Arquidiócesis de Trujillo 2025

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Papa Francisco acepta renuncia de monseñor Cabrejos como arzobispo de Trujillo

En su lugar nombra a monseñor Alfredo Vizcarra SJ, jesuita y hasta ayer Obispo de Jaén. Monseñor Vizcarra fue por largos años misionero en África.

A través de un comunicado, la Santa Sede anunció que el papa Francisco aceptó la renuncia de monseñor Miguel Cabrejos como arzobispo de Trujillo, tras liderar la arquidiócesis por 25 años y 5 meses.
Esta mañana la Santa Sede hizo pública la decisión del santo padre Francisco de aceptar mi renuncia a la tarea de Arzobispo Metropolitano de Trujillo, la misma que presente en junio de 2023, siguiendo las normas del Derecho Canónico, que establece que al cumplir los setenta y cinco años de edad, los obispos al frente de una jurisdicción eclesiástica, deben renunciar a este oficio”, señaló monseñor Cabrejos a través de un video de las redes sociales del Arzobispado Metropolitano de Trujillo.
Su nombramiento ocurrió el 11 de septiembre de 1999 a manos de San Juan Pablo II, quien lo nombró como arzobispo auxiliar de Lima y luego arzobispo castrense del Perú y arzobispo de Trujillo.
Agradecer al padre Francisco que ha acompañado a los esfuerzos pastorales y a los proyectos en favor de la familia, niñez y juventud. Cercanía que se manifestó en su llegada a Trujillo. También a mis hermanos en el episcopado que me confiaron la presidencia durante 13 años. Y, a los obispos de América y el Caribe para el periodo 2023”, dijo Cabrejos.
En su lugar, el Vaticano anunció que monseñor Alfredo Vizcarra Mori, actual obispo del Vicariato Apostólico de Jaén, asumirá el liderazgo en Trujillo. Vizcarra es conocido por su labor pastoral en la selva peruana.
Fuente: Diario El Comercio.

Las tribulaciones del católico de hoy

Por Sergio Tapia- Diario EXPRESO.
El catolicismo no deja de ser uno de los referentes sustanciales en el ordenamiento socio cultural en el que nos toca vivir. A pesar de los estragos causados por las deserciones individuales y los efectos de la apostasía social.
Poderosas fuerzas culturales, como los librepensadores que actúan a través de sociedades secretas, producen vaivenes ideológicos que implosionan el orden natural; o como el laicismo presumido que niega y persigue realidades sacras, a pesar de declamarse pluralistas y tolerantes. Contribuyen a sostener una atmósfera anticristiana y persecutoria.
Hay un estado agónico del catolicismo eclesial, debido a la capitulación religiosa y cultural de los últimos 70 años. Negativo efecto del tributar a la herejía modernista, que deprava mentes y corazones en miembros de la élite eclesial (cardenales, obispos, clero y académicos seglares).
Además, hay ligereza extendida que quebranta la profundidad espiritual. La duda generalizada desboca como contraposición de la fuerza de la fe. El individualismo, necio y dialéctico, contra la vida en comunidad que posee el inmenso servicio de sostener la personalidad individual. El diletantismo irresponsable que niega el fundamento sacramental de los oficios eclesiásticos. La inclinación al asombro ante lo ordinario y mundano, en desleal reemplazo irresponsable de la aspiración a la visión beatífica.
Hay un cuadro agónico de la Iglesia Católica, en el hoy, y aquí.
Pero, que no debe suscitar desesperanza. Son procesos cíclicos, históricos. Son expresiones de experiencias generacionales, durante dos milenios cumplidos del cristianismo.
Tenemos que tomar conciencia que vivimos dentro de un fenómeno social e institucional, que es la herejía modernista, en circunstancias de estar concluyendo el primer cuarto del siglo XXI. Este modernismo guarda similitudes con los efectos que produjo el arrianismo (siglo IV), cuya erosión inspiró la siguiente recomendación consoladora de San Agustín de Hipona “Se nos prometió que había de haber herejías y escándalos para que nos eduquemos entre enemigos y así puedan ser bien probados la fe y el amor: la fe, no dejándonos seducir por ellos; el amor, tratando de corregirlos con todas nuestras fuerzas” (Carta 185, año 457; Capítulo I, n. 2).
Hoy padecemos las consecuencias de un desamor por parte del componente humano, de un sector de la Esposa de Cristo, la Iglesia. Sector que ya no contempla enamorada a su Esposo, Dios, sino así misma. Lo que agota la espiritualidad, y que produce un peligroso vaciamiento en la estructura del clero y en el ejercicio de las jerarquías eclesiásticas.
Desenamorada de Cristo, la Iglesia se extravía porque su Esposo es el “Camino”; el desacierto herético es dejar de seguir al Esposo que es la “Verdad”. Lo infructuoso del desenamoramiento de Cristo, conlleva a la agonía del componente humano del catolicismo, porque deja de honrar al Esposo que es la “Vida” (cfr.: Juan, 14, 6).
Qué lejos estamos de esa descripción que leemos en Hechos de los Apóstoles 4, 32: todos los creyentes pensaban de la misma manera y estaban todos de acuerdo. Hoy, hay órganos y miembros del Cuerpo Místico de Cristo maltratados por revanchismos irracionales e irreverentes y por motivación ideológica.
En términos dimensionalmente humanos, “de este mundo” (Juan, 18, 36) del que Cristo desentendió el origen de su misión; es la desacertada estrategia de algunos de los responsables de la conducción de la nave institucional, que parecen ensimismados en el arte promovido por Voltaire, de mentir a propósito.

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