Cuaresma 2020

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Evangelio según San Mateo 4,1-11.
Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio.
Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre.
Y el tentador, acercándose, le dijo: “Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”.
Jesús le respondió: “Está escrito: El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta del Templo, diciéndole: “Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Dios dará órdenes a sus ángeles, y ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra”.
Jesús le respondió: “También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios”.
El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor, y le dijo: “Te daré todo esto, si te postras para adorarme”.
Jesús le respondió: “Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto”.
Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo.

Homilía del Padre Paul Voisin CR, Superior General de la Congregación de la Resurrección:

Una de las cosas que hice para celebrar mi vigésimo quinto aniversario del sacerdocio (en 2002) fue ir de crucero con otro sacerdote. Fuimos en S.S. Noruega a San Maarten, San John (en las Islas Vírgenes) y una playa en las Bahamas. Hubo tantas cosas que hacer en el crucero, y -de una u otra manera- tantas tentaciones. Hubo entretenimiento fantástico por la noche, comida deliciosa, hermoso espacio recreativo (piscinas, etc.), y mucha gente interesante. Recuerdo particularmente la segunda última noche del crucero: un buffet de chocolate de medianoche, con todo tipo de postres de chocolate e incluso bebidas. Eso fue tentador, ¡y lo disfrute a lo grande! Soy un choco-holico, lo que suele hacer la Cuaresma especialmente difícil para mí.
Hoy en nuestro evangelio (Mateo 4:1-11) es obvio que el malvado nos conoce muy bien, y sabe exactamente qué colocar delante de nosotros para llamar nuestra atención, y a menudo para llevarnos a la tentación y pecado. Eso es lo que hizo con Jesús. Había estado ayunando durante cuarenta días, y qué fue lo primero que el diablo lo tentó con pan, algo para comer.
Mientras reflexioné sobre esta primera tentación me golpeó cómo el mal puede tentarnos tan fácilmente a dejar a un lado nuestra espiritualidad y cosas espirituales a favor de las cosas mundanas y materiales. En lugar de depender de Dios y de su providencia el diablo quería que Jesús abandonara lo espiritual para preocuparse por lo físico y material. Jesús tenía que comer, pero haría eso más tarde, no bajo los impulsos del diablo. Primero, seguiría fiel a su padre y completará pronto. Su confianza estaba en su padre celestial. Él nos invita, en nuestro viaje de Cuaresma, a elegir también lo espiritual sobre lo material, lo noble sobre lo mundano.
La segunda tentación era tentar a Jesús a probar a su padre, y el amor y protección del padre. El diablo quería poner dudas en la mente de Jesús para que exija al Padre que se demuestre a sí mismo, que ‘saltar a través de aros’ para actuar y responder la forma en que él también lo quería. En lugar de estar abierto a la revelación del padre, el diablo quería que Jesús ponga condiciones al Padre. Con demasiada frecuencia, en nuestra condición humana, podemos pensar o decir “si me amas, Señor, vas a hacer esto”, o “si realmente existes, haz esto”.. Jesús nos invita, en nuestro viaje de Cuaresma, a tener también esa confianza y confianza en Dios y no probarlo.
La tercera tentación es atraer a Jesús a adorar al diablo, a adorar a un ídolo. Este parecía tan atractivo: dominación sobre todo el mundo por un solo acto de desobediencia al Padre. Sin embargo Jesús, lleno del Espíritu Santo, no cayó en pecado, sino más bien permaneció firme en su fidelidad. En nuestro viaje de Cuaresma, el Señor Jesús nos invita también a permanecer fieles y no recurrir a ídolos. ¿Cuáles son los ídolos de nuestro tiempo y lugar? Para cada uno de nosotros -dependiendo de nuestra circunstancia y situación- esta tentación será única. Puede ser una actividad o una persona, o una actitud. Tal vez sea individualismo o materialismo. Lo que hace el ídolo es quitarnos nuestra atención de Dios y darle a algo o a alguien más.
En nuestra primera lectura, del libro de Génesis (2:7-9; 3:1-7) vemos la benevolencia de Dios, y al mismo tiempo la tentación de la serpiente, la malvada. Nuestra propia experiencia nos muestra cómo estas dos fuerzas están trabajando dentro de nosotros, y a nuestro alrededor: como la imaginación del ángel en un hombro y el diablo por el otro, cada uno tratando de influir en nosotros. Nuestra temporada de Cuaresma nos invita a escuchar ese ‘ángel’ y a responder con gracia a las tentaciones que enfrentamos.
En nuestra segunda lectura de San Pablo a los Romanos (5:12-19) San Pablo nos alerta al resultado de nuestro pecado -muerte espiritual-. Así como la gracia está activa dentro y alrededor de nosotros, la tentación y el pecado también abundan. Sin embargo San Pablo no deja ninguna duda en sus palabras que Jesús ha sido victorioso sobre el pecado y la muerte, y que nosotros -a través de nuestro bautismo- compartimos en su victoria sobre el pecado y la muerte. Como somos obedientes a Jesús el Señor, compartiremos esta victoria.
Esta temporada de Cuaresma ante nosotros es una temporada de gracia. Así como nuestras lecturas no dejan ninguna duda en nuestra mente que la tentación y el pecado existen, nuestras lecturas también nos animan con la verdad del amor y la misericordia de Dios. Si nos tomamos en serio esta temporada de Cuaresma recibiremos y experimentaremos esta gracia, y como Jesús el Señor disiparemos al malvado que intenta tentarnos, y venir a la gran fiesta de Pascua con un nuevo sentido de victoria sobre la tentación y el pecado , y levantándonos con Jesús a una nueva y abundante vida de gracia.

Fallece a los 95 años el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, figura clave de la Teología de la Liberación

Por CARLOS SALINAS MALDONADO– Diario El País.
El poeta y sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal ha fallecido este domingo en Managua a la edad de 95 años a causa de daños renales y cardiacos, informaron fuentes cercanas al literato, uno de los principales exponentes de la poesía latinoamericana. Cardenal era uno de los más destacados representantes de la llamada teología de la liberación. Su compromiso político lo hizo apoyar la lucha armada contra la dictadura de Somoza, una dinastía que gobernó Nicaragua por más de 40 años, y más recientemente plantar cara al Gobierno del presidente Daniel Ortega, cuyos desmanes y arbitrariedades denunciaba allá donde viajaba a presentar su poesía. Su compromiso con los más pobres y contra las injusticias lo convirtieron en la voz moral de la revolución sandinista, un proyecto con el que se comprometió a fondo y le valió la reprimenda del Papa Juan Pablo II, para quien un sacerdote no podía inmiscuirse en los asuntos políticos. “¡Nicaragua sin Guardia Nacional, veo el nuevo día! Una tierra sin terror. Sin tiranía dinástica”, había escrito en uno de sus poemas más celebrados, Canto Nacional.
Nació en Granada (Nicaragua), el 20 de enero de 1925. Heredero de una sólida tradición poética –con poetas prominentes como Rubén Darío–, Cardenal estudió literatura en Managua y México y realizó otros estudios en Estados Unidos y Europa. En 1965 fue ordenado sacerdote y más tarde se asentaría en el Archipiélago de Solentiname, localizado en el Gran Lago de Nicaragua, donde fundó una comunidad de pescadores y artistas primitivistas que se hizo mundialmente famosa. Fue ahí donde escribió su célebre El Evangelio de Solentiname. El archipiélago es un sitio de peregrinación de los fieles lectores y seguidores del poeta. Cardenal pasaba sus vacaciones en esas islas, donde leía las obras completas de Darío, escribía o dirigía la misa de Semana Santa en la pequeña iglesia de la localidad.
Sergio Ramírez, amigo cercano del poeta, ha dicho de él que es uno de los grandes innovadores de la lengua española, al crear una nueva forma lírica, la de la narración en la poesía, que convirtió a Cardenal en un cronista de su tiempo. “Mido a Ernesto primero por su don de innovación. Hay muy buenos poetas que no logran hacer escuela, y eso no le quita peso a su voz, pero Cardenal, desde el principio hizo escuela, tuvo seguidores, abrió una brecha en la poesía de la lengua”, dijo Ramírez.
El mismo Cardenal se definía como el fundador de un nuevo estilo, lo que él llamó en entrevista con EL PAÍS como “poesía científica”. “Creo que soy el único poeta, o al menos el único que yo conozco, que está haciendo poesía sobre la ciencia, poesía científica. Para mí es casi como una oración leer libros científicos. Veo en ellos lo que algunos han dicho que son huellas de la creación de Dios”.
La poesía de Cardenal está fuertemente ligada a la Revolución Sandinista, que en 1979 derrocó a la dictadura de Somoza. En poemas como Hora Cero o El Canto Nacional el poeta destacó las proezas de Augusto Sandino y los guerrilleros sandinistas. Esa íntima vinculación a la política hizo que la nomenclatura de Iglesia católica lo rechazara, a tal punto que el Papa Juan Pablo II lo amonestó públicamente cuando visitó Nicaragua en 1983, en plena era sandinista.
Cardenal, sin embargo, mantenía un profundo amor cristiano, expresado a través de obas como Los Salmos, versos que demuestran su compromiso con la fe, pero también su crítica contra las injusticias, la opresión y el sufrimiento de los más desprotegidos. El poeta era un creador incansable, un hombre comprometido políticamente hasta el final de sus días, y una voz profética, combativa e incómoda para el poder.
El poeta ha vivido su propio martirio desde 2007, cuando Daniel Ortega regresó al poder en Nicaragua. Desde entonces ha sido perseguido por la justicia, controlada por el líder sandinista. “Ellos [Ortega y Murillo] son dueños de todos los poderes de Nicaragua. Tienen un poder absoluto, infinito, que no tiene límites, y ese poder está ahora en mi contra”, dijo Cardenal a EL PAÍS en una entrevista concedida en su casa de Managua en 2017. A pesar de esa persecución, Cardenal ha mantenido una actividad incansable. Ha viajado a recitales a Europa y América Latina, denunciando, además, los desmanes de Ortega. Él, que en su Cántico cósmico escribió que la poesía es “el canto y el encanto por todo cuanto existe”, seguía trabajando a sus 95 años. El pasado 4 de febrero fue ingresado en un hospital de Managua debido a una infección renal y aunque se pensaba que no saldría de esa, el poeta se recuperó y semanas más tardes recibió a EL PAÍS en su casa de Managua comiendo un nacatamal, un plato tradicional nicaragüense preparado a base de maíz.
Tras décadas de purgación por parte del Vaticano, el poeta fue rehabilitado por el papa Francisco. Jorge Mario Bergoglio le informó en febrero del levantamiento de la suspensión a divinis (prohibición de administrar los sacramentos) que Karol Wojtyla le impuso en 1984. En una entrevista el mismo Cardenal había reconocido: “Me siento identificado con este nuevo Papa. Es mejor de como podríamos haberlo soñado”.
Nicaragua pierde a uno de sus escritores más queridos, el hombre que logró ser un profeta en su tierra y que deja una larga producción literaria que en este país de catástrofes y desmanes de sus políticos es repetida como plegaria, como el canto de una nación presa de sus propios errores, pero ansiosa de romper con su historia de opresión.

Correspondencia (1959-1968) Thomas Merton Ernesto Cardenal

Cuando, a finales de la década de los sesenta, Thomas Merton, el monje escritor norteamericano, muere accidentalmente en Bangkok, nadie en Hispanoamérica pudo sentir tan profundamente la inesperada noticia como el sacerdote y poeta nicaragüense Ernesto Cardenal. Un año después, éste le escribe al biógrafo de Merton: «Su muerte es la pena mayor que he tenido en mi vida religiosa (o en mi vida toda, yo creo). Él era para mí un padre. Espiritualmente hablando, pero no metafóricamente hablando».
El presente volumen recoge las noventa cartas disponibles intercambiadas por Thomas Merton y Ernesto Cardenal entre 1959 y 1968. A través de estas cartas, fruto no sólo de la amistad intelectual que unió a maestro y discípulo, sino del fundamento espiritual y poético que sustentara sus anhelos comunes de reforma monástica, asistimos a la historia interior de muchos de los sucesos políticos, religiosos y culturales de aquella década, tanto en Estados Unidos como en Hispanoamérica. Entre la trapa de Getsemaní y la fundación de la comunidad de Solentiname, en la distancia que une contemplación y acción, monasterio y mundo, transcurre esta correspondencia, ejemplo del diálogo posible a ambos lados de la frontera cultural entre el norte y el sur, y epítome del proyecto teológico-político de sus autores.

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