Cardenal Julien Ries

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Cardenal RiesAntropólogo de la religión

En Tournai, Bélgica, murió a los 92 años el cardenal Julien Ries. Nació en Arlon, en 1920, y dedicó su vida a la investigación científica; era considerado el fundador de un verdadero campo del saber: la antropología religiosa fundamental.
De hecho, con la figura de Ries, la disciplina adquirió una independencia científica, con la categoría de “homo religiosus”. Ahora la Historia de las Religiones puede ostentar una “ciencia hermana”. Ries, que durante muchos años enseñó en la Universidad Católica de Lovaina. En febrero de 2012 fue creado cardenal por el Papa Benedicto XVI, justamente como reconocimiento por su extraordinaria actividad científica.
La editorial Jaca Book está editando la “Opera Omnia” del antropólogo belga, con algunos ensayos todavía inéditos del eminente estudioso.
La obra de Julien Ries se convirtió en un elemento fundamental para los paleoantropólogos de fama mundial como Yves Coppens. En la Universidad Católica de Milán, que le ha dedicado un archivo, se encuentran desde hace tiempo su biblioteca, todos sus escritos y la correspondencia que a lo largo de los años intercambió con diferentes historiadores de las religiones de todo el mundo.

Cristina

Papa Francisco

La elección de Bergoglio como Papa se convirtió en una pesadilla que puso en serios aprietos a la presidenta Fernández de Kirchner

Por Andrés Beltramo Álvarez
Desde el momento que fue elegido como pastor universal de la Iglesia católica, Jorge Mario Bergoglio se convirtió en el problema número uno para el gobierno de Argentina. La decisión de los cardenales de ungir un Papa “venido del fin del mundo” desató todas las alarmas en la Casa Rosada, sede de la administración de Cristina Fernández de Kirchner. Y la audiencia que la presidente sostuvo este lunes con el pontífice en El Vaticano no cambiará las cosas. Francisco no sólo traerá aires nuevos para la cristiandad, abrirá nuevos horizontes para el pueblo argentino.
Operación Bergoglio”. Así se habría llamado una maniobra orquestada por personajes anónimos antes del más reciente Cónclave y cuyo objetivo habría sido evitar la elección del arzobispo de Buenos Aires. Según publicó el periodista argentino Román Lejtman en el diario “El Cronista Comercial” un diplomático, un legislador y un cardenal habrían hecho circular –entre algunos purpurados en Roma- un expediente secreto con algunas denuncias contra el cardenal argentino. Buscaban descalificarlo, bloquear sus acceso al papado. No lo lograron.
Verdad o no, es cierto que la administración de los Kirchner consideraba –desde hace ya muchos años- a Bergoglio como uno de sus más peligrosos enemigos políticos. Las desavenencias se remontan al gobierno de Néstor Kirchner, el esposo de Cristina Fernández ya fallecido. En 2005 el presidente se negó a participar, como representante de su país, en las exequias del Papa Juan Pablo II. Hizo el ridículo y cosechó un enorme malestar público, que pretendió acallar asistiendo a la misa de inicio de pontificado de Benedicto XVI.
Pero con Joseph Ratzinger las cosas no fueron mejores. Una situación que se mantuvo cuando la mujer, Cristina, asumió la presidencia. Ella y su equipo idearon una estrategia política basada en el rechazo a la más mínima crítica a su gestión. Pudo cooptar a sindicalistas, empresarios y políticos de oposición. Incluso a algunos obispos. Pero no pudo con Bergoglio quien, con libertad y sencillez, continuó denunciando las injusticias, la creciente pobreza e inseguridad.
Él y todos aquellos que, desde la Iglesia, se atrevieron a criticar (aunque indirectamente) la falta de acción del gobierno en el campo social, como la asociación Caritas, se convirtieron inmediatamente en “aves de mal agüero” y “artífices de un complot” contra la administración de Kirchner. Pero esa actitud hostil no afectó, en lo más mínimo, la postura del arzobispo de Buenos Aires.
Como pastor, continuó trabajando en los barrios más pobres, se opuso públicamente a cualquier intento por “homogeneizar el pensamiento” e instó a “recuperar la alteridad y el diálogo”. En 2010 rechazó duramente la legalización del “matrimonio” homosexual, proclamando la dignidad de la familia basada en el matrimonio tradicional, concorde con la ley natural y con la enseñanza de la Iglesia.
La respuesta de la presidente no se hizo esperar. Determinó acabar con la añeja tradición del “Te Deum”, una ceremonia que cada año veía al mandatario argentino celebrar la fiesta patria del 25 de mayo en la catedral metropolitana de Buenos Aires. En 2010 Cristina Fernández prefirió asistir a la Basílica de Nuestra Señora de Luján, con la excusa de llevar esa ceremonia republicana a distintos puntos del país. En realidad su decisión fue una especie de represalia contra el personaje incómodo: ayer Bergoglio, hoy Papa.
A ese gesto se sumaron otros. Durante su gobierno Cristina rechazó hasta 14 solicitudes de audiencia privada cursadas por el Arzobispado de Buenos Aires. En cambio concedió inmediatamente cita al actual presidente de la Conferencia Episcopal y arzobispo de Santa Fe, José María Arancedo, en diciembre de 2012. Pensaba así dividir posiciones al interior del episcopado, pero la elección de Francisco como vicario de Cristo le echó a perder sus planes.
Con estos antecedentes no resulta extraño, entonces, que personalidades muy cercanas a la presidente montasen una campaña de desprestigio contra el pontífice ni bien se anunció su nombre tras el “habemus papam”. Equivocando la medida política, personalidades del gobierno dieron vuelo a una campaña difamatoria encabezada por Horacio Verbitsky, un periodista con un pasado oscuro. Antiguo militante del Partido Comunista Argentino (PCA), hace más de 30 años fue jefe de la red de espionaje del grupo guerrillero paramilitar de “Los Montoneros” y desde esa posición se dedicó a hacer lo que siempre criticó: armar expedientes contra sus enemigos políticos.
Con esos archivos escribió numerosos libros, la mayoría anticatólicos. Y facturó mucho. La elección de Bergoglio como Papa se convirtió en su peor pesadilla y lo llevó a embarcar al gobierno argentino en una cruzada de desprestigio. Una jugada que puso en serios aprietos a la presidenta Fernández de Kirchner y es capaz de comprometer, peligrosamente, la supervivencia misma de su administración.
Fuente: Vatican Insider.

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