Por Antonio Elduayen Jiménez CM
En esta Gran Fiesta del Corpus Christi, ¿qué les parece que es lo más importante que celebramos? ¿la última Cena de Jesús, en la que el pan y el vino, convertidos en su cuerpo y sangre, se nos dan en comida?, como lo insinúa el evangelio en Mc 14, 12-16. 22-26.
¿Ser la Nueva Alianza? ¿Jesús Hostia que quiere entrar en intimidad y comunión con nosotros? ¿el Pan de Vida, que nos da fuerza para vivir como cristianos?¿el ser Memorial de la Muerte y Resurrección del Señor?
Sin duda, todo eso y mucho más, es lo que hoy celebramos en la Gran Fiesta del Corpus Christi. Pero lo más importante es el ser Memorial de la Muerte y Resurrección de Jesucristo.
Hagan esto en Memoria Mía, dijo Jesús (Lc. 22,19; 1 Cor. 11,24). “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección…”, decimos después de la consagración de la santa misa, en respuesta al sacerdote.Ciertamente cuando el Pueblo de Dios estableció la celebración del Corpus Christi, lo hizo llevado por su gran fe, amor, admiración y gratitud a Jesús Eucaristía.
Era justo y necesario fijar un nuevo Día en el calendario de la Iglesia para festejar con el máximo esplendor el Corpus Christi, el Cuerpo y la Sangre de Cristo, como la liturgia lo llama hoy.
El Dios y Hombre verdadero, que quiso quedarse para siempre con nosotros, como amigo bueno y fiel, para acompañarnos y ser alimento en nuestro caminar. Lo que había pasado en la última Cena, había sido demasiado bello y grande como para dejarlo ahí no más, y hasta ensombrecido por la traición de Judas y la muerte de Jesús.
Esta visión y celebración de Jesús Eucaristía en esplendor, adoración reverente y fervor por el Señor, es la que, sin duda, ha venido influyendo en la formación y valoración eucarística de los fieles…
Es sin duda una actitud positiva y encomiable, sobre todo cuando se la compara con la de quienes van a la misa “por costumbre” o “por cumplir”. Hoy hablamos de participar en la misa.
Pero será bueno que esta participación no se nos quede en lo exterior: posturas que tenemos (de pie, de rodillas, sentados), respuestas que damos (al empezar la Plegaria Eucarística, al “Oren Hermanos” cuya respuesta aún no sabemos bien); gestos que hacemos (al signarnos con la señal de la cruz, darnos la paz, recibir la comunión), etc.
La participación que se nos pide debe ser ante todo interna, llenando “de espíritu y verdad” cuanto hacemos y decimos en la misa.
Debe ser, sobre todo, pascual, de modo que la Misa del Señor sea mi misa -(uniendo mis luchas y muertes de cada día a las del Señor y ofreciéndolas con Él al Padre Dios por la salvación del mundo y mía).
Sólo así la eucaristía (misa, comunión y “adoración”), será para Jesús memorial o renovación de su muerte y resurrección; y para nosotros memorial o recordatorio de que en cada misa nos toca morir y resucitar con Él.
Fuente: Parroquia Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa y RPP.
Corpus Christi
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