Rashomón en Lava Jato

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Por Gustavo Gorriti y Romina Mella IDL-Reporteros
La entrevista exclusiva con Rocío Calderón, funcionaria de Palacio de Gobierno, condiscípula y amiga cercana de Nadine Heredia, hecha al cierre de esta edición, fue la reacción apurada y contradictoria –pero provisional– de una entrevista previa en Curitiba, que requiere un breve prólogo.
El estudio de abogados de Tracy Joseph Reinaldet está situado en la cuadra cuatro de la calle Emiliano Perneta, en Curitiba. Atildado de vestimenta y habla, Reinaldet es el abogado de algunos de los acusados más importantes en el caso Lava Jato: Alberto Youssef, Rafael Angulo López y Ricardo Pessoa, el presidente de la constructora UTC, cuya delación premiada ha tenido ya un efecto sísmico entre políticos y hombres de negocios en Brasil. Pessoa es hasta ahora el empresario de más alto nivel que opta por la delación premiada; es decir, por contarlo todo y contarlo varias veces.
Hasta ahora, solo una parte de la remecedora delación de Pessoa se ha hecho pública. Quien tiene, por cierto, todas sus declaraciones es su abogado Reinaldet, quien es de los letrados que favorecen la delación premiada de sus clientes cuando calculan que esa es su mejor probabilidad de lograr una pena reducida. Así, aunque los abogados terminen frecuentemente colaborando con los fiscales, ellos sostienen que su estrategia genera un doble beneficio: su cliente se favorece y la sociedad también.
Después de hablar con IDL-R, el 8 de julio pasado, sobre la situación de varios acusados, Reinaldet se concentró en sus notas sobre el Perú, basadas en el testimonio de sus clientes.
En el Perú, dijo Reinaldet, la esposa del Presidente “actúa a través de una amiga”.
–¿Rocío Calderón? –le preguntamos.–Eso, exactamente –dijo–. Ella (Rocío Calderón) habla por ella (Nadine).
La amiga de la Primera Dama, continuó Reinaldet, “vino (a Brasil) a hablar con Ricardo Pessoa”, para hacer una “prospección de posibilidades”. Eso fue, dice, el 2012. La acompañó José Dirceu, entonces consultor y lobbista, luego de haber sido jefe de estado mayor presidencial de Lula en un pasado no lejano, fundador del PT y figura legendaria de la izquierda brasileña, antes de que el escándalo del Mensalao sepultara su carrera política en el descrédito y la cárcel. Luego de ella, sin embargo, Dirceu encontró una nueva forma de poder en el lobby y la consultoría. “El embajador del PT en Latinoamérica fue José Dirceu”, dice Reinaldet. Eso incluyó, por supuesto, el Perú. Pessoa, que sopesaba las posibilidades de entrar con fuerza al Perú, “le pagó 2.5 millones de reales” (alrededor de 800 mil dólares) a Dirceu para abrirle las puertas fuera de Brasil, especialmente en el Perú, dijo Reinaldet. Es entonces, añadió, cuando se produjo la reunión en Sao Paulo entre Pessoa, Dirceu y “la amiga de la esposa del Presidente”, en 2012.
Sea como fuere, añade, la reunión nunca pasó de lo prospectivo. Poco después, Dirceu fue al fin sentenciado por su participación en el Mensalao y condenado a prisión. Al cerrarse las puertas de la cárcel, ya no pudo abrir ninguna otra, como lo había hecho antes con “OAS y Odebrecht en América Latina”, según Reinaldet, quien añade que “Dirceu tenía mucha entrada”. El viernes 17 de julio, el periodista Alonso Ramos publicó un reportaje (“Implican a Humala en caso de sobornos brasileños”) en ‘Hildebrandt en sus trece’, donde mencionaba básicamente la misma información y deducía, por las fechas de sus viajes, que Rocío Calderón pudo haber sido quien se reunió en Brasil con Ricardo Pessoa.

LA ENTREVISTA

Luego de varios intentos fallidos desde el lunes de esta semana, IDL-R y CARETAS lograron finalmente entrevistar a Rocío Calderón el martes 22 por la noche.
–¿Viajó o se encontró con Dirceu en Brasil? ¿Se reunieron con Ricardo Pessoa?
–No conozco a ninguna de las personas que has mencionado
–respondió Calderón–. No conozco a Dirceu ni a Ricardo Pessoa.
–Le enseñamos las fotos de Pessoa y de Dirceu. Aquel, sobre todo, tiene un rostro que no se olvida fácilmente. ¿Los reconoce?
–No. No los conozco. No los he visto nunca –repite Calderón–. He viajado a Brasil en cuatro oportunidades, con el que fue mi novio (Marcos de Moura Wanderley, representante de constructoras brasileñas). El primer viaje fue a Río de Janeiro, en octubre de 2012. El segundo a pasar el Año Nuevo, en Sao Paulo, en diciembre de 2012. El tercero a Belo Horizonte, en octubre de 2013. El último fue a finales de febrero y los primeros días de marzo de 2014, al Carnaval en Sao Paulo… Las únicas personas que he conocido es (sic) su familia, porque después de eso fue solo nosotros dos. Nunca hemos salido con un amigo, o con un conocido.
(…) ¿Hemos hecho más viajes juntos? Sí, hemos hecho más viajes. El último viaje ha sido a Punta Cana y el anterior a ese ha sido en agosto, a Saint Martin”.
–¿Rashomón en Lava Jato? Parece que aquí alguien miente –le decimos.
–Yo no tengo idea por qué este señor (Tracy Reinaldet) pueda conocer mi nombre. (…) Tampoco sé si es que hay intereses detrás, porque si los hubiera no tengo cómo probarlo, pero quien quiera decir mi nombre ahí sí creo que está buscando definitivamente perjudicarme y creo que no perjudicarme a mi precisamente, creo que estarían buscando que la pita se rompa por el lado más débil.
–¿Hiciste una asesoría para (la constructora brasileña) OAS?
–Tuve una asesoría que acabó en 2010.
–¿Cuándo empezó?
–Ahorita no te puedo decir la fecha exacta, … no la recuerdo.
–¿Es posible que recuerdes el tiempo en el que hiciste las consultorías?
–Fue un periodo más o menos largo… Habrá sido un año y medio o un año y un poquito”.
–¿En qué consistió la asesoría?
–En contrataciones y administración pública. La empresa no tenía mucho tiempo acá. No puedo entrar a más detalle por la reserva (fiscal) en ambos escenarios”.
–¿Cómo así?
–Voy a ser un poco más cerrada con la respuesta. Como sabes hay una investigación fiscal (que está haciendo el fiscal Rojas) (…) (ahí) sale la dichosa tarjeta de crédito que nunca he pretendido ocultar, porque nunca fue mi idea ni la de Nadine tampoco. (…) en ese escenario se abrió un tema de la UIF, me levantaron el secreto bancario. Desde el 25 de mayo yo estoy incorporada (sic) en esa carpeta fiscal. No solamente yo, sino mi madre también. El primero de junio hubo un descerraje de una caja de seguridad de los 70, en el cual yo fui titular desde el 94, que cumplí la mayoría de edad. (…) Una de las cosas que concluye esta evaluación, desde mi punto de vista no completa de la UIF, es que tengo un desbalance patrimonial y ellos asumen que es un tema de lavado de activos. (…) Hay reserva del proceso. Y quiero atenderlo… con toda la cautela. Si este proceso es reservado, quiero que se mantenga así mientras se desarrolle.
–¿Cómo llegaste a OAS?
–“Un señor que trabajó conmigo en EsSalud trabajó en OAS y entiendo que recomendó a varias personas, entre ellas yo”.
–¿Cuánto te pagó OAS por las consultorías?
–“Sobre ese tema no voy a poder hacerte referencia porque (en) mi carpeta fiscal (se menciona) un desbalance patrimonial”.
–En Panorama apareció un recibo de 10 mil dólares.
–Ese recibo existe. Sobre el monto no voy a declarar.
–Rocío Calderón hizo las consultorías para OAS mientras era funcionaria de la Cancillería. No encuentra conflicto de intereses entre ambos trabajos.
–“Yo he tenido una asesoría que ha concluido en 2010 con OAS. Eso es cierto. Nunca he pretendido ocultarlo, es parte de mi vida financiera. (Ordenarla) me está tomando tiempo y esfuerzo”.
–¿Con quién firmaste el contrato con OAS?
–Con Valfredo Ribeiro (entonces gerente general).
–¿Mantienes o mantuviste amistad con él?
–No.
–¿Has trabajado como consultora de otras compañías brasileñas?
–No.
–¿Conociste a Alexandre Mendonça, gerente de contratos de OAS en Perú?
–No.
Sobre su relación con Nadine Heredia, tarjeta de crédito incluida.
–Nadine y yo tenemos una relación muy estrecha. Voy a cumplir 40 años y nos conocimos a los 13. Nos han pasado cosas buenas, feas y malas a ambas, en diferentes momentos de nuestras vidas. Y siempre hemos tratado de estar juntas. (…) (Lo de la tarjeta de crédito) nació como una cosa no relevante, no importante. ¿Y si te encargo un par de cositas? Pero mejor las pago con mi tarjeta (…) para pagarla después, como quiera.
(…) El tema de la tarjeta de crédito fue un riesgo estúpido. Dios perdona el pecado pero no el escándalo. Y eso es más escándalo y menos pecado.
–¿Lo de la casa de playa en Las Arenas?
– … ¿Yo he alquilado una casa? sí. ¿Ese monto? No. Y no puedo decir nada más sobre el monto. Yo tengo que poner todo eso en nuestros estados financieros. (…) Alquilé la casa con amigos y Nadine participó en eso también.
–¿Tu exnovio (Marcos de Moura Wanderley) y la pareja Presidencial eran amigos?
– No.
De Moura Wanderley fue representante de Camargo Corrêa (desde 2002) en el Perú durante la investigación del caso “Castillo de Arena” por el Ministerio Público y la Policía Federal de Brasil. Luego (entre 2009 y 2015) pasó a ser el representante en el país de la constructora Galvao Enghenaria.
Precisamente el año en el que De Moura Wanderley se hizo cargo de Galvao Enghenaria en el Perú, su compañía suscribió en Sao Paulo un amplio contrato de asesoría con la consultora de José Dirceu, que incluía sus trabajos en América del Sur. Hay pagos registrados, de cerca de 8 mil dólares por mes, hasta diciembre de 2011. Parece, a juzgar por la entrevista, que De Moura nunca le habló sobre Dirceu a Rocío Calderón.
Dos versiones radicalmente diferentes –la de Tracy Reinaldet y la de Rocío Calderón– sobre un mismo tema. Por lo menos una de las dos es falsa. Y en investigaciones la perspectiva de Rashomón no es admisible, aunque la respuesta definitiva demore un poco en llegar.

¿Una nueva izquierda?

Por Steven Levitsky– Diario La República.
La última refundación de la izquierda peruana ha naufragado. A los dos años del lanzamiento del Frente Amplio, la izquierda está dividida en dos frentes, ninguna de la cual es viable.  Mientras la izquierda gobierna en la mayoría de los países latinoamericanos, en el Perú apenas alcanza a Brad Pizza en las encuestas.  Es la izquierda que la derecha quiere: una fuerza marginal que no amenaza a nadie.
Pero no tiene que ser así.  Como han señalado Carlos Meléndez y Eduardo Dargent, existe un espacio electoral que la izquierda podría aprovechar.  A pesar del boom económico, hay altos niveles de descontento. Según el Latinobarómetro (2013), solo el 23% de los peruanos está satisfecho con la economía.  Los servicios públicos (educación, salud, transporte, seguridad) son de baja calidad, generando frustración y una percepción de injusticia, porque el Estado parece favorecer a una minoría privilegiada a costo de los demás.  Según el Latinobarómetro, solo el 16% de los peruanos cree que sus gobiernos gobiernan “para el bien de todo el pueblo”. Y solo el 17% cree que la distribución de la riqueza en el Perú es justa.
Esta percepción de injusticia abre una puerta para la izquierda.  El viejo discurso anticapitalista y antiimperialista no gana elecciones en el Perú (los peruanos mayoritariamente apoyan al libre comercio y la inversión extranjera), pero la izquierda no tiene que ser anticapitalista. La izquierda es redistributiva. Busca utilizar al Estado para reducir la desigualdad. Se puede crear una sociedad más igualitaria (por ejemplo, cobrando más impuestos a los ricos para financiar políticas públicas que benefician a la mayoría) sin tumbar al sistema capitalista.  De hecho, en un país como el Perú, donde más del 80% cree que la distribución de la riqueza es injusta, un programa redistributivo sigue siendo muy atractivo.
Pero si un espacio progresista existe en el Perú, solo una izquierda renovada (y no reciclada) podrá ocuparlo.  Será una izquierda joven, que representa un cambio generacional.  Por ejemplo, un movimiento de jóvenes progresistas encabezado por Marisa Glave, Verónika Mendoza, y Sergio Tejada (con Mendoza, una cusqueña, como candidata presidencial) podría cambiar el panorama electoral en 2016.
La construcción de una izquierda exitosa requiere por lo menos tres cambios. Primero, la vieja guardia tiene que irse. Si quiere resucitar la izquierda peruana, la nueva generación tendrá que matar a sus padres. Los partidos históricos (PCP, Patria Roja), los intelectuales, quizás todos los políticos de la época de la Izquierda Unida, tendrán que jubilarse.  Fuera de la foto.  Muchos son buenas personas; algunos son muy respetados.  Pero han fracasado, sin cesar, por 25 años.  Ni siquiera Javier Diez Canseco ofrece un modelo para seguir. Diez Canseco fue un hombre honesto y de principios.  Fue un buen parlamentario.  Luchó con valentía contra Fujimori. Pero como líder de la izquierda, fracasó. Bajo su liderazgo, la izquierda no solo colapsó en 1989 sino que fue incapaz de reconstruirse durante dos décadas.  Mientras nuevos proyectos de izquierda crecieron en países como Bolivia, Brasil, Costa Rica, El Salvador, México, y Uruguay, en el Perú, después de 25 años, la izquierda sigue fragmentada, divorciada de los sectores populares, y electoralmente marginal. La vieja guardia ha fracasado. Que se vaya.
Segundo, la nueva izquierda debería abandonar todos los símbolos (bandera roja, puño en alto, etc.) y consignas de la izquierda tradicional.   Uno de los legados de Sendero Luminoso es una alergia –en gran parte de la sociedad peruana– a todo que huele a marxismo. Más que en otros países, los símbolos, consignas y discurso de la izquierda tradicional son espanta votos en el Perú, porque se asocian con Sendero. Si la izquierda quiere ganar elecciones, entonces, tiene que tirar su guion tradicional al basurero y crear un nuevo discurso y cultura.
Tercero, la nueva izquierda tiene que repensar su base social. Tradicionalmente, la izquierda latinoamericana movilizaba a los obreros y los campesinos y buscaba representar a las “mayorías populares”.  En el Perú de los años setenta, tenía algo de sentido: habían obreros (la tasa de sindicalización superó a 20%) y campesinos. Y la mayoría de los peruanos eran pobres.
Pero la sociedad cambió. Hoy la clase obrera tradicional es casi inexistente. Solo el 4% de la población económicamente activa pertenece a un sindicato. Además, el país es 80% urbano. Los campesinos ya son pocos. Y gracias al boom económico de los 2000, la mayoría dejó de ser pobre.
Hoy en día, entonces, la izquierda enfrenta una sociedad con pocos obreros y campesinos. Y los sectores populares ya no son tan pobres. Sus miembros tienen (o esperan tener) casa y auto, mandan (o esperan mandar) sus hijos a la universidad, y consumen productos que antes solo consumían los pitucos. La izquierda tiene que adaptarse a esta nueva realidad social. Puede alinearse con la CGTP o los ronderos de Cajamarca, pero sin imaginar que representan a los sectores populares. Representan intereses legítimos, pero estrechos. Puede acompañar a las movilizaciones campesinas en defensa de sus comunidades ante la expansión poco regulada de la minería, pero convertir esa lucha en el eje de su programa sería atarse a una base social estrecha. Y olvidarse del Perú urbano.
La izquierda desapareció del Perú urbano hace años. Hoy el fujimorismo tiene más presencia en los sectores populares de Lima.
Si la izquierda quiere ganar elecciones, tendrá que revertir esa situación. Tendrá que apelar no solo a los pobres urbanos (que son cada vez menos) sino también a la creciente clase media-baja. Ese sector vive mucho mejor que hace dos décadas. Un discurso enfocado exclusivamente en los costos del neoliberalismo, y que no ofrece nada a los que se beneficiaron del boom pero que aspiran a más (más seguridad económica y física, más participación, más justicia, más y mejores servicios públicos) gana pocos votos en los sectores populares urbanos. Y sin los sectores populares urbanos, la izquierda no va a ningún lado.
Cuando la izquierda peruana resucite, será otra: será una izquierda más joven, menos atada a las luchas del pasado, y más atenta a las necesidades de los sectores medios urbanos.  Si la nueva generación de políticos progresistas construye esa izquierda para 2016, cambiaría profundamente la dinámica electoral.  Pero el tiempo se acaba.

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