San José de Anchieta SJ

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José de Anchieta (San Cristóbal de La Laguna, Tenerife, Imperio español, 19 de marzo de 1534 – Reritiba, Estado del Brasil, Unión ibérica, 9 de junio de 1597), conocido como el Padre Anchieta, fue un misionero jesuita y santo español en Brasil. Además fue un destacado lingüista, literato, médico, arquitecto, ingeniero, humanista y poeta. Es el primer dramaturgo, el primer gramático y el primer poeta nacido en las Islas Canarias y el padre de la literatura brasileña.
Nacido en San Cristóbal de La Laguna, en la isla española de Tenerife, fue enviado a la portuguesa Universidad de Coímbra en 1548. A la sazón, Portugal era más tolerante que España con los “cristianos nuevos“, y tal era la madre del futuro santo. Su madre era hija de Sebastián de Llerena, judío converso del reino de Castilla. Una vez en Coímbra, José ingresó en la Compañía de Jesús y, tras los debidos años de estudio, sería enviado como misionero a Brasil, donde moriría en 1597. Fue uno de los fundadores de las ciudades de São Paulo y Río de Janeiro. El Padre José de Anchieta fue además el estandarizador de la lengua tupí.
Fue beatificado por el papa Juan Pablo II en 1980, en una solemne ceremonia realizada en la vaticana Basílica de San Pedro. Debido a su dedicación misionera y evangélica, se le llama el “Apóstol de Brasil” y fue declarado por el papa Benedicto XVI como uno de los trece Intercesores de la Jornada Mundial de la Juventud 2013, que se celebró en Río de Janeiro.
El Padre Anchieta fue canonizado mediante una canonización equivalente el 3 de abril de 2014 por el papa Francisco.​ Es por lo tanto, el segundo santo nativo de las Islas Canarias tras Pedro de San José Betancur​ y también considerado como el tercer santo de Brasil,​ debido a que realizó su obra misionera en lo que actualmente es ese país americano. La misa de Acción de Gracias presidida por el papa, se celebró el 24 de abril del mismo año en la Iglesia de San Ignacio de Loyola en Roma.
Primeros años
José de Anchieta era hijo de Juan de Anchieta Zelayarán (natural de Urrestilla, barrio de la villa de Azpeitia, en la provincia de Guipúzcoa, País Vasco, primo de San Ignacio de Loyola) y de Mencía Díaz de Clavijo y Llerena, descendiente por línea materna de la nobleza canaria, pero al mismo tiempo hija de judío converso. Su padre fue también alcalde de la ciudad de San Cristóbal de La Laguna.
Nació José de Anchieta en la ciudad tinerfeña de La Laguna el 19 de marzo de 1534. Fue bautizado el 7 de abril de 1534 en la Parroquia de Nuestra Señora de los Remedios (actual Catedral de San Cristóbal de La Laguna). Desde pequeño había mostrado una gran facilidad para realizar labores en el campo y en la vida cotidiana.
En 1548, a la edad de 13 años, partió con destino a Coímbra, en Portugal, con objeto de cursar estudios religiosos en la célebre universidad de aquella ciudad. José se convirtió poco a poco en un distinguido alumno, gran amante de la poesía y de la buena prosa. Componía versos latinos, castellanos y portugueses con extrema facilidad, tal que lo llamaban el “Canario de Coimbra”.
El 1° de mayo de 1551 ingresó en la Compañía de Jesús. Sus excesos en la penitencia y las muchas horas de oración de rodillas le causaron una dolencia permanente en la columna vertebral. Pidió ser enviado al Brasil, pues, ya que “en estas partes su enfermedad era incurable, le dejasen ir a morir entre los infieles, donde podría servir por lo menos para enseñar a los niños”.
Viaje a Brasil
Zarpó de Lisboa para el Brasil el 17 abril de 1553, en la tercera expedición de siete jesuitas, y llegó el 13 de julio 1553 a Salvador de la Bahía de Todos los Santos, y a la Capitanía de San Vicente el 24 de diciembre. Su superior, padre Manuel de Nóbrega, lo acogería en la pequeña población de Piratininga.
Según la práctica misionera de entonces, José se dispuso a aprender la lengua indígena del lugar, en este caso la lengua tupí, en la que llegaría a escribir versos e incluso obras de teatro. Un día, habiéndose adentrado en la selva, se encontró con unos indios que torturaban a un enemigo. Entonces, aplicando su conocimiento de la lengua amerindia, empezó a evangelizar a los captores hasta conseguir que soltaran a su cautivo. Con 21 años se dice que realizaba prodigios que fascinaban a los demás jesuitas, como levitar al orar ante la Virgen, o iluminarse la choza en la que se hallaba orando ante imágenes sagradas que incluso le respondían. Activo y esforzado, pese a su enfermedad contribuía personalmente a la edificación de nuevos edificios religiosos. Se sabe que Anchieta bautizó a varios indios tras convertirlos al cristianismo, entre ellos al cacique Tibiriçá.
Ruta de evangelización
En una pequeña piragua embarcarían él, el padre Manuel de Nóbrega y un joven indio, evangelizado y leal a José. Atacados por un grupo de tamoyos, mataron al joven servidor indígena. José les hizo entrar en razón y lo llevaron al jefe, quien acogió a Anchieta y los suyos como huéspedes. De hecho, José siempre ejercería como pacificador entre los portugueses y las tribus de la Amazonia. Cierto día, Anchieta y Nóbrega decidieron celebrar la eucaristía ante aquellos indios, quienes quedaron admirados al leérseles en su lengua el texto de la Biblia y oír la consiguiente homilía. Tras esto, José utilizaría sus dotes de poeta para componer motetes que cantarían los mismos indios en las ceremonias cristianas. Se hizo tan famoso que muchas tribus pugnaban por acogerlo e incluso, una vez, apropiárselo por la fuerza, pero él pudo disuadirlos.
Aconteció que el padre Nóbrega hubo de marchar para formalizar en la ciudad un tratado que sellara la concordia y convivencia entre tupís y portugueses. Tras la marcha, José continuó su misión. Con el hechicero de la tribu, Anchieta aprendió no pocos secretos de su medicina. El padre Nóbrega retornó un año después tras haber sellado su pacto.
Vuelta a Piratininga
Tras la llegada de Manuel de Nóbrega, José volvió a la aldea de Piratininga para unirse a los otros jesuitas. Contribuyó entonces a la fundación de las ciudades portuguesa de São Paulo de Piratininga y de San Sebastián de Río de Janeiro, y en esta misma ciudad sería ordenado sacerdote en 1566, de manos del obispo Pedro Leitão.
Un año después, Nóbrega fallecería por una enfermedad contraída en la selva. José se convertiría en director del colegio de San Vicente y dos años después, marcharía a Europa. Al regreso recalaría en las Islas Canarias, su lugar de nacimiento, para luego volver a Bahía, en Brasil.
Con 49 años había conseguido reputación de santidad en la colonia brasileña, donde muchos acudían a él en busca de ayuda espiritual y curación. A partir de 1588 ya era considerado “el apóstol del Brasil,” amén de celebrado escritor: escribió un libro de medicina, de fauna y flora de Brasil y un libro de poesía y de cánticos.
Muerte y conmemoraciones
El 9 de junio de 1597 moriría en la aldea de Reritiba, llamada posteriormente “Anchieta” en su honor. Él mismo había predicho el día y la hora de su muerte.
En 1960 se instaló en San Cristóbal de La Laguna -su ciudad natal- una estatua en su honor, obra del artista italo-brasileño Bruno Giorgi. Dicha estatua fue un regalo del Gobierno de Brasil a la ciudad natal del santo. Existe además otra importante estatua suya junto a la Catedral Metropolitana de São Paulo. En la Catedral de San Cristóbal de La Laguna se halla una talla en madera y una reliquia del santo, las cuales son conducidas en solemne procesión cada 9 de junio, su festividad en el santoral católico. En esta ciudad tiene su sede la Hermandad de los Caballeros de Anchieta.
En la Basílica de Nuestra Señora de la Candelaria, santuario de la patrona de las Islas Canarias, se encuentra una pintura que representa a san José de Anchieta fundando la ciudad de São Paulo mientras tiene lugar una aparición mariana.
En 1965, el servicio postal de España emitió un sello con la imagen de Anchieta, dentro de una serie llamada “Forjadores de América”.
En el año 1997, en la ciudad de La Laguna, se publicó un pequeño libro, de unas 40 páginas en formato cómic, que narra la historia de este misionero, el más importante de Canarias junto al santo hermano Pedro de San José Betancur.
Beatificación
Fue beatificado por el papa Juan Pablo II el 22 de junio de 1980 en una solemne ceremonia realizada en la vaticana Basílica de San Pedro. En este acto también fue beatificado Pedro de San José Betancur, canonizado en 2002 y primer santo de las Islas Canarias. El Padre Anchieta y el Hermano Pedro a su vez, se convirtieron en los primeros canarios en ser beatificados.
Canonización
El 27 de febrero de 2014, el papa Francisco anunció que el Padre Anchieta sería canonizado en Roma en abril de ese año. El anuncio le fue comunicado primeramente a tres sacerdotes canarios​ que asistían a la misa del Papa en su residencia de Santa Marta, los cuales lo comunicaron al Obispo de Tenerife, Bernardo Álvarez Afonso.​ La fecha fue inicialmente fijada para el 2 de abril pero posteriormente se trasladó al día siguiente,​ mediante una “canonización equivalente”.
Por su parte, el 24 de abril fue la ceremonia de Acción de Gracias presidida por el papa, celebrada en la romana Iglesia de San Ignacio de Loyola.15​ Coincidió en que precisamente el 24 de abril es la festividad de Pedro de San José Betancur. Fue la sexta canonización realizada por S.S. Francisco, así como el segundo jesuita en ser canonizado por el mismo papa, tras el francés Pedro Fabro. Del mismo modo, fue la primera canonización del año 2014 y el primer español en ser canonizado por el papa Francisco.
Fuente: Wikipedia.

Expulsión definitiva de la Compañía de Jesús

Publicamos la carta con la que el sacerdote jesuita, delegado para las casas y obras romanas de la Compañía de Jesús en Roma, confirmó la expulsión del famoso artista y ex religioso jesuita, Marko Ivan Rupnik. El todavía sacerdote ha quedado expulsado pasado un mes desde que se le comunicó la expulsión, en medio de un escándalo relacionado con abusos sexuales, de poder y de conciencia. A Rupnik, incluso, se le tuvo que levantar la excomunión por haber absuelto al cómplice en pecado contra el sexto mandamiento:
Queridos hermanos,
Ya os he informado de que el 14 de junio de 2023 fue entregado al Padre Marko Rupnik el decreto de expulsión de la Compañía de Jesús firmado por el Padre General. Ahora, al haber transcurrido los treinta días que se le concedían para apelar contra esta decisión de la Compañía, según las nuevas normas canónicas al respecto, podemos declarar hoy que ya no es religioso jesuita. Como también se hizo saber en la «Carta a los Amigos del Centro Aletti» del 23 de junio, el Padre Marko Rupnik había presentado su solicitud para dejar la Compañía ya en enero de 2023. Esta petición nunca fue en modo alguno un «derecho» para él, ya que los votos que hizo en su día en la Compañía de Jesús le vinculaban a un compromiso de obediencia de por vida, y no existe ninguna obligación por parte de la Congregación Religiosa de acceder a tal petición. La razón por la que la Compañía no quiso acceder a su petición fue por el deseo de vincularlo a sus responsabilidades ante tantas acusaciones, invitándole a emprender un camino de verdad y de confrontación con el mal denunciado por tantas personas que se sentían heridas. Desgraciadamente, no quiso aceptar esta invitación nuestra, y nos vimos en la necesidad de despedirle de la Compañía por las razones ya expuestas en otro lugar.
Como representante de la Compañía de Jesús y antiguo Superior Mayor de Marko Rupnik, no puedo sino lamentar enormemente esta insistente y obstinada incapacidad para atender las voces de tantas personas que se han sentido heridas, ofendidas y humilladas por sus acciones y comportamiento hacia ellas. Esto no excluye el bien que hizo, y el fruto espiritual que dio a tantos y tantos otros en la Iglesia. Sin embargo, recordamos lo que Jesús nos enseñó: «Por tanto, si presentas tu ofrenda en el altar y allí te acuerdas de que uno de tus hermanos tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano y vuelve luego a ofrecer tu ofrenda» (cf. Mt 5, 23).
Muchos nos han preguntado por qué no se llevó a cabo un proceso que pudiera conducir a la pérdida del estado clerical de Marko Rupnik. Quisiera recordar aquí que esto no es competencia de la Compañía de Jesús en sí, sino de la Santa Sede. Siempre he deseado como Superior Mayor, en las diversas circunstancias de estos largos y complejos acontecimientos, poder iniciar un proceso que pudiera garantizar la averiguación judicial de los hechos, el derecho a la defensa y la consiguiente sanción (o posible absolución), pero diversas razones, entre ellas los límites actuales de la normativa relativa a situaciones similares, no lo han permitido.
También puedo declarar oficialmente que es firme deseo de la Compañía de Jesús distanciarse también jurídicamente del Centro Aletti, abandonando formalmente la Asociación Pública de Fieles que lleva el mismo nombre y buscando la mejor manera de rescindir las relaciones de colaboración con el Centro. Estamos buscando la mejor manera de hacerlo, también en colaboración con el Vicariato de Roma, del que depende actualmente el Centro Aletti. Nótese también que ya no hay una comunidad jesuita residente en el Centro Aletti.
A todos los que, de alguna manera, se han sentido y se sienten heridos y lastimados por el que fuera nuestro cohermano, les aseguro mi plena solidaridad y apertura para encontrar en el futuro las mejores formas de reflexionar sobre cómo podemos encontrar la paz interior y la reconciliación a través de caminos que podamos estudiar juntos.
Humildemente, en Cristo,
Padre Johan Verschueren SJ.
Delegado para las Casas y Obras Romanas Internacionales de la Compañía de Jesús (DIR)
Fuente: ZENIT.org

Rupnik ya no es jesuita, pero su recuerdo seguirá con un tinte muy jesuita

Ya el Padre Marko Rupnik no es más jesuita, pues se ha vencido el término (hasta el 14 de julio pasado) para que apelará la decisión de la Compañía de Jesús de expulsarlo, algo por lo demás previsto, querido por él y anunciado a viva voz por sus amigos. Pero como dice Luigi Accattoli en su  blog, el asunto quedó muy ligado y tristemente a la Compañía de Jesús, además porque muchos de sus protagonistas tienen el tinte jesuita: Jesuita era Rupnik, como jesuitas eran los encargados de su supervisión mientras cometía los muchos abusos de los que se le acusa. Asistida espiritualmente por los jesuitas, fue la comunidad religiosa femenina donde perpetró algunos de sus más escabrosos avances, según los dramáticos relatos de algunas ex religiosas. Jesuita fue el obispo visitador y luego comisario vaticano, encargado de ver cómo se re-encauzaba la vida de esa comunidad, algunos de cuyos rostros él mismo pudo constatar como reflejando una psicología destrozada y desesperanzada. Jesuita era el prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, que le impuso la excomunión, pero donde rápidamente se le levantó y luego también se prescribió otro proceso contra el ex jesuita. Y si se quiere avanzar un poco más y dar crédito a lo que ya afirman muchas voces, jesuita fue también la orden inapelable de la Cabeza que ordenó, a una velocidad inédita, que se le levantara esa censura eclesiástica en el 2020.
Ahora el Padre Rupnik, porque sigue en funciones sacerdotales mientras el Vaticano no determine lo contrario (y nada hace prever que así lo haga), goza de total libertad pues ya no le aplican las restricciones impuestas por la Compañía, y beneficiándose de los recursos económicos que le dejó su prestigiada carrera de artista eclesiástico, recursos al parecer amplios, reales y existentes, que tampoco podía gestionar de acuerdo a su voto religioso, pero que tampoco fueron advertidos por los jesuitas. Corre el rumor aún no confirmado que podría incardinarse en la diócesis de Split-Makarska, donde al parecer goza de la benevolencia del obispo.
Es claro, el desenlace –si es que este es un desenlace– de todo el asunto va en detrimento de las esperanzas de las muchas presuntas víctimas del sacerdote, del deseo de justicia a nivel global de las víctimas de abusos por parte de clérigos, y por ende del prestigio de la política de ‘tolerancia cero’ que la Iglesia no deja de pregonar en estos asuntos.
Pero aún quedan ‘pendientes’, no menores, como por ejemplo el destino y procesamiento de las denuncias contra el sacerdote que los jesuitas recogieron en los últimos meses, las cuales según decir de los encargados jesuitas, reportaban alta credibilidad. Y queda pendiente la suerte de obras de Rupnik, particularmente en lugares emblemáticos, como el Santuario de Lourdes, que tiene entre varias misiones la de ser alivio y consuelo a las víctimas de abusos sexuales.
Víctimas hacia quienes la sociedad civil tiene cada vez mayor sensibilidad, incluso aunque no faltan quienes aprovechan los casos de abuso para desfogar su animadversión a la Iglesia. Pero si se les da la ocasión…
Sensibilidad como por ejemplo la mostrada en Bolivia, donde el reciente escándalo nacional por pederastia comenzó con protagonistas jesuitas, particularmente el jesuita Alfonso Pedrajas, fallecido hace más de una década, y que en un giro kafkiano de esa novela gótica refirió en un diario los abusos cometidos al menos a 85 menores en colegios de la Compañía de Jesús.
Las reacciones de la gente en Bolivia llegaron hasta intentos de quema de iglesias, y ahora el legislativo recoge esa indignación aprobando en su Senado una ‘Comisión Especial de Investigación’ de los casos de abusos sexuales a menores cometidos por clérigos en las últimas décadas, buscando justicia y reparación civil, moral y material de víctimas. Tal comisión estará integrada por cinco senadores y desarrollará una investigación de tres meses, tras lo que se elaborará un informe detallado de los casos recopilados, una evaluación de lo que los tribunales bolivianos realizan en ese ámbito, y además aportará conclusiones con “las acciones integrales que se deben desarrollar para la no repetición de estos delitos”.
En fin, el caso Rupnik se tornó mundial, y emblemático, también de honra para las víctimas en todo el orbe. Y es muy difícil que si no se llega a una definición de fondo, no descienda un grueso manto de duda sobre toda la labor de la Iglesia en estos asuntos. Manto oscuro, que tampoco la Compañía de Jesús –sí, a la que ya no pertenece Rupnik– podrá hacer desaparecer con un golpe de magia, o con las polillas del paso del tiempo.
Fuente: GaudiumPress.

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