Policía china desaparece sacerdotes

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Padre Yin Shuangxi, secuestrado por la Policía china en Xushui, Baoding, el 29 de abril de 2022.

La policía china hace desaparecer mediante el guanzhi a 10 sacerdotes clandestinos en Baoding

¿Qué es el guanzhi? No es realmente un encarcelamiento, sino una restricción de movimientos que ejerce la Policía china sobre personalidades a las que quieren tener “muy controlados“, impidiéndoles ir a donde quieran, bloqueando sus actividades y obligándoles a acudir a sesiones de adoctrinamiento ideológico. Les impiden contactar con parientes o amigos.
Explica la agencia misionera AsiaNews que la ley china permite el guanzhi durante 3 años, sin necesidad de presentar cargos por ningún delito ni acusación concreta. Pero en el pasado, cuando la Policía ha aplicado el guanzhi a sacerdotes católicos de las comunidades clandestinas -y también a pastores de comunidades protestantes-, después de separar a los pastores de sus fieles, ha sucedido en ocasiones que desaparecían para siempre, o aparecían muertos años después.
La agencia AsiaNews denuncia que ahora se está aplicando el guanzhi -esta combinación de restricción de movimientos y de sesiones de adoctrinamiento- a 10 sacerdotes de las comunidades católicas clandestinas de Baoding, en la región de Hebei. Algunos desaparecieron en manos policiales en enero, y otros 4 hace poco, entre el 29 y 30 de abril.
Muchos familiares de los sacerdotes desaparecidos acudieron a la policía de su pueblo para pedir información o encontrar una forma de comunicarse con ellos, pero nadie les dio información sobre ellos ni su paradero. Además, sacerdotes clandestinos que siguen aún en libertad temen que vayan también a por ellos.
Los detenidos por ahora son:
– el padre Chen Hechao, detenido desde enero de 2022;
– el padre Ji Fu Hou;
– el padre Maligang;
– el padre Yang Guanglin;
– el padre Shang Mancang, preso a finales de abril;
– los padres Yang Jianwei y Zhang Chunguang, desaparecidos el 29 de abril alrededor de las cuatro de la tarde, ambos en el pueblo de Xushui (Baoding).
– el padre Zhang Zhenquan, desaparecido el 29 de abril en el mismo pueblo de Xushui hacia las tres de la tarde;
– el padre Yin Shuangxi, desapareció el mismo día en Xushui;
– el padre Zhang Shouxin, desaparecido el 30 de abril en Baoding.
Los sacerdotes Yang Jianwei y Zhang Chunguang, desaparecidos del pueblo de Kuxhui, Baoding, desde el 29 de abril.
En la región de Baoding son numerosos los católicos clandestinos. En total, hay medio millón de católicos si sumamos las comunidades clandestinas y las registradas por el régimen.
También piden oración por otro sacerdote, Liu Honggeng, rector del santuario de María Reina de China, que lleva 7 años en prisión y antes ya pasó otros 8.
Su obispo, Jaime Su Zhimin, lleva al menos 25 años en manos de la policía y antes pasó más de 40 años de trabajos forzados en la época de Mao Zedong. Los fieles de Baoding también piden que recen por él.
Recientemente, el vicario del obispo Su, Francisco An Shuxin, accedió unirse a los organismos de la iglesia oficial controlada por el régimen comunista, lo que dividió a las comunidades católicas clandestinas sobre el trato que deben tener con este vicario, que debe informar a las autoridades comunistas de lo que conoce.
En septiembre de 2018 el Vaticano y el Gobierno chino llegaron a un acuerdo que trata sólo sobre la ordenación de nuevos obispos, pero en China las autoridades lo utilizan para exigir a todos los sacerdotes que se afilien al Partido Comunista o sus organizaciones filiales y así integrarse en las comunidades oficiales supervisadas por el régimen. El acoso con este tipo de detenciones y reeducación, el guanzhi, es el castigo para los clérigos que no ceden.
Fuente: Religionenlibertad.com

Iglesia nigeriana atacada en Pentecostés

El terrorífico atentado contra la iglesia de San Francisco Javier en Owo (Nigeria) durante la misa de Pentecostés ha dejado un balance de 41 muertos y decenas de heridos graves. Este ataque ha conmocionado al orbe cristiano en el mundo, aunque paradójicamente ha encontrado escaso eco en los medios de comunicación de todo el mundo.
En Nigeria los cristianos viven una situación extrema. La persecución lejos de disminuir, se va extendiendo contra ellos. Pero están convencidos de perseverar en su fe.
El padre Andrew Adeniyi Abayomi es vicario parroquial de la iglesia que fue atacada el pasado 5 de junio y se encontraba en el templo en el momento de la masacre. En esta entrevista con Ayuda a la Iglesia Necesitada relata su experiencia de aquel día y las secuelas que han quedado entre los feligreses:
-¿Cuántos atacantes había?
-Yo no los vi, pero algunos testigos presenciales dicen que eran cuatro, mientras que otros aseguran que, además de esos cuatro, había otros infiltrados entre nosotros en la iglesia. Otros dicen que eran seis en total, pero lo cierto es que se desconoce el número real.
-¿Dónde estaba usted cuando ocurrió el ataque?
-Todavía estaba en el presbiterio. Había terminado la misa y estaba reponiendo el incienso para la procesión posterior fuera de la iglesia. Fue entonces cuando oí un ruido. Pensé que era un portazo o que alguien se había caído o había visto una serpiente, como ya había ocurrido en alguna ocasión.
Pero entonces oí un segundo ruido fuerte y vi a los feligreses corriendo en diferentes direcciones en la iglesia. Me quedé en estado de shock, preguntándome qué estaba pasando, cuando alguien corrió hacia mí gritando: “¡Padre, pistoleros!”.
-¿Temió por su vida?
-En ese momento, no; más bien pensaba en cómo salvar a mis feligreses. Algunos se armaron de valor y cerraron la puerta de entrada. Yo insté a la gente a pasar por el presbiterio para entrar en la sacristía, algunos feligreses escaparon por allí. Yo me quedé en el interior de la sacristía. No podía moverme porque estaba rodeado de niños, al tiempo que algunos adultos se aferraban a mí; algunos niños incluso se escondieron debajo de mi casulla, yo los protegía como una gallina a sus polluelos.
Mis feligreses exclamaban: “¡Padre, por favor, sálvenos; Padre, ¡rece!”. Yo intenté calmarlos, diciéndoles que no se preocuparan, que estaba rezando y que Dios haría algo. Entonces oí tres o cuatro explosiones, una tras otra. El atentado estaba bien planeado y duró entre 20 y 25 minutos.
-¿Qué ocurrió después?
-Finalmente, nos hicieron saber que los atacantes se habían ido. Salimos de la sacristía y vi a los feligreses que yacían muertos y a muchos otros heridos. Yo estaba conmocionado. Supliqué a la gente que llevara a nuestros hermanos y hermanas heridos al hospital, con la ayuda de los feligreses que saben conducir empecé a trasladar a algunos de los heridos al hospital de San Luis y al centro de salud federal. Dejamos atrás los cadáveres mientras intentábamos salvar a los heridos.
-El estado de Ondo siempre ha sido pacífico, especialmente en comparación con el norte de Nigeria y el Cinturón Medio, pese a algunas tensiones entre los pastores fulani y los campesinos cristianos. ¿Cómo se explica este repentino estallido de violencia?
-Según hemos sabido, hay grupos militantes que están movilizando a la gente en el suroeste y en otras partes del país. No podemos determinar la tribu, la raza o el grupo al que pertenecen los atacantes. Incluso cuando se produjo el ataque, algunos los vieron, pero no pudieron identificarlos por la lengua porque no hablaron. Algunos de los atacantes acudieron haciéndose pasar por feligreses a la misa, celebraron la misa con nosotros hasta que iniciaron el ataque.
-¿Cómo van a atender a los heridos y a los feligreses de luto?
-Ya hemos empezado a hacerlo: les prestamos atención pastoral, los visitamos, rezamos con ellos, les administramos el sacramento de los enfermos y los animamos a mantener viva la esperanza, también atendemos a sus familias y a los demás afligidos. Nuestra diócesis ha pedido apoyo a otras parroquias, tanto el Gobierno como organizaciones no gubernamentales como la Cruz Roja y otros -incluso grupos musulmanes e imanes- están acudiendo en nuestra ayuda de forma concreta y económica. La Cruz Roja ha sido la más activa en el intento de captar a donantes de sangre y reunir apoyo material.
-¿Cuáles son las mayores necesidades en este momento?
-Necesitamos apoyo material y económico para atender a las víctimas y a los supervivientes. También necesitamos una estrategia de seguridad propia, porque el personal de seguridad cercano y la policía no acudieron a nuestro rescate a pesar de que el atentado duró 20 minutos y de que explotaron cuatro artefactos. Necesitamos nuestro propio dispositivo de seguridad.
-Tras una experiencia como esta, ¿se sentirá la gente segura al volver a la iglesia?
– El miedo se ha instalado en la mente de algunos feligreses, pero, no obstante, nosotros estamos decididos a reanimarlos, a mantenerlos firmes en la fe y a reconfortarlos buscando el contacto con todos y no solo con los directamente afectados. El objetivo es establecer un contacto directo con ellos para fortalecerlos y recordarles que profesar nuestra fe en Dios significa que le entregamos toda nuestra vida. Esta vida es solo un tránsito a la eternidad – la eternidad debe ser nuestra meta final.
¿El atentado ha fortalecido o debilitado la fe de sus feligreses?
-En mis encuentros con los feligreses no he visto una pérdida de fe, sino un fortalecimiento. Están preparados y dispuestos a permanecer firmes. Yo sigo rezando por ellos todos los días, la misa la celebramos por las intenciones de los que todavía están en el hospital para contribuir a su rápida recuperación. Además, también se están celebrando misas por las almas de los que han muerto, para que descansen en paz, y se celebran misas por las intenciones de todos los miembros de la parroquia para que permanezcan firmes en la fe y vivos en la esperanza.
Fuente: Religionenlibertad.com

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