Evangelio según San Lucas 2,1-14.
En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria.
Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen.
José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.
Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue.
En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche.
De pronto, se les apareció el Angel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Angel les dijo: “No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre“.
Y junto con el Angel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!”.
Homilía del Padre Paul Voisin CR, Superior General de la Congregación de la Resurrección:
Seguro que alguna vez te ha pasado que escuchas una canción y una estrofa te impacta de una manera especial, y no puedes quitártela de la cabeza. La sigues cantando, o tarareando, durante días. Eso me pasó hace poco. Estaba escuchando villancicos y me llamó la atención uno secular que me resultaba familiar. El estribillo de la canción es “¡Todo lo que quiero para Navidad eres tú!“. Y pensé: “¿No es ese el verdadero significado de la Navidad, darnos los unos a los otros en amor y amistad? Y luego pensé -y esto es lo que realmente se me quedó en la cabeza-: ¿no es eso lo que Jesús nos dice esta noche/hoy que celebramos su nacimiento? Cuando es el cumpleaños de alguien, no dejamos de preguntarle: “¿Qué quieres por tu cumpleaños?”. Creo que esta noche el Niño Jesús -que se hizo hombre, el Salvador del mundo- nos mira y nos dice lo que ÉL quiere por su cumpleaños: “Todo lo que quiero por Navidad eres TÚ…”.
Durante las cuatro semanas de Adviento nuestra corona creció cada semana en luz. Si nos tomamos en serio el espíritu del Adviento -vigilando, esperando, preparándonos espiritualmente- celebraremos este tiempo gozoso del nacimiento del Señor sintiéndonos renovados y fortalecidos en nuestra vida con Cristo. Entonces ESTARÍAMOS preparados para darle el don de nosotros mismos.
El tema de la luz es central en la Navidad. Jesucristo es la luz del mundo. Durante siglos, Dios había revelado al pueblo elegido -a través de los profetas- que enviaría un Mesías, un Ungido, el Cristo. Isaías, en particular, nos dice que “El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz”. La gente esperó y esperó este gran día, y en Belén se cumplió la promesa. Jesús vino al mundo. Nació en la historia para salvarnos, para salvar al mundo. Nació en nuestros corazones para salvarnos. Ahora somos nosotros los portadores de su luz.
Por eso son tan importantes nuestras palabras y nuestras acciones. Como seguidores de Jesús, estamos llamados a ser su luz unos con otros. Cuando lo hacemos -en casa, en la escuela, en el trabajo, en la comunidad- estamos haciendo presente a Cristo. Es como si NOSOTROS le diéramos a luz. Durante mi año sabático en 1996 en la Universidad Jesuita, Regis College, en Toronto, estudié las obras de Meister Eckhart, un dominico alemán del siglo XIV. Uno de sus escritos trataba del “dar a luz”. Escribió: “¿Cómo puedo creer que María dio a luz a Jesús hace mil trescientos años, y no creer que Jesús quiere nacer de nuevo aquí y ahora en mi tiempo y lugar?”. ¡Qué verdad! Jesús no sólo vino hace dos mil años, de una vez para siempre, sino que quiere venir al mundo -a nuestras vidas- todos los días. Nuestras palabras y acciones son las transmisoras de esa vida, y de ese mensaje. Jesús quiere depender de nosotros. En ese sentido nos “necesita”.
En esta Navidad de 2022, Jesucristo quiere nacer de nuevo en cada uno de nosotros. ¿Cómo ocurre eso? ¿Qué aspecto tiene?
Jesús nace hoy cuando nos reunimos para celebrarlo con una comida, intercambio de regalos y tiempo en familia. Él está presente en el amor que compartimos. Él está presente cuando nos tendemos la mano unos a otros -especialmente en términos de reconciliación-, lo que da nueva vida a las relaciones.
Jesús nace en las relaciones familiares cuando hay comprensión, cuando nos escuchamos de verdad unos a otros y no preparamos mentalmente nuestra respuesta mientras la otra persona habla. Cuando escuchamos y somos escuchados, pueden surgir destellos de esperanza, y descubrimos que la unidad exige dejar atrás heridas y rencores del pasado.
Jesús nace cuando tomamos decisiones positivas sobre cómo compartimos nuestro tiempo, nuestros talentos y nuestros tesoros: en nuestra familia, en el trabajo, en la escuela, en nuestra comunidad parroquial y en la comunidad insular en general. Al darnos a nosotros mismos nos abrimos a aprender más sobre nosotros mismos, los demás y el mundo que nos rodea. Es fácil dar un regalo material, lo compramos y lo damos, y luego podemos marcharnos. La entrega de uno mismo es un reto porque es continua y exige una sinceridad y un compromiso más profundos en la vida del otro.
En todos estos ejemplos -y estoy seguro de que se nos ocurren muchos más- Jesús nos dice: “Os quiero”. Nos quiere no sólo en Navidad, sino todos los días. El amigo al que sólo visitamos en Navidad no forma realmente parte de nuestra vida. Jesús vino al mundo para conocernos, amarnos y servirnos, ¡para que nosotros nos volvamos y le conozcamos, le amemos y le sirvamos! Puede que Él quiera más de nosotros de lo que estamos dispuestos a dar. Puede que nos sintamos más cómodos manteniendo a Jesús a distancia, pensando en él como el niño en el pesebre de Belén, queriendo entablar una conversación de bebé o dándole una palmadita en la cabeza. Sin embargo, ésta no es la plenitud de Jesús, cuyo nacimiento celebramos. Creció para convertirse en un hombre que nos llama a crecer y desarrollarnos en nuestra relación con él, y en nuestro discipulado. Puede que nos sintamos aún menos cómodos con el Jesús crucificado en la cruz por nuestros pecados.
Hoy, al celebrar su nacimiento, reconozcamos que Jesús nos quiere, quiere que cada uno de nosotros responda plenamente a su amor divino y siga su voluntad. Cuando volvamos a casa y desenvolvamos los regalos que nos esperan, y apreciemos los que ya nos han sido revelados, recordemos el don que Dios Padre nos ha hecho en Jesucristo, su Hijo, y el don de la salvación ganada para nosotros por Jesús. Entonces preparemos nuestro regalo al Señor -nosotros mismos- mientras escuchamos las palabras “¡Todo lo que quiero para Navidad eres tú!”.
Chesterton, paladín de la Navidad
Vayamos ahora hasta el día de Navidad de 1931. Dickens había pasado de moda y el ateísmo “científico” era el último grito. La Navidad había pasado a ser algo propio de mentes infantiles, supersticiosas, poco sofisticadas. La gente a la última despreciaba las viejas historias de abuelas sobre un niño nacido en Belén y Dickens era considerado un trasnochado sentimental. Pero aquel día, miles de hogares en Estados Unidos sintonizaron la radio y oyeron estas palabras: “Me han pedido que les hable durante un cuarto de hora sobre Dickens y la Navidad”. ¿Quién podía ser el responsable de algo tan provocador y en apariencia demodé?
Chesterton, ‘El espíritu de la Navidad’.
‘El espíritu de la Navidad’ recoge la forma en la que Chesterton entendía el misterio del nacimiento del Niño Dios.
Un entusiasta de ambos: el gran Gilbert Keith Chesterton, quien tras los pasados embates del puritanismo y el utilitarismo, defendió con su voz y con su pluma a la Navidad de las arremetidas del ateísmo del siglo XX, ese que nos promete placeres sin fin en una vida definitivamente liberada de toda atadura religiosa. No es casualidad que Chesterton fuera también responsable de la renovada popularidad de Dickens, causante de que se reeditaran libros que llevaban años agotados: ambos gigantes de la literatura compartían una visión del hombre y de la vida con muchos puntos en común.
En su breve charla radiofónica Chesterton defendió que la Navidad es insustituible. Ninguna nueva religión, incluyendo las políticas, ha creado una nueva fiesta no ya que se le parezca, sino que le llegue a la suela de los zapatos. Ninguna nueva filosofía ha sido lo suficientemente popular como para crear una fiesta tan popular. Aquellos que se supone que viven en búsqueda del último placer, en realidad son gente profundamente triste, infeliz. Algunos les acusan de ser paganos, Chesterton responde que eso es injusto… para los paganos.
“Los dioses y poetas paganos del pasado -afirma Chesterton- nunca fueron tan ordinarios, de décima división, como las ofertas rápidas y los que se las dan de inteligentes del presente. Venus nunca fue tan vulgar como lo que ahora llaman Sex Appeal. Cupido nunca fue tan burdo y ordinario como una novela realista moderna. Los antiguos paganos eran imaginativos y creativos; hacían cosas y construían cosas. De alguna manera ese hábito desapareció del mundo… Los paganos modernos son simplemente ateos que no adoran nada y por lo tanto no crean nada. No podrían, por ejemplo, ni siquiera hacer un sustituto del Día de Acción de Gracias. Porque la mitad de ellos son pesimistas que dicen no tener nada que agradecer, y la otra mitad son ateos que no tienen a nadie a quien agradecer”.
Frente a esta fría tristeza, Chesterton lee con fervor a Dickens porque escribe sobre la felicidad, porque incluso “Dickens sigue siendo el único hombre que exagera la felicidad”. Algo inaudito en una literatura moderna cuyos autores de más fama “si algo exageran, es la desesperación, el espíritu de la muerte”. Frente a este espíritu, el Niño Jesús lleva consigo precisamente “esa misteriosa revelación que trajo la alegría al mundo”.
Es ésta una idea muy nuclear en Chesterton, que ya se encuentra en el artículo que publicó en The Illustrated London News el 9 de enero de 1909 (recogido en la recopilación de artículos recientemente publicada bajo el título La amenaza de los peluqueros) y que le hace escribir que “El mundo moderno tendrá que encajar con la Navidad o morir”.
Por ello puede escribir en El hombre eterno (recogido en ese tesoro de citas chestertonianas que es Un buen puñado de ideas) que “cualquier agnóstico o ateo que haya conocido de niño una auténtica Navidad tendrá después y para siempre, le guste o no, una asociación en su mente que la mayoría de la humanidad debe considerar como remota: la idea de un recién nacido y la idea de una fuerza desconocida que sostiene las estrellas”. Lo más poderoso y lo más frágil y vulnerable, algo que concebimos de manera natural como polos opuestos, es en Navidad lo mismo. Una vez expuestos a esta idea, ya nunca miraremos igual, ni a los potentados, ni a los miserables. El pasmo, la admiración, se repetirán por generaciones: “Un sinfín de leyendas y literatura, que aumenta y no terminará nunca, ha repetido y repite variaciones sobre esa única paradoja: que las manos que habían hecho el sol y las estrellas eran demasiado pequeñas para alcanzar las enormes cabezas del buey y la mula”.
La Navidad pervive contra cualquier intento de hacerla desaparecer porque es el milagro sobre el que se fundan nuestras vidas. Frente a puritanos, utilitaristas, ateos y lo que esté por venir, siempre aparecerán adalides como Dickens o Chesterton para clamar que está más viva que cualquier moda aparentemente incontenible. Como explicaba Chesterton en un pasaje que sigue resonando en nuestro tiempo, “si un hombre quiere adorar a la Fuerza Vital por el mero hecho de que es una Fuerza, puede adorarla muy naturalmente en la batería eléctrica. Estoy tentado de decir que le servirá de algo si finalmente adora a la fuerza vital en la silla eléctrica. Pero si quiere adorar la vida porque está viva, no encontrará nada en la historia tan vivo como esa pequeña vida que comenzó en la gruta de Belén y que ahora vive, visiblemente, para siempre”.
Fuente: La Antorcha, revista gratuita de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP), para ofrecer una mirada cristiana para iluminar la realidad.