Por Gustavo Gorriti
A fines de 1990 viajé a la región del Ene, donde los asháninkas de Cutivireni, guiados por el sacerdote franciscano Mariano Gagnon, resistieron con las armas el avance senderista sin poder evitar que la misión fuera arrasada. Perseguidos hasta el reducto montañoso de Tzibokiroato, los asháninkas resistieron pese a que con el paso del tiempo decaía su esperanza, hasta que —en lo que fue una de las olvidadas hazañas de gran heroísmo en la guerra interna— Gagnon y algunos colaboradores tomaron la decisión desesperada de intentar un rescate aéreo. Los asháninkas convirtieron un campo ladeado en la cima de la montaña en algo que llamaron pista de aterrizaje. Yo la sobrevolé y pensé que lo único que podría ocurrir ahí era un accidente antes que un aterrizaje.
Sin embargo, el piloto Armando Velarde realizó más de veinte vuelos de evacuación de los refugiados en apenas tres días, ayudado por los pilotos de Alas de Esperanza (que hicieron más de 10 vuelos por su cuenta). Entre Tzibokiroato y Kirigueti, al otro lado de los Andes, las pequeñas aeronaves y sus magníficos pilotos hicieron un puente aéreo que salvó a 169 asháninkas de la muerte inminente y les permitió iniciar una vida nueva en territorio matsigüenga.
Prevenir lavado de dinero
La justicia italiana acusa a la banca conocida como el Instituto para las Obras Religiosas de violar intencionalmente las regulaciones europeas destinadas a prevenir el lavado de dinero.
Las autoridades que incautaron unos 23 millones de euros como parte de las investigaciones, centran su atención en dos transacciones específicas en las que, según documentos de la fiscalía, hubo “intención de ocultar la identidad del propietario y el origen del dinero”.
Según el analista político italiano Gianfranco Pasquino, en la década de los 80, la entidad estuvo involucrada en una serie de escándalos sobre blanqueo de dinero. En aquel momento, un asesor financiero del Vaticano se suicidó en prisión y otro apareció ahorcado, colgado del puente de Blackfriars (Londres).
Estos incidentes mancharon la reputación del banco y dieron pie a múltiples especulaciones sobre vínculos entre la institución eclesial y la mafia italiana.
Pasquino comentó que una posible explicación es que “el Vaticano siempre parece darles el control de sus finanzas a individuos que no son muy capaces o en todo caso el banco no parece poner mucha atención a la procedencia o destino del dinero”. Las acusaciones de corrupción contra instituciones del Vaticano preocupan a Benedicto XVI.
“En general ha habido un respeto por la inmunidad jurídica del Vaticano, pero este año ha habido varios ejemplos de cómo los Estados están respetando mucho menos esa inmunidad y comienzan a investigar a la institución“, destacó.
La investigación de la justicia vinculó desde el principio a Evaldo Biasini, de 83 años, gerente de la Provincia Italiana de los Misioneros de la Preciosísima Sangre de Jesús, que guardaba grandes cantidades de dinero en efectivo para el constructor Diego Anemone, a quien los fiscales acusan de haber recibido numerosas contratas de la Protección Civil a cambio de comisiones, regalos y favores de toda condición, desde masajes en su club deportivo hasta reformas de pisos. Desde aquel día, el anciano Don Evaldo ha pasado a ser conocido como “Don Bancomat” (don cajero automático).
Según La Repubblica, en la caja fuerte de don Evaldo, se han descubierto decenas de títulos por centenares de miles de euros, que provienen de cheques de Bruno Ciolfi, otro empresario que gracias a la red de corrupción obtuvo contratos millonarios para la construcción de la nueva cárcel de Sassari, del Auditorio de Florencia, el Museo del Deporte Italiano o del aeropuerto internacional de Sant Egidio en Perugia.
Fuente: BBC Mundo.
Mariano Gagnon OFM
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