Susana, cándida Eréndira

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Los cambios de opinión más sonados de los políticos en el 2015

Por Iván García Mayer- Diario EXPRESO.
Con su participación en la plancha “¡Madre Mía!” del oficialismo, Susana Villarán ha cometido un acto disparatado con el que, casi de seguro, le pone un triste y vergonzoso punto final a su larga y solvente trayectoria en el movimiento de los derechos humanos.
A estas alturas, la exalcadesa de Lima puede recitar, mirándose en el espejo y sin que le tiemblen los labios, las palabras de la cándida Eréndira de García Márquez: “Lo que más me gusta de ti es la seriedad con que inventas los disparates”. Porque eso y no otra cosa son sus argumentos de bolsillo y de ocasión para acompañar al candidato Daniel Urresti, procesado actualmente por el asesinato del periodista Hugo Bustíos.
Que la fórmula palaciega sea el espacio adecuado para enfrentar el fujimontesinismo y que no hay elementos de prueba en el juicio contra el aspirante presidencial nacionalista -a quien le cree ahora con convicción de conversa- son motivos tan incoherentes como deplorables.
Y esto precisamente es lo que la CNDDHH le ha dicho en un pronunciamiento mediante el cual también le enrostra que ha traspasado el límite ético que corresponde a quien ha sido representante de los derechos humanos. No menos severo sobre su conducta de esta hora es el comunicado de la familia Bustíos.Por si el disparatario previo no fuera suficiente, cabe recordar que en 2006, cuando postuló a la presidencia por Concertación Descentralista (CD), calificó a Humala como el candidato de la improvisación, incivilidad e impunidad (caso Madre Mía); y en 2010, durante los comicios municipales, le dijo al actual mandatario: “Ni me defiendas ni te acerques”.
Y para coronar este faenón de la inconsistencia, también pretende un escaño en el próximo Congreso.
A manera de memoria de su probable futuro, solo resta terminar con la última frase del cuento del Nobel colombiano: “[…] y jamás se volvió a tener la menor noticia de ella ni se encontró vestigio más ínfimo de su desgracia”.

La última mudanza de Susana Villarán

Editorial Diario El Comercio
La noticia de la incorporación de Susana Villarán a la plancha de Daniel Urresti ha causado sorpresa y desaprobación en muchos sectores de la ciudadanía, incluidos aquellos que hasta hace poco la respaldaban a pesar de lo deslucido de su pasada gestión al frente de la Municipalidad de Lima. La sensación que estas personas transmiten es la de un desencanto respecto de una figura política que, no obstante sus limitaciones administrativas, había sido consecuente en la defensa de los principios que presidieron su incursión en la vida pública –esto es, su militancia de izquierda y su defensa de los derechos humanos– y ahora, al sumarse a una fórmula encabezada por un candidato de talante autoritario y acusado de ser el autor mediato del asesinato del periodista Hugo Bustíos, ha echado también las convicciones morales por la borda.
La verdad, sin embargo, es que la decisión de la ex alcaldesa de Lima es esencialmente un poco de lluvia sobre mojado, pues ella había faltado ya a su palabra y a una trayectoria que ahora luce muy remota en más de una oportunidad.
No es esta, en efecto, la primera vez que la señora Villarán anuncia que no participará en un proceso electoral y luego cambia de opinión, aduciendo altos cometidos políticos que supuestamente la obligan a dejar de lado sus preferencias personales. Como se recordará, eso fue exactamente lo que ocurrió con ocasión de los últimos comicios municipales, en los que ella había prometido no competir durante la campaña para salvarse de la revocación. Esa vez dijo que había cambiado de opinión porque su amor por Lima le demandaba profundizar las reformas que había iniciado, y ahora que quiere impedir el triunfo del fujimorismo en el 2016. Pero en ambos casos, aparte de una sobreestimación de sus verdaderas posibilidades electorales, se puede maliciar que existe, más bien, un afán por tentar una opción de poder a cualquier costo.Esto, porque solo unos meses atrás, la antigua lideresa de Fuerza Social afirmó que Daniel Urresti no era una persona idónea para postular a la presidencia, tanto por los ya mencionados problemas relacionados con el caso Bustíos, como por carecer de un perfil y una visión de estadista. ¿Dónde han quedado en la presente coyuntura esas objeciones? Pues, probablemente, en uno de esos atados de cosas viejas que uno quema a fin de año.
No era aquella, por lo demás, tampoco la primera vez que la señora Villarán marcaba distancias con el nacionalismo, pues ya en el 2006 había expresado dudas con respecto al entonces candidato presidencial Ollanta Humala; particularmente, cuando dejó flores en Madre Mía y le reclamó al ex comandante enfrentar “cara a cara” a los deudos de la violencia de los contingentes militares que actuaron fuera de la ley en el lugar. Otro resquemor olvidado que hace pensar que la Susana Villarán que acusó a Vladimiro Huaroc de ‘traición’ a sus principios y valores por haberse sumado a la campaña de Keiko Fujimori “por pura ambición de poder” ha de haber sido una persona homónima.
Los cuestionamientos a la ex alcaldesa, por otra parte, se extienden a muchos asuntos que exceden el terreno de lo estrictamente político. Nos referimos, por ejemplo, a la circunstancia de que, tras la campaña por el No a la revocatoria del 2013, a pesar de que aseguró haber rendido cuentas a la ONPE respecto a su financiamiento, tuvo que ser finalmente desmentida por el mismo organismo electoral, que indicó que dicha información no se encontraba en su base de datos. O al hecho de que se valiera de un ‘vientre de alquiler’ (Diálogo Vecinal) para postular a la reelección al año siguiente. O a la contratación de focus groups con dinero del municipio para fines proselitistas. O a la reposición de los regidores revocados en cargos en el municipio, a pesar –una vez más– de que había prometido no hacerlo.
No cabe, en consecuencia, asombrarse demasiado de este giro de Susana Villarán, porque sus mudanzas políticas y de principios han sido, como se ve, ya varias a lo largo de su historia. Pero el hecho de que la que estamos constatando en estos días no haya sido la primera, no quiere decir tampoco que, por una cuestión de cansancio de los votantes, no vaya a ser la última.

EL EPITAFIO POLÍTICO DE SUSANA VILLARÁN

Por Alfonso Baella- Diario Expreso
Cuando Susana Villarán sobrevivió a la revocatoria se erigió, en opinión de algunos, como una mujer treja, valiente y hasta audaz. Su imagen finalmente quedó revitalizada. Gracias a los millones invertidos en esa campaña la sensación que quedó fue la de un pequeño saldo a favor. Suficiente para terminar e irse a su casa y, quien sabe más tarde o inclusive ahora, intentar volver.
Pero Susana no supo leer el inequívoco mensaje político detrás de las 22 cabezas que rodaron de su mayoría en el Concejo de Lima. Los vecinos de la capital la salvaron sobre todo porque afirmó que no iría a la reelección pero le dijeron, a través del despido de sus colaboradores políticos, que había ideologizado la gestión, que había sido ineficiente pero que la dejaban para cumplir con el mandato inicial. En pocas palabras le salvaron la cabeza y hasta le dieron la oportunidad de terminar su gestión.
Villarán no entendió y quiso, en verdad, burlarse de los vecinos de la capital. Dijo que no dijo lo que dijo y que ella iba a la reelección para salvar a Lima de las mafias representadas, según ella, por Luis Castañeda. Nuevamente en campaña y sin aclarar jamás el origen de los millones de dólares usados en la revocatoria, fue incapaz de mostrar obras o resultados. Apenas un 10 % la relegó al tercer lugar muy lejos del ganador Luis Castañeda y del segundo Enrique Cornejo. Asintiendo, en apariencia, el golpe de las urnas prometió nunca más participar en un cargo público por votación.
Sin embargo en las últimas horas volvió a cambiar de posición. Hoy como ayer justifica el desconocimiento de su palabra empeñada en la obligación de enfrentar a un nuevo enemigo. Esta vez es el fujimorismo y el aprismo. El “sacrificio” de su dañada verosimilitud se justifica en esta gesta de salvación. Y si todo esto ya era suficiente como para bajarle el dedo y clasificarla como una política mentirosa, ella misma se ha esforzado por agregarle a esa desilusión la vergüenza de juntarse con quien menos debía. Y aunque la palabra consecuencia tiene en el diccionario de la exalcaldesa un significado laxo, etéreo o impreciso, los vecinos de Lima y los electores del Perú sí reconocen ese atributo en un político. De igual manera la falta del mismo merece el repudio generalizado.
Hoy decidió agregar, a la mochila repleta de ejemplos de incapacidad que fue su gestión edil, el “legado” de un gobierno del que suponíamos no recibió nunca nada pero que a la luz del discurso recién estrenado defiende con sospechosa vehemencia. Ahora resulta que se ha erigido en una suerte de instancia judicial supranacional cuando olvida sus propios cuestionamientos al Capitán Carlos –Ollanta Humala- y ya no quiere “que dé la cara primero” como exigía en el 2006. Peor aún, exime de toda responsabilidad al Capitán Arturo –Daniel Urresti– del asesinato del periodista Bustíos cuyo juicio está en curso en el Poder Judicial. Villarán, da la impresión, ha olvidado todo pudor. En su afán de no perder protagonismo y ganarse un puesto público se inclina no al primer plato que le sirven sino al último que queda, aunque este sea rancio.
Urresti tenía algo de esperanza si subía en su combi a Abugattás y a Jara. Había, aunque lejana, una ínfima oportunidad de superar el 5 % y meter un par de congresistas. Con Villarán se han sepultado en lo más profundo de la incompetencia. Al cadáver gubernamental debe sumar el cadáver de la incapacidad absolutamente probada de Susana Villarán de la Puente. Su designación sólo se explica en la desorientación y en la ingenuidad de Nadine Heredia. Para algunos es un triste final el de la exalcaldesa, para otros ha hecho y dicho, en las últimas horas, todo lo necesario para merecer este tan miserable epitafio político.

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