Por Antonio Elduayen Jiménez CM
La Transfiguración del Señor, que hoy celebramos (Lc 9, 28-36), es una fiesta de luz y gloria, que nos afecta positivamente a todos. Para Jesús es su epifanía o manifestación más contundente de quién es Él, pues se unen para decirlo, Dios, la historia y la naturaleza. Dios, que lo proclama su Hijo amado y que nos manda escucharlo (=seguirle); la historia de Israel, representada por sus dos más preclaros exponentes Moisés y Elías, que se honran conversando con Él; y la naturaleza, que suspende sus leyes, para hacer que su rostro y vestidos brillen como el sol. Su Transfiguración es además un anticipo de su resurrección. Jesús acepta la muerte y morirá, pero al tercer día su cuerpo resucitará glorioso, lleno de luz, como se le ve ahora.
En relación con los apóstoles, la Transfiguración del Señor fue la motivación más fuerte que les dio para permanecer junto a Él, venga lo que venga después. Vinieron su pasión y muerte, y pareció que todo había terminado, pero no, la experiencia vivida en el Tabor, los reanimó y llenó de esperanza. Ellos saben muy bien quién de verdad es Jesús. Como repetirá S. Pablo en los momentos difíciles, ¡yo sé en quién he puesto la confianza…! (2 Tim 1,12). Esto vale también para nosotros: debe consolarnos saber que al otro lado del túnel hay luz y esperanza. La luz del triunfo de Cristo. Crean en mí, nos dice (Jn 14,1). Yo he vencido al mundo (Jn 16,33)
Como he dicho, la Transfiguración del Señor nos da motivos para creer y esperar. Para iluminar y dar sentido a nuestras vidas, que es lo que hoy más necesitamos. Pero sobre todo nos lleva a encontrarnos con nuestro bautismo, que es en cada cristiano como su transfiguración personal. La transfiguración del cristiano -la tuya y la mía- que encierra todos los elementos de la Transfiguración del Señor y que debe ser para los demás gozo y esperanza, como la de Jesús. En el bautismo, el ser humano no sólo se trasfigura (tornándose luz y gracia en su interior), sino, lo que es mucho más, cambia de condición, pasando de ser criatura a ser hijo de Dios.
Mira cómo en tu bautismo, no sólo Moisés y Elías, sino María y todos los santos, te acompañaron, pues los invocamos para que te ayuden a crecer como cristiano. Mira cómo, luego, a la hora del bautismo, el Padre Dios te hizo su hijo y te mostró como tal, Jesucristo te hizo su hermano menor, y el Espíritu Santo como su templo vivo desde donde actuar. Y mira cómo, por la acción del agua y del Espíritu Santo, pasaste de la mancha y oscuridad del pecado original a la luz de la gracia de Dios. Y te dijeron: has sido revestido de Cristo… Y también: has sido iluminado por Cristo, camina siempre como hijo de la luz. Si observas bien, verás que son las mismas cosas, y aún más, que sucedieron en la Transfiguración del Señor. ¡Reconoce cristiano tu dignidad! ¡Vive, goza e irradia tu propia Transfiguración, desde la fe en Cristo y el amor del Espíritu!
INDULGENCIAS PLENARIAS EN EL AÑO DE LA FE
Santuarios, iglesias y parroquias; así como solemnidades y fiestas religiosas, en las que, según las disposiciones del Arzobispado de Lima, los fieles de la Arquidiócesis podrán ganar Indulgencia Plenaria, con motivo del Año de la Fe.
Quienes cumpliendo las condiciones habituales, peregrinen: en el Centro de Lima a la Basílica Catedral de Lima, al Santuario del Señor de los Milagros de Nazarenas, y al Santuario de Santa Rosa de Lima. Y quienes, en Otras Zonas, peregrinen al Santuario del Señor de la Divina Misericordia (Surco), a la Parroquia de la Santísima Cruz (Barranco), a la Parroquia Nuestra Señora de la Reconciliación (La Molina), a la Parroquia Nuestra Señora del Pilar (San Isidro), a la Parroquia Virgen Milagrosa (Miraflores), a la Parroquia Nuestra Señora de las Victorias (La Victoria), al Santuario Mirador Virgen del Rosario (Manchay), y a la Virgen del Morro Solar.
Asimismo, podrán ganar Indulgencia Plenaria quienes, en cualquier Iglesia de la Arquidiócesis de Lima, participen de la Misa en la Solemnidad de Santo Toribio de Mogrovejo (27 de abril), la Solemnidad del Corpus Christi (2 de junio) y la Solemnidad de los Santos Apóstoles San Pedro y San Pablo (29 de junio). También quienes participen y comulguen en la Santa Misa de la Festividades del Señor de los Milagros frente al Santuario de las Nazarenas (el 18 y 28 de octubre) y de la Solemne Misa en la Basílica Catedral para la clausura del Año de la Fe en la Solemnidad de Cristo Rey (24 de noviembre).
De esta manera, los sacerdotes de la arquidiócesis prepararán a los fieles con una adecuada catequesis, de modo que la gracia de la Indulgencia vaya acompañada de un corazón arrepentido y con una firme disposición a luchar contra el pecado.
Sobre las Indulgencias Plenarias.
Cabe recordar que el Catecismo de la Iglesia Católica señala que “La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia. Todo fiel puede lucrar para sí mismo o aplicar por los difuntos, a manera de sufragio, las indulgencias tanto parciales como plenarias” (n. 1471).
Las condiciones habituales para ganar Indulgencia Plenaria son:
– Encontrarse en estado de gracia y desear ganar la Indulgencia.
– Desapego total del pecado, incluso el venial.
– Confesión sacramental, que puede realizarse algunos días antes o después de la actividad religiosa,
– Comunión eucarística, el mismo día de la actividad religiosa.
– Oración por las intenciones del Santo Padre, el Papa, el mismo día de la actividad religiosa.
– La indulgencia se gana una sola vez al día y se puede aplicar en sufragio de un difunto.
Transfiguración de Jesucristo
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