Doblemente condecorado por su valentía ejerciendo de capellán castrense
Por Jorge López Teulón– ReligionEnLibertad.com
El 28 de febrero, los espiritanos celebran la fiesta del beato Alejo Daniel Brottier, que fue capellán castrense durante los días de la Primera Guerra Mundial. Esta es su ejemplar vida.
Daniel nació en La Ferté-Saint-Cyr (Francia) el 7 de septiembre de 1876, de padres de condición económica modesta que lo educaron cristianamente. Con 14 años entró en el seminario diocesano de Blois, donde continuó los estudios necesarios hasta su ordenación sacerdotal el 22 de septiembre de 1899. El obispo lo envió como profesor al colegio diocesano de Pontlevoy, donde cumplió sus deberes docentes los cursos 1899 y siguientes, hasta que pensó que su verdadera vocación era otra.
Había surgido en su corazón el deseo de entregarse a la gran causa de las misiones y, convencido de que era Dios quien le llamaba, el 24 de septiembre de 1902 entró en el noviciado de la Congregación de San Sulpicio, cuyos miembros eran conocidos popularmente como espiritanos. Hecho el noviciado, pronunció los votos religiosos al año siguiente e, inmediatamente, fue destinado a las misiones del Senegal.
Dio lo mejor de sí en la tarea misional, pero su salud se resintió de manera notable, especialmente debido a las fuertes jaquecas que sentía continuamente. En 1906, los superiores le ordenaron volver a Francia, donde se sometió a tratamiento médico con el que mejoró. De modo que, a comienzos de 1907, volvía a Senegal. En cuanto llegó, le volvieron las migrañas. En vista de ello, lo enviaron definitivamente a Francia, y aquí pensó que podría hacer algo por las misiones senegalesas. Entonces fundó la obra “Recuerdo Africano” y se dedicó con verdadero provecho a recoger fondos para poder construir la catedral de Dakar.
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, el padre Daniel se preguntaba: ¿Qué puedo hacer frente a esta barbarie que arrasa con la salud, la vida y la civilización?, y entendió que la manera más segura de estar cerca de gente necesitada de consuelo y ayuda era hacerse capellán castrense. Como tal, recorrió todos los campos de batalla del corazón de Europa, con una abnegación y un valor admirables que lo harían acreedor, pasada la contienda, de la Legión de Honor y la Cruz de la Guerra. Heridos y moribundos, muchachos asustados, desanimados y perdidos en medio del peligro y la matanza, hallaron en Daniel al amigo, al hermano, al compañero que prestaba auxilio y consuelo.
Terminada la guerra, empezaría para él un nuevo trabajo importante: se le encargaría la Casa de Huérfanos de Auteuil, suburbio de París, que él amplió y llevó adelante por medio de la recogida de limosnas, hasta alcanzar una acogida de cerca de mil quinientos chicos. Lanzó también la Unión Nacional de Excombatientes para su apoyo mutuo y llegó a contar con dos millones de afiliados.
Todos los que le trataban admiraban su fe en la Providencia, su caridad inagotable, su entrega generosa a cualquier trabajo y su enorme vida interior, virtudes que hicieron fructuosa una vida que parecía sin futuro cierto cuando regresó enfermo de África. Era especialmente devoto de santa Teresita del Niño Jesús. Murió el 28 de febrero de 1936 en París. Fue beatificado por san Juan Pablo II el 24 de noviembre de 1984.
El beato Daniel a caballo en una de las imágenes más difundidas
El 30 de septiembre de 2020, víspera de la fiesta de Santa Teresa de Lisieux, se inauguró la nueva tumba del sacerdote de la Congregación del Espíritu Santo, beato Daniel Brottier. Está enterrado en el santuario de Santa Teresa del Niño Jesús de Auteuil, en el distrito XVI de París.