Carta del Sínodo al Pueblo de Dios

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Los 364 miembros de la asamblea eclesial votaron la publicación de una carta dirigida “al pueblo de Dios” en la que expresan su estado de ánimo al concluir -el domingo- la primera sesión romana del Sínodo sobre el futuro de la Iglesia.
La carta, de dos páginas y media, no contiene anuncios concretos, pero insta a los cristianos a «escuchar a quienes no tienen voz en la sociedad o se sienten excluidos, incluso por la Iglesia».

Texto completo:

XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos
Carta de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos al Pueblo de Dios
Queridos hermanos y hermanas
Al concluir los trabajos de la primera sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, queremos, con todos vosotros, dar gracias a Dios por la hermosa y rica experiencia que acabamos de vivir. Hemos vivido este tiempo bendito en profunda comunión con todos vosotros. Hemos sido sostenidos por vuestras oraciones, llevando vuestras expectativas, vuestras preguntas y también vuestros temores. Hace dos años, a petición del Papa Francisco, iniciamos un largo proceso de escucha y discernimiento, abierto a todo el pueblo de Dios, sin excepción, para «caminar juntos», bajo la guía del Espíritu Santo, como discípulos misioneros en el seguimiento de Jesucristo.
La sesión que nos ha reunido en Roma desde el 30 de septiembre es un paso importante en este proceso. En muchos sentidos, ha sido una experiencia sin precedentes. Por primera vez, por invitación del Papa Francisco, hombres y mujeres han sido invitados, en virtud de su bautismo, a sentarse a la misma mesa para participar no solo en las deliberaciones, sino también en las votaciones de esta Asamblea del Sínodo de los Obispos. Juntos, con nuestras vocaciones, carismas y ministerios complementarios, hemos escuchado atentamente la Palabra de Dios y la experiencia de los demás.
Utilizando el método de la conversación en el Espíritu, compartimos humildemente las riquezas y las pobrezas de nuestras comunidades en todos los continentes, tratando de discernir lo que el Espíritu Santo quiere decir a la Iglesia hoy. En particular, experimentamos la importancia de favorecer los intercambios recíprocos entre la tradición latina y las tradiciones del Oriente cristiano. Además, la participación de delegados fraternos de otras Iglesias y comunidades eclesiales enriqueció profundamente nuestros debates.
Nuestra asamblea tuvo lugar en el contexto de un mundo en crisis, cuyas heridas y escandalosas desigualdades resonaron dolorosamente en nuestros corazones y dieron a nuestros trabajos una gravedad particular, sobre todo porque algunos de nosotros procedíamos de países en los que la guerra hace estragos. Rezamos por las víctimas de la violencia asesina, sin olvidar a aquellos a quienes la pobreza y la corrupción arrojan a los peligrosos caminos de la emigración. Expresamos nuestra solidaridad y nuestro compromiso junto a las mujeres y los hombres de todo el mundo que trabajan por la justicia y la paz.
Por invitación del Santo Padre, dimos un lugar privilegiado al silencio, para favorecer entre nosotros la escucha respetuosa y el deseo de comunión en el Espíritu.
Durante la vigilia ecuménica de apertura, experimentamos cómo crece la sed de unidad en la contemplación silenciosa de Cristo crucificado. La cruz es, en efecto, la única cátedra de Aquel que, dando su vida por la salvación del mundo, confió sus discípulos a su Padre, para que «todos sean uno» (Jn 17,21). Firmemente unidos en la esperanza que nos da su resurrección, le hemos confiado nuestra casa común, donde resuenan cada vez con más urgencia el clamor de la tierra y el grito de los pobres: «Laudate Deum», como nos recordó el Papa Francisco al comienzo mismo de nuestros trabajos.
A lo largo de los días, hemos escuchado la llamada urgente a la conversión pastoral y misionera. Porque la vocación de la Iglesia es anunciar el Evangelio, no centrándose en sí misma, sino poniéndose al servicio del amor infinito con el que Dios ama al mundo (cf. Jn 3,16). A la pregunta de qué esperaban de la Iglesia en este Sínodo, los sin techo de los alrededores de la Plaza de San Pedro respondieron: «¡El amor! Este amor debe seguir siendo siempre el corazón ardiente de la Iglesia, un amor trinitario y eucarístico, como nos recordó el Papa al evocar el mensaje de santa Teresa del Niño Jesús el 15 de octubre, a mitad de nuestra asamblea. Es la «confianza» la que nos da la audacia y la libertad interior que hemos experimentado, no dudando en expresar nuestras convergencias y nuestras diferencias, nuestros deseos y nuestros interrogantes, libre y humildemente.
¿Hacia dónde nos dirigimos a partir de ahora? Esperamos que los meses que nos separan de la segunda sesión, en octubre de 2024, permitan a todos participar de manera concreta en la dinámica de comunión misionera que indica la palabra «sínodo». No se trata de una ideología, sino de una experiencia enraizada en la Tradición Apostólica. Como nos recordaba el Papa al inicio de este proceso: «Comunión y misión corren el riesgo de quedarse en términos un tanto abstractos si no se cultiva una praxis eclesial que exprese la realidad concreta de la sinodalidad (…), favoreciendo la implicación efectiva de todos y cada uno» (9 de octubre de 2021). Los retos son muchos y los interrogantes numerosos: el informe de síntesis de la primera sesión precisará los puntos de acuerdo a los que hemos llegado, destacará las cuestiones abiertas e indicará cómo debemos proseguir los trabajos.
Para avanzar en su discernimiento, la Iglesia necesita absolutamente escuchar a todos, empezando por los más pobres. Esto exige un camino de conversión, que es también un camino de alabanza: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra: lo que has ocultado a los sabios y entendidos, se lo has revelado a los más pequeños» (Lc 10,21). Se trata de escuchar a quienes no tienen voz en la sociedad o se sienten excluidos, incluso por la Iglesia. Escuchar a quienes son víctimas del racismo en todas sus formas, en particular, en algunas regiones, a los pueblos indígenas cuyas culturas han sido pisoteadas. Sobre todo, la Iglesia de nuestro tiempo tiene el deber de escuchar, con espíritu de conversión, a quienes han sido víctimas de abusos cometidos por miembros del cuerpo eclesial, y de asumir un compromiso concreto y estructural para que esto no vuelva a suceder.
La Iglesia necesita también escuchar a los laicos, todos llamados a la santidad por su vocación bautismal: el testimonio de los catequistas, que en muchas situaciones son los primeros en anunciar el Evangelio; la sencillez y la vivacidad de los niños, el entusiasmo de los jóvenes, sus preguntas y sus llamadas; los sueños de los ancianos, su sabiduría y su memoria. La Iglesia debe escuchar a las familias, sus preocupaciones educativas, el testimonio cristiano que ofrecen en el mundo de hoy. Necesita acoger las voces de quienes desean implicarse en ministerios laicos o en órganos participativos de discernimiento y toma de decisiones.
Para progresar en su discernimiento sinodal, la Iglesia necesita particularmente escuchar más a los ministros ordenados: los sacerdotes, primeros colaboradores de los obispos, cuyo ministerio sacramental es indispensable para la vida de todo el cuerpo; los diáconos, cuyo ministerio significa la preocupación de toda la Iglesia por los más vulnerables. También debe dejarse interpelar por la voz profética de la vida consagrada, centinela vigilante de las llamadas del Espíritu. También necesita estar atenta a quienes no comparten su fe, pero buscan la verdad, y en quienes está presente y actúa el Espíritu, que «ofrece a todos, de un modo conocido por Dios, la posibilidad de asociarse al misterio pascual» (Gaudium et spes 22, 5).
«El mundo en el que vivimos, y al que estamos llamados a amar y servir, incluso en sus contradicciones, exige que la Iglesia refuerce las sinergias en todos los ámbitos de su misión. Este es precisamente el camino de la sinodalidad que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio» (Papa Francisco, 17 de octubre de 2015). No tengamos miedo de responder a esta llamada. La Virgen María, primera en el camino, acompaña nuestra peregrinación. En las alegrías y en los dolores, nos muestra a su Hijo y nos invita a confiar. Él, Jesús, es nuestra única esperanza.
Ciudad del Vaticano, 25 de octubre de 2023

Miembros del Sínodo dicen que las respuestas del Papa sobre las bendiciones de parejas del mismo sexo y la ordenación de mujeres dan pistas sobre la línea de Francisco

El obispo australiano Anthony Randazzo recuerda que a lo largo de la historia muchos papas han recibido “dubias” antes de grandes reuniones eclesiales

Los participantes en el Sínodo de los Obispos sobre la Sinodalidad seleccionados por los organizadores para hablar con los medios de comunicación han dicho que los comentarios del Papa Francisco sobre la ordenación de mujeres sacerdotes y las bendiciones de las parejas del mismo sexo a comienzo del Sínodo, eliminaron la distracción de obsesionarse con temas específicos. De este modo, se pudieron dejar de lado esta incertidumbre, creando así espacio para abordar otros temas. Así lo analiza la vaticanista Elise Ann Allen, para Crux Internacional, que recoge Angelus News.

No es un show de entrevistas 

Al respecto, en la última rueda de prensa en el Vaticano, el portavoz del Papa para el sínodo, el laico italiano Paolo Ruffini, jefe del Dicasterio para la Comunicación de la Santa Sede, subrayó que el sínodo no es un “show de entrevistas” en el que los participantes responden a las preguntas de la prensa, sino más bien una “conversación espiritual” dirigida para discernir la voluntad de Dios.
Como publicó Religión Confidencial, el sínodo comenzó con la polémica suscitada relativa a los dubia presentadas por cinco cardenales que no participan en la asamblea sinodal, dubia que fue respondidas por el Papa Francisco en una carta y que el prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Víctor Manuel Fernández, hizo pública con permiso del Santo Padre.
Los cinco cardenales preguntaban al Papa Francisco algunos asuntos relacionados con la ordenación de las mujeres, la bendición de las uniones entre personas del mismo sexo y la autoridad de la Sínodo para emitir enseñanza vinculante.

Respuestas a los dubia 

En sus respuestas, Francisco confirmó que la iglesia no contempla que las mujeres sean ordenadas sacerdotes, pero dijo que el tema aún podría estudiarse, mientras que insinuó  (como así lo interpretó la opinión pública internacional) las bendiciones para parejas del mismo sexo en algunos casos concretos, siempre que no genere confusión con respecto al sacramento del matrimonio de la iglesia. 
A raíz de esas declaraciones, algunos observadores se quejaron de que el Papa Francisco había impedido la discusión y el proceso de discernimiento del sínodo, ya que esos eran dos temas clave que se esperaba que se abordaran durante la reunión de un mes de duración, apunta la vaticanista.
Sin embargo, cuando se preguntó a los portavoces del sínodo en una conferencia de prensa del 18 de octubre si estaban contentos de que el Papa Francisco hubiera emitido esas instrucciones, o si hubieran preferido que los temas permanecieran abiertos, dijeron que estaban complacidos.

Reneé Ryan, profesora de teología en Australia 

La laica australiana Reneé Ryan, profesora de teología y filosofía en la Universidad de Notre Dame en Australia, dijo en la rueda de Prensa: “Siempre es bueno saber, siempre es bueno tener pistas sobre lo que al Santo Padre le gustaría guiarnos como nuestro líder espiritual”.
Respecto a la cuestión de la ordenación sacerdotal de las mujeres, Ryan dijo que “como mujer, no me centro en el hecho de que no soy sacerdote. Creo que se pone demasiado énfasis en esta cuestión y lo que sucede cuando ponemos demasiado énfasis en esta cuestión es que nos olvidamos de lo que las mujeres, en su mayor parte, necesitan en el mundo”. El obispo australiano Anthony Randazzo con el cardenal Charles Bo, arzobispo de Yangon, Myanmar, durante el sínodo.

Obispo Anthony Randazzo de Australia

Por su parte, el obispo Anthony Randazzo de Broken Bay, Australia (también activo en las redes sociales sobre el sínodo), señaló en la rueda de prensa que a lo largo de la historia muchos papas han recibido preguntas antes de grandes reuniones eclesiales, y señaló por ejemplo la cuestión del celibato sacerdotal en la época del Concilio Vaticano II de 1962-65.
Pablo VI, que redactó la encíclica  Sacerdotalis caelibatus  de 1967 sobre el tema, en el momento del concilio “intervino directamente y se reservó la cuestión para sí mismo, no para decir que no se puede hablar de ello, sino para que pudiera ser objeto de una conversación más amplia, un estudio más profundo, que luego produjo algo que es un punto de referencia permanente para la formación y la discusión hasta el día de hoy”, dijo Randazzo.
Respecto a las decisiones del Papa Francisco, Randazzo dijo: “Tiene un verdadero carisma al poder hablar de temas que son reales para las personas, escuchándolas, sin descartarlas y permitiéndoles sentarse donde están para que alcancen la madurez, tal vez no en este momento, pero sí medida que las cosas crezcan un poco más”.

Clericalismo y “clericalizar” a los laicos 

No obstante, Paolo Ruffini ha confirmado que el sínodo está abordando la condición de la mujer y la bienvenida de la comunidad LGBTQ+.
Según los organizadores del sínodo, los temas abordados durante esta semana se centran en el clericalismo como un obstáculo para la comunión; posibles cambios al derecho canónico; corresponsabilidad entre laicos y jerarquía eclesial; la relación entre liderazgo y servicio; escasez de sacerdotes y la necesidad de no “clericalizar” a los laicos.
La discusión también abordó el papel de los obispos en la promoción del diálogo ecuménico e interreligioso; la posibilidad de más consultas en el proceso de selección de obispos; y la necesidad de que los obispos comprendan que no están solos y que no pueden hacerlo todo por sí solos, especialmente cuando se trata de cuestiones financieras.
Fuente: Religion.elconfidencialdigital.com

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