Jacques Cathelineau, general del Ejército Católico y Real de La Vendée (Anne-Louis Girodet de Roussy-Trioson).
El genocidio de La Vendée y los mártires de la Revolución Francesa
En nombre de la «libertad, igualdad y fraternidad» fueron asesinados 443 católicos, de los cuales 17 son santos y 426 beatos
Por Carlos Martínez– www.eldebate.com
El 5 de mayo de 1789 estallaba la Revolución Francesa, con la promesa de traer «libertad, igualdad y fraternidad». Si bien es cierto que la situación social en Francia era lamentable, quizás fue peor el remedio que la enfermedad. Las ideas de los ilustrados, gestadas a lo largo del «siglo de las luces», trajeron nuevos conceptos de sociedad y de estado que supusieron el paso definitivo para la completa secularización de Europa, que desde que estalló la revolución avanzó imparable.
Un año después, en 1790, la Asamblea aprobó una Constitución Civil para clérigos que fue condenada por la jerarquía eclesiástica. Casi todos los obispos diocesanos, así como la mayor parte del clero urbano, se negó a pronunciar el juramento de lealtad a la revolución.
El establecimiento del Estado burgués supuso llevarse por delante muchas vidas, especialmente de católicos, que se negaban a aceptar y jurar la nueva constitución, que el Papa Pío VI condenó, calificándola de «hereje, contraria a las enseñanzas católicas, sacrílega y contraria a los derechos de la Iglesia».
Genocidio de La Vendée
A finales de agosto de 1792 se levantó en armas el campesinado en La Vendée, fieles al rey y a su fe católica, lo que supuso el inicio de una guerra contra los revolucionarios. Tras el estallido, se produjeron contra los sublevados innumerables matanzas. El Comité de Salud Pública tenía una clara intención: exterminar a todo católico sublevado. «Camaradas, entramos en el país insurrecto. Os doy la orden de entregar a las llamas todo lo que sea susceptible de ser quemado y pasar al filo de la bayoneta todo habitante que encontréis a vuestro paso. Sé que puede haber patriotas en este país; es igual, debemos sacrificarlo todo» anuncio el general Grignon, jefe de la primera columna que entró en el territorio.
El 1 de agosto de 1793 la Convención ordenó por decreto, entre otras cosas, el envío de material combustible a La Vendée. Los habitantes de la región huyeron ante el avance de los revolucionarios, que saqueaban y quemaban todo a su paso; se movilizaron alrededor de 80,000 personas.
El pueblo sublevado en defensa de su fe, sufrió el terror del ejército de la Convención. Algunos de los generales revolucionarios dejaron constancia de sus intenciones para con los católicos:
-
El general Marceau narró así el paso de sus soldados por La Vendée: «Por agotadas que estuvieran nuestras tropas hicieron todavía ocho leguas, masacrando sin cesar y haciendo un botín inmenso. Nos hicimos con siete cañones, nueve cajas y una inmensidad de mujeres», muchas ahogadas en Pont-au-Baux.
-
Por otro lado el general Rouyer desveló: «Fusilamos a todo el que cae en nuestras manos, prisioneros, heridos, enfermos en los hospitales».
-
«Por todas partes donde pasamos, llevamos la llama y la muerte. La edad, el sexo, nada es respetado. […] Es atroz, pero la salvación de la República lo exige imperiosamente. No hemos visto un solo individuo sin fusilarle. Por todas partes la tierra está cubierta de cadáveres», contaba el capitán Dupuy en una carta.
Los santos de la Revolución
Fueron muchos los católicos asesinados durante la revolución. En 2016 fue canonizado San Salomón Leclercq, convirtiéndose en el primer santo de la Revolución Francesa.
San Salomón Leclercq (Guillaume-Nicolas-Louis Leclercq) estudió en la escuela comercial de los Hermanos de las Escuelas Cristianas en Boulogne-sur-Mer, su pueblo natal. Inició el noviciado en 1767, realizó los votos en 1769 e hizo su profesión perpetua en 1772.
Tras el estallido de la Revolución francesa, en 1791, debido a la persecución anticlerical de las tropas de la Convención, los hermanos se vieron obligados a abandonar la casa, con intención de volver cuando amainasen los ánimos. San Salomón no escapó, y se vistió de civil para pasar desapercibido y así custodiar la casa, sin embargo fue reconocido.
Fue arrestado el 15 de agosto de 1792 por guardias revolucionarios que entraron a la casa y lo encerraron en el convento de las Carmelitas. Ese septiembre fue ajusticiado en el jardín del convento donde otros 166 fueron masacrados a lo largo de la Revolución. Todos ellos sacerdotes y religiosos detenidos por no jurar la Constitución Civil del clero.
Las otras 16 santas son las carmelitas de Compiègne , que fueron arrestadas en 1794 por rechazar secularizarse y clausurar el monasterio. Las religiosas fueron encarceladas en Cambrai y posteriormente trasladadas a París donde fueron sentenciadas a muerte por alta traición en julio del mismo año.
Fueron beatificadas en 1906 por el Papa san Pío X. Y este año el Papa ha concedido, a petición de la Conferencia Episcopal Francesa, la canonización por equipolencia, a las carmelitas. La equipolencia es el reconocimiento de santidad sin necesidad de milagros a través de su intercesión, ni pasar por el procedimiento ordinario.
426 beatos
A lo largo del siglo XX ha ido creciendo el número de beatos mártires de la Revolución francesa. Las primeras en ser beatificadas fueron las carmelitas. Tras estas, fue beatificado un gran numero de mártires, entre otros: 11 hermanas ursulinas, las Mártires de Orange que sumaban 32. El grupo de beatos más numeroso fue el de los obispos Juan María de Lau, François-Joseph de la Rochefoucald-Maumont y Pierre-Louis de la Rochefoucald-Bayers, que fueron asesinados junto a otros 188 compañeros. San Juan Pablo II beatificó a 163 mártires en 1984. Ya en el siglo XXI, Benedicto XVI beatificó otros dos religiosos una en junio de 2011 y otro en 2012. En total han sido 426 los mártires beatificados; asesinados para implantar el que sería el primer estado liberal en Europa.