Miguel Arcángel Piovesán

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Purús

Jesucristo dijo yo soy el camino. Yo soy la carretera“, señala el párroco Miguel Arcángel Piovesán en la única radio que existe en la provincia de Purús.
Por Beatriz Jiménez- Diario La República.
¿Qué quiere la población inteligente de Purús?”, arenga el diácono José Manuel Ortiz, de la misión de Purús. “¡Carretera…!”, le responden decenas de colonos congregados en el aeropuerto de Puerto Esperanza, capital de la provincia Ucayalina de Purús. Con un bombo a cuestas, el diácono calienta con su ritmo el ambiente, mientras la masa espera que aterrice el vuelo del que desembarcará al promotor del supuesto sueño: el congresista fujimorista Carlos Tubino.
Separados por un pequeño cordón policial, indígenas de la Federación de Comunidades Nativas del Alto Purús (FECONAPU) también hacen bulla: “No a la carretera. Queremos más vuelos de acción cívica”.
El proyecto de ley 1035-2011/CR declara “de necesidad pública y prioritario interés nacional” una conexión terrestre entre Puerto Esperanza, capital de la provincia de Purús (Ucayali) e Iñapari, en la provincia de Tahuamanu (Madre de Dios).
La población de Puerto Esperanza, 20% del total de habitantes de esta gigante y aislada provincia, quiere una carretera para salir de lo que consideran “la prisión de Purús”.
Capitaneados por el párroco Miguel Piovesán y el alcalde Lerner Panduro, que apoyan la carretera, el millar de habitantes de Puerto Esperanza están dispuestos a todo para salir de lo que consideran su encierro. Su empeño es tal que a golpe de machete han iniciado una trocha que, según verificó el Servicio Nacional de Áreas Protegidas del Estado (SERNANP) el 31 de agosto, cuenta con 10 kilómetros y se adentra en la zona de amortiguamiento del Parque Nacional de Alto Purús.
“La trocha es una desesperación –justifica a La República el congresista Tubino tras realizar una audiencia pública en Puerto Esperanza–. El gran dilema es hasta qué punto el cuidado de la biodiversidad es ético y afecta a la vida humana. Hay gente que muere por una apendicitis porque no hay un cirujano en la zona”.
La vida en Puerto Esperanza es muy cara. El flete aéreo por kilo asciende a 5 soles y encarece tremendamente la vida de los ribereños, que pagan hasta 8 soles por un kilo de arroz. En diciembre de 2011, el presidente Ollanta Humala visitó la capital de Purús y prometió más vuelos de acción cívica. Hoy existen dos vuelos subsidiados semanales a 140 soles el pasaje y cada 15 días vuelos de acción cívica a 50, pero no permiten transportar carga. Esto, unido a la especulación, hace que la carestía asfixie a la población colona de esta pequeña ciudad, cuya economía se mueve gracias a la presencia de funcionarios de instituciones públicas. Para los pobladores de Puerto Esperanza, el desarrollo de su pueblo solo puede venir sobre ruedas.
La carretera de la discordia, de algo menos de 300 kilómetros, tendría un costo superior a los 300 millones de dólares debido a la dificultad de la fisiografía, que presenta más de 100 cuerpos de agua, entre ríos, quebradas y cochas, según explica Arsenio Calle Córdoba, jefe del Parque Nacional de Alto Purús. Sus altos costos y el hecho de que beneficiaría a una población no superior a las 1,000 personas han hecho inviable hasta ahora su construcción.
El Parque Nacional de Alto Purús, que sería atravesado por una carretera cuyo trazado corre paralelamente a la línea de frontera, alberga bosques primarios no intervenidos. Según un estudio de CITES Caoba, el Parque tiene una densidad de 2-3 árboles de caoba por hectárea, un millonario botín repartido a lo largo de los 2.5 millones de hectáreas que forman parte de una zona reservada que alberga los últimos caobales del país y constituye una de las reservas de biodiversidad más ricas de la Amazonía.
Los pueblos en aislamiento voluntario y contacto inicial viven en campamentos internados en los bosques primarios de la reserva territorial Mashco Piro, que alberga el Parque Nacional de Alto Purús. En julio y agosto salen a las playas del río Purús a cosechar los huevos de taricaya y son fácilmente visibles, como atestiguan fotos y videos que registran cómo disparan flechas a los curiosos.
El 20 de julio, una de esas flechas se clavó en el hombro de Miguel Coshico Melendez, indígena sharanahua de la comunidad de Gasta Bala, la más cercana al Parque Nacional de Alto Purús. Ellos han aprendido a convivir con sus hermanos “calatos”, pero de vez en cuando ocurren estos incidentes cuando pescan en el Purús.
Para los sharanauas, la carretera traería a sus tierras comunales y a su despensa –el Parque Nacional– a migrantes colonos y a taladores que pondrían en peligro su subsistencia. Junto a los sharanahuas, la mayoría de los indígenas de las etnias Culina, Cashinahua y Amahuaca, que suman alrededor de 3,500 personas repartidas en 25 comunidades, se oponen a la carretera. No obstante, según pudo comprobar La República, algunas comunidades Cashinahua como Cantagallo y Miguel Grau, cercanas a Puerto Esperanza, apoyan la interconexión, lo que la Federación de Comunidades Nativas de Purús atribuye al trabajo de la misión del padre Miguel Piovesán, ferviente militante procarretera.
“La carretera trajo la invasión de colonos que nos botaron de nuestra comunidad”, cuenta Lucas Flores Zumaita, jefe de la comunidad ashaninka de Pankirentsy, a hora y media de Puerto Esperanza.
En 1997, 12 ashaninkas llegaron desde la comunidad de Yavirikoni, en Satipo, a Purús. Hoy son 76 y viven en una nueva tierra autososteniéndose con ventas de semilla de caoba y de producción de etanol.
“El desarrollo viene con la salud y la educación, no con una carretera”, argumenta Flores en nombre de su pueblo, que siguiendo el modelo de ciudades como Leticia (Colombia) han logrado desarrollarse sólo a través de la conectividad aérea y fluvial.
El Ministerio de Cultura ha advertido que la conectividad terrestre “pone en riesgo los derechos a la vida y a la salud de la población en situación de aislamiento y contacto inicial” que habita la Reserva Territorial Madre de Dios.
El Parque Nacional de Alto Purús cuenta con cuatro puestos de control con 3 guardaparques por puesto que realizan labores de patrullaje, durante las cuales han constatado la presencia de grupos de indígenas en aislamiento.
El informe técnico del patrullaje realizado por el Puesto de Control Tahuamanu, realizado del 17 al 25 de marzo de este año, informa del hallazgo de flechas, tambos y artefactos en un área que forma parte del trazado propuesto por el proyecto de ley para la carretera que uniría Iñapari con Puerto Esperanza.
80% de la población de la provincia es de las etnias Sharanahua, Culina, Cashinahua, Mastanahua y Amahuaca.

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