AMLO escudero de Evo, Castillo… ¿y del narcotráfico?

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Por Miguel Lagos- Diario EXPRESO.
México tiene problemas internos muy serios, en todos los rubros. Uno de ellos, el de la «mexicanización» de la criminalidad que desborda la violencia, hace referencia a la hegemonía de los cárteles de la droga que han condicionado perniciosamente en los últimos cuarenta años el sistema social y los subsistemas económico y político. ¿Qué motiva al izquierdista López Obrador a dedicarle tanta atención a los destinos políticos del boliviano Evo Morales y del peruano Pedro Castillo teniendo tantos problemas propios que resolver en su país?
El empoderamiento del narcotráfico no es culpa de AMLO por supuesto, pero desde que asumió el Gobierno ha tenido una «suavidad», una permisividad abierta, sin rubor y sospechosa con estas estructuras delictivas. «Abrazos y no balazos» con los violentos motivados económicamente, fue el eslogan de su política anticriminal. Mientras ello, va atacando con soberbia y humores autoritarios a todo disidente ciudadano y prodemocrático que se atreve a criticar su deslucida gestión.
AMLO no solo es funcional a la red de amenazas de la izquierda continental en el terreno político, también lo es de los operadores conectados -en diversa intensidad- como Evo Morales; un elemento desestabilizador en la región y tributario del castrismo chavista que controla Venezuela vía la unión cívico-militar conocida como el Cártel de los Soles.
Al ser declarado escudero de personajes como el narcocalero Evo (considerado así por diversas investigaciones fiscales, policiales y de seguridad internacionales), AMLO se termina enganchando indirectamente -y a su país- a esa red de amenazas de extrema izquierda con nodos en La Habana y Caracas quienes operan infiltradamente en Latinoamérica bajo una lógica delictiva y criminal del poder.
A fines de 2019 AMLO fue al rescate del expresidente boliviano cuyo fraude electoral fue pillado. Cierto es que con Evo también existen fuertes intereses sobre el gas natural, el litio, el uranio… que también dan forma a la geopolítica; pero la penetración de las economías ilegales como el narco han permeado los cálculos políticos expansivos. El colmo del narcoestado hoy en proceso de consolidación que es Bolivia se fue viendo cuando en 2012 Irán planteó adiestrar a las oficiales «fuerzas antidrogas» bolivianas; Irán un patrocinador del terrorismo internacional que tiene a Hezbollah en Sudamérica conectado a subterráneos actividades ilícitas para la obtención de financiamientos exportables (aquí debe recordarse que fue el expresidente iraní Mahmoud Ahmadinejad quien propuso, luego de la Cumbre OPEP de 2000 en Caracas, construir en «eje Irán-Venezuela-Bolivia» al cual podría incorporarse Ecuador; el régimen de Rafael Correa fue propicio en estos acercamientos.
Con Pedro Castillo en Perú, otro asociado del boliviano Morales, el presidente mexicano ha emprendido una defensa impertinente y agresiva, sin importar degradar las relaciones entre México y Perú, dos países neurálgicos de la petardeada Alianza del Pacífico. A AMLO le ha importado un comino el golpe de Estado del prosenderista.
¿Desconocen en México que luego del golpe del 7/D de 2022 diversos extremistas políticos relacionados con organizaciones criminales —incluyendo a los que operan en el VRAEM en torno al trasiego de drogas— emprendieron con violencia la defensa del vacado «presidente»? Imposible que las altas instancias gubernamentales, políticas y de inteligencia mexicanas no lo sepan.
El persistente ataque contra Perú —al que se ha sumado sincronizadamente el exguerrillero Petro desde Colombia— por parte del mandatario azteca está llamando la atención del mundo y puede fortalecer la hipótesis de que en este sospechoso juego hay, además de un marco político, un afán por recomponer caudillismos pronarcos como el de Evo y de funcionales como Castillo. Que AMLO sea permisivo o reacio a enfrentar a los carteles mexicanos (con fuertes tentáculos en los países productores de coca) se añade como un factor que los latinoamericanos en general deben recelar.
Medios serios como The Economist han descrito a AMLO como un peligro para la democracia y han criticado sus confusas y relajadas políticas anticriminales como la ‘amnistía’ para ciertos delincuentes».
«¿Por qué AMLO y su partido Morena simpatizan más con los narcos que con los ciudadanos que ejercen el derecho a disentir? El presidente de México ataca más a los ciudadanos que en el marco de la legalidad disienten de su gobierno, que a los narcotraficantes que imponen su ley. ¿Será que ve a unos como enemigos y a otros como aliados?», se preguntaba no sin razón la reconocida periodista mexicana Anabel Hernández en noviembre del año pasado (Deutsche Welle, 2022).

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