Primer domingo de Adviento 2022

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Evangelio según San Mateo 24,37-44.
En aquél tiempo Jesús dijo a sus discípulos: Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé.
En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre.
De dos hombres que estén en el campo, uno será llevado y el otro dejado.
De dos mujeres que estén moliendo, una será llevada y la otra dejada.
Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor.
Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa.
Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada.

Homilía del Padre Paul Voisin CR, Superior General de la Congregación de la Resurrección:

Tal vez haya experimentado, como yo, la dificultad de mantenerse despierto en un momento determinado. Recuerdo una tarde, en el año 2000, en una peregrinación a Europa e Israel, visitando el palacio de Versalles, en las afueras de París. En ese momento estábamos en el décimo día de veintiocho, y yo ya estaba cansado después de días ajetreados en Lisboa, Fátima, Santiago de Compostela, Oviedo, Lourdes y Burdeos. Además, era una tarde calurosa de septiembre y tuve que luchar para mantenerme despierto, precisamente en el majestuoso y elegante palacio de Versalles. Hubiera preferido quedarme en el hotel durmiendo que hacer la gira, pero me sentí obligado a acompañar a los demás peregrinos. No era precisamente el recuerdo perdurable de Versalles que yo esperaba o había planeado.
En este Primer Domingo de Adviento, Jesús nos dice (Mateo 24:37-44) que “¡permanezcamos despiertos!“. Nos dice que estemos alerta y seamos conscientes de lo que ocurre a nuestro alrededor. Nos presenta el ejemplo de Noé, del libro del Génesis, y cómo su vigilancia y conocimiento de los caminos de Dios le salvaron a él y a su familia, y a los distintos animales, del destructivo diluvio. Nos llama a esta misma vigilancia y conciencia, en particular en relación con la venida del Señor. En realidad, Jesús habla de la segunda venida del Señor, mientras que hoy hacemos hincapié en la primera venida del Señor, el nacimiento de Jesucristo en Belén. Al comenzar el tiempo de Adviento, iniciamos un viaje de cuatro semanas de preparación espiritual para la venida del Salvador.
En la Primera Lectura del Libro del Profeta Isaías (2,1-5), Isaías transmite el mensaje de Dios de que debemos acercarnos a él para que “nos enseñe sus caminos”. Nos da una hermosa imagen de que esta enseñanza provocará cambios en nosotros, hasta el punto de que “convertiremos las espadas en rejas de arado y las palabras en hoces”, y de que “las naciones no levantarán espada contra nación”. Estos son cambios significativos, y Dios nos dice que estamos llamados a realizarlos. Sin embargo, esto requiere que nos acerquemos al Señor, y le escuchemos. Entonces, y sólo entonces, “caminaremos a la luz del Señor”.
En nuestra Segunda Lectura de la Carta de San Pablo a los Romanos (13,11-14) también nos dice que “despertemos”, porque “nuestra salvación está… cerca”. Una vez más, debemos estar atentos y conscientes de la presencia y las acciones del Señor y vivir de acuerdo con sus enseñanzas. Si “nos dormimos, perdemos”. Si nos desprendemos de Jesús como nuestro Señor y Salvador, no participaremos de su gracia y de su vida, y no seremos las personas “de luz” que estamos llamados a ser.
El tiempo de Adviento nos ofrece muchas oportunidades para cultivar esa vigilancia y conciencia en nosotros mismos, en nuestras familias y en nuestra comunidad. Esto requiere un espíritu de escucha y la comprensión de que necesitamos la presencia activa de Jesús en nuestras vidas. De este modo, cuando lleguemos a celebrar su nacimiento, habremos sido renovados en su vida y en su gracia. Imagina que te invitan a una fiesta de cumpleaños, pero te quedas en un rincón, y no entras en las actividades de la celebración. Eso no sería un homenaje a tu amistad con la persona homenajeada. Así también, con el nacimiento del Señor Jesús, tenemos que participar activamente y compartir su vida para poder honrarlo, en su nacimiento, con nuestro testimonio fiel y nuestra vivencia del Evangelio.
Nuestras lecturas durante el tiempo de Adviento nos conducen, día a día, a un viaje hacia la venida del Señor Jesús en su nacimiento. No sólo los cuatro domingos, sino todos y cada uno de los días, damos un paso más en nuestra vigilancia y conciencia de la presencia de Dios, de sus enseñanzas y de lo que nos pide. Os invito a buscar oportunidades para compartir más plenamente este camino litúrgico, mediante una mayor atención a la Eucaristía dominical, y quizás incluso a intentar asistir a una Misa entre semana en las distintas horas previstas.
Mientras nos ocupamos de preparar nuestros hogares para la Navidad, es también el momento de prepararnos espiritualmente para la Navidad. Debemos ir más allá del árbol y el oropel, más allá de las tarjetas y los regalos para reconocer el verdadero regalo de la Navidad: Jesucristo. Nuestra oración diaria y nuestro esfuerzo por escuchar y responder a Dios serán una fuente de gracia para nosotros, a medida que nos volvemos más alertas y conscientes de la actuación de Dios en nuestras vidas, y de cómo podemos compartir esa nueva y abundante vida espiritual con los demás. En lugar de las facturas de las tarjetas de crédito y las cuentas bancarias sobregiradas, deberíamos preocuparnos por la “cuenta” espiritual que estamos construyendo con Dios, y que está dando frutos en nuestra vida diaria.
Antes de que nos demos cuenta estaremos celebrando la gran fiesta de la Navidad. No dejemos para mañana lo que podemos hacer hoy, para estar más atentos y conscientes de la primera venida de Jesús a nuestras vidas y al mundo. Que hagamos caso a las palabras de Jesús y “¡permanezcamos despiertos!”.

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