno dilapida un tiempo vital irrecuperable a causa de un Dios que en absoluto existe o, por el contrario, desaprovecha a ojos vistas la gran oportunidad de su vida; a saber, mostrarse ante Dios como digno de la vida eterna.
Admitámoslo, la religión tiene hoy poco que ver con tales preguntas.
Los representantes de las religiones aparecen, por regla general, cuando nadie sabe ya qué hacer; por ejemplo, después de grandes catástrofes. Y entonces suelen reconocer con buenas palabras que tampoco ellos saben qué hacer. Para muchos, la religión no es más que aburridos discursos solemnes, ora una plomiza misa de niños, ora una bonhomía excesivamente solícita. La religión no es para hombres, tal vez todavía un poco para mujeres y, si acaso, algo para niños. En las tertulias televisivas, los representantes de las religiones se conducen, por lo general, como gente escrupulosa; hablan de forma incomprensible y, en todo caso, consideran que nada es tan sencillo como parece. Usan un lenguaje que ya sólo entienden ellos mismos: están «afectados… sobremanera», todo les parece «en cierto modo» curioso o raro y «se comprometen» con personas, edificios y pueblos enteros. Un carnicero o una dependienta de confitería nunca hablarían así.
Sin embargo, la pregunta por la existencia de Dios, que es de lo que en realidad se trata, o nos concierne a todos sin excepción…o no concierne a nadie.
De ahí que en el presente libro me haya propuesto utilizar un lenguaje normal. Pido a los lectores que, si a pesar de todo, tropiezan con jerga técnica incomprensible o inexplicada, insulten debidamente al autor. A algunos teólogos les parecerá incomprensible evitar lo incomprensible, pues su propia relevancia la han adquirido, entre otras cosas, gracias a la invención de frases incomprensibles.
Cuando cursé los estudios de teología, entre nosotros, estudiantes, era muy popular la frase: «Un Dios que existe no existe en absoluto» [Ein Gott, den es gibt, den gibt es gar nicht]. ¡Guau! Quien conocía esta frase demostraba encontrarse ya en un curso superior; y quien, para colmo, incluso era capaz de explicarla no dejaba lugar a duda de que estaba preparado para aprobar el examen de grado. La frase, por supuesto, es cierta, pues quiere decir que Dios no es un objeto, como pueda serlo, por ejemplo, tu zapato derecho, querido lector. Pero ahora yo parto de que tampoco a ti se te habrá ocurrido nunca la idea de salir a cenar sin más con el buen Dios y colgarlo en el armario al terminar.
Quien se interroga: «¿Existe o no existe Dios?», se plantea una pregunta importante para él y no tiene por qué dejarse instruir de inmediato por los teólogos sobre cómo debería formularla debidamente para que se le responda también de buena gana. Si enseguida se empieza a imponer un estricto reglamento lingüístico, la gente se siente como antaño se sentía en los albergues juveniles, donde, por bienintencionadas razones, a uno se le imponían todos los deberes imaginables. Desde entonces, se agradece poder pernoctar en hoteles en los que uno puede hacer lo que quiera, el servicio es amable y, sobre todo, ya no ofrecen ese horrible té que aún me persigue en pesadillas.
Cuanto más importante sea algo para todo el mundo, tanto más comprensible y sencillo habrá de ser lo que se diga al respecto.
También los titulados universitarios dispuestos a ir al patíbulo por su fe son capaces de formular con sencillez y concisión y prescindiendo de extranjerismos sus razones para dar tamaño paso existencial, igual que pueden hacerlo los ateos que optan por el suicidio. Lo cual no es óbice para que éstos sean los argumentos más importantes que jamás hayan manejado en su vida.
En mis años de estudiante en Roma, hice de guía por la Ciudad Eterna para grupos de universitarios. Dado que conocía bien la historia romana del arte, era algo que me resultaba relativamente sencillo. Cuando más tarde guíe por Roma a un grupo de jóvenes –algunos de ellos discapacitados– y pretendí transmitirles de igual modo la esencia del Renacimiento y el Barroco, me percaté de que aquello era un reto intelectual mucho mayor, puesto que no podía apoyarme en los habituales conceptos técnicos, sino que tenía que hablar de forma llana. Pero te aseguro, querido lector, que la experiencia con los discapacitados me resultó bastante más satisfactoria, aunque fuera mucho más exigente desde un punto de vista intelectual.
Así pues, de lo que aquí se trata es de hablar de Dios de forma comprensible, mas no por ello banal. No hay nada peor que el ateísmo chapucero y la fe santurrona. Por consiguiente, habrá que considerar cuidadosamente todas las usuales objeciones contra la existencia de Dios. Y, a la inversa, habrá que presentar todos los argumentos convincentes a favor de la existencia de Dios, incluidas las famosas «pruebas de la existencia de Dios». Luego, cada cual decidirá por sí mismo qué es lo que, teniendo en cuenta su personal experiencia vital, le parece más verosímil.
A quien me conozca no le sorprenderá que ni siquiera en un tema como el que aquí nos ocupa pueda dejar de hacer entrever las ganas de vivir y la «pura alegría» (Spaß an der Freud, antiguo regionalismo de Renania, algo así como «el amor al arte» en España). Quizá haya lectores que esperan que, bajo un título como el de este libro, sea posible contemplar de hito en hito, con extrema seriedad y con ojos dilatados por el terror, los abismos de la existencia humana. Pero tales lectores se cuentan probablemente entre las personas que prefieren no oír La flauta mágica y se limitan a leer el texto… sin los diálogos de Papageno y, por supuesto, sin la conmovedora música de Wolfgang Amadeus Mozart. Pero, siendo europeo, ¿cómo se puede hablar en verdad de Dios sin que a uno le resuene en la mente la jubilosa seriedad de la música de Mozart?
1. Música y arte: Elton John y la Venus desnuda
1. Ser o no ser
Elton John se sentó al piano. No para las masas en una de sus espectaculares giras mundiales, no en una gigantesca sala de conciertos, no en un festival de música desbordante de alegría de vivir. Tocó para una sola persona, en una iglesia, en la abadía de Westminster; y Elton John cantó sobre la muerte de esa persona. Pero la canción fue, al mismo tiempo, el punto cimero del lamento fúnebre más impresionante de la historia de la humanidad: el réquiem por Lady Di, princesa de Gales.
Fue un duelo sin Dios. Es cierto que para las exequias se eligieron formas cristianas tradicionales, pero la desesperación que se extendió por todo el planeta estaba ayuna de esperanza. Hay quien se pregunta cómo pudo desatarse una tan increíble explosión de desconsuelo público a causa de una mujer así de mediocre, que no se consideraba suficientemente guapa, que apenas se comportaba como se espera de un miembro de la realeza y cuyo elogiadísimo compromiso social en modo alguno le llevó a entregar su fortuna –o al menos parte de ella– a los pobres.
Pero quizá el secreto de su popularidad radicaba precisamente en esa mediocridad –que la hacía tan cercana a cualquiera– y, al mismo tiempo, en la distancia asociada a su condición de miembro de la realeza. No obstante, es probable que lo decisivo fuera, ante todo, la conmoción que causó el hecho de que una mujer joven, vital y a todas luces sedienta de vida, se convirtiera de repente en cadáver. A la vista de la vida exuberante, innumerables veces reproducida, el carácter inopinado y violento de este óbito fue demasiado para una sociedad que reprime la muerte con toda pulcritud. «El que nos ha dejado», decimos educadamente, como si alguien, sin saber cómo, se hubiese perdido. En realidad, no se trata sino de un cadáver en descomposición.
To be or not to be, that is the question. Ser o no ser, he ahí la cuestión. Desde los fundamentos de la literatura universal emerge también ante cada uno de nosotros esta acuciante pregunta de Hamlet. ¿Somos, a la postre, nada más que efímeras existencias en camino hacia una muerte que todo lo engulle? ¿Somos material para gusanos y otros bichos que se cuidarán de reducirnos a meros esqueletos? ¿Es vivir –valerosa, cínica, irreflexivamente– con la certeza de la ineluctable catástrofe de nuestro yo lo único que nos resta? ¿O acaso hay todavía algo más allá de la muerte?
La letra de Elton John abogaba inequívocamente por la variante cínica en la cuestión de la vida: «Como una vela al viento…», «Morir, dormir: ¡nada más!» (Hamlet). Pero Elton John cantó. Ahí estaba la música; y en aquel momento, la música se elevó sobre los océanos y continentes y unió a una humanidad doliente.
Nada trasciende de modo tan cierto y obvio la base meramente material de nuestra existencia como la música. Aun en la suma desesperación, la música puede elevarnos por encima del instante –no directamente hacia Dios, pero al menos sí lejos de una visión simplista de las cosas que sólo conoce lo medible, lo ponderable, lo tangible y que, por tanto, sólo es capaz de ver la física y la química, la descomposición y los gusanos. La esfera de la música emociona a los seres humanos de todas las épocas y todos los países, elevándolos más allá de sí mismos… ¿hacia la tierra de la gran ilusión?
Tal vez.
Los conciertos masivos recuerdan a menudo a las ceremonias religiosas. Se agitan rítmicamente mecheros encendidos, se realizan acciones rituales e, inmersas en un gran sentimiento colectivo, la masa se afana por trascenderse… ¿hacia ninguna parte?
Tal vez.
2. Un montón de piedras une a la humanidad
Pero también en otros lugares puede abrirse de súbito el cielo. El Partenón de Atenas es, propiamente, un templo pagano en ruinas consagrado a la diosa Atenea –en la que apenas se creía ya cuando se construyó el templo–, una casa que podía ofrecer protección frente a la lluvia durante las ceremonias rituales y que hoy está destrozada por el paso del tiempo y la explosión de un polvorín turco.
No obstante, te recomiendo que subas alguna vez a este antiguo templo. Asciende por la solemne escalera de la Acrópolis. A tu derecha, el exquisito templo de Niké, más allá, la entrada al recinto sagrado, el bosque de columnas de los propileos y luego…una vista increíble: el Partenón. Un edificio suspendido en la resplandeciente luz mediterránea. Seguro que, a lo largo de tu vida, has visto ya gran cantidad de arquitectura importante: vigorosos castillos medievales aferrados a la tierra, catedrales góticas que asaltan el cielo. Pero este estar flotando por encima de la tierra, mas sin llegar a Dios – ¿a qué Dios, además?– es algo que sólo se puede experimentar observando el Partenón. Eso fue lo que lo convirtió en una pieza maestra del espíritu griego, admirada en todas las épocas.
Para lograr esta impresión inolvidable, los geniales arquitectos antiguos se sirvieron de algunos trucos artísticos. Las columnas presentan una éntasis, esto es, un ligero abombamiento, con una anchura mayor en el tercio inferior. Y la fachada del templo está un tanto arqueada hacia arriba, de suerte que las columnas centrales son mayores que las de los extremos. Quien no lo sabe no repara en ello. Ahora bien, el efecto supraterrenal no es un mero truco; pues, de lo contrario, semejantes maravillas se darían en serie. Lo que ha emocionado a personas de todos los siglos y todas las religiones al contemplar el Partenón ha sido, más bien, el excepcional diseño artístico, la composición en su conjunto.
El Partenón no constituye una prueba de la existencia de Dios. Hay razones de peso para dudar de que el gran Fidias, el supervisor de los trabajos, se tomara en serio el tosco mundo de los dioses griegos. Pero la vivencia del efecto de estas piedras genialmente amontonadas que llamamos «Partenón» une a la humanidad en la certeza de que, más allá de las piedras, los trucos arquitectónicos y los gastos de construcción de una casa donde celebrar los actos del culto, hay algo que, a pesar de que no se puede medir ni calcular, eleva a los seres humanos por encima de lo puramente terrenal. Más ¿hacia dónde? El arte griego no responde a esta pregunta.
La capacidad para burlarse de la materia es lo que distingue al arte griego, convirtiéndolo en un gran arte. También los escultores sabían cómo llevar a la materia a su propia superación. ¿Por qué diablos habría de atribuírsele al ser humano –a ese mamífero, ese organismo, ese montón de materia– un papel sobresaliente?
La respuesta a esta pregunta la dan el orgulloso Auriga de Delfos; las cariátides del Erecteion de Atenas, bellas y seguras de sí mismas, capaces de sostener sin esfuerzo todo un mundo sobre sus cabezas; y el Discóbolo, la inmortal obra maestra de Mirón.
La aparente facilidad de este arte genial no deja de asombrarnos. En él no hay denodado esfuerzo, ni ambiciosa petulancia, ni charlatanería de burguesía culta. Lo que hay es arte, creado por seres humanos, pero que, de algún modo, remite más allá de ellos.
No todo aquel que en los llamados viajes culturales dosifica su entusiasmo según el número de estrellas que figuran en la guía turística entiende esto. También los antiguos romanos –que tanto admiraban a los antiguos griegos, aunque fuera más bien conforme al lema: Europe in five days Pope included [Europa en cinco días, Papa incluido] – tenían sus dificultades con el gran arte. Eran un pueblo de campesinos y soldados, con alguna experiencia en la eficaz política del poder por el poder. Para esta gente conquistar Grecia representaba un objetivo especial; pues, aunque ellos mismos no fueran singularmente cultos resultaba hermoso al menos conquistar un país culto. El cónsul Mummio cumplió con su parte a conciencia. Ocupó Grecia siguiendo todas las reglas del arte bélico, destruyó Corinto por completo y decidió encantado hacer algo también por su propia imagen y promoción.
Así que puso a sus soldados a empaquetar: arte, naturalmente, arte griego. Quería presentarse en Roma como un cosmopolita versado en arte que donaba importantes bienes culturales al senado y al pueblo de Roma. Y antes de la travesía a Italia, lanzó un encendido discurso a sus soldados, en el que insistió enfáticamente en la obligación de tratar con cuidado los tesoros artísticos. Si alguien rompía alguna obra de arte griego, ¡los dioses no lo quisieran!, tendría que hacer una réplica con sus propias manos.
Los soldados debieron de mirarse unos a otros tan desconcertados como los romanos de los tebeos de Astérix y Obélix. Imagínatelo: ¡una obra auténtica de Fidias esculpida por un legionario romano! Repara también en que no todo el mundo tiene sensibilidad artística, y nadie dice que eso sea malo. Pero quien es capaz de dejarse conmover de verdad por el arte auténtico tiene acceso a un estímulo edificante y fructífero que le imposibilita suscribir una imagen del mundo demasiado burguesa.
El imperio romano se desmoronó, y algunos romanos tradicionalistas afirmaron que la culpa de aquel desastre la tenían los cristianos y sus entusiasmos. Agustín, el gran pensador cristiano de la Antigüedad, se vio obligado a redactar ex profeso hacia el final de su vida un detallado desmentido de esta acusación: La ciudad de Dios. Pero aquella obra era más que la refutación de una tesis dictada por la envidia. Se trataba del gran esbozo de un mundo cristiano, un mundo en el que había sentido, orden y una historia orientada a una meta… e incluso estaba Dios. La Ciudad de Dios de Agustín se convirtió en el gran manual del Medievo cristiano.
En realidad, la mirada se dirigió entonces más al cielo que a la tierra. El arte que remitía directamente hacia lo alto se hizo habitual.
Los antiguos griegos fueron olvidados, aunque también temidos hasta cierto punto. La dedicación a la belleza terrenal, ¿no distraía de lo verdadero, de la vocación hacia el cielo? En Rabean puede apreciarse cómo, en el declive del imperio romano de Occidente, el intenso azul mundano que sirve de fondo a las imágenes que decoran el sepulcro cristiano de la última gran emperatriz, Gala Placidia, se convierte sólo unos pasos más allá en el ultramundano fondo dorado de las esculturas de la iglesia de San Vital. Esta iglesia fue una creación del emperador Justiniano, quien, con la disolución de la Academia platónica de Atenas en el año 529, puso en cierto modo punto final a la Antigüedad.
Este fondo dorado iba a determinar el arte durante todo un milenio. La fascinación del cielo ejercía una influencia tan intensa en las gentes de esta época que apenas se le prestaba ya atención a la belleza mundana. Surgieron espléndidas obras de arte capaces de mantener sensualmente presente para los seres humanos, en sus difíciles circunstancias vitales, la esperanza en el cielo.
3. Los hechos desnudos y el disfrute de la vida antes de la muerte
Pero, en el «otoño de la Edad Media», el poder de este mundo regresó a escena. Los teólogos redescubrieron la creación, los filósofos relativizaron el cielo y los artistas volvieron a representar lo que realmente veían. A un tiempo, se acordaron de la Antigüedad, que tan excelentemente había hecho esto mismo. Más tarde, esa época fue denominada «Renacimiento», el renacer de la Antigüedad.
Por fortuna, aún se conservaban unos cuantos kilómetros cuadrados de Antigüedad; pues en el Bósforo seguía existiendo, casi olvidada, la capital del imperio romano de Oriente, que a la sazón se llamaba bizantino: Constantinopla. La ciudad agonizaba ante el asalto de los otomanos, a quienes terminaría sucumbiendo en 1453. Y sus grandes espíritus se refugiaron sobre todo en Italia, donde dieron un fuerte impulso al redescubrimiento de la Antigüedad. El fondo dorado desapareció, el cielo se tornó de nuevo azul, como en las hermosas tardes de la Toscana. Dios, quien en la Edad Media había ocupado el centro en solitario, fue desplazado a un lado. Se convirtió en coartada para la nueva liberalidad.
Aún se pintan las antiguas historias sagradas, pero a menudo ya sólo con un propósito por entero mundano: Adán y Eva, tal como habían sido creados por Dios; Susana bañándose desnuda, conforme a la escena veterotestamentaria; Jesús predicando en majestuosos paisajes; y, una y otra vez, María, con rasgos de fabulosas bellezas italianas. Sandro Botticelli deja de lado todo miramiento y representa el nacimiento de Venus desnuda, el arquetipo del Renacimiento. Pero las fuerzas reaccionarias contraatacan.
En Florencia, el vehemente dominico Savonarola ordena quemar todas las baratijas neo-paganas. Botticelli se «convierte» y arroja muchos de sus propios cuadros a las hogueras dispuestas.
En esta situación, la Iglesia no se deja arrastrar al lado de los fanáticos.
En Roma gobiernan papas verdaderamente mundanos, abiertos por completo al espíritu del Renacimiento. Lo cual les acarreará más tarde dificultades en la pía Alemania, pero los artistas de la época los amaban por ello. Así, éstos acuden a Roma en número creciente, y precisamente los más destacados. 1508 se convierte en un gran año para la historia universal del arte. En este año no sólo comienza el joven Miguel Ángel los frescos del techo de la Capilla Sixtina. El joven Rafael Sanzio, de Urbino, recibe el encargo de pintar la Estancia de la Signatura en el Palacio Vaticano. Lo que el genial artista, todavía muy joven, crea allí abarca ni más ni menos que la representación de toda la refulgente auto-conciencia de la época.
Esa sala, relativamente pequeña, la vi por primera vez siendo aún adolescente. En aquel entonces apenas tenía tiempo y no quedé demasiado impresionado. Pero, cuando poco más tarde, visité la pieza con un excelente guía, me emocioné en lo más hondo y, durante horas, no pude apartar los ojos de los espléndidos frescos.
A partir de ese día, se despertó de verdad mi interés por el arte, así como mi convencimiento de que, a través de él, uno puede quizá acercarse a la verdad sobre una persona o una época mejor que con ayuda de cualquier texto. Más tarde, cuando durante las vacaciones guiaba por Roma grupos de turistas, la Estancia de la Signatura siempre era el punto cimero del programa.
En una pared de esta mundialmente famosa estancia se representa la visión general de la ciencia dominante en aquel entonces. A este fresco se la ha dado el nombre de La Escuela de Atenas, pero es mucho más que la rememoración de tiempos antiguos. El hecho de que Rafael pusiera a algunas de las mentes más descollantes de la Antigüedad el rostro de sus grandes contemporáneos muestra la enorme seguridad en sí misma que tenía aquella época: en el centro,
Platón y Aristóteles, los dos grandes protagonistas de la filosofía griega; Platón señalando hacia arriba, hacia el reino de las Ideas, que para él eran la fuente de la auténtica verdad, y Aristóteles apuntando con gesto señorial al suelo de los hechos experimentales. Están rodeados por Sócrates –que explica algo con insistencia a un hombre vanidoso–, Pitágoras, Euclides, Heráclito, Epicuro y, por último, Diógenes, quien, ajeno al barullo intelectual que le rodea, se repantinga sobre la escalera. Cada uno de los filósofos refleja a la perfección su más distintivo carácter (filosófico): el espiritualizado Platón, el Sócrates preocupado por el individuo, el pesimista Heráclito, el alegre y optimista Epicuro. Al mismo tiempo, Platón presenta los rasgos faciales de Leonardo da Vinci, el genio universal admirado por Rafael y entonces aún vivo, quien reunía en sí el entero saber de la época. Por su parte, el pesimista Heráclito tiene las facciones de Miguel Ángel, el titán del nuevo arte.
El gran logro artístico consiste en que aquí no sólo se yuxtaponen diversos personajes, sino que, a despecho de todas las diferencias existentes entre ellos, son aglutinados en una unidad abovedada por una vista de la futura catedral de San Pedro, cuya primera piedra había colocada dos años antes. Frontera a esta grandiosa representación universal de la ciencia, Rafael pintó la Disputa sobre el Santísimo Sacramento, la controversia sobre la eucaristía.
Éste es el lugar de la teología. Ahí se ve a los grandes sabios teológicos del pasado y el presente no sólo en actitud de humilde adoración, sino también –y sobre todo– inmersos en reflexivo diálogo. Ahí están los padres de la Iglesia occidentales: Ambrosio de Milán, Agustín, Jerónimo y Gregorio Magno, dedicándose grandiosos ademanes unos a otros, pero también Tomás de Aquino, Buenaventura y muchos otros. En el cielo se ve al ejército de los ángeles y al Dios trinitario. También este fresco abarca la entera ciencia teológica pasada y presente.
Estas dos grandes vistas panorámicas son asociadas en las paredes de las ventanas, más pequeñas, con el Parnaso –la asamblea de los poetas de todos los tiempos: Homero, Virgilio y Ovidio, pero también Dante, Petrarca y Ariosto– y, al otro lado, con los representantes de la jurisprudencia: el emperador Justiniano y el Papa Gregorio IX, quienes muestran sus respectivos códigos legales.
Si uno, conmovido por las emocionantes pinturas murales, mira finalmente hacia arriba, hacia el techo, descubre allí, encima de las cuatro paredes, las correspondientes alegorías de la Filosofía, orgullosa de sus libros, la Teología, movida por el Espíritu, la alada Belleza y la Justicia sosteniendo su espada, ingeniosamente vinculadas en las esquinas con el juicio de Salomón, el rey sabio y justo (entre la Filosofía y la Jurisprudencia); con la expulsión del paraíso, el justo juicio de Dios (entre la Teología y la Jurisprudencia); con el concurso de Apolo y Marsias, quienes representan, respectivamente, el arte espiritual y el arte mundano (entre la Belleza y la Teología); y, por último, con la astronomía, la más poética de todas las ciencias (entre la Belleza y la Filosofía).
Y, con ello, el techo de la Estancia de la Signatura reúne las grandiosas pinturas murales en un todo universal, en una visión del mundo tal cual era y tal cual es.
Quien se haya confrontado de forma intensa con la Estancia de la Signatura, quien la haya asimilado con la mente y los sentidos, ése ha comprendido la atmósfera y el pensamiento de 1508. En ella no hay pensamiento piadoso alguno, pues el antiguo paganismo había levantado poderosamente la cabeza. Lo que ahí se percibe es la vigorosa seguridad en sí mismos de hedonistas instruidos que no querían dejarse consolar con la esperanza en el más allá, sino que sostenían que también existe vida antes de la muerte. La alegría de vivir de estos hombres del Renacimiento se dejaba refrenar entonces por la Iglesia tan poco como hoy se dejan refrenar los excesos de la gente bien de Munich por el arzobispo de Munich y Freising.
Fuente: Revista Vida Nueva
¿Podemos sorprender a Dios?
Hombre: ¿Dios?
Dios: ¿Si?
Hombre: ¿Puedo preguntarte algo?
Dios: ¡Por supuesto!
Hombre: ¿Qué es para ti un millón de años?
Dios: Un segundo
Hombre: ¿Y un millón de euros?
Dios: Un céntimo
Hombre: ¿Dios … podrías darme un céntimo?
Dios: Espera un segundo.
Pastor en el contexto de la violencia
Tesis del Dr. Olle Kristenson: Gustavo Gutiérrez como teólogo en la pastoral pública del Perú entre los años 1980 y 1990
La violencia política causada por la lucha armada llevada a cabo por dos grupos de oposición armada, Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru; así como la estrategia de contrainsurgencia violenta por parte de las autoridades peruanas, pusieron al Perú al borde de una guerra civil durante las dos últimas décadas del siglo XX. En esta situación, Gustavo Gutiérrez llegó a desempeñar un papel importante como voz de la Iglesia Católica en el debate público. Sus ensayos y artículos teológicos publicados en las páginas de opinión del diario limeño La República, un púlpito simbólico, hicieron gradualmente que Gutiérrez se convirtiera en algo así como un pastor de la nación.
Esta tesis es un estudio de los textos, que constituyen un material que no ha sido objeto de estudios anteriores. Con la metodología del análisis de textos, se analizan cuatro discursos identificados entre los muchos escritos por Gutiérrez. A través de la interacción de estos discursos, Gutiérrez formula su mensaje pastoral.
Para el análisis socio-político de los discursos políticos se utilizan las perspectivas radical y liberal. La radical se ocupa del discurso político por la justicia para los pobres; Y el discurso político liberal, se concentra en la liberación de la opresión como condición para la paz y la armonía en la sociedad. Con el discurso teológico católico, Gutiérrez establece el análisis socio-político en relación con la doctrina católica y el discurso teológico pastoral, respondiendo como un defensor de la teología de la vida en contraste con una realidad caracterizada por la violencia y la muerte prematura, especialmente para los pobres.
Mediante el análisis de un material que no ha sido objeto de estudios anteriores, una imagen novedosa de Gutiérrez se dibuja: el pastor comprometido que se dirige a la opinión pública peruana con un mensaje pastoral que tiene por objeto dar motivos de esperanza en medio de la desesperación; e inspirar a la gente a tomar medidas para romper los patrones de la muerte. En su papel de pastor, Gutiérrez habla con palabras de consuelo y aliento a los corazones rotos; y palabras de amonestación y advertencia a los poderosos que tienen la capacidad para transformar la sociedad.
Conversatorio sobre la tesis
Aprovechando la estadía en Lima del pastor y teólogo luterano de la Iglesia Sueca, Olle Kristenson, se realizó un conversatorio en el Instituto Bartolomé de Las Casas sobre su tesis doctoral en teología, recientemente concluida: “Gustavo Gutiérrez como teólogo en la pastoral pública del Perú entre los años 1980 y 1990”. Kristenson realiza su investigación a partir de un minucioso análisis del contenido de los artículos y ensayos escritos por el teólogo peruano y que fueron publicados en el diario La República, durante los peores años de la violencia; convirtiendo ese medio en un nuevo púlpito donde proclama su mensaje pastoral con un claro enfoque frente a los sucesos de aquellos tiempos. Identifica cuatro tipos de discursos: el radical político, el liberal político, el católico teológico y el pastoral teológico; cada uno de ellos con sus variantes pero con una línea común: dar palabras de consuelo a los que sufren y llamar la atención a los que tienen la capacidad de transformar la sociedad. El libro será traducido y publicado en el Perú en los próximos meses.
Si yo no tengo amor, nada soy Señor
Carta-testamento
40 AÑOS DESPUÉS…
Escribo esta carta en el río Paranapura, en la comunidad de San Gabriel de Varadero, con fecha de hoy 6 de abril del 2007, viernes santo. Va dirigida a todos los hermanos y hermanas que me han brindado su amistad y su apoyo, y también a los que me han ayudado para llevar adelante pequeñas acciones a favor de las comunidades en esta Amazonía, tierra de Dios y tierra de los loretanos.
Escribo con el gozo de los “40 años después…” para dar gracias a Dios por todas las maravillas que él ha obrado aquí. Así mismo para dar gracias a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que han sacrificado sus vidas a favor de este pedazo de la Amazonía. Recordar, hacer memoria de esta tierra y sus habitantes es un deber para mí.
Pero al examinar las rutas de estos 40 años y las numerosas y nuevas situaciones que me ha tocado vivir, escribo también lleno de rabia, de dolor, golpeado por el fracaso. Y esto me lleva a ver a la Amazonía no en su verdor, sino bajo un cúmulo de amenazas y sobresaltos que han caído sobre nuestras tierras y nuestros pueblos. ¿Cómo narrar con sinceridad esta historia de amor y, al mismo tiempo, de rabia?
1. HACE 40 AÑOS ENTRÉ EN LA AMAZONÍA.
Recorrí ríos y pueblos. Conocí a mucha gente. En Loreto, los ríos Marañón, Huallaga y Paranapura. Y en San Martín desde Rioja, pasando por Moyobamba, San José de Sisa, Lamas, Tarapoto, Saposoa hasta Juanjui. Era el año 1967, en el primer gobierno del presidente Fernando Belaunde y casi en vísperas del golpe militar. Vine a visitar a mis hermanos pasionistas, que habían llegado aquí tiempo antes, a San Martín el año 1913 y a Loreto el año 1922. Posteriormente, los años 1968 y 1969 repetí estas visitas, conociendo cada vez mejor el trabajo de evangelización, promoción humana y social que realizaban aquí los pasionistas, tanto en Loreto como en San Martín.
2. ¿CÓMO ERA LA COMUNIDAD PASIONISTA AQUÍ HACE 40 AÑOS?
El número de misioneros era mayor que el actual. Eran religiosos muy cercanos al pueblo. Hombres nacidos en otras culturas, al llegar aquí se habían hecho hombres amazónicos. Lo mismo se dedicaban a la pastoral de la evangelización que a trabajos de promoción humana, a la atención de salud y educación, sobre todo, en las zonas rurales. Visitaban mucho las comunidades. Dedicaban tiempo y recursos a la catequesis infantil. Muchos sacerdotes eran docentes y profesores de religión en bastantes colegios del Estado. Había hermanos y sacerdotes que trabajaban en la ladrillera, en el aserradero o navegaban en la lancha flotante de salud por el Huallaga, Marañón, Morona, Pastaza, y otros ríos. Su testimonio de vida era admirable. El pueblo los miraba como a hermanos muy cercanos. ¿Cómo no recordar aquí a los hermanos Juan María Odriozola y Mauricio Uranga? Eran ebanistas y constructores de gran calidad, que nos dejaron en Yurimaguas, la Catedral, el Hospital Santa Gema, el edificio actual de la Gerencia Regional (colegio San Gabriel), iglesias parroquiales y casas misionales en Lagunas, Santa Cruz, San Lorenzo, Shucushyacu, Islandia, Jeberos y Varadero, y centros educativos y otros edificios para las religiosas y para las actividades pastorales.
Solo quiero recordar a los que han pasado de este mundo al Padre. A los citados hermanos Mauricio y Juan María hay que añadir al misionero, obrero y técnico, padre Juan Luís Aguirre y al hermano Rafael, empeñado en muchos trabajos. Al padre Benedicto Lekue, animador de las comunidades y defensor de los indígenas en Borja, San Lorenzo y Lagunas. Al padre Juan Primo, fundador de la primera librería Santa Rosa, gran educador de la juventud, patrocinador de tantos maestros que recibían de él apoyo y ayuda económica para terminar sus estudios y organizador de bastantes Escuelas Parroquiales. Y hablando de educadores recordemos al obispo Elías Olazar, profesor en la Escuela Normal y en el colegio Jauregui. Al padre Javier Burgoa, director de la Escuela Normal mixta de Yurimaguas, que pasó luego con el mismo cargo a San Martín, cuando nuestra Escuela Normal fue cerrada por el Gobierno militar.
Aquel año 1967, un amigo entrañable me paseó por el Huallaga y el Marañón, el padre Iñaki Basauri, primer organizador de los animadores cristianos en el Vicariato y defensor incansable de los campesinos y chacareros. Cabe también recordar aquí a dos veteranos pasionistas a los que tocó vivir en la Amazonía más de 40 años, padres Leonardo Uriarte e Inocencio Rodríguez. A este último le tocó abrir la parroquia de Andoas, después del Protocolo de 1942 entre el Perú y el Ecuador. Hasta esa fecha la zona de Andoas se atendía desde la sede misional ecuatoriana de Canelos. Y cerrando esta lista de hombres admirables, recuerdo al padre Segundo Larruskain, sacerdote de gran bondad, acogida y amabilidad, que aquel año era párroco de la Catedral de Yurimaguas.
Con estos hermanos que han descansado ya de sus fatigas hay que recordar, también, a otros muchos a los que visité y abracé como amigos y viven actualmente en diversas naciones de Europa, América Latina y el Caribe.
Junto a los pasionistas trabajaban aquí las hermanas Franciscanas Misioneras de María, que atendían el colegio “Virgen de los Dolores” que desde sus inicios marcó una ruta nueva de educación en la Amazonía. Era una comunidad internacional, pero muy unida por el espíritu franciscano. Las hermanas Franciscanas atendían también el hospital Santa Gema. Recuerdo aquella visita memorable del 67 a este Centro de Salud. Las camas de los enfermos eran una preciosura, limpias y bien cuidadas. Una de las hermanas me llevó a la ropería del hospital y me enseñó los armarios donde guardaban la ropa que ponían al servicio de los pacientes. En todo resplandecía limpieza y elegancia. La hermana me dijo: “Estas sábanas y frazadas son para los enfermos. Por tanto, para el mismo Jesús, que llega enfermo aquí”. La ropería de la clínica limeña Anglo Americana no superaba en pulcritud a este ambiente del hospital Santa Gema. ¿Y qué decir de la preparación técnica y sanitaria de las hermanas y de su amabilidad con los pacientes?
En Lagunas y en San Lorenzo las hermanas de la Compañía Misionera del Corazón de Jesús habían organizado centros educativos. En Lagunas el colegio Goretti para la educación de la juventud femenina, sobre todo, de la etnia Cocamilla. Y en San Lorenzo un colegio internado para la juventud femenina de las etnias Aguaruna y Chayahuita. Una labor paciente, de gran entrega, cuidadosamente llevada.
Las hermanas de la Compañía Misionera, tanto en Lagunas como en San Lorenzo, realizaban una gran labor en salud, trabajando como enfermeras del Estado y también como sanitarias particulares. Aunque no he citado en este apartado a ningún misionero o misionera presente entre nosotros todavía, no puedo omitir aquí a la hermana Sagrario Sanz, modelo y paradigma de mujer entregada a la salud del pueblo. Sagrario lleva entre nosotros más de 50 años. Su presencia maternal y su sabiduría médica no tienen límites.
3. PERO FUE EL AÑO 1974, durante la construcción del oleoducto nor-peruano, que por indicación de mis superiores llegué a San Lorenzo del Marañón para hacerme un hermano loretano y servidor de esta tierra. Y así hasta hoy. ¡Han pasado 33 años! Esta carta tiene sabor viejo y nuevo, acumula experiencias gozosas y fracasos, fortalezas y debilidades, gracia y pecado. ¿Cómo explicar a ustedes, mis amigos, los cambios que ha habido aquí durante estas décadas? Indicaré brevemente algunos sucesos, pero deseo centrarme más en los problemas de pueblos y tierras que vivimos actualmente.
4. ME REFIERO PREFERENTEMENTE AL CAMPO RURAL.
Tengo que decir que el Estado ha invertido mucho en educación y salud, tanto en las comunidades indígenas como en las campesinas. La presencia de centros educativos y colegios ha llevado al pueblo el conocimiento de las letras, aunque con bastantes factores negativos en relación a la cultura amazónica. Hemos pasado de ser un pueblo ágrafo (hablar pero no escribir) a ser un pueblo iniciado en la escritura. Del personal magisterial con estudios de secundaria y algunos con primaria, hemos pasado hoy a tener docentes titulados. Quiero referirme brevemente a la reforma educativa durante el Gobierno militar. Fue un esfuerzo grande, cuyo mérito se debe atribuir a un grupo de asesores que trabajaron en el Ministerio de Educación. El espíritu educativo y pedagógico de Salazar Bondy estuvo presente en los diversos procesos de la reforma. Los entrenadores del personal educativo llegaron hasta las poblaciones más lejanas del país. Los técnicos residentes en estas zonas apartadas se solidarizaban con el maestro como con un hermano, ayudándole a llevar a la práctica los principios teóricos de la reforma educativa. Esto hizo que los resultados de aula mejoraran notablemente. ¡Cómo no recordar los dos cursos tenidos en San Lorenzo del Marañón y en Puerto América, capital distrital del Morona, a profesores bilingües y mestizos! Llegaron de Lima, del Ministerio de Educación, la doctora Tincopa, el profesor César Vidal y el jesuita padre Luna Victoria y compartieron el espíritu de la reforma educativa con muchos maestros y maestras, olvidados desde siempre por el Gobierno central. Fue una pena que el Gobierno militar tomara posteriormente una línea equivocada: politizar la educación. Igualmente el Gobierno, a pesar de haber hecho tanto en educación, temía a los maestros. Por eso el año 1970 suprimió las Escuelas Normales, dejando una por cada Departamento.
En salud, la construcción de postas, puestos de salud, hospitales rurales, han llevado grandes beneficios a las comunidades. En estos centros sanitarios trabajan personal del Estado y promotores en salud formados por instituciones particulares, como la Iglesia Católica y otros grupos. Uno de los indicadores que podemos presentar como fruto de tantas iniciativas estatales y particulares en salud, es la disminución notable de la mortalidad infantil, gracias a las vacunas y a la educación preventiva en salud que se ha impartido hasta hoy.
Creo que en educación se podía haber invertido mayor esfuerzo para lograr una educación plenamente inculturada y de mayor respeto a las lenguas de los grupos. Igualmente en salud hubiese sido muy alentador el promover decididamente la medicina tradicional, sin rechazar del todo la botica.
5. DESDE HACE 40 AÑOS han nacido nuevas poblaciones, tanto en la geografía indígena como en la campesina. Notamos un aumento notable de la población. En 1967 había centros poblados que no eran pueblos independientes. Habían sido fundos de hacendados del tiempo del caucho o propiedades de gente adinerada, con presencia de peones que muchas veces trabajaban en condición de esclavos. Cuando se retiraron los hacendados, estos fundos quedaron a la intemperie y fueron formándose núcleos poblados que más tarde tuvieron autoridades, centros educativos y otras instituciones. Este fenómeno, no estudiado todavía, ha cambiado notablemente el mapa de la Amazonía. Reunir datos y escribir una historia seria y bien documentada del origen de cada comunidad, de cada caserío, de cada centro poblado, es una deuda que las autoridades y otras instituciones debemos pagar antes que sea tarde.
6. ¿QUÉ MEJORÍA NOTAMOS HOY en la economía familiar y en otros aspectos de la vida campesina? ¿Estamos mejor o peor que hace 40 años? No se puede dar una respuesta única y simplificar en breves líneas una larga historia. Pero sí podría ofrecer algún apunte. Hace 40 años había pobreza, pero era “una pobreza noble”. Hoy la pobreza se ha tornado en “pobreza inhumana”. Basta visitar algunos asentamientos humanos de la ciudad de Yurimaguas, donde muchas familias venidas del campo, viven “cielo arriba y tierra abajo”, privados de las cosas más necesarias.
Hace 40 años había bastantes comerciantes que eran personas de gran humanidad. Recordamos principalmente a los de origen chino. No tenían el afán obsesivo de acumular bienes. Muchos de ellos trabajaban en plan de trueque con los agricultores y en una forma bastante ética. Lo que sí lamentamos la presencia de empleados mal pagados. Hoy el comercio es ganancia y riqueza para los que tiene bastante plata y fuente de mayor pobreza para el pueblo en general.
Años más tarde, con la presencia del Banco Agrario, con sus beneficios y también sus trampas, el campesinado entregaba sus productos a ENCI y ECASA, que eran centros de acopio, y aunque algunos empleados de estas instituciones eran muy fregados, beneficiaron al campesinado.
Hoy el campesinado no sabe qué hacer con sus productos ya que no encuentra a quién entregar a precio justo el fruto de su trabajo. Los únicos que se enriquecen con el sudor de los campesinos son los rematistas y algunos comerciantes.
7. UN FACTOR POSITIVO a tener en cuenta es la obtención de los documentos de nacionalidad, la Libreta Militar y el DNI. Hace décadas cuando el servicio militar era obligatorio, sólo los pobres iban al ejército. Los que tenían dinero o padrinos, quedaban dispensados del servicio a la patria.
En general, en la población rural, tampoco se practicaba la inscripción de los nuevos hijos en el Registro Municipal y la mayoría del personal adulto no tenía documentos personales. Hacia el año 80 sí hubo oportunidad de inscripción gratuita en los registros provinciales y distritales, pero no toda la población aprovechó esta oportunidad. Hoy en día la mayoría posee el DNI.
8. LO QUE SÍ HA MEJORADO son las rutas y las embarcaciones para viajar por río. Embarcaciones a larga distancia y los botes de cercanía, son hoy algo que no existía hace 40 años. De la única carretera Tarapoto– Yurimaguas, en condiciones precarias, del año 1967, hoy somos testigos de una “carretera ecológica” entre Yurimaguas y Tarapoto. Varias poblaciones han abierto trochas y caminos entre caserío y caserío. Aunque, también aquí hay historias negras. Por ejemplo, las proyectadas carreteras Muniches–Balsapuerto y Shucushyacu-Gloria, han queda como sueños para el pueblo y en ocultas ganancias mal habidas para unos pocos.
¿Y qué decir del proyectado puerto internacional en Yurimaguas? Pues, sencillamente que una nueva carretera en plena selva es como una amante que busca a su amado, para formar una verdadera unión vial por tierra y por agua.
Hoy hablamos, con bastante emoción, del futuro puerto de Yurimaguas. Pero ¿cabe llevar este proyecto en el Huallaga a su paso por la ciudad de Yurimaguas? Un gran puerto moderno necesita de varios kilómetros cuadrados de superficie. Primero, unos 1500 metros en el río donde puedan atracar las lanchas. Por ejemplo, la superficie entre el actual puerto de “la boca” hasta la desembocadura del Shanusi. Y estar este gran embarcadero en lugar accesible, tanto para pasajeros como para carga. Luego, se necesitan espaciosos lugares para oficinas, almacenes, hangares, plazas de parqueo y depósitos de combustible. El hipotético puerto de Yurimaguas abarcaría más de la mitad de la superficie de nuestra ciudad. ¿Será posible todo esto?
Si se traslada el gran puerto a la vuelta de Santa María, en los terrenos que actualmente ocupan los centros poblados de Cachihuañushca, Luz del Oriente, Santa Rosa… había que pensar en la gran superficie destinada al movimiento portuario. ¿Qué posibilidades ofrece este lugar?
Tampoco olvidemos “los malos pasos” que, en tiempos de vaciante, ofrece el Huallaga. Recuérdese que cuando la Marina autorizó la navegación en los ríos de la selva, permitió que las lanchas de mayor tonelaje llegaran solamente hasta Lagunas. Posteriormente se concedió la licencia hasta Yurimaguas.
¿Qué alternativa ofrece Saramiriza y sus terrenos adyacentes para el puerto internacional? La ruta del Marañón hasta Manseriche acepta navíos de gran tonelaje. Solo que habría que construir la carretera Saramiriza–Corral Quemado. ¿Por dónde cruzará la carretera binacional que los gobiernos del Ecuador y del Perú se han comprometido a construir después del último Acuerdo de Paz?
Esto que escribo aquí en forma anecdótica, está siendo un tema que preocupa a los grandes consorcios. Por eso, una gran empresa multinacional que ha visitado nuestra zona está confrontando las posibilidades de adquirir tierras en Alto Amazonas o en la Provincia de Datem del Marañón, según la ubicación del nuevo puerto.
Que la Providencia nos guíe a todos para lograr aquellas vías de comunicación, tanto terrestres como fluviales que necesitamos, para poner a nuestra Amazonía en armonía y comunicación con los océanos Atlántico y Pacífico.
9. LA ÉPOCA DEL TERRORISMO de los años 80 también tuvo aquí su actuar sanguinario y destructor. Lagunas fue, soy testigo, el lugar del primer ataque terrorista la noche del 29 de Junio de 1985. Luego hubo varios ataques a las poblaciones, en menor o mayor escala, como a Yurimaguas la noche del 25 de julio de 1990. La iglesia católica, tanto en Pampa Hermosa, en Yurimaguas, en Lagunas, Barranquita… hizo de su parte un gran esfuerzo para que el terrorismo no actuara en forma tan sanguinaria y suavizara el cobro de cupos a los comerciantes y a otros que tenían algunos bienes. Por ejemplo, en Lagunas, la iglesia católica intervino ante las personas sindicadas como terroristas. Se dialogó mucho con ellos y siempre se les pedía: “Ustedes son dueños de sus ideas pero no lleguen a derramar sangre inocente en este pueblo”. El último diálogo con el “capo de la guerrilla” tuvo lugar el 27 de junio, dos días antes del ataque a la ciudad. Hubo varias muertes y metieron miedo al pueblo. Pero con el grupo principal atacante, se cumplió lo de “el que a espada mata a espada morirá”. El 7 de julio fueron abatidos por las fuerzas del orden. Catorce subversivos muertos (un triste 7 y domingo). Otros atacantes que quedaron en Lagunas fueron detenidos y encarcelados en Iquitos. Pero alguno, muy importante en el grupo, quedó en libertad, ocupando incluso puestos en instituciones estatales de Loreto.
El terrorismo no fue aquí tan cruel como en San Martín, pero tuvo su color sanguinario. Lo más triste fue la acción de personas particulares que tenían su escuadrón y actuaron como matones y matonas. Sí, también matonas.
A raíz del narcotráfico en algunas comunidades se hizo un gran esfuerzo para organizarse al estilo de rondas campesinas, tener grupos de vigilancia y también charlas sobre Derechos Humanos y qué métodos usar ante el fenómeno del terrorismo.
10. POR ESAS FECHAS SE PRESENTÓ AQUÍ EL NARCOTRÁFICO aunque con variantes. El cultivo de la coca no abarcó extensiones notables, pero algunas poblaciones y sus aeropuertos y puertos fueron escogidos como “buzones” por los narcotraficantes. Esto es, traían, en avionetas o por ruta fluvial, costales de pasta básica hasta Lagunas, que era uno de los lugares “buzones” donde depositaban esta mercancía y desde allí salía para Colombia y otros destinos. Todo esto se hacía a la vista de las autoridades y de las fuerzas policiales. También se practicó la modalidad de traer en avionetas desde Alto Huallaga la pasta básica envuelta en chalecos salvavidas. Por ejemplo, a Puerto Victoria, frente a la desembocadura del Huallaga, llegaban deslizadores de gran rapidez y seguridad. Cuando el pueblo veía estas embarcaciones rápidas decía: “Hoy o mañana llegará alguna avioneta y arrojará 15 ó 20 bolsas que rápidamente serán recogidas por el personal del deslizador”. Y así, un día y otro.
¿Qué está sucediendo hoy entre nosotros? En los tres primeros meses del 2007, se han abierto aquí, por lo menos, cinco zonas de cultivo de coca. ¿Quién dice algo?
11. LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL se han multiplicado. De la antigua oficina de telégrafos de Yurimaguas, hemos saltado al discado nacional e internacional, al teléfono domiciliario y al teléfono rural. Las emisoras radiales, a nivel provincial tienen aquí una fuerte presencia. Recibimos normalmente canales nacionales y extranjeros de televisión y tenemos también televisión local. Lo que hace falta es que estos medios estén al servicio del pueblo, sobre todo, del campesinado, observando siempre aquellos principios éticos que deben acompañar a toda información. La TV local de Yurimaguas no llega a la zona rural. Lo mismo sucede con la prensa escrita local, regional y nacional.
12. DESDE LOS AÑOS 70 SE INICIÓ EN LA AMAZONÍA con el reconocimiento y titulación de las comunidades nativas y campesinas. Las comunidades nativas o indígenas tuvieron suerte, no así las campesinas.
Los criterios para el reconocimiento y señalización de los territorios podían haber sido otros. Los grupos indígenas tienen la idea de que su etnia forma una “nacionalidad”. Por eso, les parecía algo raro que la demarcación se hiciera por comunidades y no para todo el grupo étnico. La legislación sobre las comunidades nativas indicaba que se linderase el territorio de cada comunidad. Desde luego, la linderación de toda la zona del grupo étnico tenía sus dificultades. Por ejemplo, ¿cómo unir todo el territorio Chayahuita (Shawi) de Cahuapanas, Shillay y Paranapura? Entre estos ríos había también comunidades de otras etnias que en el pasado se habían enfrentado mucho. Lo mismo sucedía con los Candoshi que ocupaban la cabecera del río Nucuray y una zona cercana al lago Rimachi, habiendo en el mismo territorio otros grupos étnicos. Pero el reconocimiento y titulación de las comunidades nativas, según mandaba la ley correspondiente, trajo beneficios, ya que fue una defensa de su territorio frente a madereros y otros.
Recuerdo los inicios de este trabajo en el Marañón. Miembros del Ministerio de Agricultura de Yurimaguas, gente muy buena, con grandes sacrificios entraban en las comunidades, demarcaban el territorio de la comunidad, levantaban el censo y recogían toda la documentación para la categorización de la comunidad con su nombre propio. Daba gusto colaborar con estas personas. Desde la Parroquia de San Lorenzo apoyamos al personal del Ministerio de Agricultura en su trabajo en algunas comunidades Aguaruna y Chayahuita. Las comunidades se fortalecieron, se impidió la entrada de madereros, mejoró la educación y las comunidades crecieron en autoestima y fortaleza. No faltaron traidores durante estos trabajos. Personas e instituciones que querían intervenir, pero en provecho propio. No podemos callar la acción negativa de SINAMOS.
Las comunidades campesinas o mestizas no tuvieron tanta suerte y los poblados no fueron saneados ni se avanzó en la titulación de tierras. El saneamiento de las comunidades campesinas no abarcó ni siquiera al 3% de la población. Además, las comunidades nativas recibieron el apoyo de la Iglesia Católica, de AIDESEP y otras instituciones. Esta acción benéfica no se extendió a las comunidades campesinas.
13. EN REFERENCIA AL SANEAMIENTO DE LOS CENTROS POBLADOS, hoy estamos entrampados. El 95% de los poblados campesinos de Alto Amazonas y Datem del Marañón, y de los distritos de San Martín cercanos a nosotros, no han sido linderados, ni categorizados, ni reconocidos. Estos poblados no tienen “partida de nacimiento” y a nivel nacional no están reconocidos ni como “caseríos” ni como “pueblos”. Son sencillamente poblaciones que no han entrado en el marco catastral del Perú.
Los terrenos son del Estado, quien, o puede entregarlos en plan de concesión, o en forma onerosa (“venta”) al primer consorcio, persona jurídica o particular que lo solicite. Si tenemos ojos para ver, observemos lo que está pasando en los valles del Caynarachi y Shanusi y a ambos márgenes del Huallaga en San Martín y Loreto.
Nuestras tierras de Alto Amazonas, Datem y los distritos cercanos de la Región San Martín están recibiendo la invasión de miles de colonos. Pero lo más doloroso es que en Lima se las arreglan, incluso saltando las leyes del Sector Agrario, y conceden miles y miles de hectáreas a consorcios poderosos ignorando totalmente la realidad de las poblaciones amazónicas. Aquí una pregunta ¿sigue en vigor el Decreto Legislativo Nº653 y su artículo 43º o ha sido derogado?
Aceptamos también nuestra culpa porque no hemos actuado a tiempo para el saneamiento de nuestros territorios y categorización de nuestros poblados.
En general, hemos ignorado las leyes agrarias referentes a las tierras en la Amazonía. Tampoco el Ministerio de Agricultura nos ha adoctrinado a tiempo. Siempre he pensado que las Agencias Agrarias debían ser escuelas itinerantes, que vayan por los centros poblados de nuestra Amazonía, celebrando asambleas y reuniones, y alentando al pueblo para que sanee sus territorios y llegue también a la titulación de sus propiedades. Pero nada de esto se ha hecho. Todas las leyes, tanto las favorables, como las atacantes para la Amazonía, prácticamente han quedado en las páginas de “EL PERUANO”.
El Estado ha pasado por encima de las autoridades regionales y locales, y hoy está dando miles y miles de hectáreas a consorcios poderosos del Perú y de otras naciones. ¿Qué sentido tuvo la visita, en forma muy reservada, del Ministro de Agricultura con el embajador de Malasia a Yurimaguas, en febrero de este año? ¿Dónde queda el Decreto Legislativo Nº653, que indica que la adjudicación de tierras se hará previa calificación del Ministerio de Agricultura, el respectivo Gobierno Regional y el Instituto Nacional de Desarrollo INADE?
Los habitantes de la Amazonía, vivientes en estas tierras desde hace siglos, no son considerados ni como posesionarios ni como propietarios de sus tierras. Nuestra bendita Amazonía no existe para ciertas autoridades cuando se trata de Derechos Humanos. ¿Hasta cuándo será así?
Por todos los datos que tengo en mis manos, este año 2007 y en los dos próximos años, se va a jugar la suerte de la Provincia de Alto Amazonas y de los distritos de San Martín colindantes con nosotros. Los grandes nos van a aplastar y tragar. Llegan aquí con cartones redactados en Lima “conforme a ley”. Pero en muchas cosas estas leyes ignoran la existencia de los pueblos amazónicos. Un consorcio puede venir, “legalmente autorizado” en Lima, pero el hecho de su presencia aquí es injusta, inmoral, no aceptable. ¿Sucederá entre nosotros lo que ha pasado en otras partes, que con la apertura de nuevas vías de comunicación y adquisición de grande lotes por consorcios poderosos han dejado sin tierras a muchos pueblos? Abramos los ojos y veamos lo que ha pasado en Brasil donde desde hace años hay grupos que andan de una parte a otra. Son “los sin tierra”. ¿Llegaremos a esta situación? Me duele mi pueblo, lloro por mi pueblo. Del 2007 al 2009 Alto Amazonas y distritos colindantes o consiguen ser tierra libre, fraterna y próspera o pueblos esclavos para siempre.
14. LOS QUE LLEGAN ACÁ ¿VIENEN A TRAERNOS PROGRESO O EXPLOTACIÓN? Qué raro es que lleguen acá instituciones particulares, con excepción de la Iglesia Católica, otras iglesias cristianas y últimamente algunas ONG, a traernos progreso, vida y libertad. No, vienen buscando su medro, su progreso a cuesta del pueblo. El verdadero progreso supone el desarrollo integral de todas las personas. Para ser auténtico el desarrollo ha de ser integral, es decir, ha de promover a todas las personas y a toda la persona. El verdadero desarrollo realiza en cada uno y para todos el paso de condiciones de vida menos humanas a condiciones más humanas. La solidaridad mundial, cada día más eficiente, debe lograr que todos los pueblos por sí mismos sean los artífices de su propio destino. Nuestro mundo está enfermo y la causa fundamental de esta enfermedad es la falta de fraternidad entre las personas y entre los pueblos.
Bienvenidos los que vienen a traernos el progreso y el bienestar a la Amazonía. Pero no caigamos en la trampa de llamar “progreso” a la “explotación”. El someter nuestros pueblos y nuestras tierras a las ambiciones de personas poderosas o consorcios peruanos y extranjeros que manejan millones, jamás nos traerá el anhelado progreso y bienestar.
Un tiempo fuimos colonia de España; luego, en tiempos del caucho, colonia de Inglaterra y de otros poderosos, y actualmente vamos a quedar “colonizados”. Esta parte de la Amazonía va a ser colonia del capital extranjero y de algunos capos del capital peruano. Y en esta danza macabra vamos cayendo también en la trampa de ser colonia de Lima. En referencia a Yurimaguas podemos convertirnos en colonia de Iquitos. ¿Tiene Yurimaguas colonias donde ejerce su poder dominante? ¿Cómo se trata desde la sede central de Yurimaguas al campesinado? ¿Los centros poblados, nuestros caseríos y comunidades reciben apoyo para el progreso, trato igualitario y el respeto que se merecen? De esto depende que la zona rural de nuestra Provincia se convierta en colonia o en comunidad de pueblos libres. Las autoridades provinciales y distritales tienen aquí un reto al que tienen que enfrentarse. Y los traficantes de tierras y los eternos engaña pueblos de nuestra Provincia tienen que ponerse la mano al pecho.
Escribo con mucho dolor, aunque en el fondo tengo la esperanza que esto va a cambiar.
15. AL RECORDAR LA RUTA DE LOS 40 AÑOS, tengo que lamentar la total deforestación de esta zona. Toda madera de cierto valor ha sido talada y llevada a otra parte… cedro, caoba, etc. Durante los últimos 20 años se han depredado entre 9 y 10 millones de hectáreas de la selva peruana. Entre los depredadores hay que sindicar a los taladores ilegales, a los traficantes de tierras y a los agricultores migrantes que no respetan la naturaleza de nuestros suelos.
Cuando viajé por primera vez por los ríos de la Amazonía había una vegetación tupida, los árboles llegaban hasta la orilla de los ríos. Por ejemplo, el río Paranapura guardaba una riqueza maderera incalculable. El cauce del río era unos 20 metros más estrecho que hoy, su profundidad era mayor. No había ni corte de árboles ni chacras en la orilla del río. Lo que evitaba la erosión permanente de tierras. Solo algunos muchachos cortaban aletas de lupuna para hacer sus carpetas en las escuelas. Pero esto no dañaba a la vegetación.
Entraron los madereros, llegaron los motosierristas, se abrieron trochas para los tractores y nuestra riqueza forestal fue por ahí a enriquecer a otros.
Los años 80 y 81 me tocó pasar bastantes meses en el río Nucuray, del distrito de Lagunas. Llegaron los primeros madereros. Durante 2 años sacaron madera noble por un equivalente de un millón quinientos mil (1‘500,000) soles actuales. El Estado no llegaba ni siquiera a invertir S/12,000 en pagar al único profesor de las comunidades. Estos datos los pude conseguir en conversaciones con los madereros y con los guardias forestales de la boca del Nucuray.
Cuando ya se ha deforestado todo, tampoco ha habido actividad especial para la reforestación. Antiguamente no se utilizaba la reforestación, porque los árboles “madre” de cedro, caoba y otros, esparcían sus semillas y venían nuevos retoños y nuevos árboles. Pero habiendo cortado todas estas especies, ¿quién va a sembrar las semillas para nuevas plantas? Hace bastantes décadas Perú firmó un tratado internacional sobre reforestación: “donde se talaba un árbol de madera valiosa, había que sembrar dos de la misma especie”
Se exigía a los madereros que plantaran árboles nuevos, pero el gremio hizo caso omiso a esta ordenanza. Posteriormente las oficinas forestales, aumentando los impuestos a los madereros, se reservaron la tarea de la reforestación. Pero casi todo quedó en letra muerta.
No ha habido una voluntad decidida de reforestación y ahora, para más INRI, con la Ley 28852, de promoción de la inversión privada, reforestación y agroforestación, en la práctica, nos quitan todas aquellas tierras que no utilizamos actualmente. Adiós a nuestros bosques, nuestros montes y nuestras tierras. Parece que la Amazonía ha sido puesta en subasta. Aquí cada familia necesita, por lo menos, de 10 a 20 hectáreas, teniendo en cuenta que la agricultura es rotativa. Además hay que pensar en las nuevas familias que se irán formando. ¿Y dónde quedan los bosques comunales?
Mis ojos añosos y cansados no quieren ver, hablo en parábola, letreros y anuncios en la Plaza Mayor de Lima:
“La selva en subasta, se ofrece al mejor postor”.
“Las tierras nororientales, con sus ríos, bosques y pueblos, están en venta”.
Urge, pues, una reforestación cuidadosa y técnicamente bien aplicada. Para ello el campesinado tiene que recibir la ayuda y la asesoría del Ministerio de Agricultura.
Durante los 11 años de mi estadía en Lagunas, llegué varias veces al Tibilo que entrega sus aguas al Pacaya-Samiria, que actualmente es zona de reserva. Pero me hago una pregunta: ¿cuántos miles y miles de pies de madera noble, de aves y peces se han extraído del Pacaya-Samiria y se siguen sacando hasta el día de hoy? En esta reserva el Estado tiene policías ecológicos, pero llegan allá los madereros y llevan su batallón de matones bien armados y hacen correr a los policías ecológicos. ¿Con qué licencia entran estos madereros al Pacaya-Samiria? Es una pregunta a la que pocos quieren contestar. Una personalidad que conoce bien estos problemas, el señor Matías Prieto Celi, ex funcionario de la FAO y ex jefe del INRENA, nos indica que “el tráfico de madera es el segundo ilegal del país, después del narcotráfico”. Ahora me veo obligado a hacer una pregunta: ¿Cuándo se escribirá la verdadera historia de los responsables de esta rapiña y robo que se ha hecho en nuestra Amazonía?
16. FELIZMENTE HAY ENTRE NOSOTROS PERSONAS E INSTITUCIONES que quieren defender la Amazonía y detener a los asaltantes poderosos que llegan aquí para hacerse con lo nuestro, enriqueciéndose ellos y dejándonos en mayor pobreza. Me consta también que están llegando entre nosotros algunas empresas internacionales que quieren invertir en la Amazonía, dejando tierras reforestadas, que serán propiedad del pueblo. Ojalá se lleven a cabo estos proyectos.
Pero al que entre nosotros quiera defender las tierras y al campesinado le esperan días amargos. Primero será insultado, luego, señalado como subversivo y más tarde denunciado y condenado. Esto ha pasado también a otras personas que han defendido a la población frente al abuso de las mineras. Con estupor leo un artículo redactado por la reconocida periodista Mariella Balbi en el decano de nuestra prensa escrita “EL COMERCIO”. Lean el texto: “En los líos con las mineras hay actores como el narcotráfico, las ONG, activistas políticos y, en algunos casos, la Iglesia Católica”. Pocas veces se ha dicho mentira tan grande. Esto es, que en los líos de las mineras están las ONG y la Iglesia Católica. Como miembro y servidor de esta comunidad yo tomo como un honor este ataque a nuestra madre Iglesia. Ojalá en todas partes estuviésemos todos denunciando y enfrentándonos a los poderosos que aplastan a nuestro pueblo. Queremos una iglesia “subversiva”, no vendida, que camine con el pueblo y esté dispuesta a correr el mismo destino que el campesinado.
17. HOMBRES Y MUJERES EN ACCIÓN. Estos últimos años los loretanos tenemos la costumbre de lamentarnos mucho, quejarnos de todo lo que sucede entre nosotros. Parecemos unos renegones y “quejicas”. No esperemos que las soluciones vengan de fuera. Somos nosotros los responsables, en gran parte, de que las cosas anden mal. Urge un cambio de cara a un futuro sea distinto. Entre las muchas actividades que quedan aquí pendientes y sin respuesta, me parece que hay dos de suma urgencia para el presente y futuro de nuestra Amazonía.
a. Concienciar y mentalizar al campesinado, no en un plan paternalista, sino en una actitud de cercanía, ayuda y apoyo. Algunas de estas acciones:
– Unirnos, Ministerio de Agricultura, Educación, Gerencia Regional, Municipalidad Provincial, Distritos, iglesias católica y otras cristianas y todas las personas de buena voluntad para ponernos al servicio del campesinado y mejorar su situación precaria, darle dignidad para que crezca su autoestima.
– Y todo ello en una actitud de escucha de los problemas que tiene el campesinado; en actitud de respuesta efectiva y práctica que requiere hoy el agro y oferta de aquellos medios ilustrativos, técnicos y económicos que urge ofrecer al hombre del campo.
– Informar al pueblo detalladamente sobre saneamiento y titulación de tierras, mejorar la agricultura tradicional, nuevos planes de Desarrollo Productivo, reforestación, cuidado de los bosques comunales, etc.
b. Monitoreo y supervisión. Formar urgentemente brigadas de ingenieros agrónomos y forestales que vayan por los caseríos entrenando a campesinos y campesinas sobre el adecuado uso de tierras, técnicas de agricultura, silvicultura, cría de animales domésticos, ganadería, piscigranjas, etc. Ahora mismo necesitamos unos 60 especialistas para este trabajo en los 6 distritos de la Provincia de Alto Amazonas.
¿Será esto un sueño? No, es la respuesta que pide nuestro campo y nuestros pueblos frente al momento histórico y la realidad que vivimos.
18. COMO CREYENTE, HE REZADO MUCHAS VECES LA ORACIÓN que nos ofrece el libro de la oración de la Iglesia, el misal:
“Suscita en todos los hombres
el deseo de un progreso justo y fraternal,
para que, con los bienes que generosamente repartes entre todos, se realice cada uno como persona humana
y, suprimida toda discriminación,
reinen en el mundo la igualdad y la justicia”.
Hay que trabajar para que, vencidas todas las desigualdades, podamos impulsar el progreso de los pueblos dentro de las exigencias de la justicia y de la caridad cristianas.
“Conciliar el progreso económico con el bienestar del peruano más humilde y del medio ambiente es creer en el desarrollo como libertad”. En esta zona de la Amazonía urge un trabajo serio para cambiar el sentido de las cosas, para que de una vez para siempre terminemos con las corruptelas y engaños de los grandes y visibles y devolvamos al pueblo sus derechos.
“Hay que luchar por peruanizar el Perú y devolvérselo a todos los peruanos y peruanas para que sea una tierra de oportunidades, progreso, justicia y libertad”.
Los creyentes en Cristo, aunque pecadores, nos dirigimos en nuestras oraciones a Cristo y le decimos: “Tú que has creado a todos los hombres a imagen tuya, haz que sintamos horror de las injusticias y desigualdades entre los hombres”.
La Iglesia no debe intervenir a nivel político ni sindical, pero por su fidelidad al Evangelio de Jesús debe estar siempre alerta y defender los Derechos Humanos e intervenir con eficacia a favor de los explotados y excluidos. Debe estar alerta para defender el medio ambiente y la armonía con la creación.
La Iglesia Católica en Brasil, cada año dedica el tiempo de la cuaresma, a un problema de nivel nacional, dentro de la Campaña de la Fraternidad. Este año el tema escogido ha sido: “FRATERNIDAD Y AMAZONIA”, bajo el lema “VIDA Y MISIÓN EN ESTA TIERRA”.
19. ENTRANDO EN EL SIGLO XXI. El Señor nos concede la gracia de estrenar un tiempo nuevo, maravilloso. “Somos la primera generación que puede erradicar la pobreza, ¿dejáremos pasar esta oportunidad?”. Hoy conocemos mejor las potencialidades de nuestra tierra, tenemos a mano la ayuda maravillosa de la técnica. Sólo falta que todos, científicos, agrónomos, autoridades y pueblo nos reconciliemos con nuestra madre tierra, respetando el ambiente, la biodiversidad y todas aquellas condiciones que la tierra pide para ser madre generosa en producir los bienes que necesita la humanidad. Con todos los recursos actuales y los que puede ofrecernos la creación, podemos hoy mismo alejar de nosotros el hambre y mejorar notablemente los niveles en salud y en educación.
Estamos llamados a ser más solidarios, más fraternos los unos con los otros. ¿Aplicaremos nuestra capacidad y las potencialidades que existen entre nosotros para construir un mundo en justicia, paz y con un gran respeto a la integridad de la creación? La respuesta está en nuestras manos, no como personas particulares, sino unidos a todos los que quieren un mundo en justicia, en paz e integridad de la creación.
20. TERMINANDO ESTA CARTA, quiero expresar una idea que me acompaña desde años. Aquí, en la Amazonía, estamos descontentos de lo que sucede hoy. Pero de nosotros y de nuestro actuar de hoy, depende un “futuro” diferente y mejor.
Nosotros, un pequeño grupo de misioneros pasionistas, queremos hacer, en este momento, el mayor esfuerzo que esté a nuestro alcance. En Barranquita el Padre Mario Bartolini ha sido atacado y amenazado de muerte por su valiente defensa de las tierras y del campesinado. Igual suerte le ha tocado a la misionera de Jesús, Luz Adela Guillén.
En Yurimaguas estamos siendo atacados, aunque solapadamente, por algunos traficantes de tierras y por aquellos que quieren sacar provecho a su favor y chupar la sangre de los campesinos. Pero como pequeño grupo misionero no nos desmayamos. Nuestra confianza es el Señor y ponemos nuestras vidas al servicio de los hombres y mujeres de la Amazonía.
Y hemos querido pasar de las palabras y promesas a los hechos. Después de habernos asesorado debidamente con las autoridades correspondientes, hemos comenzado a poner linderos a los terrenos de los centros poblados, a levantar el censo de la población y practicar todos los trámites que sean necesarios para categorizar a los pueblos. Para fines de abril tendremos preparados 15 expedientes de otras tantas comunidades para su entrega en Iquitos al Gobierno Regional. Posteriormente seguiremos en el trabajo hasta abarcar, en esta primera etapa, a 40 comunidades. Luego, si Dios quiere, si las comunidades nos solicitan y obtenemos los medios económicos necesarios, seguiremos abarcando a otras comunidades del Vicariato. Nuestro trabajo no es la titulación de tierras, que pertenece al PETT o al organismo que asuma este trabajo. Nosotros, sencillamente, señalamos, de acuerdo con las poblaciones colindantes, hasta dónde llegan sus linderos. Nuestro trabajo pasa al Gobierno Regional, posteriormente llegará a Lima a las instancias correspondientes, y finalmente, oficializando el saneamiento de las tierras y la categorización de los poblados, se entregará en los Registros Públicos de Yurimaguas.
Pío Zarrabe Garro CP, un santo de nuestro tiempo
A los ochenta años, víctima de un paro cardio-respiratorio, falleció el Padre Pio Zarrabe Garro CP, quien fue propulsor de la defensa de las tierras amazónicas y los pueblos aborígenes.
Trabajó incansablemente por el desarrollo espiritual y material de la gente de la Amazonia. Recorrió de arriba abajo el río Huallaga en sus giras evangelizadoras a los pueblos. Con sus escritos exhortó y llamó la atención de los poderosos, como él llamaba, hacia una conciencia de equidad y bienestar en el desarrollo de los pueblos del Nororiente peruano.
El padre Pío Zarrabe había nacido en Zenarruza-Bolívar, provincia de Vizcaya el 29 de marzo de 1929.Profesó el 26 de mayo de 1946 y se ordenó sacerdote en Roma el 20 de abril de 1952. En 1954 se licenció en Historia y ese mismo año siguió los estudios para el doctorado y al mismo tiempo hizo varios cursos de archivística en el Archivo Vaticano. En 1955 regresó a la Provincia donde ejerció la docencia de Historia y Teología en el estudiantado de Villarreal y Mellid. En 1963 pasó a Deusto como II Consultor y Secretario Provincial. Reelegido Consultor en 1966, con el nombramiento de Obispo de Mons. Venancio Orbe, quedó como Vicario Provincial.
En 1974 se puso al servicio de las Misiones en el Vicariato de Yurimaguas. Nombrado Vicario Regional del Perú en 1994, hasta que en el 2002 regresó a Yurimaguas para la Pastoral de las Comunidades.
El religioso, quien días atrás ya mostraba síntomas de debilidad, falleció en la casa de los misioneros pasionistas del Vicariato Apostólico de Yurimaguas. Sus restos mortales fueron conducidos hasta el interior de la capilla Virgen de las Nieves, donde son velados. Luego será trasladado a la ciudad de Lima, donde le darán cristiana sepultura.
Su más cercano amigo, reverendo padre Carlos Murayari Amasifuén, recordó que el padre Pio, llegó a la Amazonía, exactamente el 14 de febrero del año 1974 procedente del norte del España del país vasco de la provincia de Vizcaya, directo a la capilla de la localidad de Lagunas, donde inició todo un trabajo de peregrinaje al servicio de la evangelización. Tras su partida a la eternidad, la feligresía católica llora su partida. La memoria del reverendo quedará en todos los que lo conocimos en vida.
Fuente: Diario AHORA de San Martín y Ecclesia Digital.