Por Martha Meier Miró Quesada- Diario EXPRESO.
En un mundo ideal, digamos en Narnia, la democracia debería ser el equilibrio entre la mayoría y la minoría, pero vivimos en esta hipérbole de la realidad llamada Perú. Así las cosas, el descomunal problema que enfrenta la democracia es que, en la práctica, se sostiene sobre la “mayoría” que no necesariamente la hace eficiente y menos aún viable en el tiempo, sino todo lo contrario.
El destino de un país está en manos de lo que decida en las urnas una muchedumbre desinformada, con espíritu de rebaño, manipulable, personas con traumas infantiles no superados, odios heredados y diversidad de complejos; una mancha humana que camufla perfectamente a criminales, informales, adictos, tratantes de personas, infradotados intelectuales, microcomercializadores de drogas, entre otros. El electorado (o electarado) tiende a seguir lo que es tendencia, aunque esa tendencia sea equivocada. Así, por ejemplo, en el Congreso se acatan decisiones bobas y hasta dañinas por alcanzar mayoría, y sabrán las estrellas qué enjuagues e intercambios se urdieron bajo la mesa para votar en tal o cual sentido.
No hay garantía de que un acuerdo mayoritario sea la mejor opción, ni que desconocer la visión de la minoría podría tener mejores resultados. Y esto no es un problema menor, pues los errores adoptados democráticamente no conllevan responsabilidad de ningún tipo. Lo peor de todo es que la miríada de estupideces ‘democráticas’, por más legítimas que sean, generarán desconfianza y frustración de la ciudadanía con respecto a la política, los políticos y las instituciones.
Y es en este punto donde podemos cuestionarnos, una vez más, si el voto universal pone en peligro la democracia y si acaso no exigirle un mínimo de conocimientos a los que buscan ser elegidos terminará pulverizando el respeto por este sistema de gobierno.
Una nota de Franco Casoli, publicada en el portal web ‘El Montonero’, sostiene que: “la mayoría de los peruanos no confían en la democracia como el mejor sistema de gobierno; 53% de la población peruana no creería en la democracia, mientras que el 87% no estarían satisfechos con el funcionamiento de los gobiernos democráticos y 57% considera que se puede justificar un golpe de Estado, a mano de los militares”. Esto según una encuesta del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) de junio de 2024. Casoli explica: “estos resultados nos dicen que [los peruanos] están dispuestos a ceder su libertad, sus derechos y el mismo Estado de derecho a cambio de orden, estabilidad y seguridad. No quieren vivir en un país donde a los delincuentes se les deje libres, para robar, violar o matar otro día. El miedo se ha apoderado de las calles y ningún gobierno en años ha podido frenar esta situación”.
¿El Congreso dará normas más duras contra la criminalidad? ¿El Ejecutivo usará la mano dura? ¿Los opositores dejarán sus intereses para conformar un gabinete político de ancha base para la transición democrática, o querrán ganar notoriedad pidiendo una vacancia presidencial que nada resolverá?
¿La “mayoría” es calidad democrática?
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