Benedicto XVI. Una vida

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Por José María Rodríguez Olaizola SJ
Peter Seewald escribe muy bien. Su crónica es literaria, es periodística, y es al tiempo un ensayo. Conjuga historia íntima e historia colectiva. Reflexión y análisis. Opinión y datos. La vida que narra, la de Joseph Ratzinger / Benedicto XVI es fascinante. Una biografía intelectual, eclesial y personal. De alguien sobre quien muchos hemos tenido imágenes preconcebidas, hemos oído hablar, y nos hemos formado también una opinión propia. La lectura permite ir contrastando lo que creíamos saber con lo que el autor expone, y seguir dialogando con ello. Y todo eso, mientras vamos conociendo ese camino del joven, el estudiante, el joven teólogo estrella, el obispo, el prefecto y el Papa.
¿Es una biografía objetiva? Para empezar, es prolija, bien documentada, y se ve que fruto de una concienzuda investigación sobre la figura de Ratzinger. El acceso que ha tenido a lo largo de los años Seewald a Benedicto (de quien publicó varios libros-entrevista le permite una perspectiva única). Dicho esto, cuando se trata de un personaje a quien ha rodeado la polémica durante más de cinco décadas, es difícil asegurar la objetividad. No cabe duda de que Benedicto XVI tiene partidarios, y tiene detractores. Sobre él hay muchos estereotipos y a lo largo de los años –ya como teólogo pero sobre todo como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y como Papa– sus palabras y obras han sido sometidas a un constante escrutinio. Seewald es, sin duda, partidario.
Más aún, es amigo, y ni niega ni lo esconde. En las polémicas que describe, una y otra vez defiende a su protagonista y trata de desenmascarar falsedades, simplificaciones y caricaturas intencionadas. Creo que esto le lleva, en algún punto, a ser excesivamente apologista (sin verdadera necesidad). Pero al tiempo permite entender una época, a una persona, y hacer una lectura mucho más matizada de la historia de la Iglesia en las últimas décadas. Personalmente me parece que su lectura del post-concilio permite comprender mejor esa época y sus consecuencias a quienes hemos conocido ya una Iglesia post-conciliar. Se puede disentir de alguna de las interpretaciones de Seewald sin que por ello la lectura pierda un ápice de interés. De esto se trata precisamente, de estimular el pensamiento y la búsqueda de formación.

Otro punto muy interesante es lo que tiene de biografía intelectual. Sobre todo la primera parte advertimos cómo se va gestando un verdadero pensador. Cómo ha de beber de fuentes sobre las que después se desarrolla su propio pensamiento. Y cómo al fin va formando su propia mirada. Las citas directas de textos del propio Ratzinger primero y Benedicto después animan a leer más.

Peter Seewald: “En este momento vemos esfuerzos para convertir a la Iglesia católica en Alemania en una segunda Iglesia protestante”

Peter Seewald: “Ratzinger era modesto; nunca fue un ‘Panzerkardinal’”

Por MARÍA-PAZ LÓPEZ– www.lavanguardia.com
El periodista alemán Peter Seewald, autor de la biografía Benedicto XVI. Una vida , publicada en el 2020, mantuvo contacto directo con Joseph Ratzinger para este y cuatro libros-entrevista anteriores –dos de ellos siendo este cardenal– durante treinta años. Seewald, de 68 años, reconocido autor de temática religiosa, comparte desde Munich –donde reside– sus recuerdos y reflexiones sobre el fallecido papa emérito.
¿Qué le ha llamado más la atención del testamento espiritual de Benedicto XVI?
Me ha conmovido que dé las gracias a sus padres por darle la vida y por ser un ejemplo para él, especialmente en la fe, pero también en el pensamiento crítico. Sin embargo, yo esperaba que actualizara esa carta, que escribió en el 2006. Al menos eso me dijo que haría. Evidentemente no sucedió. Echo en falta una referencia más fuerte a la difícil situación de la Iglesia católica en las sociedades cada vez más ateas y anticristianas de Europa occidental.
¿Qué recuerdos personales tiene de Joseph Ratzinger?
Cuando nos conocimos en 1992, me sorprendió encontrar en el entonces cardenal a una persona sin nada que ver con un príncipe de la Iglesia. Nunca fue un Panzerkardinal , como algunos le llamaban. Todo en él era modesto, sin pretensiones, accesible; un hombre sin vanidad, algo que no es fácil de hallar en los clérigos. Yo había dejado la Iglesia, pero me impresionó la forma en que Ratzinger hablaba del amor, cómo demostraba que la religión y la ciencia, la fe y la razón, no son opuestos. Me gustaba su humor, su compostura, la disposición a sufrir con la que soportaba las peores difamaciones. En nuestro último encuentro se notaba sobre todo el dolor que llevaba sobre sus hombros, la profunda tristeza por lo que estaba ocurriendo en el mundo, la guerra en Europa y la crisis de la Iglesia, especialmente en su patria.
Estos días los obituarios alaban su revolucionaria renuncia al papado. ¿Quedará esta renuncia como la gran vindicación de Joseph Ratzinger para la historia?
Eso es quedarse muy corto. Muchos obituarios no recogen su trabajo en toda su magnitud. Sin Joseph Ratzinger el concilio Vaticano II no habría sido tal como lo conocemos. Ni habría habido una Teología de regreso a las raíces. Ni Juan Pablo II habría tenido durante decenios su ayuda ante los feroces ataques contra los fundamentos católicos. Su renuncia modernizó y cambió el papado para siempre. Pero mucho más significativo que su jubilación es su legado como doctor de la Iglesia de la modernidad. De hecho, él quería ser profesor, y como guardián de la fe y pontífice se convirtió en faro del catolicismo, un icono de la ortodoxia hacia el cual uno puede orientarse en estos tiempos desorientados. Me hace feliz estar de acuerdo en esto con el papa Francisco, que ya ha llamado “santo” a su predecesor, y dice que el magisterio de Benedicto XVI “aparecerá cada vez más grande y poderoso de generación en generación”.
¿Cómo define la relación de Alemania con el primer papa alemán en siglos?
Contrariamente a la representación pública, Benedicto XVI tuvo con los millones de ejemplares de sus obras un gran número de seguidores no solo a nivel internacional sino también en Alemania. Casi todos sus libros han llegado a la lista de los más vendidos. Sin embargo, la relación de una gran parte del episcopado alemán con el primer papa alemán en medio milenio ha tenido fisuras. También porque él advirtió insistentemente a los obispos que no dependieran tanto del mucho dinero y de la Iglesia como institución, sino de la obra misionera. Ratzinger fue siempre incómodo, por desgracia también una voz en el desierto. En este momento vemos esfuerzos para convertir a la Iglesia católica en Alemania en una segunda Iglesia protestante.
El año 2022 fue complejo por las denuncias de que conocía los casos de abuso sexual en la archidiócesis de Munich y Freising cuando él era el arzobispo.
La instrumentalización del abuso sexual es escandalosa. Como cardenal, Ratzinger marcó el rumbo para la persecución de los abusos. Es inolvidable su denuncia pública por la suciedad en la Iglesia en las meditaciones del vía crucis del Coliseo en el 2005. Benedicto admitió errores y omisiones, pero fue el primer Papa en romper el manto del encubrimiento del abuso sexual. El llamado informe pericial de Munich, que le señala en un solo caso, es obra de abogados de perfil no muy elevado. No contiene una sola prueba de que Ratzinger estuviera involucrado en ese caso cuando era arzobispo de Munich. Por cierto, la víctima de abusos, que actualmente está en un proceso de compensaciones, ni siquiera había nacido en la época de Ratzinger en Munich.
¿Aumenta la desaparición de Benedicto XVI la presión sobre el papa Francisco, de 86 años, para que renuncie pronto?
Ciertamente habría parecido extraño que, súbitamente, hubiera dos papas eméritos paseando por los jardines del Vaticano. Pero, conociendo al papa Francisco, no dejará que nadie le diga cuándo es el momento de dejar vacante la sede de Pedro. De acuerdo con el Derecho canónico, debe tomar esa decisión libremente, sin ninguna presión externa. De lo contrario, no sería válida.
La visión de Peter Seewald:
La forma de enseñar de Joseph Ratzinger me recordaba a los maestros espirituales que no convencen con lecciones vanas, sino con gestos silenciosos, alusiones escondidas, a través de la longanimidad, sobre todo dando su propio ejemplo auténtico. No hay que estar de acuerdo con Benedicto XVI en todo, pero con él se podía estar seguro de que lo que enseñaba correspondía fielmente al mensaje del Evangelio, a la enseñanza de los padres de la Iglesia y a la tradición de la Iglesia. Y esto combinado con una sabiduría y una poesía casi inalcanzables. Siempre me impresionó su coraje para defender sus convicciones. Ratzinger estaba comprometido con decir una verdad aun cuando fuera incómoda, así como con resistir los intentos de hacer del mensaje de Cristo una religión para las necesidades de la sociedad civil. ‘La Iglesia tiene su luz de Cristo; si no capta y transmite esa luz, no es más que un tedioso trozo de tierra’, insistía Benedicto XVI”.

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