Santa Juana de Arco

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Una niña piadosa

Santa Juana de Arco nació en un pueblo pequeño de Francia, Domremy, en el año 1412. Desde niña mostraba ser muy piadosa, iba con gusto a la iglesia y a los lugares vinculados con los santos, cuidaba de los enfermos y daba limosna a los pobres. Frecuentaba en peregrinación el santuario de la Virgen «Nuestra Señora de Bermont», a la cual tenía mucha devoción. Su párroco decía no tener «una fiel igual en toda su parroquia». Educada en la religión por sus padres, tenía un gran amor al nombre de Jesús.

La anunciación

La llamada «anunciación», es decir, la primera manifestación de las voces, tuvo lugar a los 13 años en el jardín de su padre, a la hora del ángelus. Fue el arcángel San Miguel quien iba a anunciarle su misión. Es curioso cómo años más tarde, durante el proce­so, cuando fue interrogada acerca del mensaje de la primera aparición, ella diría que «primero que todo, él me decía que fuera una buena niña y que Dios me ayudaría», luego haría referencia a la futura misión. Quizá con ello nos enseña que lo importante no es solo qué es lo que Dios me pedirá, sino qué es lo que me pide ahora.

Dos misiones

Al anuncio del ángel, las misiones de Juana quedan claras. Una misión terrena, coronar al Rey de Francia, y una misión sobrenatural, devolver el Reino de Fran­cia al verdadero Rey y Señor, Jesucristo.

Sola de Dios

El nombre que le darían sus voces sería la Pucelle (virgencita). Algo que resplandece en la vida de Santa Juana es la guarda de su virginidad, su pureza. Nunca la perdió. Aun en medio de la guerra y de estar entre 10,000 hombres. En el proceso le escuchamos a ella misma decir: «La primera vez que escuché la voz, consagré mi virginidad a Dios». Es así que no es una suposición, sino algo que hemos escuchado de su propia boca, que ella se había consagrado totalmente a Dios en virginidad. Las voces la llamaron «Juana, la Pucelle, hija de Dios, hija de gran corazón». Su pure­za era contagiosa y los hombres que la acompañaron decían ver en ella una gran bondad. Testimonia Jean Coulon: «Era una gran consolación estar con ella».

Sois Vos - La Pasión de Santa Juana de Arco

«Sois vos y ningún otro»

Pasaron cinco años entre la primera aparición y el momento de actuar. Tenía que llegar al Delfín Carlos, quien dudaba de su legitimidad como heredero de la corona francesa, pero ¿cómo hacerlo? Providencial­mente su tío le pidió que viniera a Vaucouleurs, allí se encontraba el Sr. Robert de Baudricourt, con el cual tenía que hablar para alcanzar al Delfín. Él accedió a darle un escolta para llevarla hasta el palacio del Rey en Chinon. Al anuncio de su llegada, el Rey la puso a prueba y se escondió entre la gente. Ella sin embargo lo encontró, y arrodillándose delante de él dijo: «En nombre de Dios, gentil príncipe, sois Vos y ninguna otra persona aquí».
Tuvo audiencia privada con el Rey y le reveló cosas de su corazón que fueron para el Rey muestra de su autenticidad.

El primer proceso– Poitiers

El Rey la mandó a examinar su veracidad a Poitiers ante un tribunal compuesto de teólogos y canonis­tas presidido por el arzobispo de Reims, Regnault de Chartres. Frente al tribunal, Pierre de Versailles le aclaró que ella estaba allí para responder a sus pre­guntas, a lo que ella respondió: «Sé que ustedes han venido a interrogarme. Ahora bien, yo no sé ni A ni B. Pero lo único que sé es que vengo de parte del Rey de los Cielos para levantar el sitio de Orleans y para conducir al Delfín a Reims, para que allí sea corona­do y consagrado».
Hasta el día de hoy no se encuentra el texto comple­to de la conclusión, pero este trozo conservado es suficiente. «No se ha encontrado en ella nada repro­chable, y sí, solo humildad, bien, virginidad, devoción, honestidad y sencillez. […] El Rey no debe impedirle ir a Orleans, pues mostrar temor de ella o rechazarla, sería tanto como repugnar al Espíritu Santo y volverse indigno de la ayuda de Dios».

Liberación de Orleans

Asombró a muchos por la destreza militar que mani­festó durante las batallas y recuperación de Francia. Un testigo, Margarita La Touroulde, relata: «Por lo que me parece, Juana era muy simple e ignorante, y no sabía absolutamente nada, salvo en lo referente a la guerra… En lo que toca a las armas, yo la he visto montar a caballo y llevar la lanza como lo hacía el mejor soldado, y esto maravillaba a todo el mundo».
Orleans estaba sitiada por los ingleses. Se convirtió en jefe de guerra de 10,000 hombres, pero todos se fiaban y creían en ella. Sucedieron varios milagros para que pudiesen entrar y librar Orleans, y por fin el 8 de mayo, fiesta de San Miguel, los ingleses levanta­ron el sitio y fue liberada. A raíz de esto muchos entre los soldados empezaban a creer en Juana y creció su esperanza.

La Pasión de Santa Juana de Arco - LiberaciondeOrleans

Amo mucho más mi estandarte

La historia nos dice que el Señor la proveyó para esta misión con una espada. Ella misma la mandó traer revelando que se encon­traría detrás del altar en la iglesia de Santa Catalina de Fierbois. Se dice que fue la espada que Carlos Martel usó para liberar Francia de la ocupación musulmana en el siglo VIII.
Pero sabemos por el proceso que había algo que prefería y amaba más que su espada, su estan­darte. Fue interrogada: «¿Qué amáis más, vuestro estandar­te o vuestra espada?». Ella respondió: «Yo prefiero cuarenta veces más mi estandarte que mi espada».
Y ¿cómo era este estandarte? «Todo el estandarte fue ordenado por Nuestro Señor, por la voz de Santa Ca­talina y Santa Margarita, que me dijeron: “Toma el estandarte de parte del Rey del Cielo”. Yo hice hacer esta figura de Nuestro Señor y de dos ángeles; los hice pintar, y todo lo hice por orden de ellas».
Por un lado tenía pintado a Nuestro Señor sentado en su trono de Rey con el globo del mundo y bendicien­do, a su izquierda y derecha tenía a San Miguel y San Gabriel ofreciéndole una flor de lis. Tenía además la inscripción «Jesús-María». El otro lado del estandarte tenía pintado el escudo de Francia sostenido por dos ángeles con una paloma que llevaba la inscripción «Por mandato del Rey del Cielo». Queda clara en su estandarte su misión sobrenatural. No lucha por un rey terrenal, sino por el Rey Eterno, quien ocupaba el centro de su vida y de su corazón.
Guiaba al ejército llevando en la mano el estandarte, se ponía en primera fila con él y no temía. Sus mismas voces le decían: «Toma el estandarte de parte del Rey del Cielo y con coraje. Dios te ayudará».

Os doy mi Reino

Camino a Reims hicieron una parada en la Abadía de San Benoit-Sur-Loire, donde ocurrió un hecho poco conocido, la triple donación.
Acercándose al rey Juana le dijo: «Señor, ¿me prome­téis dar lo que os pediré?». El rey duda, pero consien­te. Pide Juana: «Gentil Rey, quisiera tener vuestro palacio y vuestro Reino». El Rey, comprometido por haberle dicho que sí respondió: «Juana, os doy mi rei­no». Continúa ella: «Anotad, el rey Carlos VII dona su reino a Juana. Juana dona a su vez Francia a Jesu­cristo». Poco después cambia su voz y dirigiéndose a Carlos le dice: «Señores nuestros, ahora es el mismo Jesucristo quien habla. YO, SEÑOR ETERNO, SE LO DOY AL REY CARLOS».
Así, por unos instantes, Juana fue verdaderamente Reina y su único acto soberano fue entregar el Reino en manos de Jesucristo.
La Pasión de Santa Juana de Arco - Coronación del rey

Coronación del Rey

Llegan a Reims y tiene lugar la coro­nación y consagración del Rey. Desde el primer Rey cristiano francés, Clodoveo, todos los reyes habían sido consagrados. El Rey no gobernaba por sí mismo, sino como un elegi­do de Dios que tiene el encargo de lugarteniente de Jesucristo. Juana acompaña a Carlos en la consa­gración. Fue como la transfi­guración antes de la Pasión.

Traicionada por los suyos

Llegará un momento cuando el Rey dejará de escuchar a Juana y la traicionará entregándola en las manos de los borgoñones aliados con los ingleses. Ella profetizó esta captura a los más cercanos, no sin tristeza, pues, como ella dice: «No podré servir nunca más al Rey, ni al reino de Francia».

Captura y encarcelamiento

Acude a la ciudad de Compiegne que pide ayuda. Sale para defender la ciudad y alguien grita «retirada» sin que ella lo haya anunciado. Volvieron todos por el puente, pero se cerró antes de que ella entrara y fue tomada prisionera.
Pasa meses en prisión en manos de los borgoñones, quienes la entregan para el proceso que tuvo lugar en Rouen.

El proceso de condenación

El proceso se inició el 9 de enero de 1431 y fue lleva­do a cabo por la Universidad de París, dirigido por el Obispo Cauchon. Ella no sabía por qué estaba siendo procesada, y menos, por un tribunal eclesiástico. Sufrió presiones enormes, pero se demostraba siempre dueña de sus actos. Sus voces le anunciaron su mar­tirio diciéndole: «Acepta todo de buen grado y no te preocupes por tu martirio, pues al final estarás en el reino del Paraíso». Cuando comenzó el proceso y tuvo que jurar, ella misma puso la base del proceso diciendo: «Sobre mi padre, sobre mi madre, sobre todo lo que he hecho desde que llegué a Francia, juraré sin problema. Pero, de las revelaciones que Dios me hizo yo no lo diré, ni lo he revelado a nadie sino solo a Carlos, mi Rey».
Sus respuestas eran luminosas y no encontraban explicación a la superioridad intelectual que poseía esta joven que no sabía ni leer ni escribir.
Los textos recogidos en el proceso podría decirse que son como una autobiografía donde nos es revelado el corazón de Santa Juana, un corazón que los ingleses decían ser de «hierro», ya que no se doblaba ni se quebraba ante los tormentos y sufrimientos.
La Pasión de Santa Juana de Arco - Muerte

Sentencia y muerte

En realidad la sentencia de muerte había sido decidida antes de que Juana fuera juzgada. La acusación que pesaba sobre ella era de brujería, pero no encontraron nada en ella contra la fe, por lo que necesitaban tener una razón para la condenación. ¿Qué hacer? Fingieron su supuesto arrepentimiento público, y más tarde su aparente recaída como relapsa, así pudieron condenarla a muerte, y muerte en la hoguera.
La mañana del 30 de mayo de 1431 llegó a la plaza atada de manos y pies, vestida con una túnica. Llegó en silencio, rezando. Todos lloraban, ella pedía perdón. Pidió una cruz, pero nadie tenía una cruz para darle. Un inglés conmovido la fabricó de unas maderas de la misma hoguera. Ella pidió una más grande. «Os suplico que me traigáis de la iglesia más cercana una cruz para tenerla elevada delante de mí hasta que muera a fin de que la cruz de donde Dios pendió, esté continuamente delante de mis ojos». El confesor fue a buscar una cruz procesional a la iglesia más cercana Esta cruz la tuvo delante de sus ojos hasta su muerte.
En la hoguera ella ratificaba públicamente su misión divina, causa de que algunos hayan denominado su muerte como «el martirio de la verdad». Atestigua su confesor: «Ya en la hoguera, al igual que en la prisión, ante la muerte, lo mismo que en presencia de los jueces, sostuvo y afirmó hasta el fin que sus voces venían de Dios, que todos sus actos habían sido realizados por mandato del Señor, que no creía haber sido engañada por sus voces y que las revelaciones que había tenido también procedían de Dios». Tuvo en sus labios hasta el final el nombre de Jesús, el cual gritaba e invocaba con tanta fuerza que se oía por toda la plaza que estaba repleta, había 800 soldados y 5,000 personas. Un fraile atestiguó: «Al fin, en el momento de morir, gritó por última vez: “¡Jesús!”». Y así murió la Doncella de Orleans.

¡He ahí su corazón!

Se recoge el testimonio de Massieu, quien relata un hecho milagroso: «Escuché decir por Jean Fleury, clérigo del administrador de Rouen y notario, que el verdugo le había informado de que, una vez quemado el cuerpo en el fuego y reducido a cenizas, su corazón permanecía intacto y lleno de sangre y le fue ordenado que lo juntara a sus cenizas con todo lo que quedaba de ella y lo tirase todo al Sena, cosa que fue hecha». El corazón de Juana había quedado incorrupto. Podría­mos decir que este hecho fue una prueba más de su corazón virginal e intacto solo para Dios.

Rehabilitación

El proceso de rehabilitación se inició el 7 de noviembre de 1455 en la Catedral de París. No fue fácil tampoco este proceso. Aún el orgullo del hombre quería mentir y cuestionar los hechos reales, y costó librar a Juana de su condena. Sin embargo, los que investigaban, vieron tal número de irregularidades durante el proceso de Rouen, que este se anuló por completo como si nunca hubiera existido.
Una Santa que no tiene altares
El inicio del proceso de canonización tuvo lugar varios siglos más tarde en Orleans. El cardenal Pie fue el primero en hablar públicamente de Juana. En 1844 no dudaba en predicar: «Juana es una contemplativa guerrera, es del cielo y de la tierra, es, perdonad esta anticipación, una mártir que llora, una santa que no tiene altares en donde se la venere». En 1869 el obispo de Orleans, Monseñor Dupanloup, hizo firmar a todos los obispos de las ciudades por donde la Pucelle había pasado una petición al Papa Pío IX para que le fuesen otorgados los honores de los bienaventurados. Final­mente, en 1894, León XIII abrió el proceso otorgándo­le el título de Venerable. En su homilía afirmó: «Juana es nuestra. Llamada a ser un día una llama brillante, no solo en la Jerusalén celeste, sino también, en la Jerusalén terrestre». Fue el Papa Pío X quien firmó el decreto de heroicidad de las virtudes y comenzó el estudio de los milagros atribuidos a la intercesión de la Venerable. La deseada beatificación tuvo lugar el 18 de abril de 1909. Fue Monseñor Touchet quien llevó a cabo el proceso hasta la canonización, que tuvo lugar final­mente el 16 de mayo de 1920. Dos años más tarde sería proclamada segunda patrona de Francia.
La Pasión de Santa Juana de Arco - Anillo

Virgen, Reina, ¿mártir?

Además de una Santa Virgen, como se la reconoce en la canonización, ella también fue Reina y fue mártir. Los fundamentos canónicos que reconocen el martirio por odio a la fe también se podrían aplicar a Santa Jua­na. Murió por odio al mensaje divino que ella traía y manifestaba, mártir de la realeza universal de Cristo y del carácter sacro de la realeza en Francia.

La única reliquía

Nada quedó de Juana de Arco después de su muerte, pero sí la providencia dejó lo que se podría considerar como su única reliquia: su anillo. Durante el proceso fue interrogada, «¿Tenéis anillos?», a lo que ella respon­dió: «Vos tenéis uno mío. Devolvédmelo».
El anillo de Juana llegó a Inglaterra, y después de 585 años de historia surgió la oportunidad de que volviese a Francia. Especialista en Santa Juana de Arco, Jacques Tremolet de Villers al descubrir que sería puesto en subasta en la casa “Timeline Auctions”, infor­mó a su amigo, el fundador del Parque Histórico Puy du Fou, quien puso todo en movimiento para poderlo recuperar. Actualmente se encuentra en una capilla dentro del parque.
Fuente: www.eukmamie.org

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