No solamente de pan

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Evangelio según San Lucas 4,1-13.
Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto,
donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. No comió nada durante esos días, y al cabo de ellos tuvo hambre.
El demonio le dijo entonces: “Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan”.
Pero Jesús le respondió: “Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan”.
Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró en un instante todos los reinos de la tierra y le dijo: “Te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero. Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá”.
Pero Jesús le respondió: “Está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto”.
Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del Templo y le dijo: “Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: El dará órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden. Y también: Ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra”.
Pero Jesús le respondió: “Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios”.
Una vez agotadas todas las formas de tentación, el demonio se alejó de él, hasta el momento oportuno.

Homilía del Padre Paul Voisin CR, Superior General de la Congregación de la Resurrección:

Hay una historia sobre Leonardo Da Vinci y su pintura de ‘La última cena’ en Milán. Decidió que iba a usar las caras de los hombres en Milán por sus modelos para los apóstoles y Jesús. Tenía una idea fija de los apóstoles, y quería elegir las caras de los hombres que retrataban las virtudes y características de los apóstoles. Él decidió comenzar con Judas. Por lo tanto, salió a las calles y miró al hombre que aparece el más olvidado y abandonado, alguien que fue mirado hacia abajo por los otros residentes de Milán. Encontró a un hombre así, viviendo en la calle, y lo llevó al monasterio donde estaba pintando ‘La última cena’. A medida que comenzó a pintar el joven le preguntó acerca de lo que estaba pintando, y Leonardo Da Vinci entró en una historia detallada de Jesucristo: su nacimiento, su vida, su predicación y milagros, y finalmente, su muerte y resurrección. El joven no sabía mucho acerca de Jesús y escuchó atentamente. Después de terminar esta cara Leonardo le pagó y lo envió a su camino, saliendo a buscar una cara para ser utilizada para el próximo apóstol. Por último, al final, estaba preparado para pintar la cara de Jesús. Salió a Milán para buscar a un hombre cuya presencia mostró la caridad y la virtud, la santidad y el servicio de los demás. Y así, ¡él lo encontró! Después de pintar desde hace algún tiempo el joven le preguntó: ” no me reconoces?”, a lo que Leonardo respondió: “No, joven, realmente no conozco a la gente aquí en Milán”. El joven respondió: “fue mi cara, hace muchos meses, que solías pintar la cara de Judas “.
Este joven había sido transformado por la fe y el testimonio que Leonardo Da Vinci compartió con él.
Pensé en como esta historia me reflejaba el evangelio de este fin de semana; el primer domingo de la temporada de Cuaresma (Lucas 4:1-13). Cada primer domingo de Cuaresma el evangelio está sobre las tentaciones de Jesús por Satanás. Lo que me impresionó como leí y reflejado en ella fue la fuerza de voluntad que Jesús mostró ante las tentaciones tan fuertes que Satanás puso delante de él. Después de todo, Jesús había estado sin comida durante cuarenta días, y el diablo, sabiendo lo que Jesús querría más como Dios-Hecho-Hombre, lo tentó con comida. Entonces él lo tentó con el poder y luego para revelarse como el Mesías. Jesús se resistió, porque sabía que esta no era la voluntad del Padre para él. Su misión era hacer la voluntad del padre, y sobre todo lo que era su preocupación. Durante los cuarenta días en el desierto se dedicó a la oración, y nunca se quitó los ojos de lo que el Padre quería de él. A lo largo de su vida y ministerio, incluso ante el dolor de la cruz, nunca ha vacilado de su misión. Se mantuvo fiel al Padre a pesar de las dificultades.
Para nosotros, también, la temporada de Cuaresma debe ser acerca de mantenernos fieles a la voluntad del padre. Nosotros también experimentamos la tentación, y el diablo conoce nuestras debilidades también, cómo atacar, y nos persigue para que nos lleve al pecado. Qué fácil es caer, cuando nos quitan los ojos del Señor, y dependemos únicamente de nuestra fuerza humana. Se nos dice que Jesús estaba “lleno del Espíritu Santo” y que él estaba “dirigido por el espíritu”. No estaba solo. Tal vez a menudo durante esos cuarenta días que llamó, como el salmo refleja: “estar conmigo, Señor, cuando estoy en problemas”. Podemos relacionar con esa situación nuestras propias vidas: sentirse atraído por el mal, estar bajo ataque por el diablo o cayendo presos al mal ejemplo. Nuestra fuerza, como la de Jesús, es que no estamos solos: el Espíritu Santo está con nosotros. Ese Espíritu Santo que recibimos en el bautismo y la confirmación, ese Espíritu Santo que está con nosotros cada uno y cada vez que llamamos al Señor: “estar conmigo, Señor, porque estoy en problemas”. El espíritu viene a nosotros en nuestra necesidad y nos llena de gracia para decir ‘No’ a la tentación y el pecado, y ‘Si’ a la nueva vida y hacer la voluntad del Padre.
¿Cuál es nuestra lucha? ¿Cuál es nuestro ‘cross’ esta cuaresma? Cada uno de nosotros debe responder eso por nosotros mismos.
Tal vez sea una actitud negativa hacia alguien en casa, trabajo o escuela: relacionándonos o reaccionando con ellos de una manera dura o crítica, a diferencia de la forma en que respondemos a los demás.
Tal vez es un mal hábito: como abusar del alcohol o la droga, o abusar físicamente o intimidar a alguien, o fumar, o comer en exceso; que podemos poner nuestra voluntad de superación durante la cuaresma: ¡un día a la vez!
Tal vez no es aplicar a nosotros mismos y compartir en las responsabilidades en el hogar, la escuela o en el trabajo: haciendo las cosas a mitad de corazón o regañadientes.
Tal vez es deshonestidad a los demás, y a nosotros mismos: tratando de escapar de las consecuencias de nuestras acciones; o la falta de acciones, por mentiras y engaños.
Durante nuestros cuarenta días de Cuaresma, cada uno tendrá que determinar cómo el Señor nos va a pedir de nuestra voluntad, eligiendo la voluntad de Dios por encima de la nuestra. El Espíritu Santo, que acompañó a Jesús en su desierto, nos acompañará en nuestro desierto -aquí y ahora- y sea para nosotros la fuente de fuerza ante las tentaciones que nos encontramos dentro de nosotros y a nuestro alrededor. No deberíamos tener miedo de llamar: “estar conmigo, Señor, cuando estoy en problemas”.
Entonces, al igual que el joven en mi historia sobre Leonardo Da Vinci, vamos a ser transformados -irreconociblemente- por la gracia de Dios por conocer, amar y servir a Dios de una manera nueva y más profunda.

Melannie Flores: “Muchas veces se han burlado de mi fe en clase solo porque pensaba diferente”

Hace seis años redescubrió su fe católica. Y está convencida de que su vida cambió cuando se acercó a Jesús. Pero también hubo cambios en su entorno, en sus relaciones sociales y en su vida académica en la PUCP. Aquí un testimonio que interpela a docentes y estudiantes respecto a la tolerancia y el respeto.
Por Angela Echenique- www.somosperiodismo.com
Melannie Solanch Flores Saavedra estudia psicología en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ingresó en 2011 y el próximo ciclo terminará sus estudios. Es devota del Sagrado Corazón de Jesús y de la Virgen del Carmen. Durante un año realizó prácticas en Perú Champs, una ONG dedicada a otorgar becas a niños y adolescentes con talento académico, artístico y deportivo. Melannie se desarrolló en el área de asistencia psicológica de esta institución.
A lo largo de sus años de estudio ha adquirido conocimientos en humanidades y habilidades blandas que ahora le son muy útiles para su profesión y en su vida cotidiana. Sin embargo, también ha atravesado momentos difíciles a raíz de sus creencias religiosas y su forma de pensar. Melannie muchas veces ha tenido que enfrentar burlas e incomprensiones cuando ha querido expresar su opinión o hacer pública su fe católica. Le ocurrió primero en Estudios Generales- Letras y luego en la Facultad de Psicología. Las experiencias por las que pasó son recordadas por ella a continuación.
-¿Qué cambios hubo en tu entorno académico después de tu ceremonia de confirmación católica?
-Si tú eres una alumna católica eres mal vista. Eso me pasó a mí y creo que continúa pasando. Muchas veces se han burlado de mi fe en clase solo porque pensaba diferente. O no me han dejado más dar mi opinión por pensar distinto al resto. Si bien es cierto eso no me ha impedido decir lo que creo, sí se siente doloroso que otra persona te juzgue y te humille, o te trate de silenciar. Intervenir, opinar en clase es un derecho de todos los alumnos.
-¿Recuerdas alguna experiencia en la que se evidenció lo que describes?
-Sí, recuerdo dos. La primera se dio cuando llevé un curso de filosofía. En una de las clases, la jefa de práctica estaba hablando de la defensa de la vida y el aborto. Yo estaba en contra del aborto y todos los de la clase, a favor. Levanté la mano para dar mi opinión y la jefa de práctica, al ver una taza que yo tenía con el logo CAPU PUCP (sigla del Centro de Asesoría Pastoral Universitaria) la tomó y empezó a burlarse de lo que era el CAPU. Recuerdo que decía cosas como, “con razón dice esto pues, mírenla a ella que tiene esta taza del CAPU que es un lugar que defiende cosas ilógicas”. Su comentario generó muchas risas. En ese momento yo me sentí mal porque todos me miraban y se reían.
La jefa de práctica detuvo sus comentarios cuando uno de los alumnos levantó la mano y dijo que yo no era la única, que él también estaba en contra del aborto. En ese momento ella decidió cerrar el tema. Yo tenía mucho miedo de decirle que no se burle de mí, pero también sabía que no estaba bien que lo haga, entonces en el receso de la clase me acerqué a ella y le dije que por favor, evitara ese tipo de comentarios, y que si volvía a suceder yo lo iba a denunciar a las autoridades. La JP se disculpó y prometió no volver a hacerlo.
-¿Y qué ocurrió la segunda vez que sentiste que te discriminaban por tus creencias?
-La segunda experiencia fue cuando llevé un curso electivo de Estudios Generales Letras. Llevé Comunicación Social con una profesora. Un día planteó un ejercicio grupal en el que cada grupo debía trabajar un proyecto de cambio dentro de la universidad respecto a la comunicación y su relación con las personas. Yo quería que las personas conozcan la fe. Mi idea era hacer un programa de difusión sobre la fe. Con mis compañeros habíamos pensado en realizar ferias, talleres y conversatorios relacionadas a temas de fe, y difundirlos en una página en Facebook; queríamos comunicarlo a todas las facultades. Pero la profesora empezó a decir que las personas no tenían ningún tipo de fin en la vida. Yo le dije que no estaba de acuerdo con eso, tampoco estaba de acuerdo con otras opiniones que se dieron ese día en clase. Entonces ella empezó a hablar por encima de mis palabras, me callaba cuando yo quería intervenir. Cuando le propuse hacer el proyecto, me dijo que no porque ya era “un tema muy trabajado”. Le dije que yo había investigado, y por el contrario, no había encontrado ningún proyecto sobre la fe católica, sobre la existencia de una capilla abierta a los alumnos. A pesar de que yo ya tenía un grupo de chicos que querían trabajar la idea, ella se negó y nos pidió  que cambiáramos de tema.
Desde ese momento, sin importar el lugar en el que yo me sentara en el salón, ella no me dejaba participar. Pienso que un profesor no debe asumir que tiene la verdad absoluta. Creo que los alumnos deben tener derecho a expresar sus opiniones. Yo no quería tener ningún conflicto con la profesora, pero sí quería dar a conocer otra forma de pensar, con los argumentos que eso implica, pero no tenía oportunidad para hacerlo.
– ¿Has pasado por experiencias similares en la Facultad de Psicología? ¿Conoces algún caso?
-De mi parte, en general, cuando se trataban temas sobre sexualidad, aborto, o algún otro tema polémico, yo daba mi opinión, pero no se generaba debate o profundización. No había diálogo sobre un punto de vista contrario. Además de eso, he escuchado historias de amigas a las que les han dicho en clase que tener una devoción, creer en La Virgen María o simplemente orar es una suerte de locura. Eran comentarios que se decían en clases entre profesor y alumnos y solo se detenían si en el salón alguien se levantaba a decir que era católico.
-¿Consideras que ser católica ha influido en tu vida académica, en tus evaluaciones académicas?
-Sí, claro. Algunas veces recibía una calificación baja respecto a las que tenían mis compañeros. En el primer caso, en el curso de Filosofía en Estudios Generales, la profesora no devolvía los trabajos en físico, solo ponía la nota de cada trabajo en el registro y yo nunca sabía por qué mis notas  no pasaban de 12 y 13. Yo intuía que había un cierto sesgo allí. Y en cuanto a mi experiencia en facultad, yo comparaba mis trabajos con los de mis compañeros, y teníamos un desarrollo similar, muy parecido, con los requisitos solicitados por la profesora. Incluso algunos compañeros se sorprendían de mis notas. Sin embargo, ella siempre me decía que faltaba algo, sin darme razones concretas.
-Respecto a tu relación con otros compañeros de la facultad, ¿también se evidenciaba el distanciamiento?
-Sí. Como yo daba mi opinión en clase, la mayoría me veía mal y nadie quería hacer grupo conmigo. Y cuando finalmente me incorporaba a un grupo, el tema de la mayoría tenía que desarrollarse pese a que yo no estaba de acuerdo. No era considerada. La verdad, no tengo muchos amigos en la facultad justamente por estas cuestiones.
-¿Eras una católica practicante cuando ingresaste a la universidad?
-No. Mi mamá siempre ha sido católica y mi hermana lo fue por un tiempo. Cuando comencé a concentrarme en ingresar a la universidad, en mis últimos años de colegio, sentía que la religión no se veía como algo positivo. Yo dejé de ir a misa, dejé las actividades que realiza un católico: confesarse y orar. Las veces que iba era por obligación de mi mamá. Yo llegaba para la última parte, cuando nos damos la paz porque me aburría (risas). Recuerdo que un año después de que ingresé, aquí estaba vigente la polémica con el Cardenal Cipriani sobre la denominación de “Pontificia” para la universidad. En ese entonces yo participaba en las marchas, en las cadenas humanas que se realizaban, incluso me burlaba de todo lo referente al cardenal y a la Iglesia, algo totalmente anticatólico.
-¿Qué te motivó a emprender este camino de fe? ¿Qué crees que aportaba a tu vida?
-Cuando ingresé a la universidad, era una persona muy sensible, cambiaba de un humor a otro rápidamente, era muy egoísta, no consideraba al otro como una persona, sino como algo que me daba un beneficio, tampoco pensaba en su bienestar. También tenía muchos conflictos en casa. Recuerdo que para encajar en la universidad el primer día de clases tuve que asumir un papel diferente, alguien que no era yo. Cuando ingresé a la comunidad del CAPU supe que podía ser yo misma y a la vez ser amada por Cristo. No tenía que ser alguien diferente ni tampoco tenía que tratar a los demás de una manera distinta. Cambió mucho mi forma de relacionarme con las personas. Me hizo feliz. Creo que cuando las personas son ellas mismas, son realmente felices. Sabía que necesitaba a la Iglesia para poder estar cerca de Cristo. Me confirmé luego de un proceso de conocimiento, pero fue en un retiro espiritual donde tuve ese encuentro con Cristo. Ahí pude comprender que Él había dado todo por mí y que yo también debía darlo todo por Él. Esa decisión hizo que mi vida cambie por completo.
-¿Crees que hay un vínculo entre tu fe y tu carrera?
-Sí, un vínculo muy fuerte. Durante un año, trabajé en una ONG en la que pude tener contacto con seres humanos que sienten, que tienen una historia, y cada uno de ellos tenía algo particular y algo que potenciar. Yo me fortalezco mucho en mi fe porque sé que el poder de Dios es ilimitado y muchas veces he pedido por personas que realmente la pasan mal. En el lugar en el que trabajaba, muchos niños, que son con los que frecuentaba más, atravesaban maltratos, divorcios de sus padres; había familias que tenían una mamá con cáncer: situaciones difíciles de comprender y sobrellevar para un niño.
Por una parte, está el tema espiritual, pero también está la fortaleza que todo católico tiene, y que creo que es un plus. La fe da fuerza. Hace saber que pasando todas esas cosas buenas o duras, hay algo que nos espera. Entonces la fortaleza que uno tiene se la puede dar a otro que la necesita. Quizás en ese momento no se les puede hablar de la fe católica porque incluso pueden no compartir el mismo credo, pero lo que sí se les puede dar es la escucha que hace ver al otro como un prójimo. Creo que las herramientas de la psicología van muy en conjunto con la fe. Esta ve al ser humano en toda su dimensión y sabe que está destinado para ser feliz, al igual que la psicología, que lo ve como un todo y busca su bienestar. Yo relaciono mucho la carrera que me encanta con mi fe que es lo que soy.
-¿Qué esperas de la universidad, en general, respecto a la tolerancia con el credo de sus estudiantes?
Comparando las situaciones que te comento con mis clases de ahora, he notado cada vez más apertura, sobre todo en la diversidad de temas de trabajo. Ahora temáticas como la inclusión, la exclusión, la discapacidad y la violencia van tomando más cabida y me parece que es muy necesario. Pero creo que falta más diálogo. Hoy puedo decir que espero que haya tolerancia e inclusión en todos los aspectos, con mi fe y con mi opinión. Yo no busco que la otra persona piense como yo, solo que me escuche. Creo que no se deben cerrar las puertas para cosas de la fe. Recuerdo que me decían: “No, no te voy a dar este espacio”, “No, no se pueden traer esas cosas acá”, pero para otras cosas sí estaban todas las puertas abiertas. La facultad debería incluir temas que tengan que ver con la fe. Así como existe el curso Psicología y Género, ¿por qué no podría dictarse el curso Psicología y Fe?, ¿Ciencia y Fe? ¿Por qué no proponer un curso que hable de cómo ayuda la fe en el ámbito de la psicología? Quizá ponerlo como electivo. No por tener una capilla debería decirse que esta es una universidad católica. También se podría evidenciar desde la malla curricular. Todos tenemos fe, entonces no creo que sea un daño darla a conocer. Ni siquiera proponer que la vivan o que la defiendan, solo que la conozcan.

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