Das Kapital

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El capital

“El capitalismo sin humanidad, solidaridad ni justicia, carece de moralidad y no tiene futuro” dice el Cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Munich y Freising.
¿Es el sueño de la prosperidad para todos en un orden de libre empresa, un sueño vano? Mucha gente se pregunta hoy lo que en su tiempo se preguntó Karl Marx: ¿Sirve el capital a la persona o solamente la persona sirve al capital?
Reinhard Marx, arzobispo de Munich y Freising, comparte sin duda el apellido con Karl Marx, pero no la visión del mundo. Él piensa desde la perspectiva de la responsabilidad cristiana, sobre si es posible que haya justicia, libertad y solidaridad en un mundo en el cual el poder del dinero es aparentemente ilimitado.
Contenido de “El Capital” de Reinhard Marx
La globalización económica es vivida por muchas personas como una amenaza existencial. La crisis del mercado financiero internacional muestra en qué alto grado el capital anónimo decide nuestros destinos. Bancos y fondos pierden miles de millones en especulaciones insensatas, otros pagan la cuenta.
Muchos claman por justicia social. Lo que esto pueda significar, es algo sobre lo cual no hay opinión unánime. Incluso las tesis de Karl Marx son invocadas en este debate y tergiversadas con demasiada frecuencia. Hoy surge la pregunta: ¿Sirve el capital a la persona o solamente sirve la persona al capital?
Reinhard Marx, arzobispo de Munich y Freising, comparte sin duda el apellido con Karl Marx, pero no la visión del mundo: no solamente la gente necesita capital, sino que también el capital y el mercado necesitan a la gente. El sistema económico de mercado social está claramente en ventaja comparado con el “capitalismo primitivo”, y también comparado con un marxismo tergiversado. A partir de allí argumenta el arzobispo Marx en el nombre de la persona humana y desde la perspectiva de la responsabilidad cristiana: la globalización de los mercados debe ser complementada con una globalización de la solidaridad y de la justicia. El capitalismo sin límites lesiona el interés público. Este no es solamente un asunto de moralidad, sino una clara comprensión económica comprobable por la experiencia. Como en el orden delimitado de un estado nacional, necesitamos una regulación mundial de los flujos financieros, de los derechos de los empleados y de la conducta económica. Para lograr la solidaridad y la justicia a nivel mundial, se requiere un orden para la política pero también para cada uno de los que participan en los acontecimientos económicos.
Y esos somos, en fin de cuentas, todos.
Fuente: Traducción de Carlos Vidales.

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