Defendamos nuestra fe

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Felipe Mac Gregor Rolino SJ, rector PUCP (1963-1977) da un discurso en el III Congreso Nacional de Educación Católica. Sentados, de derecha a izquierda: Monseñor Ricardo Durand Flores SJ, Eduardo Palomino Thompson, Sister María Consuelo Sparks Miró Quesada IHM y otros. 1975.
Por Eduardo Palomino Thompson- Doctor en Educación.
PRESENTACIÓN DEL AUTOR
Este escrito se desarrolla a raíz de la diversa y difícil problemática del catolicismo en el momento actual, tanto en Perú como especialmente en el mundo. Los diversos capítulos son en su casi totalidad de mediados de este año 2023.
Para este autor el problema central del catolicismo actual, sin negar que también existan otros factores influyentes, no viene sobre todo de enemigos externos que atacan y cuestionan la Iglesia, hecho que es real, siempre lo ha habido y también la debilita, sino sobre todo de católicos laicos, eclesiásticos, teólogos, y hasta dignatarios vaticanos un poco rebeldes, a los cuales se suele llamar “progresistas”, quienes propugnan cambios a creencias milenarias judeocristiana, lo cual parece atentar contra la ortodoxia católica ya que se les ha considerado siempre como no negociables. En otros casos, es una forma sutil que prioriza la fraternidad y el caminar juntos, aunque no nos una la fe, todo ello por encima de lo fundamental de las creencias, aspectos todos ellos buenos pero que no son los centrales de una fe católica la cual queda debilitada. También hay católicos tradicionalistas que complican el panorama, aunque en mucho menor número, más discretos, y cuyos reclamos no cuestionan aspectos sustantivos.
La impresión que uno tiene es que, algunas de estas personas, quisieran refundar la Iglesia Católica llevándola hacia una doctrina menos exigente y que sea fácilmente aceptada por el mundo (es decir no ortodoxa), olvidando, increíblemente, que la doctrina católica procede de Dios Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Pero como sabemos, estas situaciones están ya profetizadas por San Pablo en 2Timoteo, 2 a 4: “predica la palabra, insiste con ocasión y sin ella, reprende, reprocha y exhorta siempre con paciencia y doctrina. Pues vendrá un tiempo en que no soportaran la sana doctrina, sino que se rodearán de maestros a medida de sus pasiones para halagarse el oído. Cerrarán sus oídos a la verdad y se volverán a los mitos. Pero tú sé sobrio en todo, sé recio en el sufrimiento, esfuérzate en la propagación del Evangelio, cumple perfectamente tu ministerio”. Es que hay mesiánicos que quieren corregir al Señor.
Estas corrientes heterodoxas siempre han existido en la Iglesia, pero últimamente se potenciaron a raíz de los que se denominó el “espíritu del Concilio” luego del Vaticano II (1965). Había quienes deseaban entonces, algunos teólogos y medios de comunicación en especial, cambios sustanciales en aspectos doctrinales claros y milenarios. Entonces derrotados, han resurgido en parte empujados por cierta posición dubitativa de Papa Francisco tal vez producto de que, al no ser un teólogo profesional, debe valerse de otras personas que, por lo visto, no poseen tampoco la necesaria preparación teológica y/o poseen cierto espíritu heterodoxo. También puede ser porque el Papa considera que se hacen necesarios una serie de cambios sustantivos a nivel doctrinal a fin de acercarse al mundo, aunque ello suponga el peligro de romper con la ortodoxia católica milenaria y que se pueda crear un cisma. Algunos creen en esta hipótesis y que, fallecido el Papa Benedicto XVI, se ha roto una especie de dique que estaba conteniendo ciertas ideas con variantes sustantivas.
Luego de 10 años de pontificado, buen número de “progresistas” que deseaban cambios importantes por el Papa Francisco, han quedado decepcionados al no ver modificaciones papales tangibles, según ellos, sino solamente apariencias de variantes importantes. Desde la otra orilla, sectores tradicionalmente ortodoxos que consideran que no puede haber cambios trascendentales, han quedado sorprendidos, y hasta decepcionados, al considerar que, aunque mucho no se haya cambiado todavía, hay intenciones de hacerlo en cuanto haya oportunidad y aún con riesgos de quebrar la ortodoxia milenaria de la fe de muchos católicos; todo ello en el proceso de lo que se está llamando una Iglesia Sinodal que aspira a caminar juntos a cualquier precio.
Además, por lo que se ve, se quiere decidir cosas importantes en la Iglesia hasta por decisiones mediante votación, y aunque ellas sean contrarias a su pasado y tradición milenaria y a las Escrituras, cosa absurda ya que la verdad no se vota. Los sínodos de octubre de 2023 y 2024 van a ser un asunto clave al respecto y más aún la Exhortación Sinodal que de ellos se derive, lo cual sucederá seguramente en el año 2025.
Pero uno se pregunta ante sectores católicos que quieren hacer variantes importantes en la doctrina católica: ¿es que es dable modificar los mandamientos de Dios Padre, el mensaje de Jesús en su vida y la organización y el impulso del Espíritu Santo de Pentecostés?; ¿qué autoridad tenemos los hombres para cambiar el plan y decisiones de Dios?; ¿alguien puede atreverse a garantizar que si así fuera todo iría muy bien porque las modificaciones serían mejores que lo que Dios dispuso? ¿No será lo más lógico que seamos los hombres los que nos acomodemos a las exigencias de Dios que sabe lo que es bueno para nosotros, aunque ello signifique molestias y sacrificios?
Quienes pertenecemos años a la Iglesia Católica no vamos a aceptar integrarnos a una Iglesia Sinodal, nueva y distinta en una serie de aspectos no negociables y en la cual, básicamente, los bautizados que forman el Pueblo de Dios, mediante consensos y/o votaciones, tomen decisiones vinculantes en cada diócesis, lo cual permitiría que en una de ellas sea pecado o virtud, lo que en otra es al revés. Nos llevaría a la conocida multiplicación de las iglesias protestantes y a negar que la verdad es solamente una y que, en el fondo, Dios no se puede contradecir de una época a otra.
Obviamente esta situación, si se confirman cambios sustantivos en las creencias al concretarse las definiciones sinodales por el Papa, cosa que al momento no se ha hecho, puede llevar muy bien a separaciones, cismas, y otros, con abandono de fieles, o a tensiones internas con los que prefieren quedarse sin romper con sus creencias tradicionales avaladas por el mismo Dios. La opinión clara de este autor, y seguramente de cualquier católico serio y ortodoxo, es que hay aspectos milenarios que no son cambiables y que se refieren al matrimonio, familia, aborto, y otros.
Asimismo, es muy claro que hay teólogos, eclesiásticos, y hasta autoridades católicas vaticanas, que están buscando hacer variantes que no son pertinentes ni aceptables y que, en la fe, moral y costumbres debemos defender lo que es ortodoxo.
Es que nuestra Iglesia es católica por el conjunto de sus creencias, vida y acciones, y no podemos decir que somos una Iglesia sinodal como se está diciendo porque ciertos estilos, metodología, creencias o énfasis quieren ser cambiados. No debemos decir que la Iglesia es Sinodal porque no lo es, aunque haya elementos valiosos de ella que habría que integrar, pero en su lugar y no como portaestandartes de la fe.
Desde otro ángulo, la sinodalidad insiste en dar un valor excepcional, y casi mágico, al caminar juntos y al discernimiento espiritual. Siendo ambos muy buenos e importantes, no parece puedan ser un sustento sólido de un sentido de vida y de una fe, menos aún a nivel de un conglomerado de muchas personas con características, edades y culturas tan diferentes. Más aún sabiendo la gran “profesionalidad” que supone asegurar que el discernimiento ha sido bien realizado y que lo que se recoge es la voluntad del Espíritu; en el fondo puede haber una gran subjetividad en un discernimiento espiritual. Por otra parte, no hay ningún valor específico de seguridad que pueda dar a la fe el hecho de caminar juntos con personas tan diferentes. Es decir, ambos, el discernimiento y el caminar juntos, constituyen un sustento muy gaseoso para cualquier pensador o teólogo que quiera construir algo sólido y perdurable.
Por otro lado, la sinodalidad parece creer que lo principal en la Iglesia católica es que la gente quiere ser escuchada por la jerarquía y el sacerdocio, cuando el verdadero y humilde creyente lo que quiere es escuchar a Dios en su interior y en base a ello buscarlo con todo su ser: “el quaerere deum”. En esa línea tampoco parece que va a querer torcer la voluntad de Dios ante sus exigencias; más bien lo que desea es la gracia para amar y cumplir la voluntad de Dios expresada en los mandamientos, y otros.
La invitación del Papa al Sínodo (2021) planteó tres ejes fundamentales al caminar juntos: la comunión; la misión y la participación y, para ello como clave, el encuentro entre los hombres independientemente de sus creencias y peculiaridades. Pero la cultura del “encuentro”, es muy complicada más aún si a ello añadimos el discernimiento y la fraternidad incluso con no creyentes, lo cual constituye otro aspecto muy mencionado.
Por otra parte, si bien pensamos, la comunión con otros tan distintos por fe, costumbres y creencias es muy difícil y utópica. Y lo es más si añadimos a ello el segundo elemento: la misión, la cual supone objetivos comunes. ¿Pero, cómo se va a lograr esto si el encuentro y la fraternidad nos vincula con personas muy distintas y por tanto con misiones y creencias sustantivas diferentes? ¿Y cómo vamos lograr una gran participación si el proyecto final no es común y la metodología del discernimiento es complicada, puede ser muy subjetiva y hasta desunir a muchos por ideas diferentes?
Asimismo, ¿qué pasa si en el discernir tenemos posiciones encontradas no solo entre los que caminan juntos, sino con lo establecido por Dios Padre en los mandamientos? Además, ¿no es Jesús el camino, la verdad y la vida? ¿Para qué buscar lo que ya se encontró: el saber caminar juntos y lo que hay que hacer? Las prioridades que ha puesto el Papa son muy importantes, pero no ha dicho que sean el centro de la fe; en todo caso lo son de objetivos más modestos del Sínodo.
Vale la pena recordar aquí lo de San Pablo en 2 Tesalonicenses, 2, 3 y 4: “Que de ninguna manera os engañe nadie, porque primero tiene que venir la apostasía y el hombre de la iniquidad, el hijo de la perdición que se opone y alza sobre todo lo que lleva el nombre de Dios o es adorado, hasta el punto de sentarse él mismo en el templo de Dios, mostrándose como si fuera Dios”. O será que cierta gente nos está vendiendo una “metodología” que facilita la manipulación a fin de llegar a lo que desean…
No faltan quienes afirman que lo que está pasando en el mundo, y en la Iglesia Católica, es una de las señales de los últimos tiempos con su rechazo a Dios y los consiguientes sufrimientos finales para la humanidad. Que sea esto un aviso para nosotros que pueden acercarse tiempo difíciles en los cuales tendremos que defender con fuerza nuestra fe e identificación con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, antes que con los hombres por encumbrados que sean.
Es de esperar que esto no ocurra, pero hay que estar preparados y vigilantes y no nos dejemos ganar por “alguna a lo mejor soterrada estrategia de infiltración atea” que quiera apartarnos del único y supremo Señor. O a lo mejor, como en los tiempos del Señor en que se pedía la venida del Mesías Salvador, habrá que pedir que vengan ya los tiempos finales y el triunfo definitivo de Dios con toda la doctrina escatológica correspondiente. La ortodoxia de la fe es lo primero para todos nosotros.
No olvidemos que, tanto en lo social, la paz, lo político, lo religioso, y otros, los riesgos de un estallido mundial espantoso se comentan entre pensadores, sociólogos, teólogos y hasta místicos, según presuntas revelaciones. Para estos últimos Dios, harto de un mundo ateo que se burla de los mandamientos, va a desencadenar una purificación física y espiritual que hará temblar a la humanidad.
CONTENIDO DEL LIBRO
Los tres primeros capítulos de este libro procuran observar situaciones mundiales de tipo general, las cuales son necesarias a fin de enfocar con mayor profundidad el asunto, ya que el desarrollo y las dificultades eclesiales siempre tienen estrecha relación con la evolución del mundo, los lineamientos internacionales y aspectos de la cultura, filosofía, literatura, así como otras disciplinas.
El cuarto capítulo, haciendo ingreso a la parte católica, busca dar una explicación fundamentalmente religiosa a esta difícil situación mundial: el olvido de Dios. En el quinto capítulo se busca dar una mirada diagnóstica a la situación del catolicismo en Perú y el mundo en estas décadas post segunda guerra mundial. El sexto capítulo quiere hacer ver el esfuerzo del pontificado de Benedicto XVI, en la línea de los de Juan Pablo II y Pablo VI, por tratar de recentrar el mundo y el catolicismo en lo religioso, superando malas influencias del mundo, así como también ciertas ideas de sectores católicos progresistas más enfocadas a un catolicismo que priorice la ayuda a la solución de aspectos temporales que los espirituales y religiosos.
Los siguientes capítulos: siete, ocho y nueve, que corresponden todos a mediados de 2023, buscan enfocar la difícil y a veces criticada problemática católica actual muy centrada en el pontificado del Papa Francisco, así como diversas líneas o decisiones vaticanas que han removido notablemente el ambiente de los fieles y eclesiásticos, hecho que puede continuar aún más en el resto de 2023 y 2024, y hasta 2025, ante las decisiones que puedan derivarse del Sínodo y de la Exhortación final del Papa.
El décimo capítulo, ante la difícil situación producida por lo expresado en los tres capítulos precedentes correspondientes al pontificado del Papa Francisco, trata de entender si se trata de una crisis total del catolicismo, o problemas parciales a superar.
Los siguientes capítulos, once, doce y trece, procuran insistir en la necesidad de una Iglesia más orante, un pontificado futuro más centrado en lo religioso y la urgencia de educar en una fe claramente ortodoxa ante deseos de algunos de cambios no negociables en lo católico.
El capítulo 14, aunque aparentemente se sale del tema, busca resaltar algunas urgencias de cosas que habría que hacer para, dentro de una cultura con elementos católicos y democráticos, se busque superar los dramáticos problemas de nuestro Perú dentro de un enfoque humanista y constitucional y bajo la iluminación católica. La fe se encarna en el mundo y tiene que ver con el desarrollo nacional y ciudadano. La Doctrina Social de la Iglesia es muy clara.
El capítulo 15 procura hacer ver el perfil de lo que piensa el autor sobre aspectos de los enfoques desarrollados en los diversos capítulos, considerando que no se debe etiquetar a quienes escriben sino, en todo caso, por sus ideas en diferentes aspectos individuales.
1.- EN LO GLOBAL: ¿DESARROLLO HUMANO INTEGRAL? O SOSTENIBLE.
Una breve historia:
La década de los 90 significó un momento de gran preocupación por el “desarrollo humano”, muy promovido por las Naciones Unidas mediante su organismo el PNUD, el cual se hizo abanderado de esta justa e importante propuesta. Por su misma expresión, comprendía una visión con los más variados elementos del contexto mundial. En el fondo, se encontraba en la línea que, para lo individual, señalaba la “Declaración de los Derechos Humanos” de las Naciones Unidas (1948): “El pleno desarrollo de la personalidad humana” (art. 26).
Dentro de esta misma orientación el Concilio Vaticano II habló de “educación integral” (1965), la cual comprende lo cognitivo, afectivo, moral, físico, espiritual y religioso. En la línea de lo global y colectivo, la Iglesia seguía con su centenario principio de que los estados tienen como objetivo y prioridad “el bien común”, también dentro de un concepto integral y totalizante.
Lamentablemente, y por los planteamientos de sus mismos documentos internacionales, las instituciones señeras actuales, ONU, UNESCO, y otras, van perdiendo el sentido de integralidad para resolver los problemas del mundo y se van canalizando hacia énfasis parciales, los cuales se comienzan a considerar como los únicos necesarios para resolver los problemas, olvidándose el sentido holístico de los mismos y dejando de lado, o debilitando, aspectos vitales. Los “énfasis exagerados” hacen tanto daño como los olvidos, al dejar aspectos esenciales.
En este siglo XXI ha habido dos documentos fundamentales de tipo global: a) el documento del MILENIO, con proyección del 2000 al 2015; y b) su continuación que es el documento de las Naciones Unidas con las prioridades para el período del 2015 al 2030 denominado: “Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”, con su planteamiento de “Transformar nuestro mundo”.
Dicho documento ha establecido 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible y 169 metas.
Recuerda que: “Los objetivos y las metas son de carácter integrado e indivisible y conjugan las tres dimensiones del desarrollo sostenible: económica, social y ambiental”. Son a 15 años. Como se puede observar por su lectura, todo se centra en el desarrollo sostenible, lo cual no debiera ser. Asimismo, se reduce únicamente a los tres aspectos mencionados, lo cual, obviamente, es incompleto. Lo lamentable es que esta orientación limitada está influyendo mucho en la documentación, planes y acciones mundiales.
En los párrafos correspondientes se observa que, en el fondo, el asunto ambiental está a la par de la pobreza económica como objetivo central. En este sentido se manifiesta: que la erradicación de la pobreza es “un requisito indispensable para el desarrollo sostenible”; que se está resuelto a “sanar y proteger nuestro planeta” y “reconducir al mundo por el camino de la sostenibilidad…”.
Asimismo, como se manifiestan líneas arriba, “los objetivos y metas conjugan las tres dimensiones del desarrollo sostenible: económica, social y ambiental”. Pero uno se pregunta: ¿es todo esto tan importante como para que se haya convertido en la preocupación central y casi única del mundo por encima de la paz, el terrorismo, la delincuencia, la familia, las virtudes y valores, el desarrollo que comprende el avance de cada uno en su personalidad, y otros, lo cual conforma los logros humanos integrales comprendiendo una preocupación por Dios y lo trascendente?
Personalmente pienso que no y que se les está dando un relieve excesivo, sin querer decir que no sean importantes. Al hacerlo se convierte a la pobreza, el medio ambiente y lo ecológico no solamente en los temas centrales de la problemática mundial, sino que se han minimizado los demás y se les ha convertido en aspectos muy secundarios.
Vale la pena terminar este breve artículo mostrando los objetivos tanto del Milenio como de la Agenda al 2030 a fin de observar la debilidad de ambos, tanto por la ausencia de aspectos esenciales, como por el énfasis exagerado en otros. Se invita al lector a analizarlos con detenimiento y sentido crítico. Además de un notable reduccionismo al limitar los aspectos importantes, hay una total utopía en su logro final cuando se habla continuamente de garantizar el cumplimiento de los objetivos.
Documento del Milenio.
Objetivos de Desarrollo del Milenio establecidos para el período 2000-2015.
Los 8 ODM:
1. Erradicar la pobreza y el hambre.
2. Lograr la enseñanza primaria universal.
3. Promover la igualdad de género y la autonomía de la mujer.
4. Reducir la mortalidad infantil
5. Mejorar la salud materna.
6. Combatir el VIH/SIDA, paludismo y otras enfermedades.
7. Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente.
8. Fomentar una asociación mundial para el desarrollo.
Fueron explicitados con mayor detalle comprendiendo metas e indicadores (ver en Google).
Agenda al 2030.
Una lectura detallada del Documento, fácilmente ubicable en internet y con unas 70 carillas de desarrollo, permitirá ver sus valores, pero también su reduccionismo y grandes utopías, así como sus lagunas. Veamos, de manera escueta, los 17 objetivos para confirmarlo.
1. Poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo.
2. Poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible.
3. Garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las edades.
4. Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos.
5. Lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a las mujeres y niñas.
6. Garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos.
7. Garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna para todos.
8. Promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos.
9. Construir infraestructuras resilientes, promover la industrialización inclusiva y sostenible y fomentar la innovación.
10. Reducir la desigualdad en y entre los países.
11. Lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles.
12. Garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles.
13. Adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos.
14. Conservar y utilizar en forma sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos para el desarrollo sostenible.
15. Promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, luchar contra la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras y frenar la pérdida de la diversidad biológica.
16. Promover sociedades pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible, facilitar el acceso a la justicia para todos y crear instituciones eficaces, responsables e inclusivas a todos los niveles.
17. Fortalecer los medios de ejecución y revitalizar la Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible.
2.- CRISIS NACIONAL Y MUNDIAL: LA RESPUESTA EDUCATIVA Y RELIGIOSA.
INTRODUCCIÓN.
La historia del mundo y del Perú muestran que todos los tiempos han sido difíciles por problemas diversos, así como con frecuencia por crisis profundas y a veces duraderas. Nadie duda que los momentos actuales son de una grave situación nacional e internacional tanto en lo humano como en lo religioso. Pero vale la pena anotar que en este artículo no tomamos la expresión crisis en su sentido extremo de que prácticamente todo es negativo, ha estallado y no tiene solución, sino en el de algo muy complicado, pero siempre solucionable y que no comprende nunca la totalidad de la realidad, la cual tiene siempre aspectos no tan dramáticos y hasta positivos.
Es muy lamentable que no hayamos aprendido las lecciones de la historia y sigamos en diversos aspectos hasta peor que antes, pese a que el nivel educativo es mejor que el de cualquier época precedente. Esto quiere decir no tanto que la educación sea mala (desde luego que no es muy buena), cuanto que la sociedad y los estudiantes, de cualquier nivel que sea, no respondemos a ella, especialmente en los aspectos éticos, ciudadanos, religiosos, justica social, apego a la verdad, y otros.
En efecto, los educadores, llámense maestros, padres, medios de comunicación, u otros, muy raramente enseñan a ser delincuentes, corruptos, vengativos, malos padres, deficientes ciudadanos, etc. etc., pero como las personas somos libres con frecuencia, al parecer más que en otros tiempos, optamos por lo incorrecto y generamos así los problemas.
Hay que potenciar que la sociedad y la educación prioricen las virtudes, los valores de todo tipo, incluyendo por supuesto los religiosos. Asimismo, que valoren la verdadera ciudadanía, entre otros muchos. Mientras no exista una respuesta real de muchos más de los que no responden adecuadamente, seguiremos en situaciones muy difíciles y las profundizaremos. En verdad la respuesta está en nosotros, ya que los gobiernos y gobernantes son el producto de nuestras fallas o aciertos. Una buena educación puede ayudar, pero si la persona no responde, nada se arregla. Las culpas son nuestras, no de las estructuras políticas, económicas y sociales.
CRISIS NACIONAL
En variados aspectos, los dos siglos republicanos no han sido mejores que los virreinales, exceptuadas por supuesto la libertad y la independencia. En efecto: luchas internas, guerras civiles, envidias, deseos de poder, y otros, no hicieron muy feliz ni desarrollado el siglo XIX. Pero el siglo XX tampoco fue muy famoso: tensiones ideológicas, políticos con ambiciones, deficiente preocupación por salir de la pobreza, golpes de Estado, criollismo, corrupción, y tal vez flojera de muchos, no permitieron avances sustantivos.
De otro lado, el siglo XXI parecía que empezaba en muchos aspectos mejor, pero al cumplirse el Bicentenario ha mostrado que falta mucho para tener un Perú con un avance social, político y económico sólidos, mostrando riesgos de tornarse un país inviable y hasta perder la finalidad para la que nació. No es posible decir que no estamos en grandes problemas, o tal vez, como dicen algunos, en una gran crisis.
Que Dios nos ayude para que superemos esta situación y que todos los peruanos colaboremos activamente a ello.
CRISIS MUNDIAL
Las dolorosas experiencias de las guerras mundiales del siglo XX, el rechazo internacional al nazismo y fascismo, así como la caída del muro de Berlín y el aparente desplome del comunismo, presagiaban un siglo XXI mejor, amén de los avances tecnológicos y la evidente mejora económica, educativa, y otras, en gran parte de la humanidad. Pero la invasión de Rusia a Ucrania y todo lo que ella está implicando nos están golpeando severamente.
Por otra parte, en el mundo de África, y gran parte de Asia, las cosas han sido y siguen siendo muy complicadas: no han faltado los fundamentalismos religiosos (musulmanes) y el gobierno chino que quita libertades a las personas y quiere someter las religiones. Tampoco se ha superado la gran pobreza, las guerras, migraciones y hasta la miseria en muchos lugares. La explotación mundial sigue siendo notable, sin negar mejoras económicas de muchos de los asalariados.
Desde otro ángulo, la incentivación de la lucha de clases sigue vigente en el ideario marxista-comunista, así como su deseo de someter a los estados a su poder político, social, económico y a su ateísmo. De otro lado, aunque al parecer se va mejorando, todavía queda una fuerte dosis de discriminación, maltrato a la mujer, explotación laboral, pobreza injusta (no olvidar que hay también pobreza culpable de las propias personas), derechos humanos, pero también los olvidados deberes; así como un liberalismo convertido en muchos casos en un libertinaje salvaje que golpea durísimamente la ética, las virtudes y buenas costumbres, así como la justicia social por los abusos de no pocos de sus gestores.
En cuanto a la política, la democracia occidental no parece muy perfecta y no ha cuajado mucho, aparte de sus diversas interpretaciones. Por otro lado, los gobiernos autoritarios y corruptos pululan por el mundo y perjudican la libertad de los hombres y sus derechos más elementales.
Pese a todo lo dicho, lo que explica las crisis, y especialmente ésta, es la pérdida de sentido de innumerables personas. Por una parte, del sentido humano que invita a la paz, la justicia, la colaboración de todos por encima de ciertas lógicas diferencias de diverso tipo. No es posible que no se capte la maravilla que es la persona humana, su diferencia cualitativa con el mundo natural y el lógico respeto de unos a otros.
Asimismo, las crisis de todos los tiempos están explicadas, para cualquier cristiano y de variadas confesiones, especialmente la judía, en la pérdida del sentido de Dios.
Al respecto, el Papa Benedicto XVI, recientemente fallecido, decía en el año 2005 con mucha razón: “El verdadero problema de nuestro momento histórico radica en que Dios está desapareciendo del horizonte de las personas”. Igual podemos decir que se esfuma en las orientaciones básicas de diversos estados.
Es evidente que cuando Dios se eclipsa del entorno humano las personas pierden hasta su sentido de vivir, pasando entonces frecuentemente su objetivo al placer y al egoísmo: si no hay Dios, trataré de vivir todas las satisfacciones imaginables porque no hay resurrección ni vida eterna, ni nadie que me juzgue; el otro y sus problemas no me interesan. Lo que deseo es vivir lo mejor que pueda de este poco tiempo que aparentemente tengo. Demás decir que esto se deriva en que mis compromisos ciudadanos con todos se debilitan y, en no pocos casos, significan que explotó a los demás en mi provecho siempre que puedo: lo que me interesa es tener dinero para satisfacer mis ambiciones y deseos.
Es decir, la crisis de la existencia de Dios perjudica no solamente lo espiritual propio y ajeno, sino también a la comunidad política, social y hasta a la económica. Cuando impera el sentido de Dios en muchos ciudadanos, la sociedad puede vivir en mayor paz y con un sentido de esperanza. Por ello, gran parte de la crisis actual proviene de la pérdida de Dios, lo cual es evidente en la sociedad actual y en todo el mundo.
Obviamente es una crisis sobre todo de las personas.
LA CRISIS DE PENSAMIENTO Y DE LOS MOVIMIENTOS E IDEOLOGÍAS.
No siendo este autor ni teólogo ni filósofo, no le es factible hacer una respetable reseña de tan importante tema, a más que sería muy larga. No obstante, a tenor de la opinión de otros, se pueden decir algunas cosas que parecen ciertas.
Como sabemos, el medioevo significó la irrupción victoriosa del pensamiento cristiano y la fe católica. Los primeros siglos fueron de dolorosa introducción y martirio; luego la prédica y esfuerzo cultural (benedictinos) trajo la educación y cristianización de los llamados bárbaros. Más tarde, (siglo XI), el impulso intelectual de las nacientes universidades de gran presencia católica, así como la influencia incluso política de la Iglesia que tenía una voz notable, para no pocos excesiva, dio a lo religioso católico una importancia sustantiva.
Los cuestionamientos a la Iglesia Católica en los siglos XV y XVI, en buena parte por culpa de fallas de sus propios miembros, facilitó el surgimiento del protestantismo. La libre interpretación de las Sagradas Escrituras y nuevas ideas filosóficas colocan al hombre en el centro y ya no a Dios. Con Descartes: “pienso luego existo”, así como otros filósofos para quienes no es válido sino lo que consideran razonable y en su opinión científica, las cosas empeoran. El racionalismo y la ilustración se imponen, al mismo tiempo que un gran libertinaje y reacción antirreligiosa ya que ellos comienzan a cuestionar todo aquello que no parta del hombre como centro. En estas últimas décadas el endiosamiento de la naturaleza, ecología y medio ambiente, con frecuencia van en la línea de querer colocarse por encima incluso del mismo hombre, ya no solo de Dios.
El ideal del mundo para muchos comienza ya a no ser la vida eterna, sino el progreso y la felicidad de cada uno solo en esta morada, ya que se niega la otra. Los siglos XIX y XX profundizan esta línea y filósofos y movimientos ideológicos (liberalismo, marxismo y comunismo) y cuestionan abiertamente a Dios y lo religioso. Pero, asimismo, pese a la creencia de que el ideal de la felicidad, el avance educativo y el progreso tecnológico iban a llevar a la paz y satisfacción individual y colectiva, hubo una evidente frustración de la humanidad al ver que seguían las guerras, el odio y mucha pobreza. Todo esto, en lugar de haber traído como consecuencia un nuevo acercamiento a Dios y a sus mandamientos, ha sido lo contrario. Entonces, como hoy, numerosos intelectuales e ideólogos también rechazan el valor de la persona humana y su grandeza, priorizando la tierra y lo inmaterial como el origen de todo o el nuevo “dios”.
Por otro lado, liberalismo y socialismo, cada uno en sus diversas versiones más o menos radicales o combinadas, han polarizado el mundo como pocas veces. Además, ambos luchan sin cuartel por el control universal, incluso quitando al hombre su libertad y privacidad. Dios, por supuesto, va al tacho de basura.
De otro lado, los organismos internacionales, que debieran ser portadores de respeto a la libertad e identidad de las naciones, la paz, justicia, apoyo social, económico, y otros, se han ideologizado, burocratizado y alejado de una mínima aceptación de lo religioso y de las identidades nacionales. Sus documentos, que tratan de imponer un estilo y control al mundo, son cada día más discutibles y están preocupados solamente de lo temporal, amén de que dan unos diagnósticos que olvidan avances educativos, en salud, superación de la pobreza, y otros. Igualmente, la familia no cuenta para ellos y promueven la ideología de género, el matrimonio entre personas del mismo sexo, el aborto, las separaciones. Asimismo, la Declaración del Milenio y la Agenda para el Desarrollo Sostenible al 2030 son temporalistas e incompletas.
No cabe duda que, ante todo este lamentable panorama hay fuertes reacciones en los países y en las iglesias, los cuales cada día más buscan enfrentar esta situación particularmente mediante nuevas reflexiones y una educación adecuada, tanto escolarizada como de grupos de estudios y publicaciones, a fin de superar estos problemas que están llevado a esta crisis de pensamiento y de fe a la entera sociedad.
RESPUESTAS EDUCATIVAS PARA SUPERAR DIFICULTADES O ATENUAR LAS CRISIS
Hay que partir de la idea de que siempre habrá problemas, pero también que podemos trabajar para minimizarlos y superarlos, lo que dependerá sobre todo de la respuesta adecuada de las personas, es decir de cada uno de nosotros. La influencia positiva en el mundo de la cultura, la educación en todos sus niveles, así como de la culturización, parecen el camino más adecuado. En este caso, corresponde, especialmente a los directores, pero también a maestros y familias, una serie de iniciativas apropiadas para cada caso. Van algunos sencillos aportes.
+ En 4to y 5to de Secundaria, así como en los primeros ciclos de la Educación Superior debiéramos colocar (independientemente y al margen de normas y leyes) charlas, cursos o seminarios para que los estudiantes se informen y reflexionen sobre las motivaciones y soluciones a las dificultades y crisis mundial y nacional, analizando documentos que lo reflejen, así como otros que los contesten. El Dr. Edistio Cámere, Director del colegio Santa Margarita de Monterrico, tiene experiencias valiosas al respecto.
+ Buscar cuidadosamente para ello al profesor adecuado y que el profesorado de Secundaria y Superior reciba una formación específica que manifieste la orientación institucional.
+ Que los padres de familia reciban información y formación al respecto.
+ Propiciar grupos de reflexión voluntarios a fin de profundizar los temas.
3.- UN MUNDO DESTROZADO: ¿QUÉ HACER?
INTRODUCCIÓN.
Una rápida mirada al mundo peruano e internacional es suficiente para darnos cuenta de la muy dura situación que se vive, sea en lo social o económico, como en lo educativo y cultural, así como en lo ético y moral, y ni digamos en lo religioso cada día más ajeno al mundo de hoy y con evidente declive en su cumplimiento.
De otro lado, las guerras nunca terminan y amenazan una conflagración generalizada que podría hacer casi desaparecer el mundo. Las ideologías están totalmente enfrentadas y, al parecer, cada día se extreman más con peligro de un odio mundial de fatales consecuencias. Globalismo sí globalismo no; calentamiento global, ecologismo y medio ambiente sí, o se está exagerando. Liberalismo total o comunismo radical; estados y personas libres o súper controladas (Orwell, “1984”); estatismo o predominio de lo privado. Y así sucesivamente en casi todo. Curioso, nunca tanta educación y más problemas en el mundo y en las personas. Nunca hubo tanta corrupción, delincuencia, deseos de poder y riqueza.
Pero aparte de lo dicho, y pese a que el mundo anterior no ha sido nada angelical, los principios correctos éticos y morales, o si se quiere las virtudes y valores, al menos en la teoría, predominaban antiguamente con claridad y eran defendidos sin dudas ni vacilaciones. Hoy muchos de ellos son atacados y se sostiene lo contrario de lo anterior. Digamos que, teológicamente, parece que se ha perdido la conciencia de pecado: lo que antes era malo ahora es bueno y viceversa.
La verdad es que, en los aspectos tecnológicos, científicos, de educación, salud, y otros, se ha avanzado mucho y hay que celebrarlo y agradecerlo, pero al parecer en diversos aspectos hay un retroceso impresionante y las tensiones personales y sociales lo muestran abiertamente. También se ve muchas personas que no se encuentran en la línea observada y rescatan y viven una serie de valores y virtudes; no seamos pesimistas y pensemos que todo es malo. Pero, por otra parte, como ocurrió siglos atrás, hay una gran desilusión por el progreso: hay demasiadas injusticias e infelicidad, aunque ciertas encuestas digan de esta última lo contrario.
Si esto lo trasladamos al Perú, en muchos aspectos las cosas son hasta al parecer más deficientes. No vale la pena mencionar lo que vemos a cada momento y lo hemos constatado también en lo político, económico y social en las últimas décadas.
Igualmente, lo religioso ha sufrido un gran enfriamiento.
¿QUÉ HACER?
Los católicos, y cristianos en general, sabemos por la doctrina del pecado original nuestra tendencia al mal ante las tentaciones del demonio y nuestra propia concupiscencia. Quienes no lo creen por lo religioso no pueden dejar de percibir que, en el hombre y en consecuencia en el desarrollo humano, hay mucha injusticia, maldad, deseo de dominar al otro, de riqueza, violencia, placeres, etc. Y esto lo habrá siempre. Es decir, por el lado creyente o no creyente, la conciencia de un mundo futuro complicado es muy clara. Mundo, demonio y carne son parte de nuestra historia de desorden y de pecado.
Seamos creyentes o no creyentes, percibimos que si bien parece no va a haber una solución en este mundo a esta complicada situación, sí puede ocurrir una mejora que permita una convivencia más satisfactoria y una mirada a lo trascendente Los caminos más adecuados parecen ser dos: uno religioso y otro ciudadano. Un tercer caso, el mejor, podría ser si ambos se juntan y refuerzan. Son bien conocidos y no es necesario desarrollarlos sino brevemente.
El conseguir buenos ciudadanos implica una buena educación en valores y virtudes, arrancando para ello de la filosofía griega y continuando con pensadores de todas las edades que han ido perfilando lo que debe cumplir una persona buena y correcta consigo mismo y, en particular, con su ciudad, no solamente poseyendo una buena doctrina que lleve a conocer lo que debe hacer por los otros y por su ciudad sino, sobre todo, por su colaboración y compromiso personal y acción concreta en la construcción de la ciudad terrena. Los voluntariados constituyen una forma de hacerlo.
El creyente, aunque prioriza la construcción de la “Civitas Dei”, no olvida que es también ciudadano de esta tierra y que las personas son su prójimo e hijos de Dios y que, por tanto, debe colaborar a la paz, el desarrollo religioso y ciudadano, así como con lo cultural, social y material en sus más variadas acepciones. Las virtudes religiosas, normas éticas, morales y valores de su propia confesión propician una acción exitosa, aparte de lo que personalmente les corresponde.
Es evidente que cuando lo ciudadano y religioso se juntan las posibilidades de éxito son mucho mayores. Pero no olvidar, para ambos casos, que lo fundamental no es el conocimiento teórico del entramado de compromisos y cualidades necesarias, sino una actitud permanente de cumplimiento de las respectivas responsabilidades. A nadie en la escuela se le enseña a mentir, robar, matar, y otros, pero si no ha habido un verdadero convencimiento intelectual, un querer espiritual vivo y operante y una voluntad decidida, terminamos delinquiendo y perjudicando a la comunidad. Por ello, los verdaderos responsables de que las cosas vayan mejor o peor somos cada uno de nosotros, aunque también los padres tengan una importante responsabilidad. Pero los culpables centrales no son ni las escuelas, ni los maestros ni el gobierno, ni el ministerio: somos nosotros. Si mejoramos todo progresará, aunque nunca será perfecto.
4. – EL OLVIDO DE DIOS:
Causa de los males personales, sociales y nacionales.
Los primeros siglos heroicos de los mártires cristianos constituyeron la savia que permitió un medioevo en el cual el catolicismo, sin olvidar sus muchas debilidades, dio sentido y vida a la cultura cristiana de occidente de aquella época, así como a la esperanza en una vida eterna feliz con el Señor para quienes cumplan la ley de Dios.
Ya en el siglo XVI y siguientes: protestantismo, racionalismo e ilustración, entre otros, debilitan la firmeza de la fe de aquellos y los siguientes tiempos. Luego el marxismo y comunismo destrozan la religiosidad, libertad, propiedad y endiosan como nunca al Estado. Ellos y la masonería combaten a la Iglesia Católica, la cuestionan y, sobre todo, la infiltran. Occidente no se porta muchas veces bien con otros países conquistados y varios de ellos resisten el aporte cultural y la fe católica que llevan. Por otra parte, el liberalismo destroza con frecuencia las costumbres y la justicia social.
Últimamente el hombre progresa y hace avances científicos y tecnológicos maravillosos, pero, en vez de agradecer a Dios que le dio inteligencia, voluntad e iniciativa, se endiosa, prescinde de Él y cuestiona sus mandamientos: mata (guerras y aborto); codicia el bien del prójimo (individualismo); hurta; sexualiza su vida (adiós familia de hombre y mujer estables); y muchos otros.
Todas las épocas han tenido mil dificultades y fallas, pero la actual quiere prescindir exprofesa y abiertamente de Dios como nunca otra: mundo, demonio y carne, como decían nuestros antiguos catecismos, han ganado espacio y amenazan a que el mundo se vuelva otra vez pagano.
Otro gran problema que se presenta en el momento actual a la religiosidad, y a la prioridad del hombre sobre el Estado y lo material, son las organizaciones internacionales con agenda propia que contradicen aspectos importantes de la enseñanza católica y el cristianismo en general, amén del sentido humano de la vida.
Desde hace años su plan globalista (Agenda al 2030) empuja cada día con más fuerza a un gobierno mundial en el cual, con burócratas no elegidos sino infiltrados, o amigos, se quiere dar pautas y leyes para todos los países, ciertamente dentro de parámetros básicos impuestos por sus autores; así como también una religión universal. No falta la idea del hombre como producto de la evolución de la tierra y con prioridad a esta última incluso por encima de la conciencia personal. Pero también: el control poblacional (aborto); las inmensas y deplorables consecuencias de que el sexo no es biológico sino cultural; la libertad convertida en libertinaje; la idea de que lo ecológico y climático están por encima de la persona humana y la religión; el apoyo a la existencia de familias monoparentales; así como una serie de ideas muy cuestionables.
El Plan de la ONU hacia el 2030: “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible” es muy claro en sus objetivos y metas: solo lo temporal y de tipo casi todo económico y ambientalista; nada de Dios, lo religioso y la familia; apenas por casualidad algo de valores, ética, moral, cultura, humanismo, etc.
Como es evidente, esto significa una pérdida del sentido de Dios y sus mandamientos.
Como decía el Papa Benedicto XVI: “El verdadero problema de nuestro momento histórico radica en que Dios está desapareciendo del horizonte de las personas…” 
De otra parte, y como muestra de la pérdida de Dios y su poder y acción sobre el mundo sabemos que, en la antigüedad y hasta hace no mucho tiempo, las personas consideraban que cuando venían guerras, hambre, pestes y pandemias, la culpa era de sus pecados y se hacía penitencia y a veces Dios daba marcha atrás (recordemos al profeta Jonás que predica penitencia y el rey y la ciudad de Nínive le escuchan y reciben el perdón). Pero ahora sería una barbaridad hablar de castigos de Dios, pese a que la sociedad, los jueces a los delincuentes, padres y maestros sí pueden hacerlo y se exige que lo hagan. Pero a Dios le prohibimos hacerlo… Pero Dios castiga los pecados de cada hombre y de las sociedades muchas veces para hacerlo reaccionar y expiar. ¿Por qué no puede hacerlo con las personas, sociedades y naciones? Pero ni nos atrevemos a decirlo… Parece que Dios ya no juega en el partido de nuestras vidas.
¿QUÉ HACER?
Sí, ¿qué hacer en esta sociedad mundial actual en la cual el hombre, el dinero y el consumismo nos han llevado tan lejos de Dios y arriesgan nuestra eterna salvación?
¿Qué hacer para que los omnímodos derechos humanos no sigan sustituyendo los deberes que se enmarcan en los mandamientos? En fin, ¿qué hacer para que la teología no siga siendo rebasada por la antropología la cual se ha adueñado del centro absoluto del hombre y la sociedad? Por lo que parece el antropocentrismo ha reemplazado a Dios. Es más, el naturalismo está reemplazando al antropocentrismo; seríamos producto de la naturaleza y no de Dios.
Pero todo esto, lamentablemente, ha ocurrido también dentro de las preocupaciones y prioridades religiosas y las labores de la acción eclesial. En efecto, el mensaje de Dios, la conversión, la huida del pecado, la liturgia y los sacramentos, la oración, el deseo del triunfo de Dios y su venida, y otros, ya no son temas centrales. Ahora lo son aspectos importantes sí, pero muy humanos y a veces dados con sentido secular, esto también dentro de la teología y las actividades católicas, desplazando aspectos básicos de la fe.
No obstante, una mínima revisión de los evangelios hace ver que Jesús predicaba el Reino de Dios y que los milagros, atención a los pobres, enfermos, y otros, eran sobre todo para que la gente creyera y amara por encima de todo a Dios, pero no constituían la preocupación central del mensaje ni de la dedicación del tiempo. Hoy es al revés; es visible que no hemos secularizado mucho, o mejor, demasiado. Se ha olvidado lo de: “Buscad el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura” (Mateo 6, 33). Incluso un obispo portugués, que será cardenal en setiembre, manifestó que la Iglesia Católica no quiere convertir a los jóvenes. ¿Es aceptable semejante afirmación?
REGRESAR A DIOS E IMPREGNAR LA CULTURA DE LO RELIGIOSO
Debemos cambiar de óptica y hacer que Dios y la preocupación espiritual vuelvan a ser el centro de nuestro ser y accionar católico. Hay quienes piensan que el avance espectacular de ciertos grupos evangélicos y orientales, especialmente en Latinoamérica, responde al descuido y olvido católico de lo espiritual que liga fundamentalmente a Dios, olvidando que la verdadera pobreza que debe superar el hombre es la ausencia de Dios y del verdadero sentido de la vida; no la económica, aunque hay que procurar reducirla con interés y decisión.
Van surgiendo grupos significativos de católicos en varios países influyentes que, de alguna manera, pero no igual sino creativa, a imitación de los benedictinos cuyos monasterios dieron vida a la religiosidad y cultura medieval, siguiendo siendo laicos comprometidos, unen sus familias y crean focos de profunda religiosidad en el mundo incluso en ambientes algo separados de la contaminación mundana, pero no aislados.
Es decir, focos de vivencia evangélica laica que se convierten en la sal del mundo.
Rod Dreher, escritor y periodista, es uno de sus adalides. Su libro “La opción benedictina” (2017), ha impactado en mucha gente religiosa de diversas confesiones y en variadas naciones (Ediciones Encuentro, Madrid, 2018. También en internet, Google).
Es necesario que, de mil formas creativas diferentes o parecidas, se retome la verdadera vivencia evangélica hoy con gran frecuencia opacada por: el progresismo medio marxistoide; ecologismo exagerado; colectivismo cuestionable; sexismo de género; religiosidad casi exclusivamente dedicada solamente a sacar de la pobreza material (y no espiritual) a las personas; preocupación solamente política que olvida la conversión, oración y sacramentos como fundamento de todo.
TRABAJO EN EDUCACIÓN, CULTURA E INVESTIGACIÓN HUMANISTA
Pasados los educativos y culturales siglos benedictinos de las primeras centurias, el segundo milenio vio aparecer universidades y estudios manuscritos con una notable e influyente presencia teológica, filosófica y cultural, especialmente con participación de numerosos pensadores monjes y religiosos. Como consecuencia, una religiosidad católica influyente, aún pese a la frecuente debilidad en las costumbres y laxitud. En el siglo XVI y siguientes todo esto se pierde notablemente.
Si se quiere recuperar lo más exitoso de aquellas épocas es necesario entrar con más fuerza en la educación, básica y universitaria, así como al campo de la cultura, la investigación y publicaciones, dándoles desde luego un sentido más religioso sin descuidar lo humano. Es decir, colegios con una formación teológica e identidad católica sustantiva y con laicos comprometidos, incluso ante la escasez de los religiosos.
Igual tiene que ser en el campo universitario. El siglo XX fue exitoso en la creación de muchas universidades católicas en diversos países. Incluso los primeros pasos fueron muy sólidos en la recuperación de un pensamiento católico de elites influyentes, pero, tal vez por crecer muy rápido y/o por no cuidar la identidad del personal docente, muchas de ellas se han alejado de los objetivos primitivos y hasta se han perdido totalmente como portaestandarte del pensamiento y la educación católica. La Universidad Católica de Lima (PUCP) es un ejemplo muy claro. Incluso se ha perdido el control eclesial de muchas de estas mismas entidades en el mundo. En cuanto a la educación católica superior no universitaria, el panorama es trágico, ya que estas instituciones se preocupan de dar una carrera profana y eliminan lo formativo religioso y cultural.
Los institutos de investigación, las publicaciones, así como el desarrollo de material audiovisual para medios virtuales, siempre dentro de una línea cultural influyente católica en las humanidades, tienen una situación aún más deficiente y constituyen hoy el talón de Aquiles de un verdadero esfuerzo por influir en la cultura nacional y en el mundo intelectual internacional.
Finalmente, no olvidar que todo empieza por la familia y la educación religiosa de niños y jóvenes por sus padres. Las escuelas de padres constituyen un aporte significativo que habrá que trabajar más. La tarea es grande y los operarios pocos.
5.- CATOLICISMO MUNDIAL Y PERUANO: Problemática 1950 a 2023.
INTRODUCCIÓN.
Lo religioso, en líneas generales, significa una opción que considera la interacción con un ser superior que se considera ha creado al hombre y el mundo. Ello se concreta en una relación con dicho ser que, en general, significa un culto de adoración y el cumplimiento de normas dadas por la divinidad, así como la responsabilidad por ellas en esta vida temporal y en una vida posterior eterna. En ciertas religiones no llega a relaciones mayormente trascendentes, dependiendo de las creencias respectivas.
Pero, en el caso en general de las grandes religiones como la católica, significa algo inmanente (el aquí de esta vida temporal) y el allá de una vida posterior que es lo trascendente. El desarrollo de este tema que se hace a continuación se concentra en lo católico por su claro predominio en todo sentido en Perú y las creencias del autor.
En el Perú prehispánico y virreinal.
En nuestra época prehispánica las creencias religiosas estuvieron ligadas a elementos sencillos de escasa profundidad reflexiva y sin mayor sustento real, pero de seguimiento generalizado. En el Virreinato, la venida de los españoles con el mensaje de la predicación católica trae una fe de nivel muy superior. A ella se van adhiriendo, aunque con frecuencia con no mucha profundidad, los pobladores originales del Perú y de todo el continente y, obviamente, la siguen los mestizos, así como los españoles que la traen. En su planteamiento doctrinario es una fe que se orienta por las Sagradas Escrituras (Antiguo y Nuevo Testamento), la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. El catolicismo peruano virreinal fue muy fiel al Concilio de Trento (1545-1563) y por tanto con una orientación totalmente distante del protestantismo, así como muy tenaz por el mismo carácter de sus portadores: los españoles venidos a América.
Su historia en el Perú republicano.
En la República, en su primer centenario, el marco general es el mismo que el virreinal y el Estado peruano valora lo religioso católico, lo considera prioritario y lo apoya constitucional y legalmente, aunque se percibe un decaimiento en el cumplimiento de muchos compromisos de los fieles católicos, así como cuestionamientos religiosos sobre todo, por la influencia de la Revolución Francesa, la Ilustración y el Racionalismo de las filosofías de entonces, así como por el liberalismo de aquellos tiempos. De otro lado, disminuyen las vocaciones sacerdotales y religiosas, lo que debilita el trabajo pastoral. Por otra parte, como es sabido, el clero dio un gran respaldo a la Independencia y varios de sus hombres principales fueron sacerdotes y religiosos.
En cambio, el siglo XX significó una reacción católica en sus 6 o 7 primeras décadas, a la cual contribuyeron entre otros: la venida de religiosos de órdenes y congregaciones europeas, en casos debido a expulsiones de sacerdotes y religiosos particularmente de Francia; el impulso misionero (Pío XI) y un renovado aporte dentro de ello de religiosos españoles; la creación de buen número de colegios de calidad dirigidos por órdenes y congregaciones y a los que envían sus hijos muchos gobernantes y personas influyentes de Lima y provincias. También ocurre la fundación de la Universidad Católica de Lima (1917) a fin de impulsar la formación católica en un entorno universitario antirreligioso de tipo positivista y con cierto anticlericalismo.
Asimismo, en dichas décadas se desarrolla con fuerza el movimiento de laicos comprometidos de la Acción Católica, el cual renueva la presencia masculina en muchas parroquias. Igualmente, un buen número de sus miembros más conspicuos ingresan a la política con connotado prestigio. Al mismo tiempo, se multiplican iglesias en nuevos espacios urbanos y las vocaciones sacerdotales nacionales tienen un aumento superior al del siglo precedente, amén del siempre sostenido aporte de generosos países hermanos. Por otra parte, el sector rural y en general las provincias mantienen su fe sencilla, aunque al parecer no muy profunda.
El mundo católico en las últimas seis décadas.
Antes de desarrollar el transcurrir de lo religioso católico en el Perú desde 1950 a la fecha (los últimos 70 a 80 años que constituyen el objetivo central de este capítulo), es necesario hacer un amplio paréntesis dedicado a lo ocurrido en lo religioso católico en el mundo luego de la segunda guerra mundial, ya que ello ha influido notablemente en el catolicismo peruano de estas últimas décadas. Al respecto, es preciso tener en cuenta lo que se ha mencionado en otros momentos sobre ideas filosóficas y su influencia en el acontecer religioso mundial en general.
La gente joven de los años 60 no había conocido sino de oídas la segunda guerra mundial; tampoco muchos de los nuevos intelectuales que iban surgiendo. Unos y otros perciben el nuevo creciente progreso tecnológico, así como la recuperación económica mundial al menos en los países adelantados. Todo ello invita a una mayor posibilidad de gastos y comodidades. Pero, al mismo tiempo, luego de décadas de dos guerras, un pensamiento y filosofías que ansían la libertad o a veces el libertinaje en sus más variados aspectos, aunque ello vaya contra aparentes y sacras éticas anteriores. En el fondo, un cuestionamiento muy generalizado y un deseo de “romper ataduras” con lo anterior sin límite alguno de exigencias.
Se promueven a partir de entonces la libertad absoluta y los derechos de todo tipo, aunque puedan ser absurdos. Las famosas protestas del mayo francés de 1968, de tanta trascendencia en las décadas siguientes en todo el mundo, quieren un cambio total, y secularizado; pasan a Dios y a todo lo moral y ético a un último plano completando el destrozo iniciado un par de siglos antes o más. En lo sexual se plantea romper con todas las “ataduras” del pasado. El marxismo y el comunismo, con su ateísmo, lucha de clases y gestión antirreligiosa y económicamente negativa, constituyeron otro grave problema. Obviamente, el liberalismo era una gran parte del pensamiento y acción de entonces y también trajo muchos problemas.
En cuanto a la Iglesia Católica, algunos teólogos (la denominada “Nouvelle Theologie”) que manifestaban ideas diferentes y que habían sido contenidos durante el papado de Pío XI (1922 a 1939), y sobre todo en el de Pío XII (1939 a 1958), van encontrando mayor espacio en un mundo que quiere cambios y no acepta fácilmente planteamientos anteriores; digamos que los avances tecnológicos, educativos, y otros, ensoberbecen al hombre, el cual va cayendo en un peligroso relativismo que lleva a las dudas y se opone a las certezas de la fe.
La Iglesia misma ve la necesidad de hacer ajustes y promover un acercamiento al mundo a fin de convertirlo, pero sin cuestionar la doctrina tradicional milenaria cosa que de ninguna manera pensaba hacerse. Para ello, el Papa Juan XXIII convocó al Concilio Vaticano II en 1959; su sucesor Pablo VI lo culmina en 1965. De acuerdo a una experiencia milenaria se aconseja que los concilios sean cortos y para asuntos muy puntuales a fin de tratar solamente lo necesario. Si no es así, se suele querer cambiar muchas cosas, precisamente no indispensables ni urgentes. Asimismo, los documentos pueden ser muy largos y por lo mismo no tan precisos y/o sujetos a múltiples y discutidas interpretaciones. Incluso teólogos y obispos, la soberbia está siempre en el hombre, pueden querer ser originales y avanzados y plantear cosas novedosas, pero no valiosas o permitidas por el mensaje de Jesucristo y ajenos a la historia de la Iglesia.
En cambio, el Concilio duró 4 años y, sobre todo, tuvo múltiples sesiones y largos documentos. No es que se quisiera cambiar todo ni lo sustancial, pero sí hubo tal vez cierto mesianismo y la idea de dar una imagen nueva y adaptada al mundo a fin de conquistarlo, olvidando de alguna manera que es el mundo que debe adaptarse a las enseñanzas de Cristo y no al revés, lo que no quitaba oportunas y específicas adaptaciones tal cual se hizo.
No obstante, el Concilio Vaticano II desarrolla, entre corrientes diferentes, un magisterio profundo y adecuado que trata de integrar lo tradicional con ajustes de adaptación dentro de la continuidad del magisterio de la Iglesia, con la mencionada finalidad de dar respuestas más en consonancia con los nuevos tiempos.
Posiblemente hubo algunos aspectos no bien precisados que dejaron algunas puertas abiertas que luego, no bien interpretados, dieron algunos problemas.
Pero, como suele ocurrir casi siempre, una vez concluido el Concilio ciertos teólogos, o seudo teólogos, y sobre todo los influyentes medios de comunicación de tipo muy liberal que deseaban cambios que no se podían permitir, cuestionaron ciertas cosas ya que querían mucho mayores variaciones incluso en aspectos de la doctrina milenaria de la Iglesia. En el fondo buscaban una adaptación de la Iglesia al mundo más que convertir el mundo a Dios. Además, la doctrina de ellos se volcaba más a tratar de resolver los problemas materiales de los hombres que a promover y reforzar el amor a Dios y la salvación eterna personal y colectiva.
Unido todo esto a ciertos teólogos, y a veces hasta obispos disconformes que deseaban mucho mayores y arriesgadas variantes, surge la expresión “espíritu del Concilio” con la idea de que hay que seguir cambiando muchas cosas una vez concluido el mismo. Este pensamiento se impuso en cierto número de eclesiásticos y teólogos influyentes, lo que trajo todo tipo de experiencias y novedades, muchas de ellas muy ajenas y hasta contrarias al Concilio, lo cual golpeó la fe de muchos fieles, dividió la Iglesia, enfrentó a católicos y complicó la seguridad de la doctrina evangélica, instalándose una concepción del “cambio por el cambio” que debilitó la fe, la liturgia, la catequesis y concepciones de la vida religiosa, entre otros.
A esto se añadió una fuerte influencia del marxismo y comunismo, triunfantes en diversos países sea en las ideas o en formas de gobierno. Todo ello llevó a un apoyo abierto de ciertos católicos a estos cuestionables movimientos e ideologías, así como al surgimiento de la denominada teología de la liberación “con préstamos del marxismo” y con cierta propensión a la lucha de clases. Asimismo, una opción demasiado cerrada a los pobres económicos (olvidando que con frecuencia los ricos pueden ser espiritualmente muy pobres y hay también que liberarlos). Todo ello fue una mala influencia en la teología del Perú y América Latina y en ciertas divisiones de los obispos a partir de los años 70. De todas formas, en el caso del Perú, esto no llegó mayormente al católico de a pie, pero debilitó la acción pastoral, particularmente la espiritual de sacerdotes y laicos comprometidos. Pero no es correcto echar la culpa al Concilio, ya que muchos otros elementos ajenos, anteriores y posteriores, fueron los portaestandartes de los problemas.
Factores que han perjudicado a la Iglesia Católica en el mundo de hoy.
Es bien conocido que la Iglesia Católica ha sido muy perjudicada en estos dos últimos siglos por la masonería y el comunismo, no solamente por sus ideas contrarias a las del catolicismo y su ateísmo militante, sino en no pocos casos por notables y conocidos esfuerzos de infiltración de ambos en: seminarios; documentos orientadores, cargos curiales y episcopales, e incluso en importantes puestos vaticanos, cosas todas bien probadas. El perjuicio en lo doctrinal y en la gestión pastoral ha sido lamentablemente muy grande.
San Pablo VI, a los pocos años de finalizado el Concilio Vaticano II, y a vista de múltiples problemas en la Iglesia, dijo que el humo de Satanás había entrado en la misma. Con frecuencia olvidamos que la acción del demonio es un elemento fundamental en los tropiezos espirituales de la Iglesia Católica.
De otro lado, el liberalismo, con sus ideas con frecuencia contrarias a lo religioso y con su creciente permisividad, ha constituido un elemento que también ha deteriorado la ética y moral sobre todo de occidente y de los países cristianos. Los aspectos afectivos, sexuales, familiares, e incluso económicos y de justicia social, han sufrido sus embates de manera particular.
Por otra parte, los medios de comunicación se han constituido asimismo en elementos muy perjudiciales a la Iglesia Católica en los últimos tiempos. Hay conocidos medios a nivel internacional que se dedican solamente a criticar a la Iglesia, incluyendo inventos y exageraciones. En efecto, hasta antes del Concilio Vaticano II (1965), en general los medios eran bastante respetuosos con la Iglesia Católica; pero luego han tenido hasta tres actitudes contrarias: a) Durante el Vaticano II informaban y entrevistaban sin objetividad, priorizando todo aquello que iba de acuerdo a los cambios que ellos estimaban que se debían hacer, dando poca importancia a lo que se hacía y las correspondientes motivaciones; digamos que los medios de comunicación “hicieron su Concilio”, como dijo el futuro Papa Benedicto XVI por aquellos años; b) han estado en permanente crítica, según la línea ideológica del medio de comunicación, a aquello que les parecía criticable, perdiendo fácilmente objetividad; c) cualquier problema o falla en la Iglesia Católica es informado y reinformado hasta la saciedad, amén de con frecuencia exagerada; un caso típico es el de la pederastia, la cual tiene índices
mucho mayores en las familias y el desempeño laboral que entre los eclesiásticos, así como en otras confesiones religiosas, que en la Iglesia católica. Pero lo que se busca es desprestigiar al catolicismo haciendo ver casi exclusivamente las fallas dentro del mundo católico y muy poco sus valores y aportes.
Otro elemento que viene complicando el desarrollo de la fe católica lo constituyen diversos organismos internacionales, ya que sus líneas de acción y su documentación no avalan aspectos éticos y morales propios de la concepción católica y, en particular, muestran desinterés y ausencia de todo lo religioso como elemento trascendente de la vida humana para los creyentes, los cuales constituyen la gran mayoría de los habitantes del planeta tierra. En cuanto a la documentación, ella se refiere exclusivamente a lo temporal y nunca da la menor cabida a lo trascendente.
Véase si no la Declaración del Milenio (2000) y la materialista y utópica Agenda del Desarrollo Sostenible al 2030 (el verdadero ídolo de esta década para muchos organismos internacionales), ambas imposibles de cumplir y donde Dios no aparece ni por equivocación. Son organizaciones burocráticas, muy codiciadas e ideologizadas que, en este aspecto, en lugar de aportar a la humanidad, desvían de lo que debieran ser las preocupaciones centrales del mundo y el respeto a la vida humana, la familia y a la gran mayoría que cree en lo trascendente.
Otro elemento influyente que puede causar serios problemas a la doctrina católica y a su desarrollo, si no lo está ya causando, es el del globalismo internacional. En el siglo XXI buena parte del mundo intelectual va inclinándose a los postulados de la globalización que, si bien por una parte tiene aspectos positivos, por otra propicia un gobierno de tipo internacional que plantea una clara intervención en los países por medio de organismos mundiales. Es decir que pretende que las burocracias internacionales sean las que definan muchas asuntos nacionales, incluso contra la identidad y deseos de los Estados, de las religiones y de las costumbres locales.
En estos momentos hay reacciones bastante fuertes a estas pretensiones, particularmente en la Unión Europea, ya que existen estados que se quejan de la intervención que consideran inadecuada del organismo rector de Bruselas, o por otra parte de la ONU y dependencias conexas. En dichas instancias internacionales predominan las ideologías y frecuentemente ideas contrarias a la religiosidad y/o a favor de aspectos reñidos con la moral o ética religiosa, por ejemplo: el aborto, la familia, eutanasia, y otros, contrarios a los planteamientos cristianos, católicos y humanos. Aparte de ello, pretenden normar detalles que son propios de los países miembros.
Asimismo, incluso se defienden posiciones muy vehementes en favor de la ecología, el medio ambiente, cambio climático, desarrollo sostenible, el género con predominio dicen de lo cultural sobre lo biológico en el tema hombre-mujer, y otros. Si bien diversos aspectos de estos temas van siendo incorporados en sus aspectos valiosos a las preocupaciones incluso religiosas, otros son cuestionables por algunas exageraciones o derivaciones que incluso van contra aspectos religiosos y de la moral y ética universal. En casos por dejar totalmente lo trascendente y considerar que todo es producto de la naturaleza y el planeta tierra y no de Dios; es decir un mundo secular sin relación con la divinidad.
También son muy perjudiciales los estados que no permiten el libre desarrollo del catolicismo, lo persiguen, quieren controlarlo o le impiden su existencia. El caso de China es lamentablemente emblemático ya que hasta se inmiscuye en el nombramiento de obispos. También lo son varios países árabes, entre otros. Las organizaciones internacionales, en especial en su acción y documentación más significativa, no tienen mayor preocupación por la libertad religiosa. Debieran impulsar a que los Estados, en sus Constituciones y acciones, fijen las líneas correctas en este tema. Aunque duela, a algunos ¿no es lo religioso y la eternidad mucho más importante que el cambio climático, la ecología, y otros? Desde luego que sí.
FALLAS EN LA IGLESIA QUE PERJUDICAN AL CATOLICISMO EN EL MUNDO.
+ Formación espiritual y psicológica de seminaristas, postulantes y novicios.
Es muy importante estudiar si los que postulan a la vida religiosa y eclesiástica poseen condiciones básicas para este tipo de vida, ya sea en lo espiritual, psicológico, u otros.
Asimismo, insistir en un gran seguimiento en su preparación. Parece que últimamente todo esto está mejorando. Pero debe verse también si no hay seminaristas infiltrados.
+ Formadores.
Un aspecto básico será escoger muy bien a los formadores de los seminarios y noviciados, tanto por su vida espiritual como en cuanto a sus ideas y enseñanza, particularmente las teológicas.
Se debe hacer un mejor seguimiento a los eclesiásticos o religiosos formadores en aquello que enseñan y promueven.
Corresponde a ellos, desde la formación de los seminaristas, postulantes y novicios, inculcarles la idea de que la vida sacerdotal y religiosa no es una “carrera” eclesiástica, sino un servicio al Señor y a los hombres sin ningún interés de “ascensos”.
+ Las desviaciones doctrinales de eclesiásticos, religiosos y laicos, deben ser públicamente cuestionadas cuando no basta la amonestación personal. Lo mismo la documentación internacional negativa.
Los obispos y superiores están haciendo actualmente un mayor seguimiento a las fallas en las costumbres (ej. pederastia), pero poco a las desviaciones doctrinales que son tanto o de mayor importancia.
Tendrían que ser frecuentes los memorandos, observaciones o discrepancias, aunque no sean personas o países católicos, a quienes manifiesten en su vida pública, en medios de comunicación, leyes, constituciones o actividades diversas, ideas claramente contrarias a lo sostenido por la Iglesia Católica (ej. el aborto, la ideología de género, el matrimonio, la eutanasia, y otros).
La Secretaría de Estado del Vaticano, o a quien corresponda, debiera estudiar todo documento importante internacional, y enviar a los organismos responsables sus respetuosas pero claras observaciones. Además, hacerlas de conocimiento público para todas las iglesias del mundo.
Igualmente, en cada país, mediante el estudio por sus obispos de observaciones cuando haya aspectos contrarios en las constituciones o leyes al derecho natural o a la doctrina de la Iglesia, haciendo una breve síntesis para la información en las prédicas dominicales y los medios de comunicación, así como publicarlas a la entrada de las iglesias.
Habría que tener en cuenta que las instituciones del mundo, así como las políticas, llaman la atención, e incluso separan, a quienes incumplen sus estatutos: clubes, fuerzas armadas, ministros, empleados o trabajadores, etc. etc. Parece que hay mucho miedo en la Iglesia Católica en defender el correcto magisterio. Si no es así, muchos fieles al final pueden quedar muy desorientados al no tener los argumentos necesarios para contestar. Si se trata de fieles católicos significativos en el quehacer nacional o mundial habría que llamarles la atención públicamente. Da la impresión que la diplomacia vaticana ha influido tal vez a veces negativamente por su debilidad ante la abierta expresión y difusión de ideas contrarias en cuanto a las enseñanzas evangélicas. La Iglesia parece debe ser más valiente que diplomática. Recordemos la valentía del Señor y la de San Juan Bautista cuando se trataba de increpar y decir la verdad.
+ Catequesis, bautismo y primeras comuniones.
Las parroquias y obispados deben seguir redoblando los esfuerzos por cubrir la catequesis en sus propias sedes, así como en los centros de Educación Primaria y Secundaria, promoviendo bautismos, primeras comuniones y confirmaciones. Para ello buscar la colaboración de más catequistas y formarlos bien. Asimismo, plantear cursos teológicos obligatorios en sus universidades y centros de educación superior.
+ Elección de Obispos.
Es un aspecto clave en que parece ha habido fallas importantes, siendo ello lo principal para una mejora de la pastoral y vida cristiana. Básicamente deben ser personas con una clara identificación con la doctrina de la Iglesia y un gran conocimiento de la teología. De lo contrario pueden terminar desviando a los feligreses.
+ Las fallas de nosotros los propios católicos.
La participación activa de las familias en la educación religiosa de sus hijos, así como su testimonio y participación litúrgica, son claves en el avance o retroceso de la religiosidad. Al respecto hay diversas fallas que explican nuestro débil catolicismo.
LA IGLESIA CATÓLICA EN EL PERÚ EN LAS 6 o 7 ÚLTIMAS DÉCADAS.
Retomamos el tema de la Iglesia en el Perú que se dejó para dar una visión del catolicismo en el mundo y sus problemas contemporáneos, ya que ellos han influido en lo que a continuación se manifiesta.
Como en toda organización, en la Iglesia Católica en el Perú ha habido avances y retrocesos, al menos en el parecer de este autor, dependiendo ello básicamente de las personas responsables, pero, sobre todo, de la respuesta de los bautizados.
En cuanto al Episcopado, con una importante ayuda de religiosos y religiosas, se observa que ha abarcado y atendido mejor los más variados territorios con vocaciones sacerdotales propias y del generoso aporte de misioneros de países hermanos. Se ha notado avances en su organización, gestión y labores pastorales. Lamentablemente, las corrientes teológicas y también ideológicas, sin llegar felizmente en general a extremos, han dividido al episcopado y también a sacerdotes, aunque felizmente menos a los fieles.
De otro lado, muchas parroquias han creado y reforzado grupos apostólicos y espirituales, así como servicios asistenciales a favor de gente necesitada. Se brinda un apoyo especial a aspectos pastorales ya sea de formación personal, de catequesis, primeras comuniones, confirmaciones, y otros. Ello permite también enfrentar la escasez sacerdotal ya que el laicado comienza a realizar una acción significativa. Por otra parte, por ejemplo, la prelatura del Opus Dei promueve la santidad del laicado en su desarrollo profesional y laboral e ingresa con fuerza al mundo universitario y de la cultura (Universidad de Piura). Igualmente otros grupos religiosos.
La Acción Católica de los años 30 al 60, pujante y preocupada tanto por lo espiritual pero también con toda razón por la justicia social mediante el desarrollo de la doctrina social de la Iglesia, fue girando luego en el mundo universitario hacia posiciones discutibles por su cierta cercanía al marxismo y la lucha de clases debido a su proximidad con la teología de la liberación. Hoy es casi inexistente y ha dejado de dar su aporte de políticos preparados, valiosos, honestos y católicos como hace algunas décadas.
La Universidad Católica de Lima, fundada el año 1917, la otra cantera de católicos cultos comprometidos con su fe y decididos a mejorar la política, luego de unos años muy significativos y valiosos, en mi opinión fue tomando una línea sinuosa y discutible con apoyo de sacerdotes formados en Francia por algunos teólogos de “avanzada”, así como profesores no bien seleccionados. Es decir, la Acción Católica y la Universidad Católica que habían sido los puntales de la recuperación católica en el Perú desde los años 30 a los 70, comenzaron al parecer a ser en parte responsables de importantes desvíos y mala influencia. En el caso de la PUCP el arzobispado, contra todo derecho, perdió su control por el trabajo de zapa de ciertos seudo católicos y hasta sacerdotes y religiosos. Igual ocurrió con la Universidad San Martín de Porres y los dominicos. Luego de los años 60 obispados, congregaciones, así como sociedades como el Opus Dei, maristas, religiosas del Sagrado Corazón, jesuitas, y otros, fundan universidades en general de buena línea que van contrarrestando lo inconveniente, pero el perjuicio se ha sentido y si no se cuidan, crecen demasiado o las infiltran, todo se volverá a perder.
En cambio, los colegios católicos sí se mantuvieron en general en la línea correcta, pero con una gran pérdida de religiosos, aunque buscando llegar a más lugares y lejanos por ellos mismos o mediante Fe y Alegría, liderada por los padres jesuitas y con la colaboración de diversas congregaciones. Hoy los colegios católicos están promoviendo laicos comprometidos para no perder su identidad y mantener el servicio educativo y pastoral pese a la escasez vocacional. No obstante, la religiosidad y preparación teológica de sus alumnos debiera ser más profunda mediante una enseñanza religiosa más amplia en horas y acciones más significativas.
Otro aspecto importante en el mundo colegial, iniciado en la década de los sesenta, fue la creación de colegios parroquiales con apoyo financiero del Estado (1963), lo que permitió a muchas congregaciones tener pensiones económicas para los alumnos y llegar a lugares alejados y personas de escasos recursos.
Por otro lado, el área o asignatura de Religión continuó en el currículo nacional de Primaria y Secundaria y el Estado la financia en las obras estatales, nombrándose profesores especializados en la Secundaria por medio de las oficinas de Educación Católica de las diócesis o territorios eclesiásticos; algo ciertamente envidiable. El problema reside en la Primaria donde con frecuencia no se da, aunque esté establecida su docencia. El Proyecto Educativo católico ha constituido otro avance importante en las instituciones educativas católicas.
Problemas.
De todas formas, estos grandes esfuerzos en las variadas líneas mencionadas han sucumbido en parte ante un mundo contestatario y con frecuencia arreligioso. No cabe duda que en el Perú, como al parecer en casi todo el mundo católico, ha habido una notable disminución de los matrimonios católicos, un debilitamiento de las familias, una disminución de los bautizos y de la asistencia dominical a Misa, entre otros indicadores negativos.
Asimismo, no cabe duda que en los últimos 50 años diversos grupos evangélicos han aumentado su presencia de manera muy rápida y significativa, tanto en el Perú como en otros países; se dice que sus adherentes serían un 12 % en nuestra patria. Están sobre todo en lugares de poblaciones y lugares sencillos y acusan una religiosidad muy centrada en Dios y en oraciones de alabanza. Su avance tiene que ver mucho con una acción misionera en la que los laicos son personas muy activas en la difusión de una fe en que la oración es un aspecto clave.
En conversaciones informales no es raro escuchar que el descuido católico al no centrarse más en Dios promoviendo en cambio más bien lo temporal (justicia cotidiana, pobres económicos, ecologismo, y otros), ha hecho que mucha gente haya encontrado en estos grupos la respuesta a sus deseos de Dios que en muchos sectores católicos se ha debilitado. Al respecto el reconocido y notable historiador y ensayista europeo Hilaire Belloc decía: “La Iglesia no fue fundada ni se mantuvo viva con fines temporales, sino que fue fundada para la salvación de las almas; su función está dirigida a este propósito. Cualquier programa de reforma social que tenga por finalidad los males temporales es solo una ayuda secundaria a la tarea general del catolicismo, sino que se detiene en el campo de lo de este mundo, mientras que la fe tiende a lo que es eterno. Está claro que una identificación de la fe con un determinado programa de mejoras sociales está en contradicción a la razón y conduce a malas consecuencias” (Cita tomada del artículo de un blog que se refiere a su libro “Crisis de la civilización”, 1948). Da la impresión que la Iglesia Católica está priorizando excesivamente lo temporal y no lo espiritual. Esta puede ser su más seria desviación en este momento histórico.
¿HAY DESVÍOS DOCTRINALES EN LA IGLESIA CATÓLICA?
Aparte de aspectos ya mencionados en páginas precedentes, parece que hay riesgos de desvíos de tipo doctrinal y pastoral y es importante manifestarlos.
+ Los riesgos de la SINODALIDAD.
El Papa ha convocado a un Sínodo de obispos que concluirá en el año 2024. Se entiende por Sinodalidad, palabra muy empleada por el Papa Francisco, un caminar juntos esperando e interpretando las mociones del Espíritu Santo de lo que quiere para la Iglesia.
De momento, oficialmente, parece que no hay desviamientos doctrinales oficializados, aunque se observan tendencias hacia ello y no faltan observaciones importantes de teólogos serios y cardenales, especialmente en cuanto a planteamientos de los episcopados alemán y belga en asuntos de índole de ética y moral sexual, pero que no están avalados, al menos hasta el momento, por el Vaticano.
Este parece ser el riesgo de una Sinodalidad que se está interpretando como un gran poder a obispos, sacerdotes y laicos (el pueblo de Dios) para que su voz sea considerada como la voz de Dios y, en consecuencia, aspectos que están claros en las Escrituras, Tradición y Magisterio, puedan ser reinterpretados y signifiquen hasta lo contrario de lo que antes se sostenía incluso por siglos. Es el caso de la eucaristía a los divorciados, aprobación o bendiciones a parejas homosexuales, eutanasia, separaciones matrimoniales, y otros.
Una Sinodalidad llevada a una línea radical se presta a que teólogos, obispos y personas laicas crean estar inspiradas por el Espíritu Santo y propongan y aprueben cosas que están contra las Sagradas Escrituras, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. O puede ser aprovechada por personas que sencillamente quieran engañar y hacer triunfar sus ideas. Existe el gran peligro de que se pretenda que las votaciones sinodales suplanten la verdad y los lineamientos divinos. La Iglesia no es una democracia donde las votaciones mandan y ellas reflejan la verdad. Lo que constituye su mensaje a seguir es básicamente lo que dicen los mandamientos y lo que ha dicho Jesucristo.
+ El riesgo de la inculturación en la tradición católica. La Misa antigua.
Aunque al parecer la labor misionera está increíblemente cuestionada hasta dentro de la Iglesia Católica, parece que algunos se olvidan que el Señor envió a sus apóstoles a predicar y bautizar a todas las gentes. Sin embargo, se quiere llegar a personas de la Amazonía, y otras, sin la fe católica, tomando parte de sus ritos y prioridades cercanas a la madre tierra, la pachamama, lo cual, antiguamente, ha sido considerado en diversos casos inadecuado. Veremos las propuestas que se concretan para la liturgia y las creencias de estos grupos a fin de ver si están en la línea católica. De primera instancia me parece que hay muchos riesgos y que sería mejor mantener los ritos actuales para ellos con pequeñas adaptaciones.
Curiosamente, en cambio, se quiere quitar las misas tradicionales, de centenares de años, y en cambio abrir la puerta a ritos novedosos, posiblemente muy distintos y al parecer incluso a veces cuestionables. Nunca he asistido a la Misa antigua luego de los hoy cuestionados cambios de 1972, pero no estoy de acuerdo con querer prohibir lo que por centenares de años se hizo con gran fruto. Benedicto XVI lo dijo con toda claridad. Sus seguidores manifiestan que estas misas, en su sacralidad y religiosidad, tienen mayor vivencia religiosa que los cambios que se hicieron en 1972 que la empobrecieron. Últimamente he releído la versión antigua y la actual y parece que es verdad: la versión antigua se ve más, profunda, teológica, espiritual y acerca más a Dios.
En mi caso, como hasta mis 32 años era la Misa antigua la que se seguía, opino que llamaba más a la unión con Dios y la humildad de los hombres. Algunos cambios que se hicieron creo fueron acertados a fin de acercar a los feligreses a un mayor entendimiento de la Misa, pero muchos otros, en mi opinión, fueron más bien un retroceso. Por ello la resistencia por décadas de muchos católicos a dejar la Misa antigua que fue la de siglos; lo que por siglos fue bueno no puede luego ser malo; y lo dijo el Papa Benedicto XVI con absoluta claridad. No seamos tan cerrados. Total, hay más de 20 ritos católicos para la Misa: ambrosiano, sirio-malabar, mozárabe, etc. 
+ ¿Lo espiritual-religioso? o lo temporal.
Jesús se dedicó centralmente a difundir el mensaje del Reino de Dios y, secundariamente, a devolver la salud, saciar el hambre, etc. Al poco tiempo los apóstoles decidieron crear diáconos para otras tareas que no fueran la predicación y la tarea de bautizar.
En cambio, hoy con cierta frecuencia, parece que la labor de la Iglesia fuera más para mejorar este mundo temporal que para evangelizar; es decir una ONG más que una institución religiosa. Sin olvidar la caridad cristiana y las obras de misericordia, no se puede olvidar que la Iglesia es sobre todo una institución espiritual creada por Jesucristo para la predicación del Reino de Dios, el bautismo y la salvación eterna individual y colectiva de los hombres, entre otros. La crisis eclesial actual, según no pocos, obedece a esta distorsión: la preocupación por dar mejor economía a los pobres pareciera más importante que su salvación eterna.
+ ¿Está la Iglesia Católica amenazada por una gran apostasía o una reducción sustantiva de fieles?
En los tal vez últimos 150 años, diversas apariciones y/o revelaciones particulares, en la casi totalidad no aprobadas por la Iglesia Católica, hablan de una gran apostasía en los tiempos finales o cuasi finales. El mismo Nuevo Testamento se hace eco de ello con textos muy claros. La irreligiosidad y cuestionamientos a Dios desde dentro y desde fuera de la Iglesia Católica hacen sospechar que podría suceder algo de ello en las próximas décadas.
El Papa Benedicto XVI, cuando era un joven teólogo, ya atisbaba los problemas que se venían a la Iglesia ante el secularismo posterior a la 2da. guerra mundial y hablaba de una Iglesia Católica más reducida en número. Décadas más tarde dijo: “El verdadero problema de nuestro momento histórico radica en que Dios está desapareciendo del horizonte de las personas”. Por ello, ya de Papa, en su primera Encíclica; “Deus caritas” (2005), manifestaba el centro de sus preocupaciones como Pontífice: “Mi deseo es insistir sobre algunos elementos fundamentales, para
suscitar en el mundo un renovado dinamismo de compromiso en la respuesta humana al amor divino” (Introducción).
No cabe duda que la verdadera forma, personal y comunitaria, para que una apostasía, herejía, u otro, no nos comprenda es aferrarse a la sana doctrina, así como a la fe, esperanza y caridad. Estamos avisados de este riesgo y no podemos ser indiferentes ante él. La situación del mundo expresada a través de este artículo, y de diversos autores, hace ver un casi enfrentamiento del mundo con Dios; un relativismo notable; un subjetivismo orgulloso, así como divisiones internas eclesiales por posiciones diferentes. El riesgo de una apostasía de un sector es real. Pero, ¿se recuperaría la iglesia de esta hipotética situación?
Es bastante claro que al final de los tiempos el triunfo será de Dios y de la Iglesia Católica. Pero ello no quiere decir que no debamos hacer que el mal sea el menor posible y el triunfo de Dios mayor y más pronto.
Las orientaciones de los diversos papados en los últimos 170 años.
Como es lógico los Papas, con la colaboración de sus consejeros, establecen sus prioridades de acuerdo a las circunstancias que les toca vivir, así como las necesidades de la Iglesia en dicho momento de acuerdo a las correspondientes urgencias. Se esfuerzan por escuchar las inspiraciones de Dios al respecto, aunque posiblemente también el demonio puede meter su cola. De alguna manera podríamos decir, simplificando bastante, lo siguiente:
+ El pontificado de Pío IX (1846-1878) hubo de enfrentar la pérdida de los Estados Pontificios, por una parte y, por otra, condenó en la Encíclica “Quanta Cura” y un Syllabus, errores modernistas, liberales, comunistas, y otros.
+ El Papa León XIII (1878-1903), ante posiciones radicales de mercado y en lo laboral desde el capitalismo y el socialismo marxista, vertebró la doctrina social de la Iglesia que luego continuó su gran desarrollo.
+ Pío X (1903-1914) se enfocó a condenar de nuevo el modernismo, así como a dar un mensaje eminentemente religioso durante su pontificado.
+ Benedicto XV (1914-1922), en medio de la primera guerra mundial, concentró sus mayores esfuerzos en la búsqueda de la paz.
+ Pío XI (1922-1939) cuestionó con energía las peligrosas ideologías políticas de la época: comunismo, nazismo y fascismo. Asimismo, escribió importantes encíclicas y promovió las Misiones y la Acción Católica.
+ Pío XII (1939-1958) ayudó a la paz en la segunda guerra mundial y escribió encíclicas más religiosas que sociales. Mantuvo, como su antecesor, una Iglesia cohesionada y alejada de posiciones teológicas contestatarias.
+ Juan XXIII (1958-1963), convocó al Concilio Vaticano II a fin de buscar un acercamiento al mundo mediante un “aggiornamento” de la Iglesia Católica. Publicó varias encíclicas de tipo social.
+ Pablo VI (1963-1978) concluyó el Concilio y procuró que cierto “espíritu” negativo del Concilio no deteriorara la Iglesia. Publicó varias importantes encíclicas.
+ Juan Pablo I (1978) gobernó solamente 33 días. Mostró gran inquietud por las catequesis papales.
+ Juan Pablo II 1978-2005) procuró recomponer ciertos desvíos postconciliares; publicó el Catecismo de la Iglesia Católica; el nuevo Código de Derecho Católico e impulsó el desarrollo de la fe.
+ Benedicto XVI (2005-2013), como experto y profundo teólogo, buscó sobre todo potenciar la fe de los sacerdotes y de los católicos e ir profundizando en la doctrina correcta. Fue un pontificado esencialmente religioso.
+ Francisco (2013- ) ha procurado un nuevo acercamiento a los compromisos sociales de los católicos. Asimismo, ha atisbado la posible revisión de aspectos tradicionalmente defendidos en el pasado por la Iglesia Católica.
Tal cual se puede observar, cada Papa va respondiendo, básicamente, a las necesidades de su tiempo, aunque en casos también a su propia visión de lo que estima necesita la Iglesia.
La pregunta importante sería: en los años que vienen, ¿qué tipo de papado parece se requeriría dada la situación de la Iglesia y del mundo? Es evidente que ello depende de lo que cada quien estime que se necesita como prioritario: para unos será dar preferencia a lo social; para otros la relación con el mundo y “estar en salida”; para unos terceros procurar evangelizar, etc.
Personalmente, ante el gran quiebre de la fe y la religiosidad que se da en parte significativa del catolicismo y en buen número de confesiones religiosas en el mundo, creo que en estos momentos urge un pontificado eminentemente religioso que insista en la búsqueda del amor a Dios y la vida eterna más que de preocupaciones ecológicas, climatológicas, medio ambientales, y otras, sin desprecio alguno por estas últimas. El Reino de Dios y la salvación eterna de la humanidad deben tener una clara preferencia. Asimismo, que el Pontificado llame la atención a organismos internacionales, nacionales y personas católicas y no católicas que sostienen públicamente planteamientos contrarios a la doctrina eclesial. Parece inconveniente que no se diga con fuerza lo que es negativo y más aún si son católicos los que lo dicen y sostienen. La iglesia primitiva fue muy valiente incluso con riesgo martirial.
Perspectivas católicas para el Perú y el mundo.
Si hablamos de número de católicos las perspectivas no son muy buenas; hay sectores de países desarrollados tradicionalmente católicos que están disminuyendo sus feligreses, claro ayudados por la disminución demográfica. No obstante, hay quienes piensan que ello va a llevar a un refuerzo de los católicos realmente comprometidos. Hoy hay muchos católicos que lo son porque están bautizados, pero cuyas creencias y vida están muy lejos de su compromiso religioso. En Europa y América hay un decrecimiento, en tanto en África y Asia un aumento de católicos y vocaciones sacerdotales y religiosas.
Lo que habría que hacer:
Buscar un catolicismo más comprometido tanto en las creencias como en vida personal, social y comunitaria, catolicismo que debe comprender la liturgia, la oración, los sacramentos y el cumplimiento de los mandamientos, cosas que con frecuencia se olvidan por una dedicación tal vez excesiva a los apoyos temporales y a las necesidades humanas. Hay quienes opinan que la Iglesia Católica se está convirtiendo en una gran ONG, dejando de lado la predicación del Reino de Dios y despreocupándose de la salvación eterna y de Dios. Es algo que debemos evitar todos los católicos.
En 1992 el Vaticano publicó un excelente Catecismo que contiene la síntesis de la fe católica explicada con profundidad en un texto especial (no tipo preguntas y respuestas). Luego imprimió una síntesis mucho más breve del mismo de tipo preguntas y respuestas. Sería muy valioso que se publicará uno de lectura corrida (no de preguntas y respuestas) que digamos en unas 40 o 50 páginas expresara de manera clara y sintética los aspectos sustantivos de la fe y moral católica. Algo como para escolares de secundaria y universidad, así como para católicos laicos con cierto compromiso. Debiera contener los aspectos sustanciales de la fe, esperanza, caridad, liturgia, oración, doctrina social de la Iglesia, y otros, pero también las razones por las
cuales la Iglesia rechaza el aborto, eutanasia, divorcio, asuntos de género etc.
Procurar una gran divulgación mediante los más variados medios y en las prédicas dominicales.
Aquello a lo que nunca se va a poder llegar.
A que todos los católicos tengamos una fe sólida y comprometida. Somos débiles y pecadores y es evidente que el pecado original nos golpeó duramente, aunque la gracia de Dios nos da la fuerza para triunfar. Como decía el catecismo de antaño, hay que luchar contra mundo, demonio (esto lo estamos olvidando demasiado) y carne.
Pero todo ello es en esta vida temporal. La esperanza del católico es la vida eterna con Dios que, por medio de Jesucristo, se nos ha ofrecido si amamos a Dios, a nuestro prójimo y guardamos los mandamientos.
ESTE AUTOR EN CUANTO A PERÚ Y LA IGLESIA ¿ES OPTIMISTA, PESIMISTA, REALISTA?
En la reflexión sobre un Estado o país, o la misma Iglesia, parece inadecuado generalizar y colocarse en una posición única debido a la gran cantidad de variables a tener en cuenta. Es más, para algunos aspectos uno puede ser optimista, para otros, pesimista, y en unos terceros puede optar por una opción realista. Pero no cabe duda que existe un elemento a veces olvidado: la incertidumbre; desconocemos el futuro, lo que va a ocurrir.
Por otra parte, como cada generación trae respuestas con frecuencia diferentes a las demandas y problemas cotidianos, no resulta muy seguro decir que, como la economía va progresando en un momento determinado, ella va siempre a ser buena en el futuro; tampoco que un valor o aspecto cultural determinado de un pueblo, estado o nación, va a permanecer incólume en el tiempo; igualmente un antivalor. La historia de las grandes culturas nos muestra sus inicios, los avances, sus retrocesos y hasta su desaparición.
Lo expuesto nos lleva a pensar que cada generación, o mejor cada siglo, puede tener cosas importantes que sean elementos para el optimismo, el pesimismo o el realismo en diversos aspectos. Como que cada siglo o generaciones puede variar en sus avances o retrocesos. Hoy como personas y Estado podemos estar bastante bien en algunas cosas y mañana retroceder en las mismas. En el fondo, y esto es muy importante, hacia el futuro lo que hay es una buena dosis de incertidumbre, aunque si los avances van durando en el tiempo, la esperanza de que permanezcan es grande.
Si vamos a una revisión del mundo en su historia milenaria hay elementos para ser optimistas. En efecto: la educación y la salud cada día llegan a más personas, con lo que la productividad y la economía se favorecen, el empleo mejora y la pobreza y la enfermedad retroceden. La tecnología en sus más variados aspectos sigue imparable con beneficios para todos los habitantes del mundo. Asimismo, diversos temas.
Pero existen aspectos ya milenarios como para ser al menos un poco pesimistas: las guerras no terminan y son más letales; existen países que quieren dominar el mundo; hay ideologías que se quieren imponer a sangre y fuego; la libertad es aniquilada por unos (incluso la religiosa) y en otros se convierte en libertinaje. Las virtudes, valores, ética, moral y religiosidad están muy golpeados; y otras muchas cosas más. ¿Quién sabe cuántas de estas cosas mejorarán y cuántas empeorarán y por cuánto tiempo?
En el progreso en estos aspectos reside sobre todo el optimismo futuro tanto para el Perú como para el mundo. Si en estos aspectos no se avanza o se mejora poco todo el optimismo del párrafo anterior queda destrozado.
Una mirada sincera a nuestro Perú nos hace ver que, al cumplir el Bicentenario, en los más variados aspectos, se ha avanzado bastante menos de lo pensado y soñado, sin negar que, pese a las fallas, hay muchos más peruanos con instrucción, salud, menos pobreza, más tecnología, y otros. Pero en cambio, en muchos aspectos de tipo valórico, ético, religioso y ciudadano, parece que estamos en un evidente retroceso.
Es esta la parte más delicada y complicada a la que hay que hacerle frente desde todos los ángulos si queremos tener un país y un catolicismo con un avance verdaderamente integral, sea en lo ciudadano como en lo religioso, así como en lo económico, social y ético.
Es evidente que el éxito, o al menos el avance sustantivo en diversos aspectos, depende de cada uno de nosotros como personas y como colectividad. Será bueno recordar que posiblemente un momento de reacción favorable para el Perú en diversos aspectos fue luego de la guerra con Chile: las generaciones llamadas del “Novecientos” y del “Centenario” buscaron levantar al Perú de su postración y produjeron intelectuales, políticos y gestores de primer nivel (tres primeras décadas del siglo XX). Es decir, hay momentos de reacción enérgica y positiva.
Decía alguien que el que es realista tiene que ser de alguna manera algo pesimista, ya que la realidad es que el mundo, y el Perú, tienen muchas deficiencias. Pero, por otra parte, también puede ser optimista, ya que hay aspectos en los cuales ha habido avances importantes y los seguirá habiendo. En fin, hay razones para la esperanza, ya que depende de nosotros y de nuestra sociedad el responder adecuadamente y superar lo negativo, convirtiéndolo en positivo en los más variados aspectos, particularmente en el político, ciudadano, educativo y religioso.

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