Archivo por meses: octubre 2015

Imperativo moral con fecha fija

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Evangelio según San Marcos 10,17-30: 
Cuando Jesús se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?”.
Jesús le dijo: “¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno.
Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre”.
El hombre le respondió: “Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud”.
Jesús lo miró con amor y le dijo: “Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme”.
El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.
Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: “¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!”.
Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: “Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios!.
Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios”.
Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: “Entonces, ¿quién podrá salvarse?”.
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: “Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible”.
Pedro le dijo: “Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”.
Jesús respondió: “Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna.
Por / – Diario El País.
En el mundo de hoy se está produciendo un cambio histórico, inadvertido para la mayoría e impensable décadas atrás. En solo una generación, podemos poner fin a la pobreza extrema. Esto es revolucionario. Durante siglos, muchos líderes religiosos pensaron que la pobreza era inevitable, parte del orden establecido por Dios. Pocos se atrevieron a sugerir que podría tener origen en el ser humano y que este podría eliminarla.
La suposición de que siempre habría pobres fue excusa para la inacción. Hoy tenemos nuevas responsabilidades. Debemos tomar conciencia de la posibilidad de terminar con la pobreza, en gran medida resultado de políticas y estructuras creadas por el ser humano. Para encarar con decisión esta tarea, necesitamos la participación activa de las comunidades religiosas del mundo.
En los últimos meses, varios líderes han respaldado el objetivo de poner fin a la pobreza extrema en 2030. El presidente estadounidense, Barack Obama, y el primer ministro de Reino Unido, David Cameron, entre otros, manifestaron su apoyo. Recientemente, los 188 países miembros del Grupo Banco Mundial se adhirieron a este objetivo y al de impulsar la prosperidad compartida, medida por el aumento de los ingresos del 40% más pobre en los países en desarrollo.
Entre 1990 y 2010, la proporción de personas que vivían con menos de 1,25 dólares al día (línea que mide la pobreza extrema en el mundo) se redujo a menos de la mitad. Con este progreso notable, el fin de la pobreza está al alcance de la mano. A pesar del impacto de la crisis financiera, los economistas del Grupo Banco Mundial creen que con políticas dirigidas a terminar con la pobreza e impulsar la prosperidad económica, podremos alcanzar este hito histórico en 2030.
Para la Iglesia católica, el compromiso con los pobres se basa en dos valores vigentes desde los tiempos de san Pablo: caridad y esperanza. La caridad es ayudar a satisfacer las necesidades inmediatas de los pobres. Con más de 1,000 millones de personas que viven por debajo de las condiciones básicas de supervivencia, esta es una labor urgente. Y la esperanza implica abordar las causas profundas de la pobreza.
Algunos teólogos han preconizado la opción preferencial por los pobres. Se trata en realidad de una antigua idea incluida en las Escrituras: “Los últimos serán los primeros”.
Las condiciones de vida de los más vulnerables son una prueba moral básica para todos. En una sociedad marcada por profundas divisiones entre ricos y pobres, el Evangelio según San Mateo ordena a los cristianos poner las necesidades de los pobres y los vulnerables en primer lugar. Es un llamado a la justicia social como forma de traer el Reino de los Cielos a la Tierra.
Todas las religiones nos han alertado acerca del desafío moral que representa la pobreza.
El islam enseña a dar el exceso de riqueza a los necesitados; los musulmanes cumplen con este precepto durante todo el año a través del llamado kherat y mediante la donación anual de un porcentaje de sus bienes a los pobres, denominada zakat. Un principio fundamental del judaísmo es que aquellos que tienen mucho deben compartirlo con los menos afortunados. Y, de acuerdo con el budismo, debe abordarse la pobreza mediante acciones compasivas como modo de liberar a las personas del dukkha, que podría traducirse como “malestar”.
El camino para poner fin a la pobreza será difícil. Pero los economistas y líderes políticos creen que se puede lograr. Es hora de que los líderes religiosos se adhieran activamente a esta meta y reaviven la esperanza. Más allá de los argumentos económicos y políticos, las comunidades religiosas deben trabajar para poner fin a la pobreza porque nos preocupamos por cada uno de los pobres como individuos. Las tradiciones religiosas reconocen nuestro deber de amarnos los unos a los otros, y el amor es el eje de la justicia.
Los líderes de los países en desarrollo, el Grupo Banco Mundial y otras organizaciones internacionales están pensando en los pasos para poner fin a la pobreza extrema. Avanzar implica impulsar el crecimiento económico de un modo social y ambientalmente sostenible; invertir en salud, educación y protección social para lograr una distribución más justa de las oportunidades; mejorar infraestructuras e incrementar la competitividad para así promover salarios justos a través del sector privado.
Si los economistas se centran en el crecimiento como medio de eliminar la pobreza, la comunidad religiosa dispone de un argumento complementario. Al tener como mira el fin a la pobreza en 2030, el mundo ha definido una zona de claridad moral que puede unir organizaciones seculares y comunidades religiosas. La fuerza de este objetivo proviene de su base moral.
El escándalo de la pobreza económica extrema es una mancha en nuestra conciencia colectiva. Para terminarla se requerirán inversiones, capacidad técnica e innovación por parte de Gobiernos, sector privado, organizaciones de desarrollo y comunidades. Ponerle fin a la pobreza es, sobre todo, dar a los pobres las herramientas para que forjen su propio destino. Para alcanzar este objetivo, necesitamos la sabiduría y la fuerza moral que brindan las religiones de todo el mundo.

Felipe Berríos del Solar SJ

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Jesuita Felipe Berríos cometió “actos de significación sexual de distinta relevancia

La investigación de la Iglesia Católica estableció “la verosimilitud de actos de significación sexual de distinta relevancia que habrían afectado a siete mujeres jóvenes y adolescentes”, a manos del renombrado cura jesuita Felipe Berríos.
“Estos hechos se refieren a tocaciones y diversos traspasos de límites en el ejercicio del sacerdocio, entre los años 1993 y 2009”, agregó un comunicado.
La Compañía de Jesús, que recientemente enfrentó otro caso similar con el icónico Renato Poblete, detalló que la “Investigación Previa Canónica encomendada a la abogada María Elena Santibáñez” ahora será enviada “para su revisión al Dicasterio para la Doctrina de la Fe, entidad competente que deberá determinar los pasos a seguir”.
El trabajo de la jurista “contó con la declaración de más de 40 testigos”.
“Durante este tiempo, seguirá vigente la medida cautelar impuesta por el Provincial de la Compañía de Jesús a Felipe Berríos SJ de la suspensión del ejercicio público del ministerio sacerdotal”, concluye la nota.
Berríos, quien está representado por un abogado, sólo ha emitido comunicados para referirse a la acusación, afirmando en el primero de ellos que haría “todo lo que sea necesario por conocer y aclarar los orígenes de esta denuncia”.
Fuente: Cooperativa.cl

Retrato de un provocador

Por Rocío Montes- www.caras.cl
Cuando habla remece no sólo a la elite chilena, sino también a parte de la jerarquía de la Iglesia. ¿Cómo en 20 años Felipe Berríos se transformó en Felipe Berríos? Esta es la reconstrucción de la historia más íntima de este jesuita que prefiere las aguas turbulentas a las poco profundas.
Esta historia podría empezar ese 27 de noviembre de 1956 en que don Miguel Berríos, ingeniero civil, y la señora Lucy del Solar, dueña de casa, tuvieron a sus gemelos. Primero llegó Felipe y, cinco minutos después, Andrés. El que llegó antes, que siempre fue más inquieto que el segundo, de adulto iba a explicar: “Mi hermano se demoró, porque se quedó ordenando”.
Este relato también podría comenzar dos décadas después, el 21 de mayo de 1977, en la casa de retiro de los jesuitas en Calera de Tango. Felipe Berríos del Solar, 20 años, estudiante de tercer año de Construcción Civil en la Universidad Católica, aprovechaba los días festivos para prepararse para sus exámenes de fines de semestre. Había estudiado en el colegio San Ignacio de El Bosque toda su vida y tenía un vínculo fuerte con la congregación, pero nadie de su círculo más cercano imaginaba lo que le iba a ocurrir a este muchacho buenmozo y dicharachero que jamás -jamás- usó cuadernos. En uno de los salones de muros gruesos de esta construcción de la Colonia, mirando el fuego de una chimenea, el estudiante de la UC sintió la paz y la alegría que nunca más volvería a sentir. Y supo entonces que su vida estaba cambiando de manera radical. No se equivocó: dos meses y 10 días después, el 31 de julio, entraba a la Compañía de Jesús. La decisión repentina sorprendió a su familia, a sus amigos y a la muchacha con la que Berríos tenía una intensa relación sentimental.
Pero para comprender mejor al protagonista de esta historia, quizá convenga arrancar en 2014. El religioso tiene 57 años y en las últimas décadas se ha convertido, tal vez, en el más popular y mediático de la curia chilena. Su regreso a Santiago el 19 de junio, después de cuatro años como misionero en Africa, es noticia nacional (en pocos países debe causar tanto interés el regreso de un sacerdote). Y pese a su plan original de mantener silencio y partir a un retiro, la fuerte infección dental que lo aqueja no le impide conceder tres entrevistas -a un canal, un diario y una radio- que prenden las alarmas, nuevamente, en parte de la jerarquía de la Iglesia Católica. A algunos obispos no les gusta nada que Berríos haya dicho que está dispuesto a bendecir a parejas homosexuales. Tampoco que se pregunte si es legítimo que la Universidad de los Andes y la UC construyan hospitales en el barrio alto. “Eso es inmoral”, responde el propio sacerdote. Y esas dos sentencias -como ha ocurrido otras tantas veces-, generan tensión, escalan y son discutidas al más elevado nivel de curia chilena.
Berríos, el provocador, está de vuelta.
Su infancia fue tremendamente divertida. El sacerdote y sus cinco hermanos -cuatro hombres y una mujer-, crecieron en una casa de Seminario con Irarrázabal, que todavía pertenece a la familia. Y ese lugar -que Berríos aún no visita después de su regreso- está marcado por recuerdos entrañables: el perro Toqui, los juegos con su gemelo Andrés -siempre fue y será su mejor amigo-, y la figura de su padre, fallecido en 2007. Dicen que don Miguel era un hombre excepcional que marcó mucho a su hijo Felipe: aunque era ingeniero -trabajó en el grupo BHC de Javier Vial- tenía profundos intereses humanistas. El padre de Felipe Berríos amaba la literatura y los trabajos manuales: en la casa de Ñuñoa había un taller donde acostumbraba realizar labores de gasfitería junto a sus hijos. Y siempre se ocupó de tenerle a los niños microscopios y telescopios, para que pudieran comprender lo infinito y lo pequeño. Quizá por su influencia, el cura Berríos todavía siente una tremenda fascinación por el espacio y por las herramientas.
No era un alumno destacado en el San Ignacio de El Bosque, ni en lo deportivo ni en lo académico, según recuerdan algunos de sus compañeros de generación: era un alumno de promedio 5.0. Sobresalía, más bien, por sus chistes y simpatía. Pero fue en el colegio donde Berríos vivió las experiencias clave que, seguramente, algunos años después de su egreso en diciembre de 1974, lo hicieron decidirse por el camino de la Compañía.
En el anuario se señala sobre él: “Berríos del Solar, Felipe. Nos acompaña desde las preparatorias. Se le conoce por su gran interés en Dios y en sus amigos, de los cuales se preocupa mucho. Gran colaborador en las cosas del curso y del colegio. Este último tiempo ha cambiado mucho en cuanto a sus intereses. Su preocupación por lo humano lo hace ser un sicólogo por excelencia”.
Era una época convulsionada en el San Ignacio de calle Pocuro, en Providencia. Los jesuitas estaban profundamente comprometidos con las transformaciones en Chile durante el gobierno de la Unidad Popular y en 1971, cuando Berríos estaba en primero medio, estuvieron a punto de vender el establecimiento. Los sacerdotes, fundamentalmente, se cuestionaban la utilidad de tener un colegio para la burguesía. Y fue una discusión caliente que involucró a los profesores, apoderados y estudiantes y que, finalmente, se zanjó a favor de mantener el recinto de El Bosque. Pero, a cambio, se puso en práctica un sistema inédito en el colegio: la matrícula diferenciada. El hecho de que los padres pagaran de acuerdo a sus posibilidades provocó un efecto parecido al del programa de integración en el Saint George y su Machuca: comenzaron a entrar estudiantes de diferentes estratos sociales y, con ello, a establecerse lazos entre los jóvenes de mundos sumamente distintos.
La de Berríos fue una generación marcada por la fe y la demanda de compromiso social. Los trabajos en las fábricas y de verano –que debutaron en 1974–, vincularon a los alumnos al mundo obrero y campesino. Y en ese proceso fue clave la figura de un joven aspirante a jesuita, Juan Díaz, que lideró a las comunidades juveniles desde la Doctrina Social de la Iglesia y proyectos como el Ciclotrón. La iniciativa era arriesgada, pero vanguardista: consistía en que los ex alumnos debían hacer clases de religión a los estudiantes de primero medio. Y ahí estuvo Berríos, el profesor.
Todo este proceso fue fructífero para la Compañía de Jesús. Cuentan que el San Ignacio de El Bosque, por esos años, fue un semillero de vocaciones sacerdotales. Entre ellos, Guillermo Baranda, Jorge Costadoat, Antonio Delfau y Eugenio Valenzuela, ex provincial de los jesuitas en Chile (actualmente investigado por abuso sexual).
Luego de tres años en Tanzania, se ordenó sacerdote en marzo de 1989, a los 32. Y lo nombraron director de Infocap, la universidad jesuita para los trabajadores, ubicada en avenida Departamental. Fue entonces cuando sucedió un hecho que posiblemente marcó la relación de este religioso con los medios de comunicación: la periodista Gloria Stanley lo llamó por teléfono para invitarlo a su programa Los siete pecados capitales, de Megavisión. Y aunque dicen que Berríos en un comienzo se negó, terminó aceptando cuando supo que varios sacerdotes habían sido vetados por el canal. “Si no vas tú -le dijeron-, no vendrá nadie de la Iglesia”. Y el jesuita fue. Y habló sobre la reconciliación entre los chilenos.
A mucha gente ese programa le hizo sentido y su capacidad para hablarle a las grandes audiencias fue evidente. Tanto, que logró cautivar a una conductora que, por esos años, era un fenómeno en la TV: Eli de Caso. La animadora llamó a Berríos y, primero, lo invitó a su programa Aló Eli. Después, sin embargo, le ofreció ser panelista un día a la semana. Y Berríos –que siempre dice que el Evangelio debe comunicarse en un funeral, un bautizo, la radio o la TV– aceptó. Durante años estuvo en las pantallas de ese programa de Megavisión dirigido, sobre todo, a las mujeres dueñas de casa. Cuando recuerda aquellos años en que no era un personaje público, añora la libertad del anonimato. Y extraña poder pasar horas en una ferretería mirando y comprando herramientas.
El estilo Berríos no ha cambiado en dos décadas. Le siguen fascinando las gaseosas y los sándwichs. Su lenguaje es cercano y juvenil -utiliza el cachai como casi todos- y logra empatía con gente muy distinta. Los que lo conocen dicen que siempre los hace sentir especial y que eso encanta. Acostumbra a usar bototos y, para no enredarse, todo el año se pone camisas blancas de manga larga. Alguna vez descubrió que las que tienen un 60 por ciento de polyester no necesitaban tanta plancha y desde entonces usa siempre las de ese tipo, que además les da multiuso: sirven para estar en la población y para ir por la noche a alguna presentación de un libro.
Pero el pensamiento de Berríos ha evolucionado. En 1993, antes de su entrada a la TV y de su fama, lo entrevistaron en El Mercurio y le preguntaron por el caso de un sacerdote norteamericano que escandalizaba en aquella época por su abierto homosexualismo. Berríos respondió: “No creo compatibles sacerdocio y homosexualidad. A uno le toca aconsejar; vivir con otros sacerdotes, estar a cargo de niños… sería como el gato cuidando la carnicería”. También le consultaron por el ingreso de los homosexuales al Ejército. “No les permitiría el servicio militar: Si se requieren ciertas cualidades intrínsecas, como no tener pie plano, también pediría requisitos conductuales. Dejaría igualmente fuera al homosexual y al machista”, respondió Berríos, que también se refirió a la discusión sobre el divorcio. “Creo que se va a terminar legislando a favor de la familia”.
Los que lo conocen señalan que Berríos ha evolucionado y que, seguramente, se espantaría al releer lo que pensaba en 1993. Dicen que el sacerdote tiene una frase para esto: “Los únicos que no cambian son Dios y los tontos”. Y que en estas dos décadas ha mostrado, en la práctica, que tiene la fuerza y la libertad para contradecir al establishment de la Iglesia Católica y los poderes fácticos. Porque el jesuita se ha enfrentado en público y en privado a ciertas fracciones de la jerarquía eclesiástica que no apoyan ni la forma ni el fondo de su mensaje.
Hay una decena de ejemplos.
El 26 de septiembre de 2003, en una carta a El Mercurio, pidió perdón a los hijos de padres separados luego de que la Vicaría para la Familia hiciera unos spots en que señalaba que ellos eran más propensos a la mentira, a la agresividad, a beber más alcohol, a fumar más marihuana, en comparación con los hijos de matrimonios no divorciados. Dicen que Berríos sociabilizó sus críticas con la Iglesia antes de escribir la misiva y que —sin duda— fue el momento más complejo de su tensa relación con los superiores.
En 2005 lo retaron los obispos. El sacerdote había señalado que hay una obligación moral de usar condón y la Conferencia Episcopal lo mandó a llamar a Punta de Tralca, donde estaban reunidos. Gestionaron el encuentro a través del provincial de los jesuitas en aquella época, Guillermo Baranda, y lo recibieron tres sacerdotes: el presidente de la Conferencia Episcopal, Alejandro Goic, el cardenal Francisco Javier Errázuriz y el obispo Cristián Contreras. “Todo sacerdote tiene que ser fiel a la enseñanza de la Santa Iglesia, a su magisterio”, dijo luego Goic criticando a Berríos.
En 2006 la tensión fue explícita. El sacerdote había escrito que cualquiera podía acceder a la comunión, que era un regalo de Dios y no un premio. El cardenal Errázuriz le pidió rectificar públicamente sus dichos y Berríos lo hizo a través de una carta, pero el escrito comenzaba de esta forma: “Mi pastor, el cardenal Errázuriz, me ha pedido rectificar algunas expresiones escritas en dos de mis comentarios sobre el Evangelio…”.
Tres años después –en 2009–, Berríos publicó una columna en la revista Sábado titulada ‘Extranjeros en su país’. En ese espacio —que tenía desde 2001— hablaba sobre las universidades instaladas “en la cota mil” de Santiago. Y se preguntaba: “¿Qué visión del país tendrá el profesional que salga de esa universidad?”. Las universidades aludidas -entre ellas la de los Andes, del Opus Dei- reaccionaron con fuerza.
Uno de los últimos episodios antes de embarcarse a Africa en 2010 sucedió a propósito de la elección del arzobispo de Santiago. Berríos abrió una fuerte polémica en junio de ese año al recordar que el obispo Juan Ignacio González, uno de los candidatos, había trabajado para la dictadura de Pinochet. “A finales de los ochenta dejó esto para ir a Roma, donde fue ordenado sacerdote y sacó un doctorado cuya tesis estaba relacionada con las capellanías castrenses en Chile”, explicó poco antes de su viaje.
Berríos no habla desde el temperamento y escoge con precisión los momentos para romper el silencio, explican quienes lo conocen. Consiente del interés que despierta y de su llegada a los medios –tiene buenos amigos periodistas–, el sacerdote aprovecha sus tribunas para exponer las conclusiones teológicas que, en su inmensa mayoría, comparte la Compañía. Los jesuitas explican que la vocación de la congregación ha sido históricamente el trabajo de frontera, que consiste en dedicarse con sensibilidad a las realidades más extremas y menos visibles. Y que esa labor los hace ser menos apegados a la doctrina, como lo ha demostrado Berríos, que se ha transformado en una especie de punta de lanza de los llamados sectores progresistas de la Iglesia.
Esto no quiere decir, en ningún caso, que Berríos no tenga detractores en su propia congregación, y sobre todo respecto a la forma que utiliza. Un jesuita que lo conoce de cerca señala que tiene un carácter difícil y es bastante terco. A mediados de 2013, por ejemplo, el superior de los jesuitas de ese entonces, Eugenio Valenzuela, a través de un correo electrónico pidió perdón al presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Ezzati, luego de la entrevista que Berríos concedió al programa El Informante de TVN desde Africa, donde hizo fuertes críticas a parte de la Iglesia. Y en su congregación señalan que se le había recomendado el silencio en este regreso a Chile de 2014, pero que Berríos actúa con una libertad total.
Las críticas externas, sin embargo, no sólo se refieren a la forma. El docente de la Universidad de los Andes, Joaquín García-Huidobro, escribió que “el problema del padre Berríos no es el lenguaje que utiliza, sino el combo que nos presenta, donde se mezcla todo sin mayores distinciones, desde el ‘matrimonio’ homosexual hasta el mejoramiento de la educación…”. Y un sacerdote salesiano que trabajó 16 años en África, Ricardo Cáceres Lamas, también lo criticó a través de una carta: “No tuve esas posibilidades económicas como tú desde Chile con tus amigos y empresarios”. La misiva se publicó en la página web de la Conferencia Episcopal.
Sucedió una noche no determinada entre 2000 y 2006, en el gobierno de Ricardo Lagos. El Presidente y su señora, Luisa Durán, fueron a comer a la comunidad jesuita Arrupe, en Departamental, donde por años vivieron Berríos y el padre Fernando Montes. Hasta la actualidad son una dupla inquebrantable dentro de la Compañía: Montes, más intelectual y pausado que Berríos, fue quien lo recibió en la congregación cuando el estudiante de Construcción Civil de la UC decidió ingresar al seminario. Y desde entonces, hace casi 40 años, mantienen una amistad férrea. De hecho, cada vez que Berríos se pasa de decibeles en sus mensajes, Montes aparece para matizar y explicar. No era extraño que estos dos sacerdotes recibieran visitas de alto nivel. Cuentan que por esos años una porción importante de la elite chilena llegó a la comunidad Arrupe para conversar con Montes y Berríos: presidentes y ex presidentes de la República, políticos de todas las tendencias, empresarios y hasta figuras del mundo del deporte, como Iván Zamorano y Marcelo Bielsa. Y la visita de Lagos y su señora, donde comieron platos preparados por el propio Montes también resultó sumamente grata y hasta chistosa: el padre Montes toda la noche llamó Gustavo al Presidente. Tan agradecida estaba la Primera Dama por la compañía que les regaló una cajita de té muy fina.
Pocos días después, el padre Montes llegó a la casa y se encontró con una tremenda humareda. No se explicaba qué había sucedido hasta que vio a Berríos en la cocina junto a unas ollas. Lo que había ocurrido no tenía explicación lógica para Montes: su compañero había ocupado el té de Luisa Durán para teñir unas sábanas que le iban a servir como banderas de los barcos que tanto le fascina construir. Las carabelas de Berríos están repartidas por colegios de todo Chile y muchas veces, por su tremendo gusto por las herramientas y los trabajos manuales, el sacerdote se avergonzó de dar la comunión con las manos llenas de pegamento.
Berríos tiene una importante red de influencias, como es habitual entre los miembros de la Compañía de Jesús. Los jesuitas explican que siempre han sido capaces de ejercer su labor pastoral y, al mismo tiempo, vincularse con las elites. El propio San Ignacio de Loyola, señalan, se carteaba con los reyes de Europa mientras establecía vínculos con los más miserables.
Cuentan que Berríos tiene una relación de padre-hijo con Hugo Yaconi y que el empresario ha estado detrás de sus más importantes proyectos. Y que ese primer anillo de confianza, además de Montes y su hermano Andrés, lo conforman María Luisa García-Huidobro, la periodista Andrea Vial y su marido, Juan Agustín Vargas, Claudia Vial y el ministro de Defensa, Jorge Burgos, su compañero de colegio en el San Ignacio con el que tomaban el trolley para regresar a su casa. Pero sus inmejorables relaciones con la elite trascienden las fronteras ideológicas y religiosas: los empresarios Roberto Fantuzzi y Juan Pedro Pinochet –ex director ejecutivo de Un techo para Chile– son dos de sus principales aliados en el sector privado. En el mundo político, tiene lazos transversales: se lleva estupendo con Jovino Novoa y con el ex presidente del Consejo de Defensa del Estado durante el periodo de Lagos y Michelle Bachelet, Carlos Mackenney. En la polémica que lo enfrentó a la jerarquía de la Iglesia antes de partir a África, fue la propia historiadora Lucía Santa Cruz la que salió en su defensa con carta a El Mercurio.
El padre Berríos está de vuelta.
Luego de las entrevistas se sumergió en un retiro espiritual que lo tendrá algunos días alejado de la contingencia, y solamente sus visitas al dentista interrumpen su estado de reflexión. Intenta no hablar por teléfono -poco y nada entiende el nuevo aparato que le regaló su hermano Andrés-, lee la autobiografía espiritual de San Ignacio y se encuentra a la espera de que la Compañía de Jesús especifique las labores que deberá realizar desde este 2014. Cuentan que todavía no ha procesado del todo su regreso desde África y que el aterrizaje -a la vista está- ha sido demasiado intenso. En el otro continente dejó a su perrita Leo y, entre tantos recuerdos, el de las cuatro familias que bautizaron a sus hijos con su nombre en señal de agradecimiento. Acá lo esperaba su madre Lucy, mayor y enferma, que no lo reconoció después de cuatro años tan lejos.

Los amigos del MRTA

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Por Martha Meier Miró Quesada- Diario Expreso
El terrorista Peter Cárdenas Schulte salió de la cárcel, apareció en la televisión como un personaje de valía y se fue a Suecia.
La fachada sueca, con segunda mujer y dos de sus hijos allá, le resultará perfecta a este cabecilla (dizque ex)  del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, MRTA. Hay que entenderlo, la profesión de Peter Cárdenas alias “Alejandro” es el terrorismo, y un terrorista libre es una bomba de tiempo. Volverá a las andadas.
La izquierda criolla se horroriza al pensar que el expresidente Fujimori pueda ser indultado o tener un nuevo juicio, pero cacarea por benevolencia para los terroristas. El presidente de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, CVR, Salomón Lerner Febres quiere que la candidata de Fuerza Popular, Keiko Fujimori, le dé la espalda a su padre, pues como calificó de “positiva” la labor de la CVR debe garantizar  “que no se interpondrán más recursos judiciales destinados a liberarlo”. Este mismísimo exigió nuevos juicios para los terroristas.
A comienzos de los 2000 la CVR permitió que el terrorismo diera mensajes confusos. En un vídeo Cárdenas decía, por ejemplo, “quiero acá recordar solamente que los del MRTA […] hemos resistido y luchado incansablemente contra el fujimontesinismo”. ¿Y? El abogado Diego García Sayán fue el artífice de la liberación de Cárdenas y de otros de esa laya. García Sayán (exministro de Justicia, de Paniagua, y  Relaciones Exteriores de Toledo) fue cercano al Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, “guerrilla” de inspiración cubana (tal el MRTA).
Hoy funge de juez en la Corte Interamericana de Derechos Humanos y figura como consultor de la fundación Open Society, del narco-legalizador y especulador financiero George Soros. Sí, el mismo que le bancó a Toledo la marcha de los “Cuatro Suyos” en nombre de una “democracia” que solo lo es y será cuando los  rojos ocupen cargos (caso contrario le dirán “dictablanda”, “dictadura” o “traición”)
De la mano de la CVR, Cárdenas denunció una supuesta “permanente propaganda en contra nuestra”. Lo mismo dijeron tres personajes cercanos a la CVR, en el documental “Alias Alejandro”, presentado en 2005 por el hijo mayor de Cárdenas. Allí, la derecho humanista Sofía Macher, el analista Nelson Manrique y el historiador Iván Hinojosa afirman que “Cárdenas nunca fue el número dos del MRTA”, que “no era sanguinario, los medios lo convirtieron en eso”, y cosas por el estilo. ¿Somos bobos, o qué? Y terminamos con una frase amenazante del emerretista  Alberto Gálvez Olaechea, cortesía de otro vídeo de la CVR: “no olvidemos que en estas heridas abiertas de los vencidos fermentan las futuras rebeliones”. Avisados estamos. ¿Qué esperamos para parar a la marea roja?

Dilma Rousseff se hunde

Por / – Diario El País
La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, recibió este miércoles una pésima noticia para su gestión: el Tribunal de Cuentas de la Unión (TCU) decidió de forma unánime rechazar las cuentas del Gobierno de 2014. Esta sospecha, de que el Gobierno hizo maniobras fiscales irregulares, es una de las apuestas más fuertes de los opositores para respaldar jurídicamente una posible destitución de Rousseff, sumida en una prolongada recesión económica y una grave crisis política cuyos efectos son difíciles de predecir.
Es la primera vez que el Tribunal de Cuentas declara que un Gobierno no cumplió sus obligaciones fiscales desde 1937, cuando rechazó los números del presidente Getúlio Vargas (que fue apartado del cargo por un decreto presidencial).
Este martes, además, el Tribunal Superior Electoral (TSE) abrió una investigación sobre presuntas irregularidades de financiación de la campaña presidencial de Rousseff, el pasado octubre. Los opositores están apostando por esas dos vías para iniciar un proceso de impeachment. En el caso de delitos de responsabilidad fiscal, el proceso de destitución se desarrollaría en el Congreso. En el segundo, financiación ilegal en la campaña electoral de 2014, la Justicia Electoral podría anular su mandato.
El Tribunal de Cuentas es una institución de bajo voltaje político, pero la votación de la noche del miércoles estaba cargada de significado y los brasileños la siguieron con atención, en retransmisiones en directo por televisión e Internet. La decisión no abre paso necesariamente para que Rousseff deje el poder. En las condiciones actuales, y descontadas las oscilaciones de esta crisis, el rechazo de cuentas puede no prosperar en el Senado, controlado todavía por la mandataria del Partido de los Trabajadores (PT). Pero proporciona más argumentos a la oposición en sus solicitudes de destitución en la Cámara baja, central en el proceso, y puede ayudar a resucitar las movilizaciones que exigen su salida.
Los expertos consideran el golpe del Tribunal de Cuentas a la gestión de Rousseff más político que práctico, por ahora. Hay quienes entienden que no cabría la destitución de la presidenta por delitos cometidos en el mandato anterior (fue reelegida en 2014 y empezó un nuevo mandato en enero). Sin embargo, se estudia si las maniobras no se produjeron hasta febrero de este año, en la actual legislatura. Otros dicen incluso que, como fue reelegida, sus decisiones del pasado sí afectan al actual Gobierno. Todo oscilará en función de los inestables apoyos de la presidenta, que cuenta con menos del 10% de aprobación y tiene aliados poco confiables en el Congreso, a pesar de que la semana pasada reformó su gabinete para acomodar aliados y romper su aislamiento.
La decisión del tribunal será ahora analizada por la Comisión Mixta de Presupuesto en el Congreso, presidida por la senadora Rose de Freitas (Partido del Movimiento Democrático Brasileño, PMDB). Freitas está vinculada al grupo del presidente del Senado, Renan Calheiros, que en estos momentos es un aliado del Gobierno. En la comisión, lo probable es que la discusión se prolongue a propósito. Y que, cuando se voten las cuentas, estas sean aprobadas, aunque con reservas, según evaluó en ese miércoles la consultoría de riesgo político Eurasia.
El Gobierno de Brasil tiene muchos frentes abiertos a la vez, entre ellos los problemas económicos de un país en recesión y resistencias en su propio partido, lo que hace el escenario político muy volátil. La inestabilidad en la base de apoyo del Gobierno en la Cámara aún es muy grande y ha quedado al descubierto con las dos votaciones de esa semana. En ellas, Rousseff no ha conseguido ni siquiera el número mínimo necesario de parlamentarios para detener proyectos que aumentan el gasto con los funcionarios del Estado, que pueden dañar el ajuste fiscal.
En ese frente de incertidumbre está el imprevisible megaescándalo que investiga corrupción en la Petrobras. Ahora, las investigaciones se acercan al crucial presidente de la Cámara, Eduardo Cunha, acusado de tener cuentas secretas en Suiza. Sin embargo, esta semana, con las dificultades del Gobierno para hacer valer su voluntad en el Congreso, Cunha demostró que todavía tiene suficiente fuerza política como para controlar una parte importante de los parlamentarios.
La oposición, criticada por el apoyo incondicional a un posible corrupto a cambio de la destitución, ya prevé que el presidente caiga tan pronto como se divulguen los extractos que prueban la existencia de sus cuentas secretas. El diario O Globo asegura que los extractos, que la Fiscalía General de la República está analizando, demuestran que utilizó empresas offshore para operar esas cuentas. Un grupo de 30 diputados de siete partidos presentó una solicitud ante la Fiscalía de la Cámara que se le retiren los derechos políticos. En este momento, Rousseff y Cunha corren para determinar cuál de los dos se salvará.

Con ‘Lusers’ perdemos todos

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"Con 'Lusers' perdemos todos", por Pedro Canelo

Por Pedro Canelo- Diario El Comercio
Lusers” es una película castigada por sus carencias: le falta todo. Un guion que no se enciende ni con una chispita Mariposa, una dirección de actores casi ausente y un argumento tan cándido como cualquier capítulo de “Mi pequeño pony”. Dicen que un largometraje debe ser medido según el objetivo que persigue. Bajo esa escala de valores, somos generosos si solo decimos que estamos ante una cinta más que deficiente. Con otras producciones como “¡Asu Mare!”, era sensato reconocer que si querían carcajadas lo lograron sin discusión. Tenía valor desde la meta cumplida. En cambio, “Lusers” no es fiel a su naturaleza cómica, si incluían risas grabadas de series estadounidenses evitaban el papelón en algunas salas. Una vecindad sin el Chavo, Quico, Don Ramón y la Chilindrina es mil veces más graciosa que “Lusers”.
En ese recuento del buen cine peruano en este 2015 tampoco podríamos incluir a “Lusers”. No solo por su fallida realización, sino también porque es una coproducción sudamericana. Y en esa condición de “cine continental” se pueden ver los primeros resbalones de esta película en su accidentado desfile por las pantallas. Con ese afán por cruzar fronteras se quedaron sin la chispa del humor local, se perdió el código de una comunidad. A su capacidad para ser chistosos en todos lados le negaron el pasaporte internacional.
Tres hombres entregados a su mala suerte hacen girar el difícil timón en “Lusers”: el siempre querido Carlos Alcántara, el argentino Pablo Granados (“VideoMatch”) y el chileno Felipe Izquierdo se conocen en medio de una improvisada expedición rumbo a Río de Janeiro para ver la final del Mundial Brasil 2014. No suena mal esta idea central pero la narración de la historia está repleta de lugares comunes y de forzadas referencias a las costumbres de cada país. Dos momentos con descuidos casi estudiantiles en este largometraje dirigido por el chileno Ticoy Rodríguez: la torpe caricatura de una tribu amazónica y el viaje en una embarcación brasileña donde el único actor que se había preparado para hablar un correcto portugués fue Diego Lombardi. Podríamos hacer hasta un top ten con más escenas pero no queremos “quemarle la película” a los entusiastas que aún deseen verla.
Hay películas regulares (“¡Asu Mare!”), malas (“¡Asu Mare 2!”), pésimas (“A los 40”) y “Lusers”. Producida por la peruana Tondero y la chilena Bamboosa, esta película transnacional no es la mejor oportunidad de esparcimiento en este feriado largo que recién comienza. El octogenario Melcochita, quien con solo mirar a la cámara daría más risa que los 100 minutos de “Lusers”, podría ser el mejor jurado para darle un valor a esta cinta: No vayan.

Espero confiado en el Señor

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Por Cinthia Velarde Chávez- Diario El Peruano
Gastón Garatea Yori es sacerdote de la congregación de los Sagrados Corazones. Es licenciado en Teología. Fue presidente de la Mesa de Concertación para la Lucha contra la Pobreza, con la que participó también en el Acuerdo Nacional. Fue comisionado de la Comisión de la Verdad y Reconciliación.
Obtuvo las Palmas Magisteriales en el grado de Amauta, condecoración hecha por el Ministerio de Educación en mérito a su contribución extraordinaria y ejemplar al desarrollo de la educación, ciencia, cultura y tecnología.
Es asesor de Relaciones Interinstitucionales en la Dirección de Responsabilidad Social de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
El religioso destacó la política social del Gobierno debido a la atención focalizada e integral de los programas sociales. Además, criticó duramente a la clase política del Congreso por no dejar trabajar temas de fondo y perder el tiempo en insultos.
¿Qué le parece el programa que otorgará una pensión no contributiva a las personas con discapacidad severa en situación de pobreza?
–Me alegra mucho que el presidente de la República, Ollanta Humala, haya puesto los ojos en gente tan necesitada y vulnerable. Las personas con discapacidad severa requieren ayuda urgente. El monto de la pensión no contributiva puede irse ajustando, pero el gesto es valorable y rescatable; es decir, pensar en ellos ya es muy bueno.
–¿Con la aplicación de este modelo, el Perú puede convertirse en un referente en la materia?
–Es un primer paso, aún los recursos son muy limitados, esperemos que con el pasar del tiempo los fondos vayan mejorando. Sé que programas similares se aplican en Europa.
–¿Qué evaluación hace de los programas sociales?
–Son muy buenos, sobre todo lo que se ha invertido en programas sociales a favor de los niños en pobreza extrema. Me parece que nunca se ha hecho tanto en el Perú por los niños. Tenemos programas sociales mucho mejores que los dos gobiernos anteriores debido a la focalización y la atención integral.
La labor del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis) es destacable, claro que ha habido algunos errores, pero son más los éxitos que las fallas.
–¿El presidente Ollanta Humala destacó la intervención de los programas sociales en la Amazonía?
–Eso es muy bueno porque esa gente vive en la exclusión y mientras nuestra población esté necesitada requerimos de los programas sociales.
–Entonces, los programas sociales deben continuar y el próximo gobierno debe garantizar ello.
–El programa Juntos ha tenido una continuidad y se ha fortalecido desde su creación, en el 2005, hasta la fecha y ha resultado ser un buen programa. Pueden decir que es asistencialista, pero cuando la gente no tiene nada, hay que ofrecerles una alternativa de atención.
Juntos ha logrado que más gente acuda a los centros de salud, que más niños se vacunen y vayan a la escuela. Eso es una realidad concreta que le ha cambiado la vida a esa gente en extrema pobreza y con ello el país salió ganando.
–¿Cree que el programa Pensión 65 ha cumplido las expectativas esperadas?
–Pensión 65 es un alivio para mucha gente. Que los adultos mayores en vulnerabilidad sientan que reciben una compensación del Estado es muy significativo. No sabes la desgracia inmensa que representa llegar a ser anciano y no tener recursos para subsistir. Este programa busca aliviar, en algo, las necesidades de esta población en pobreza.
–Padre, usted ha dicho que este gobierno ha hecho mucho por los niños, ¿Cunas Más y Qali Warma apuntan a ello?
–Qali Warma ha mejorado a exigencia de la propia población y eso es genial. El programa es bueno porque brinda desayuno y almuerzo a los niños en sus colegios. Llegar a más de 3.1 millones de niños es un buen logro, pero, a mi juicio, debería llegar a todos los escolares. Pero estamos mejor que antes. Yo creo que con Qali Warma estamos en plan de reducir la desnutrición infantil con creces.
Un millón 300,000 peruanos han salido de la pobreza, ¿eso ha sido gracias a la política social ejecutada?
–Los programas sociales han servido para aliviar las demandas de la población que vive en extrema pobreza y deben continuar para que más gente pobre sea atendida.
–¿Qué importante es mantener una política de inclusión social?
–Las brechas sociales son muy grandes, todavía hay mucha gente que vive en la pobreza. Somos un país pobre que tiene necesidades, se hacen esfuerzos para revertir esta situación, pero aún hay miles de personas que viven de los almuerzos de los comedores populares, porque a los padres no les alcanza. Aunque estamos mejor que antes, es necesario continuar con la aplicación de una política de inclusión social.
–¿Cuáles son los desafíos de la política social?
–El desafío es tener gente sensible en estos puestos. Las titulares del Midis han hecho un buen trabajo. El poder tener políticas realistas frente a la población que vive en extrema pobreza es clave. Funcionarios que sepan interpretar el sufrimiento del pobre con una mirada social, que no solo se dejen llevar por cifras, sino también que conozcan la situación que padecen es lo que necesitamos para continuar en las metas trazadas.
–¿El ruido político afectó el desarrollo de la Agenda País?
–Las distracciones en las que han caído los políticos son vergonzosas, han estado en unos líos de callejón que son incalificables. Pensar que un Congreso de la República se pase la vida insultando, en vez de trabajar los temas que la gente reclama o encontrar personajes como la ‘robacable’, ‘comepollo’, ‘cometodo’, a uno le da vergüenza.
–¿Esas cosas han impedido trabajar en los temas de fondo?
–Evidentemente no han dejado trabajar los temas que interesan al país. Todas estas comisiones investigadoras, ¿cuánto tiempo han perdido en los insultos, en los dimes y diretes? Y a nadie se ha castigado todavía. Eso no es política seria. Los ciudadanos deberían reflexionar para elegir a mejores representantes.
Contra la anemia infantil
Como coordinador del Grupo Impulsor Inversión en la Infancia, el padre Garatea detalló que la institución que representa inició una movilización regional para acabar con la desnutrición crónica y la anemia que actualmente afectan al 24.6% y 54.7% de niños y niñas menores de cinco años, respectivamente. Explicó que para erradicar estos males es importante articular el trabajo usando instrumentos como el Padrón Nominal y el Certificado de Nacido Vivo; enseñar a las madres el uso de los multimicronutrientes y destinar recursos del Fondo para la Inclusión Económica en Zonas Rurales (Fonie) en obras de agua y saneamiento.

2015 Annual Meetings Lima Perú

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La economía china a la baja, Brasil en franca recesión y lento crecimiento económico en todas partes. Las Reuniones Anuales del Grupo Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional se desarrollan en Lima en un momento singularmente crítico. Las finanzas internacionales atraviesan por una crisis y el papel de los organismos multilaterales será clave para el financiamiento del desarrollo. La banca multilateral enfrenta grandes desafíos políticos y económicos. Este es el contexto de las discusiones que se desarrollarán en nuestra capital en los próximos días.
El presente Informe Especial de CARETAS analiza las perspectivas del financiamiento del desarrollo desde el punto de vista de ocho selectos invitados. Cuatro de ellos –Rebeca Grynspan, José Antonio Ocampo, Nancy Birdsall y José Antonio Alonso– destacados expertos internacionales, y cuatro peruanos que ocuparon puestos claves en las instituciones financieras internacionales: Roberto Dañino, Richard Webb, Raúl Salazar y Francisco Sagasti, quien colaboró en la coordinación de este informe.
Fuente: Revista CARETAS.
FotografiaLa Unión Europea apoyará con 40 millones de euros algunos programas de la política de inclusión social a favor de poblaciones indígenas de cinco zonas de la amazonía peruana, indicó Irene Horejs, embajadora de este bloque de naciones en el Perú.
Junto al comisario de la Cooperación Internacional del Desarrollo, sostuvo una reunión con el presidente Ollanta Humala, en la cual se dialogó sobre cómo incrementar la cooperación de la Unión Europea con el Perú.
La colaboración europea con el Perú, dijo, se da en temas como inclusión social, educación, becas de estudio, intercambio tecnológico y la lucha contra las drogas.
“En esta ocasión hemos firmado un convenio de 40 millones de euros en apoyo a la estrategia nacional de inclusión social, es para apoyar a incrementar el financiamiento de ciertos programas sociales en zonas amazónicas para las poblaciones indígenas”, sostuvo.
En declaraciones a Andina canal online, precisó que ese financiamiento podría ser desembolsado incluso a fines de este año o a inicios del próximo.
Horejs participó en las reuniones que se realizan como parte de la Junta Anual de Gobernadores del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, al cual asisten 15 mil participantes.
Fuente: www.andina.com.pe

4 acuerdos en Coyllurqui

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Una Comisión de Alto Nivel del Ejecutivo presidida por la ministra de Energía y Minas, los ministros del Ambiente, del Interior y Vivienda, junto a autoridades y representantes de la sociedad civil de la provincia de Cotabambas, instalaron la Mesa de Diálogo para encontrar una solución y absolver las preocupaciones en torno al proyecto cuprífero Las Bambas.
“Agradezco la hospitalidad del pueblo de Coyllurqui y de la presencia de todos los ministros, las autoridades (de la provincia de Cotabambas) que estuvieron reunidos en Lima y de todos los delegados acreditados en esta reunión”, señaló la ministra de Energía y Minas, Rosa María Ortiz, al arribar al distrito apurimeño encabezando la Comisión del Ejecutivo integrada también por los viceministros de: Minas, Ambiente, Salud y Agricultura. Además de funcionarios de otros sectores de Gobierno.
Inmediatamente, la Comitiva Oficial se dirigió hacia el auditorio de la Municipalidad de Coyllurqui, donde eran esperados por las autoridades y representantes de la provincia de Cotabambas, encabezada por el alcalde provincial Odilón Huanaco y el alcalde anfitrión, Leoncio Mendoza.
Acto seguido, los representantes del Ejecutivo saludaron a las autoridades y delegados presentes. La ministra Rosa María Ortiz, solicitó un minuto de silencio en memoria de las personas fallecidas en los lamentables sucesos y la muerte de efectivos de la Policía Nacional. Mientras el ministro del Interior, José Luis Pérez Guadalupe, explicó ante la solicitud de inmediata del levantamiento del Estado de Emergencia por los presentes, que el levantamiento de esta medida se da al interior del Consejo de Ministros.
MEM explica ITS de EIA
De acuerdo a una agenda previamente establecida, el viceministro de Minas Guillermo Shinno Huamani ofreció a los presentes una amplia y detallada explicación del Informe Técnico Sustentatorio (ITS) que modifica el Estudio de Impacto Ambiental (EIA) del Proyecto Minero Las Bambas.
Shinno Huamani, indicó que la reubicación de las plantas de molibdeno y de filtrados de Espinar (Cusco) a Cotabambas (Apurímac) que la empresa encargada de la ejecución del proyecto Las Bambas, MMG, se sustentó a través del ITS, que concluyó que los impactos ambientales que generarían no serían significativos, por lo que descartó algún tipo de contaminación cerca al área de operaciones del proyecto cuprífero.
Principales acuerdos
El pueblo de Cotabambas ratificó que es pacífico y su disposición para continuar con el diálogo constructivo, a la vez solicitó el levantamiento del Estado de Emergencia. Al respecto, los ministros informaron que este pedido se propondrá al Consejo de Ministro. Asimismo, los representantes de las comunidades campesinas se comprometieron a levantar la paralización, a no bloquear las carreteras y a no invadir el campamento del proyecto minero Las Bambas y a mantener la paz social sin ningún tipo de movilizaciones.
Otro acuerdo es sobre la atención de los deudos. Al respecto, el Ministerio de Vivienda atenderá con vivienda para los deudos de las tres víctimas fatales de los sucesos del día 28 de setiembre. Adicionalmente,  los sectores de Educación y los programas sociales identificarán medidas concretas para atender a estas familias. Para este efecto, representantes de los sectores antes mencionados estarán el viernes 9 de octubre en Cotabambas para coordinar estas medidas con las familias.
Asimismo, sobre la atención de los heridos, se informó que el Ministerio de Salud los está atendiendo y garantiza la atención necesaria e integral hasta su recuperación, lo que se dará en el establecimiento de salud más adecuado en relación al nivel de la atención que se requiera.
Finalmente, se acordó brindar mayor información relacionada con el Informe Técnico Sustentatorio  (ITS) y la planta de molibdeno. Por lo que se realizarán Talleres Informativos en cada uno de los distritos de Cotabambas. Estos talleres serán coordinados por el MEM de acuerdo a un cronograma consensuado, que incluye el distrito de Cotabambas, el sábado 17 de octubre.
Participantes
Estuvieron presentes en esta primera Mesa de Diálogo, el Gobernador Regional de Apurímac, Wilber Venegas y por la provincia de Cotabambas: Antolin Chipani Lima, Alcalde de Challhuahuacho; Ysaac Anaya Cruz, Alcalde de Haquira; Fortunato Mantilla Llamocca, Alcalde de Cotabambas; Leoncio Mendoza Zambrano, Alcalde de Coyllurqui; el Alcalde de Mara, Adiel Sota Mendoza;  y el Alcalde Provincial de Cotabambas Odilón Huanaco Condori.
Por el Gobierno Central: Rosa María Ortiz Ríos,  Ministra de Energía y Minas; Milton Von Hesse La Serna, Ministro de Vivienda Construcción y Saneamiento; José Luis Pérez Guadalupe, Ministro del Interior y Manuel Pulgar Vidal Otálora, Ministro del Ambiente. Asimismo, los viceministro de Minas,  Guillermo Shinno; el viceministro del Ambiente,  Mariano Castro; el viceministro de Agricultura, César Sotomayor;  el viceministro de Vivienda, Francisco Dumler y el viceministro de Salud, Pedro Grillo.
También estuvieron presentes, el representante de la Oficina de Diálogo y Sostenibilidad de la PCM, Martín Carbajal; de la Defensoría del Pueblo de Apurímac, Rosa Santa Cruz Córdova; y el Presidente de la Red de Líderes Locales de Apurímac-REDAP, Miguel Angel Huachaca Mamani.
Fuente: www.minem.gob.pe
Paro por Las Bambas: unas 2 mil personas marcharon en AbancayDiversas organizaciones populares de la ciudad de Abancay (región Apurímac), acataron el segundo día de paro de 48 horas, en respaldo a los pobladores de las provincias de Cotabambas y Grau, quienes exigen la revisión del estudio de impacto ambiental del proyecto minero Las Bambas.
Los dirigentes y pobladores que han acatado esta paralización solicitan que se levante el estado de emergencia, pues aseguran que esta medida afecta a cuatro de las siete provincias de Apurímac.
Asimismo, pidieron la instalación de una mesa de diálogo con la participación de ministros y representantes de las organizaciones populares, así como el asfaltado de la carretera que une la ciudad de Abancay con las provincias de Grau y Cotabambas.
Fuente: Radio Programas del Perú.

Las Bambas

Los trabajos para la construcción del proyecto de cobre Las Bambas (Apurímac) ya están a un 98% de avances. Frente a este contexto, se sabe que MMG Limited, operadora del proyecto de US$ 10,000 millones de inversión, viene ejecutando los trabajos de comisionado o “marcha blanca”, que consiste en la realización de pruebas con rocas, reforzamiento y ajuste de los equipos para el procesado del mineral, fase que tendrá una duración de dos a tres meses, periodo que durará hasta comienzos del año 2016.
Posteriormente –a partir del primer trimestre-, la operación iniciará su etapa de producción comercial, la cual se prolongará entre el segundo y tercer trimestre. En este plazo de seis meses, la operación asumirá una situación de ramp-up (incremento de producción).
Para fines del próximo año, Las Bambas debe llegar al 100% de su capacidad de producción minera.
Características
Las Bambas es un proyecto cuprífero que se espera produzca más de dos millones de toneladas de cobre en concentrado en sus primeros cinco años. Además de cobre, el yacimiento tiene mineralizaciones de oro, plata y molibdeno.
Se proyecta que los depósitos en Las Bambas le permitan a MMG Limited una vida minera oficial por unos 20 años. Aunque se estima que los yacimientos registrados en la concesión le permitan producción hasta el año 2050.
De los tres tajos abiertos a explotar, Ferrobamba contiene alrededor de 70% del mineral a tratar y se ubica 10 kilómetros al este de la planta concentradora. Chalcobamba y Sulfobamba aportan aproximadamente el otro 30 % del mineral a tratar.
Fuente: Diario Gestión.

Antauro Humala

Por Grecia Delta y Piero Llamo- Diario Correo
Mientras el proyecto minero Las Bambas vive una situación de aparente calma, tras el acta de entendimiento que acaban de firmar las autoridades locales con el gobierno, uno de los principales promotores de las protestas antimineras en Apurímac se encuentra en Lima coordinando próximas acciones de fuerza.
Resulta que el radical dirigente Augusto Vizcarra Valenzuela, presidente del Frente de Defensa de los intereses de la provincia de Grau, quien ha liderado varias de las protestas en Apurímac, llegó a la capital para reunirse nada menos que con el cabecilla etnocacerista Antauro Humala, hermano del presidente Ollanta Humala.
Correo ubicó a la salida del penal Virgen de la Merced de Chorrillos -donde se encuentra recluido el líder etnocacerista- a Vizcarra Valenzuela, quien abandonaba ese recinto junto al reservista Roger Chipana Yupanqui. Ambos habían ingresado al promediar las 11.00 horas y se retiraron pasadas las 13.00.
Como se sabe, Vizcarra Valenzuela es el máximo dirigente del Frente de Defensa de Grau, provincia que junto a Cotabambas se fue al paro contra el proyecto La Bambas. Además, es un etnocacerista que purgó cárcel por participar en el Andahuaylazo del 2005.
RADICAL. Precisamente, el último 28 de setiembre, al promediar las 18.00 horas, Augusto Vizcarra se hallaba en el distrito de Challhuahuacho (Cotabambas) en medio de las violentas protestas, y fue él quien reportó a una radio local el primero de los tres muertos que dejaron los enfrentamientos: Ezequiel Huamaní Mío (30).
El paro de 48 horas convocado por organizaciones sociales de la región dejó en su primera día un promedio de veinte heridos. En el segundo, otros dos comuneros identificados como Beto Chahuayllo Huillca (34) y Alberto Cárdenas Challco (23) fallecieron tras las trifulcas.
De acuerdo con fuentes de la zona, Vizcarra Valenzuela es el responsable de agitar a las masas en la provincia de Grau con su discurso radical contra la minería.
Como se sabe, el martes 6 de octubre, una comisión de avanzada encabezada por los ministros del Interior, José Luis Pérez Guadalupe; del Ambiente, Manuel Pulgar-Vidal; de Energía y Minas, Rosa María Ortiz; y de Vivienda, Construcción y Saneamiento, Milton von Hesse, arribó a la zona del conflicto donde se instaló una mesa de diálogo. Aquí, en Challhuahuacho, miembros de la sociedad civil y el Estado firmaron un acuerdo que aún no ha sido aceptado por todos.
EL JEFE. Abordado por este diario a la salida del centro de reclusión, Vizcarra Valenzuela precisó que Antauro es amigo suyo y le profesa admiración. “Es mi jefe y ha sido mi jefe en el Andahuaylazo. Hay un respeto, he venido a visitarlo después de mucho tiempo y a decirle que el mayor EP (r) no debería estar en la cárcel. Ya va más de 10 y son 19 años. El único delito por el que está es por rebelión”, dijo.
“Estamos evaluando anunciar un nuevo paro si es que el Gobierno no dialoga con el pueblo. Estamos hablando de esta empresa, una bolsonada grande, la segunda mina a nivel mundial. La posición del mayor (Antauro) es patriótica, es esa. He venido a saludarlo, está muy bien de salud, esperamos que ya no lo tengan secuestrado. Es un líder”, agregó Vizcarra Valenzuela, dejando en claro que el hermano del presidente Ollanta Humala respalda su lucha radical.
Cuando se le preguntó qué es lo que Antauro Humala espera sobre la solución de este conflicto por parte del gobierno, el dirigente del Frente de Defensa de Grau reveló que Antauro “está preocupado por las cosas que pasan. Cuando era teniente EP, él estuvo en Las Bambas y conoce perfectamente y está preocupado por eso. Él no espera nada como Gobierno. Si hasta el momento su hermano (Ollanta) no ha hecho nada por él. Él siente que le ha entregado el país a los inversionistas”, expresó el también etnocacerista.
Refiere que el Estado ha incumplido una serie de compromisos establecidos en un documento en el que constan 17 puntos a favor de los pobladores de su jurisdicción. Entre estas premisas están la de la mano de obra por parte de los moradores de las zonas de influencia del proyecto, así como educación, carreteras asfaltadas, salud y un aumento en el canon minero que perciben por año.
Además, manifestó que no están de acuerdo con las modificaciones que hizo el Estado en el Estudio de Impacto Ambiental (EIA) del 2013, sin una consulta previa con el pueblo.
Trascendió que ya se acordó la instalación de una nueva mesa de diálogo para el 16 del presente mes en la provincia de Grau.

La joven de las especias

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Tilo (Aishwarya Rai), una inmigrante de la India, es comerciante, clarividente, y una joven de las especias. Las especias que ofrece a sus clientes les ayudan a satisfacer sus necesidades y deseos, tales como “madera de sándalo para disipar los recuerdos dolorosos, o las semillas de comino negro para proteger contra el mal de ojo”.
Cuando era niña, Tilo fue iniciada como una de varias jóvenes de las Especias por una madre primeriza (Zohra Sehgal), que advierte a los jóvenes acerca de las reglas que deben seguir si no quieren enfrentarse a las consecuencias. Se les instruye para no salir de sus respectivas tiendas en todo el mundo, no tocar la piel de las personas que conocen o no utilizar las especias para sus propios fines.
Tilo trabaja en la bahía de San Francisco en una tienda llamada “Bazar de las Especias”. Los clientes de Tilo incluyen Haroun, un conductor de taxi (Nitin Ganatra); un abuelo (Anupam Kher) y su nieta Geeta nacida en Estados Unidos (Padma Lakshmi); Kwesi, un hombre que trata de impresionar a su novia (Adewale Akinnuoye-Agbaje); y Jagjit, un adolescente que pretende encajar en la escuela (Sonny Gill Dulay).
Un día su vida da un giro cuando un hombre (Dylan McDermott) tiene un accidente con su moto en la puerta de la tienda. Tilo atiende sus heridas mientras trata de ignorar su atracción mutua. Su vida cambia cuando él la toca y se enamoran. El motorista, Doug, es un arquitecto estadounidense.
Sin embargo, las especias son celosas, y pronto las cosas empiezan a ir mal en sus relaciones con los otros clientes. Haroun tiene un accidente, la situación de la familia de Geeta no mejora, Jagjit se relaciona con la gente mala en la escuela, y la novia de Kwesi rompe con él. Doug se encuentra con Tilo y le dice que su madre murió.
Tilo se da cuenta de que el origen de estas desgracias es la ruptura de las reglas, jura que va a volver a la India y pone un aviso de venta de la tienda. Antes de marchar, hace todo lo posible para ayudar a sus clientes una última vez y le dice a las especias que ella pasará una última noche con Doug, y luego se entregará totalmente a ellas. Cierra la tienda y se va con Doug. Tras una noche dulce, ella le deja una nota en la que le explica que tiene que irse y no puede regresar pero que ella siempre lo amará. Luego va a la tienda y prende fuego a las especias, quedando ella en el centro de las llamas.
Doug va en busca de Tilo y encuentra la tienda devastada. Pero Tilo sigue ahí, viva y consciente a duras penas. No hay ninguna señal de un incendio, pero ha habido un terremoto. Vemos una visión de la Primera Madre sentada en la playa, diciéndole que ya demostró su voluntad de renunciar a todo por las especias, ahora se puede tener todo y nunca la abandonará de nuevo. Doug se compromete a ayudar a su reconstrucción de la tienda, y ella vuelve a trabajar con él.
Fuente: Wikipedia.

Diócesis de Abancay

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Un obispo en los Andes peruanos

Por + Enrique Pèlach y Feliu
En 1929, hubo en España la famosa Exposición Internacional de Barcelona. Llamaba la atención la belleza de jardines y el derroche de agua en surtidores y cascadas delante del Pabellón Nacional, de cuyo entorno salían de noche unos haces de luz tan potentes que los veíamos en el cielo desde la finca de mis padres, a cien kilómetros de distancia.
Mis padres nos llevaron, a los siete hijos mayores -éramos en total diez hermanos-, a ver aquella maravilla. Yo era un muchachito de doce años que miraba todo aquello -los nuevos inventos y las maquinarias expuestas y tanto aparato sofisticado- con aires de persona mayor, pero sin entender gran cosa. De verdad, lo único que me interesó fue el Pabellón de Misiones. ¡Aquello sí, todo!
Recuerdo que, a la salida, vendían pañuelos de seda con fotografías estampadas de los diversos pabellones. Mi padre nos dejó escoger un pañuelo a cada uno, como recuerdo. El que más me agradaba era el del Pabellón Nacional con aquellos haces de luz; pero escogí el del Pabellón de Misiones, aunque era menos llamativo. Sin duda lo preferí porque sintonizaba más con lo que Dios puso en mí desde niño. Fue un presagio de mi vida entera; y no me canso de dar gracias a Dios, porque “eso”, el soñar y vivir para los demás con proyección misionera, me ha hecho siempre muy feliz, ¡felicísimo!
En mi andadura por el mundo de las almas, para asegurar el cumplimiento del “Mandamiento Nuevo” del Señor Jesús “de amarnos unos a otros como Él nos amó”, he tratado de amar al prójimo –alma y cuerpo– más que a mí mismo.
Confieso que no siempre lo logré, pero escogí como lema de mi episcopado el lema “ARDEO NAM CREDO”, y he tratado de jamás desmentirlo. Ardo de amor a Dios y al prójimo porque creo, porque Dios me ha regalado el don de la Fe.
En estas páginas se encuentra algo del intento personal, de vivir el amor a Dios y al prójimo, que bien sí son una sola y misma cosa y dependen uno del otro íntima y totalmente. Y beso mi anillo en el cual está mi lema, y repito: Ardeo nam credo.
Cuando llegué al Perú en 1957, había ya ensillado y montado muchas veces una yegua de mi casa. Era una diversión que ponía alas a mis sueños misioneros con afán de almas. Cabalgando por los caminos y senderos de la finca de mis padres, contemplando los sembríos y los avellanos y entrando por los bosques de pinos, encinas, robles y alcornoques, qué fácil era imaginar parajes de ultramar: África, Asia, América…
Para ir en pos de las almas, ¿montaría caballos o mulas o camellos o quizás algún burrito como aquel del Señor? La imaginación volaba. Luego rezaba y ofrecía sacrificios y trabajos con la esperanza de que algún día…Y siempre aquellos paseos tenían que terminar demasiado pronto. Al desensillar aquella buena yegua color castaño, la acariciaba como fiel compañera de ideales. Le conversaba y la engreía con algarrobas y algún terrón de azúcar, que comía en mi mano.
Cuando llegué a los Andes, ya vi que serían caballos y mulas y carros de doble tracción los compañeros de mis aventuras humano-divinas.
Pero antes de llegar a los Andes, hubo un largo camino de cuarenta años, que pasó por el seminario de Gerona, la universidad, Roma y un montón de apostolado sacerdotal y vivencias providenciales, que creo conviene mencionar. La primera de ellas fue conocer el Opus Dei, que tanto tuvo que ver con mi ida y vida en el Perú.

Primera noticia del Opus Dei

Del Opus Dei tuve la primera información –y muy buena– el año 1941, con motivo de una de tantas persecuciones que padeció san Josemaría Escrivá de Balaguer y su Obra; aquella vez en Barcelona.
Seminarista aún, estaba de vicerrector del seminario de Gerona, y el Rector, el doctor Damián Estela, recibió noticia de que en Barcelona habían expulsado de la Congregación Mariana a dos jóvenes, por ser miembros de una “secta herética” llamada Opus Dei. Esta fue la noticia que llegó al seminario de Gerona. No sabíamos más.
El Rector, alarmado por la vecindad que teníamos con Barcelona, a sólo cien kilómetros, me comentó la noticia. Me ofrecí a viajar allí y enterarme de lo sucedido. En Barcelona residía un sacerdote amigo, escritor, el doctor Ricardo Aragó, que sabía cuanto sucedía en el mundillo eclesiástico. Él podría informamos bien. Este sacerdote, mayor que yo, era oriundo de una masía muy cercana a la de mis padres, pero vivía en Barcelona.
En el primer tren de la mañana viajé a Barcelona y, de la estación, en taxi, a Sarriá, la parte alta de la ciudad, donde vivía el doctor Aragó.
Se llevó una sorpresa al abrirme él mismo la puerta.
-¡Qué milagro! ¿Qué te trae?
– Necesito una información.
Y casi sin preámbulo, ya sentados, le pregunté por la “herejía” Opus Dei.
– No es herejía, me dijo; sino una obra de mucho bien y de un gran porvenir para la Iglesia.
Pensé que no le había expresado bien el tema, e insistí.
– No, doctor Aragó, yo pregunto por una herejía que dicen que es muy perniciosa y que desorienta especialmente a la juventud.
– Sí, claro, el Opus Dei –me repitió–; pero esto no es una herejía, sino una organización de un gran porvenir para la Iglesia.
Es una obra muy buena.
Yo, que esperaba saber de una herejía tremenda, seguí preguntando:
– Pero, ¿no han expulsado a dos jóvenes de la Congregación Mariana por pertenecer a esta herejía?
– Sí, claro; pero ha sido una equivocación de la Congregación Mariana.
Entonces me contó con lujo de detalles quién era el Fundador, cuándo había nacido el Opus Dei, qué pretendía y por qué era perseguido injustamente, incluso por gente buena que veía herejías donde había una llamada universal a la santidad y un querer ser santos en medio del mundo, metidos en los trabajos y quehaceres de la vida ordinaria.
La conversación era tan interesante que siguió durante el almuerzo y el tiempo de una larga sobremesa, contándome muchos detalles de la vida que llevaban los miembros del Opus Dei, y el apostolado que hacían con tanta garra, aunque allí, en Barcelona, todavía eran pocos en número, en comparación de Madrid, donde había nacido, y otras ciudades.
Salí para tomar el tren hacia Gerona con una idea bien clara: el Opus Dei no sólo no era una herejía, sino que se trataba de una obra buena y de mucho porvenir para la Iglesia.
No tenía ya que preocuparse el Rector del Seminario.
Le conté la larga entrevista con un sinfín de pormenores, y quedaba claro que no había por qué temer, sino alegramos de que Dios hubiera suscitado algo tan bueno en la Iglesia.
Esta buena información me llevó, en años sucesivos, a tener interés por las actividades del Opus Dei, más que más cuando sabía de algún conocido –e incluso de algún amigo mío– que pertenecía a la Obra.

AÑO SANTO 1950

Estaba por terminar la década de los 40, y era exactamente el 3 de diciembre de 1949, cuando conocí personalmente al Fundador del Opus Dei.
En Roma se vivía gran expectación por el Año Santo de 1950, que prometía grandes celebraciones. Se habían derruido aquellos espigones de casas que iban desde la Plaza de San Pedro al Tíber, para hacer la ancha Vía della Conciliazzione. Se estaban terminando a toda prisa los palacios que iban a cerrar de nuevo, en parte, la amplia Vía, para no desmejorar la monumental Plaza de San Pedro con la Columnata de Bernini, formando la Plaza Pío XII. Iban y venían las noticias de un año santo extraordinario.
El embajador español ante la Santa Sede, don Joaquín Ruiz Jiménez, tuvo la feliz idea de organizar un almuerzo y encuentro de la flor y nata de la colonia española en Roma, para conversar sobre el Año Santo. Se celebró en el Palazzo Altemps, residencia del Colegio Español de Roma, para los seminaristas y sacerdotes de las diócesis españolas que los obispos enviaban a las Universidades Pontificias. Allí estaba yo por aquellos años.
En el gran comedor del Colegio los alumnos nos situamos en las mesas junto a las paredes, dejando en el centro mesas en forma de una gran T, para los invitados. En la presidencia estaba Monseñor Escrivá junto al Embajador, el Rector Don Jaime Flores y otras personalidades.
En cuanto entró Monseñor Escrivá, los alumnos que tenía cerca cuchichearon:” ¡Es Monseñor Escrivá!…, ¡el Fundador del Opus Dei, el Padre!”
Era el 3 de diciembre del 49, a mediodía, y no se me olvida.
Durante el almuerzo pensé que si Monseñor Escrivá había fundado y llevado adelante su gran Obra, sin duda podría orientarme para una obra misional y misionera que yo trataba de poner en marcha en las diócesis catalanas, y tropezaba con que los señores obispos no me atendían. Después del almuerzo, hicimos la visita al Santísimo y, luego, una alegre reunión informal, entre invitados y alumnos, en la galería principal del Colegio. Monseñor Escrivá era muy requerido por todos, unos y otros le saludaban y hablaban con él. Me fui acercando y, ya junto a él, se volvió hacia mí; me presenté y añadí que quería pedirle un consejo.
– Dime, hijo mío, ¿qué quieres?
En pocas palabras le expuse mi proyecto y mi gran dificultad: los señores obispos.
– Mira, hijo mío, –me dijo seguido–: en primer lugar encomiéndalo mucho; en segundo lugar ofrece estudio, trabajo, horas…; después, vete a hablar a solas y confiadamente a cada obispo; y en cuarto lugar, ponlo en marcha.
No añadió nada más, ni yo tampoco. Le agradecí el consejo y me retiré del grupo. Quedó tan a fuego lo que me dijo, que han pasado muchos años y lo recuerdo textualmente. ¡Vaya si lo encomendé! En el poco tiempo que faltaba para la Navidad fui ofreciendo todo lo que podía, porque quería ponerlo en marcha cuanto antes.
Entre Navidad y Reyes, aprovechando las vacaciones de la Universidad, hice las visitas a las ocho diócesis catalanas y todo fue saliendo como coser y cantar. ¡Qué amables y dispuestos los señores Obispos!
Me animé también a ir a hablar al abad Escarré, porque a Montserrat suben muchos peregrinos, y también aceptó la idea y le pareció magnífico poner allí propaganda y lo que yo quisiera sobre misiones.
En resumen, el 7 de enero regresaba a Roma teniendo ya en marcha toda la organización inicial que deseaba. Mientras, corría el Año Santo, realmente esplendoroso en Roma. A mitad de mayo hubo la canonización de San Antonio María Claret, un santo catalán –de Vich, por más señas–, que fue Obispo de Cuba. Acudieron a la canonización muchos españoles y el embajador Ruiz Jiménez ofreció, de nuevo, un almuerzo y agasajo en el mismo Palazzo Altemps -el Colegio Español- a las personalidades llegadas y a algunas de la colonia romana.
Estuvo también invitado Monseñor Escrivá, y esta fue mi oportunidad para agradecerle su acertado consejo.
Como la vez anterior –3 de diciembre–, después de la visita al Santísimo, me acerqué y enseguida me dijo:
– Te recuerdo, hijo mío.
Y antes de que pudiera decirle algo, me cogió del brazo y fuimos caminando rápido, huyendo del barullo, hasta la galería abierta, que había en frente, al otro lado de patio interior. Allí no había nadie. Nos detuvimos y él me escuchó mientras le daba gracias por el buen consejo; le conté las gestiones hechas y que ya estaba el proyecto misionero en marcha.
No hizo ningún comentario. Al terminar mis cuatro palabras, pasó su mano por detrás de mi espalda y me cogió del brazo derecho, apretándome fuerte contra su pecho y comenzamos a caminar a lo largo de la galería. Monseñor Escrivá me iba hablando de tema bien diferente al que yo traía, aunque tenía relación. Me hablaba de sacerdocio, de santidad, de amor a la Iglesia, de entrega personal, de poner a Cristo en la cumbre de todas las actividades humanas.
¡Me llevé una impresión fortísima! Me di cuenta de que me estaba hablando un hombre de Dios, un sacerdote santo. Al llegar al final de la galería, no me soltó; dimos vuelta y siguió hablándome, caminando igual, yo apretado a su pecho. Recuerdo que era un caminar algo incómodo, porque las dos sotanas se enredaban, pero al final de la galería tampoco me soltó y así dimos unas cuantas vueltas, no se cuántas -quizá ocho o diez-, despacio, siempre hablándome con palabras de fuego y yo contestando con algún monosílabo.
El impacto que me causó fue indescriptible. Encontrarme de repente con un sacerdote santo que se interesaba por lo esencial de mi vida y de un modo tan directo y personal, fue algo tan profundo que cuando quise rehacer toda la conversación -mi parte fue mínima-, ya no pude. La impresión me había avasallado y los propósitos surgían.
En aquel momento el clero diocesano no tenía aún cabida dentro del Opus Dei.
Lo tendría un mes más tarde, el 16 de junio de aquel año 1950, cuando Pío XII firmó la aprobación definitiva del Opus Dei, de la que forma parte inseparablemente unida la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, a la que podrían asociarse otros sacerdotes diocesanos.
No me enteré entonces de aquella aprobación trascendental, que tendría tanto que ver en mi vida.

EL OPUS DEI EN GERONA

Al finalizar mis estudios universitarios en Roma en 1951, viajé por Europa buscando en siete naciones cómo poder ir a Misiones siendo sacerdote secular diocesano, pero con un grupo igual de sacerdotes y con el derecho y el deber de tener la conveniente atención espiritual y humana. No lo encontré. Regresé a Gerona a mi seminario, donde me esperaban, con la determinación de no ir a Misiones, ya que no encontraba la forma que me parecía más conveniente.
El año siguiente estaba trabajando en Telégrafos de Gerona un miembro del Opus Dei, llamado Mariano. Era un joven con una grave desviación de la columna, muy atento. simpático y trabajador.
Por aquel entonces, –primavera del ‘52–, llegó a Gerona el nuevo Director de Correos y Telégrafos. Era el señor Cardona, que se vino de Jaén con su familia. El hijo mayor, Carlos Cardona, anduvo por las oficinas de Correos como para entretenerse, sin conocidos en la nueva ciudad. Pronto Mariano entabló amistad con él, que fue rápidamente una sincera y gran amistad.
A principios del mes de mayo don Florencio Sánchez Bella, sacerdote del Opus Dei que residía en Monterols, un Colegio Mayor de Barcelona, recibió un telegrama que escuetamente decía: “Ya somos dos. Mariano”.
En el primer tren llegó don Florencio a Gerona y buscó a Mariano, que le presentó a Carlos, quien había escrito al Padre pidiendo formar parte del Opus Dei. Fueron los tres al gran parque la Dehesa a conversar y, luego, sentados en uno de aquellos bancos del paseo, Don Florencio les dio una meditación, que fue la primera que se daba en Gerona por un sacerdote de la Obra. Pienso que aquellos tremendos árboles -plátanos- que plantaron los franceses durante la ocupación de Gerona, guardan aún la vibración y el calor de fuego de aquel rato de oración. Lo cierto es que enseguida comenzaron aquellos dos jóvenes un verdadero incendio en la ciudad y, al mes, aprovechando el “puente” de San Juan y San Pedro, un grupo de hombres tenía un curso de retiro que daba don Florencio, en la Casa Misión de la ciudad de Bañolas, con permiso del señor Obispo de Gerona.
Al regresar a Gerona fueron a casa de mi tocayo y amigo Enrique Salvatella, quien me llamó por teléfono preguntando a qué hora podía recibir a un sacerdote del Opus Dei que acababa de darles un curso de retiro en Bañolas y deseaba hablar conmigo. -“Mira, Enrique -le dije-, escucho por teléfono el rumor de las voces de hombres, que deben ser los que estuvieron en el retiro”.
– Así es; están conversando con el mosén. – Pues mejor voy a tu casa, y no le quito tiempo. En el Seminario estamos ya de vacaciones.
Con el solemne manteo y sombrero afelpado que usábamos en aquel tiempo, en diez minutos, me presenté a aquel tercer piso de la calle Santa Clara, con curiosa vista al río Oñar, que atraviesa la ciudad.
– Mejor entra a mi despacho –se excusó Enrique–, porque tengo la casa llena.
– Les oigo y parece que están muy contentos.
-¡Ha sido fantástico! Aquí podrán hablar tranquilos. Aviso al Mosén.
Enseguida entró rápido aquel sacerdote joven –don Florencio–.
Apenas nos saludamos, como si fuéramos viejos amigos –no nos habíamos visto nunca–,me dijo con su hablar rápido y seguido:
– Estos señores han hecho un curso de retiro en Bañolas. Algunos ya son del Opus Dei y otros quieren serlo. Les pregunté quién les podría confesar y dirigir, un sacerdote que entendiera el Opus Dei –porque yo vivo en Barcelona–, y me han dicho que Mosén Pélach. Parece que todos te conocen. ¿Estás de acuerdo? – Un momento –le dije–.
-¿Tienes algún reparo al Opus Dei?
– No, ninguno. Lo admiro, pero lo conozco poco. Me dices que algunos ya son del Opus Dei y que otros quieren serlo. Me tendrás que contar algo del Opus Dei. Si no, ¿cómo les dirijo?
– Mira, la espiritualidad de estos señores es perfectamente secular, como lo es la de un sacerdote diocesano. Como por un resorte del sillón, me encontré de pie.
-¿Qué hay en el Opus Dei para los sacerdotes diocesanos? -pregunté-.
Don Florencio echó una carcajada diciéndome:
– Siéntate, siéntate…
-Y comenzó a contarme-. Mientras le escuchaba muy sorprendido, pensé que no me había enterado por los años que estuve en Roma, en la universidad, y comenté muy convencido:
– Entonces ¡debe haber muchos sacerdotes diocesanos en el Opus Dei!
– Mira, en la Obra no cuentan las estadísticas -se limitó a decir-.
Confieso que esto me dio especial alegría. Hay que hacer el bien sin alharacas. (Si bien más tarde me enteré de que yo había sido el primer sacerdote diocesano de España y del mundo en pedir la admisión a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz). Siguió don Florencio contándome detalles de esta novedad, que yo iba descubriendo y en la que iba embebiéndome. En un momento en que me hablaba de la universalidad de la Obra, le pregunté:
-¿Está previsto que un sacerdote diocesano pueda ir a misiones?
– Sí -me contestó- pero el Padre tiene escrito en una instrucción que deberá ir en grupo y con la seguridad de tener siempre atención humana y sobrenatural, según nuestro espíritu.
Otra vez de pie y convencido exclamé:
– Siendo así, ¡apúntame!!!
– No, ahora no. Tienes que pensarlo bien y encomendarlo mucho.
-¡Apúntame! -repetí-. Lo tengo bien pensado y encomendado. Incluso he buscado esto por toda Europa.
– Y resulta que lo encuentras en Gerona mismo -comentó sonriente-.
Seguimos hablando un rato más. Luego me dijo que volvería a los ocho días y seguiríamos conversando. Que encomendara mucho a la Virgen mi vocación al Opus Dei. Y nos despedimos.
Al bajar las escaleras me di cuenta de que no habíamos hablado nada referente a la dirección espiritual de aquellos señores, sólo de lo referente a mí.
Caminaba radiante de alegría con el pensamiento y la imaginación a tope, tanto que, casi a mitad del puente del río Oñar, me encontré detenido y diciendo con algo más que un susurro: “¡Estic pescat!”… El ruido de las palabras me despertó y , caminando rápido, llegué como en un suspiro, ante el sagrario de la Iglesia del Seminario.

LA ESPERA

¡Y vaya si recé!…¡A cada rato! Me venía constantemente el recuerdo del gran descubrimiento. Allí estaba el tesoro escondido que había buscado a través de siete naciones, la perla preciosa de la parábola del Evangelio. Me sentía el hombre feliz. Tardaban en pasar los ocho días, y aun fueron diez, hasta que llegó a verme y a conversar, pero no don Florencio, sino otro sacerdote, don Emilio Navarro. En la conversación -que duró horas-, fue dándome detalles de la vida y espíritu del Opus Dei. También me dio a leer un escrito del Fundador; me dijo que Dios llama a cada uno donde está, y que por tener vocación al Opus Dei no se saca a nadie de su lugar, y en consecuencia el sacerdote diocesano siempre obedecerá a su Obispo. Que no tendría superior alguno en el Opus Dei, del cual recibiría el espíritu inspirado por Dios al Padre Escrivá y la ayuda sobrenatural para santificarme en el ejercicio de mi ministerio, “por ser ese el trabajo del sacerdote” -añadió-. Me habló de unidad de vida, de la importancia de las cosas pequeñas, de amar la vida ordinaria, de estar muy unido a los demás sacerdotes, del “nihil sine episcopo”, y de muchas cosas más.
Estaba de acuerdo en todo y deseaba oficializar mi entrega total cuanto antes. Por tanto, “apúntame de una vez al Opus Dei”. Se sonrió… y me dijo que en ocho días más vendría don Florencio y que tratara esto con él, y que, mientras, siguiera pensándolo bien y encomendándolo a la Virgen Santísima, que nos quiere mucho. Me dio la dirección de Don Florencio y nos despedimos.
¡Qué hermoso era todo! ¡Qué gran invento para que el sacerdote diocesano nunca se sienta solo y siempre tenga la ayuda humana y sobrenatural que necesite! Está claro que esto está inspirado por Dios.
Estos y otros pensamientos hacían larga la espera. ¿Por qué no querrán apuntarme, si les he dicho y redicho a uno y a otro que lo veo claro y que estoy totalmente decidido? A veces tarareaba una canción de amor que comienza: “Quien espera desespera…”, y más adelante asegura: …”Vendrá, vendrá la felicidad”. Ni a los ocho ni a los diez días llegó don Florencio. Los tres días había ido a la estación del ferrocarril a esperarle, y nada. Subí al primer tren que salía para Barcelona y me fui a Monterols.
-¿Que te trae? -me dijo al verme-.
¡Cómo que “qué me trae”!
Me dio un abrazo y entramos a una salita. Conversamos largo y, al salir, sabía que tenía que escribir una carta sencilla, familiar, al Padre pidiendo formar parte de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz.
(Entonces me enteré que para formar parte no nos “apuntan”…)
“Mientras –me dijo al despedirnos– sigue rezando y ofreciendo, y cuando llegue una fiesta de la Virgen que te agrade, escribe la carta: una carta sencilla, familiar, al Padre” -me repitió-.
La feché el 5 de agosto de 1952. Este día se celebra la fiesta de la Virgen de las Nieves. Es la fiesta de la Basílica de Santa María la Mayor, la primera iglesia construida en Occidente en honor a María Santísima. Una nevada indicó el lugar en Roma, después del gran Concilio de Éfeso, que definió como dogma de fe que la Madre de Jesús, Hijo de Dios, es verdadera Madre de Dios. Quise poner en manos de la Virgen mi entrega total en el Opus Dei, que no quería jamás desmentir. Ella me ayudaría a ser fiel.

POR FIN, PERÚ

En el verano de 1956 conocí a Don Ignacio María de Orbegozo. Fue en la convivencia que teníamos en Molinoviejo (Segovia-España) un buen grupo de sacerdotes de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, y nos contó que la Santa Sede iba a encargar al Opus Dei un territorio eclesiástico en la selva del Perú. “¡A ver quién se apunta!” – nos animó. De inmediato me ofrecí. Continuó Don Ignacio contándonos del calor que allí hacía, e incluso de la vestimenta que llevaríamos.
Por no sé qué dificultades, el territorio escogido no sería en la selva, y Monseñor Escrivá contestó: “Dennos el territorio que no quiera nadie”. Y el 12 de abril de 1957 se creaba la Prelatura Nullius de Yauyos, con las dos provincias civiles de Yauyos y Huarochirí, en plena cordillera occidental de Los Andes del Perú, nombrando Prelado a Don Ignacio María de Orbegozo y Goicoechea.
Al final del mes de mayo de 1957 llegó a Gerona Don José María Hernández de Garnica a comunicarme que, si quería ir a la recientemente creada Prelatura de Yauyos con MonseñorOrbegozo y un grupo de sacerdotes, había llegado el momento de decidirlo. Decidido ya estaba, y salí de inmediato a comunicarlo a mi obispo, el doctor Cartañá, pidiéndole su autorización. El doctor Cartañá conocía bien mis afanes misioneros, y a la media hora salía del palacio episcopal con la autorización del obispo.
Me dijo “Chiqui” -como le llamábamos familiarmente a Don José María- que tenía que ir cuanto antes a integrarme a un curso de la OCSHA (Obra de Cooperación Sacerdotal Hispano-Americana), que preparaba sacerdotes para ir a Hispanoamérica.
Al mediodía, en el Seminario, lo comuniqué al Rector, el doctor Damián Estela, y a los profesores, y celebramos la feliz noticia en el almuerzo, con una copita de “Calisay”. Pero a los dos días cambiaron de opinión y fueron al obispo a pedirle revocar la autorización dada, porque me “necesitaban” en el Seminario. ¡Vaya contratiempo! Y cuántas idas y venidas… Al fin se reafirmó la autorización episcopal, y me fui a Madrid, al curso de la OCSHA, que terminaba en quince días. Allí encontré a los otros cuatro sacerdotes que irían a Yauyos: Don Frutos Berzal, de Segovia; Don José Pedro Gresa, de Teruel; Don Jesús Mari Sada, de Navarra; y Don Alfonso Fernández Galiana, de Vigo.
Terminado el cursillo, nos fuimos de convivencia a Molinoviejo. Seguíamos el plan de todos, pero “los de Yauyos” teníamos sesiones especiales, muy interesantes y divertidas, con Don José María Hernández de Garnica.
Aquella convivencia tenía un sabor especial. Nos preparábamos con gran ilusión para una –llamémosla– “aventura”; o mejor dicho, un servicio a la Iglesia que nos encomendaba el Fundador del Opus Dei, el Padre, deseoso de secundar los deseos de la Santa Sede. Sabíamos que teníamos la bendición del Papa Pío XII que ya había nombrado al Prelado de aquel nuevo territorio eclesiástico, Yauyos. Don Ignacio estaba ya en Lima esperándonos impaciente. Pero la salida nuestra se retrasó un mes más, porque el “Queen Mary”, que zarpaba de Santander y nos tenía que llevar, había suspendido el viaje por averías; y nos incluyeron después en el “Marco Polo”, que ya estaba lleno, pero añadieron camarotes en la bodega, donde nos alojaron. En la madrugada del 3 de septiembre pudimos zarpar del puerto de Barcelona rumbo al Perú.
El “Marco Polo” era un viejo trasatlántico y muy cansado de navegar. Decían que aquel era su último viaje. La travesía hasta el puerto de El Callao duró veintidós días.
Como de ordinario en los viajes, sólo el último tramo se nos hizo largo y pesado, ¿o sería por el anhelo de llegar? En cuanto atracó el barco en El Callao, subió Don Ignacio, feliz, a darnos un abrazo con inmenso cariño.
Aunque el muelle no estaba muy limpio, besé con toda el alma mi nueva Patria, el Perú.
Recogimos todo nuestro equipaje que era un montón de cajas, baúles, paquetes y maletas con algo personal y mucho para iniciar la labor en la nueva Prelatura de Yauyos.
Estuvimos en Lima cinco días, y Don Ignacio, con un Land-Rober doble tracción que tenía para los caminos de la Prelatura, nos llevaba a los cinco sacerdotes recién llegados, a presentarnos al Señor Nuncio, al Cardenal Landázuri, a diversas autoridades civiles y a amistades suyas, mientras conocíamos algo de la ciudad y arreglábamos los documentos de migración.
El 1° de Octubre subimos a Yauyos y el 2 de Octubre, aniversario de la fundación del Opus Dei, se inauguró la nueva Prelatura con una Misa, lo más solemne que pudimos, en la iglesia de Yauyos, que entonces se convertía en Catedral de aquella ciudad de escasos 1,400 habitantes.
Don Ignacio distribuyó a los cinco sacerdotes: dos en Yauyos y tres en la provincia de Huarochirí acompañando a dos sacerdotes peruanos y a uno norteamericano, que estaban ya en las principales parroquias de aquella provincia. Desde el principio ningún sacerdote debía estar solo.
Así comenzamos a atender los pueblos de aquel territorio eclesiástico que, durante años, había estado abandonado en todos los aspectos. Don Ignacio era el primer obispo que visitaba la mayoría de los pueblos.
Constaba, por ejemplo, que el último obispo que visitó la región del Noroeste de Yauyos fue Santo Toribio de Mogrovejo, que estuvo en Huañec para un Concilio Límense, en el siglo XVI. Yo fui a atender la región de Lanca y Langaico en el norte de Yauyos, donde hacía veinticinco años que había estado por el último sacerdote. Estuve un mes por aquellas alturas de 4,700 metros, atendiendo todo lo que pude. La gente se tenía por católica, pero había que casar a los abuelos, bautizar y casar a sus hijos y bautizar a los nietos. Al año de recorrer cerros y quebradas atendiendo pueblos, nos llegó un segundo equipo de seis sacerdotes de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. ¡Qué alegría y qué respiro!
Y llegó el momento de comprar caballos y mulas, porque todos teníamos constantes salidas a los pueblos de la propia zona parroquial, por caminos de varias horas. Para Don Ignacio un caballo negro y fuerte, el “Moro”. Para mí uno color canela, el “Canelo” –precioso y de santa memoria–. El Padre Manuel Lema escogió una mula blanca como un rayo de luna, la “Gringa”. Para el Padre Feliciano otra mula llamada “Mulana”, muy noble y suave porque estaba adiestrada con el “paso peruano”. Los demás compraron caballos cada uno a su gusto.
Afortunadamente en la primera reunión que tuvimos al inaugurar la Prelatura, Don Ignacio nos dijo, con visión genial, que cada noche, además del examen de conciencia, anotáramos las actividades sacerdotales de la jornada: bautizos, matrimonios, predicaciones, confesiones, comuniones, extremaunciones y horas de caballo, para que a la vuelta de los años pudiéramos informar al Fundador del Opus Dei, que había recibidode la Santa Sede el encargo de este territorio.
Cuando a los cinco años se anexó a la Prelatura la provincia de Cañete, hicimos el recuento de todo lo anotado y se publicó en la revista española Mundo Cristiano. De cada tema había un sorprendente montón. Sólo recuerdo que mis horas de cabalgar sumaban más de 8,000 horas, que equivalían a más de 40,000 kilómetros, o sea, que me sobraban para haber dado la vuelta a la tierra. Muchos de los viajes los hice con don Ignacio, él con su “Moro” y yo con mi “Canelo”, ya fuera acompañándole a visitas pastorales , ya a visitar a los sacerdotes llevándoles alegría, buen humor y su grata compañía.
Recuerdo que un año, en vísperas de Navidad, estaba preparando las alforjas para salir hacia el Nor-Yauyos a atender pueblos. Don Ignacio tuvo compasión de mí, al ver que iba a pasar las Navidades solito por ahí entre cerros, y me dijo, mientras cenábamos: -¿Y si te acompañara?
– Como quieras. Hay que atender algunos pueblos; van a ser varios días. Si quieres preparo tus alforjas, porque tenemos que salir temprano, a lasdos de la madrugada.
– Yo preparo mis alforjas. Tú prepara más cebada para los caballos y así les daremos sobrealimentación en el largo camino.
A las dos, con noche cerrada, salimos de Yauyos. Con ocho horas de constante subida llegamos a la Huacha, cumbre de 5,300 metros de altura. Dejamos comer un poco a los caballos, mientras desayunábamos nosotros también.
Arreglamos las monturas y con dos horas de bajada llegamos al distrito de Carania. Allí avisamos a la gente que el 27, de regreso, les celebraríamos la Navidad. Seguimos bajando una hora más y llegamos al pueblecito de Piños; avisamos al primero que encontramos que el 26 por la tarde, tendríamos la Navidad. Con dos horas más llegamos al distrito de Alis, que está sólo a 3,100 metros de altura.
Les dijimos que el 25 a mediodía les celebraríamos la Misa de Navidad. Se pusieron contentísimos. Les pedimos que, por favor, avisaran al pueblo de Tomas, que está más arriba en la misma quebrada, que allí tendrían la Misa el mismo día 25 por la noche. Nos sirvieron un refresco -“Inka Cola”- y seguimos viaje, por el empinado atajo, a Yauricocha.
Yauricocha es un asiento minero con unos dos mil habitantes, a 4,700 metros de altitud. Tardamos cinco horas en llegar; caían copos de nieve y el frío era inmisericorde. Entregamos los caballos a un obrero de la mina, para que les dieran buena cena. Nos fuimos a la iglesia, que estaba caldeada por la gente que llevaba largo rato en ella rezando y ensayando villancicos. Ambos nos pusimos a confesar horas, hasta las 12.
Don Ignacio celebró la Misa de Noche Buena. Yo fui bautizando un montón de niños, todos tostaditos, “capocitos” por el frío, el aire y el sol de la altura. Terminamos casi juntos. Entonces, delante de la iglesia, de pie, entre abrazos y felicitaciones navideñas, nos sirvieron un pocillo de chocolate clarísimo con un par de panecillos dulces, que nos supieron a gloria.
Seguía nevando un poco. Ensillamos los caballos y salimos para el distrito de Laraos, deseando felices navidades a todos, al despedirnos.
Era negra noche; el camino avanzaba cuesta arriba hasta unos peñascos agrestes. Después todo era bajada por un valle hasta Laraos. Antes de llegar a los peñascos, seguramente que el “Moro” los vio y decidió un rotundo “¡hasta aquí no más!”. Y se echó de panza al suelo. Don Ignacio iba encima y no se cayó, más bien desmontó cómodamente; yo también me bajé del “Canelo” de prisa y con susto. Hicimos levantar al caballo y miramos si tenía la cincha demasiado ajustada o qué estaba mal en la montura. Nos pareció que todo estaba bien y volvimos a montar. Dimos unos pasos más, y el “Moro”, de panza al suelo. Con la linterna inspeccionamos bien al caballo y la montura. Todo estaba conforme. Llevándole por el ronzal, le hicimos caminar un poco, y caminaba normal. Montamos de nuevo, y al poco trecho, otra vez el “Moro” de panza al suelo. ¡Caramba con el caballo!…
Montar y desmontar en aquellas alturas era bien penoso. Revisamos de nuevo el caballo dando vueltas con la linterna, que también decía ¡basta! Entonces don Ignacio se puso delante del caballo y, sujetándolo bien, le dio en el morro tres o cuatro sopapos bien fuertes como aviso enérgico, y nos montamos. Seguimos adelante sin más mañoserías. Se diría que el “Moro” entendió que “quien manda, manda”. Don Ignacio comentó que seguramente tenía el morro frío y con los sopapos se lo había templado. Así se acabó el problema. Me dan ganas de decir que, como que él era médico, “quien sabe, sabe”.
Cruzamos aquellos peñascos y luego, bajar y bajar hasta Laraos. Pero, mientras íbamos bajando –yo medio dormido–, don Ignacio se dio cuenta de que íbamos hacía rato suavemente por camino plano y me dijo levantando la voz: -¡Enrique! No bajamos hace rato, esto es muy plano, ¿no será esto una acequia? Me apeé y palpando, porque no se veía nada, me di cuenta de que realmente era una acequia sin agua.
Yo iba con el “Canelo” delante, y al cruzar la acequia el camino, no me di cuenta que el caballo agarró lo más fácil, cansado de tanto bajar.
– Y ahora ¿qué hacemos?
– Si regresamos, nos perdemos, porque ¿dónde estará el camino?
-¿Entonces?
– Mira, Ignacio, los caballos ven de noche aunque esté tan oscuro; jalamos la rienda de la derecha y si ven que pueden bajar, llegamos al fondo de valle que es donde está el camino. – Prueba; a ver si aquí acabamos la fiesta… – Tenemos que agarrarnos bien a la baticola con una mano, para no salir por las orejas.
– Y encomendarnos a los Custodios, por si aca!!! –dijo Don Ignacio–.
Dicho y hecho: jalé la rienda de la derecha y el “Canelo” miraba y miraba hacia abajo sin decidirse. Tuve que animarle hablándole suavemente… y se decidió con un primer paso indeciso… y allá fuimos a trancas y barrancas, ¡Dios Santo, qué pendiente! A duras penas nos mantuvimos en las sillas. Baja y baja… y por fin llegamos al fondo del valle y allí estaba el camino. Se detuvieron los caballos y lanzaron un par de sonoros resoplidos, botando la soltando el resuello retenido durante la pendiente. Y a nosotros nos salió una sonora carcajada que subió hasta el Cielo. Sin duda Don Ignacio aún recuerda aquella aventura y ahora que está allá arriba, sigue gozándola y agradeciendo a los Santos Ángeles que bajaron con nosotros aquella noche negra por la pendiente, desde la acequia casi plana y sin agua. Arreglemos las monturas que se habían bajado hasta el cuello de los caballos; y ya bien espabilados, comenzamos la media hora de oración de aquella madrugada de Navidad mientras seguíamos bajando y bajando. Llegamos a Laraos a las seisde la mañana. El pueblo estaba todavía dormido. Subí a la torre y toqué con ganas las campanas. ¡Era Navidad! Salió la gente de sus casas asustada y muchos en camisón o lo que tenían puesto.
– ¿Qué pasa?… ¿Qué sucede?… ¿Qué hay?.. – preguntaban con espanto.
-¡Vamos a tener la Misa de Navidad! -les decía Don Ignacio.
– Ah! Ah!… Es que están tocando a rebato! Yo seguía tocando con alegría la Navidad. Subió el campanero a la torre, y él sí sabía; tocó a Misa y hubo gran alegría en el pueblo.
Uno de los que acudió a medio vestir hacia la plaza fue el Alcalde de Laraos, que, después de saludarnos con alegría, nos invitó a pasar a su casa, para desayunar, porque era muy temprano aún. La Misa sería a las ocho, para que la gente tuviera tiempo de prepararse.
Ya en casa del alcalde, mientras su esposa nos preparaba el desayuno, nos pusimos a conversar. Contó el señor Pancho –que así se llamaba el alcalde- que en Laraos había protestantes. -¿Usted es protestante? -le preguntó don Ignacio. – He sido; pero ya no soy nada.
-¿Cómo es eso?
– Como que casi nunca venía el señor cura de Yauyos, que era el único cura de la provincia, y además él era el alcalde provincial y no tenía tiempo, vino un pastor evangelista; hablaba bonito y con mi mujer nos hicimos evangelistas y comenzamos a asistir a su capilla. Él me hizo quitar este cuadro del Corazón de Jesús, que era recuerdo de nuestro matrimonio, y lo llevé al desván entre trastos. Luego nos prohibía otras creencias y no nos gustó. Vino otro Pastor que era adventista y parecía muy sabio y hablaba bien. Con mi mujer nos pasamos a adventistas. Hasta que un día, en una discusión con él sobre la Santísima Virgen, vimos que lo que nos decía no cuadraba con lo que habíamos aprendido de niños, y lo dejamos también.
Pasó el tiempo y un día mi mujer me dijo: – Mira, Panchito, ahora no somos nada; ni católicos, ni evangelistas, ni adventistas. No somos nada. Si nos morimos ¿cómo nos entierran? ¿cómo un animalito?
-¡Tenía razón! No sabíamos qué hacer.
Por entonces llegaron ustedes a Yauyos, y de visita por aquí llegaron el Padre Frutos y el Padre Enrique. Mi mujer primero y yo después hablamos con ellos y decidimos volver a ser católicos. -¡Muy bien! Ahora ya son católicos.
– No, Monseñor. Todavía no. Quedamos con él,–me señaló a mí–, que en esta Navidad nos confesaríamos y bautizaríamos a las hijas.
-¿Cuántos hijos tienen?
– Tres mujercitas pequeñas; aún están durmiendo; ya las verán, son muy lindas, ¿verdad, padre Enrique?
-¡Son muy hermosas! Y después del Bautismo, además serán hijas de Dios.
– Bien, pues hoy -dijo don Ignacio- lo arreglamos todo. Ustedes se confiesan y comulgan; yo bautizo a las tres niñas y el Padre Enrique será el padrino. ¿De acuerdo?
-¡Oh sí, Monseñor! Muchas gracias, ¡qué suerte la nuestra!
Historias parecidas a la de este matrimonio, tuvimos bastantes. Había que ir arreglando muchos despropósitos. Después de la Santa Misa, con el bautismo de las tres niñas, yo bauticé un grupito de niños, como estaba programado desde mi visita anterior. Nos despedimos de unos y otros con nuevos abrazos de Navidad y a cabalgar de nuevo. Con tres horas llegamos a Alis, poco después del mediodía.
La iglesia estaba repleta de gente esperándonos y cantando villancicos, unos en castellano y muchos más en quechua. Nos pusimos ambos a confesar media horita. Celebré la Santa Misa y don Ignacio siguió confesando hasta el final.
Después, mientras preparaban el almuerzo, nos echamos a dormir una hora en dos camas que nos prestó un maestro, en su casa. No había aún casa parroquial en Alis. Y ¡vaya si dormimos!… como niños durante los sesenta minutos.
A la hora, nos llamaron para almorzar con las autoridades y maestros y algún pariente de la casa. ¡Almuerzo de Navidad con cuyes rellenos y papa sancochada con recoto muy picante y choclo tierno (mazorcas de maíz) con queso y un tazón de hierbabuena bien caliente.
Don Ignacio les divirtió y entusiasmó a todos, contándoles con gracia y buenhumor diversas historias en la sobremesa, hasta media tarde.
Luego, a los caballos, hasta Tomas. Un par de horas por la carreterita de la mina de Yauricocha, siempre junto al río, que baja de las alturas por la estrechísima quebrada. Llegamos al anochecer. Nos esperaba la gente; tenían ya montado un monumental pesebre en medio del presbiterio, tapando el altar. Tuvimos que ayudarles a colocarlo a un lado, para dejar libre el altar. Acostumbrados a no tener misa por Navidad, lo habían colocado según costumbre, para cantar y danzar canciones navideñas ante una imagen del Niño-Dios.
Mientras lo acomodaban, confesamos un poco y, seguidamente, comenzó la Santa Misa. Por ser un pueblo de pastores, la juventud danzó tres danzas pastoriles bellísimas, durante la Misa. La primera en el ofertorio, presentando al Niño-Dios corderitos adornados con cintas rojas y blancas, como la bandera peruana. La segunda danza la tuvieron -interrumpiendo la Misa-, después de laConsagración, adorando al Niño. Era muy fina y devota. La tercera, fue al final de la Misa, cantando al Niño, unido ya todo el pueblo. Era una expresión de la religiosidad popular de una sencillez encantadora y piadosa. Don Ignacio les felicitó emocionado.
Por fin, a cenar y a dormir como troncos.
El 26, Don Ignacio celebró la Santa Misa a las 8, otra vez con todo el pueblo. Yo me reservé para celebrarla en Piños a media tarde, tal como habíamos avisado al venir de Yauyos. En Piños, después de la Misa, me pidieron “conjurar” a una mujer y a su hijita, porque por la noche había entrado un puma al pueblo y le ladró un perrito y el puma fue a por el perrito, que al verse perseguido por la fiera, fue a ocultarse en la cocinita del patio, bajo las faldas de la mujer y de allí se lo llevó el tremendo puma, con gran espanto de la mujer y la niña.
Había que “conjurarlas” para que se curaran del susto. Les di la bendición que solía dar el Fundador del Opus Dei y se quedaron tranquilas y felices.
Fuimos a dormir a Carania en casa del alcalde, que era el herrero del pueblo, hombre fuerte, conversador y simpático. Su mujer nos sirvió un caldo de cordero con un pedazo de carne y una papa grande sancochada con el caldo, ¡riquísimo!; y él, mientras, sobre unas tablas puso, para cada uno, tres cueros de buena lana de oveja merino, de su rebaño, y ¡qué bien dormimos!
El 27, a las 7 fuimos a la iglesia. En la gran puerta de entrada alguien había escrito con tiza: “Triste es mi pueblo
la Iglesia siempre cerrada
sin velas sin flores siempre cerrada.
Triste es mi pueblo!!!”
Lo leímos y lo comentamos pensativos; lo interpretamos como un clamor de nuestros Andes pidiendo sacerdotes.
A la Santa Misa acudió todo el pueblo y cantamos villancicos y más villancicos. Luego, los abrazos navideños llenos de gozo y respeto. Desayunamos y a montar los caballos. Nos faltaba la etapa final de doce horas pasando otra vez la cumbre de la Huacha, con sus 5,300 metros de altura. Por cierto que cuando estábamos a poca distancia de aquella cumbre, de repente se cubrió el cielo de espesos nubarrones y en la misma cumbre, que era una cresta de peñascos, comenzaron a caer rayos, uno tras otro, durante un buen rato.
Estábamos tan cerca, que oíamos los chasquidos del impacto de los rayos en los peñascos en medio de un tronar pavoroso. Yo iba delante con el “Canelo”; el espectáculo era tremendo y daba miedo. Don Ignacio seguía detrás en silencio con el “Moro”. Yo tontamente pensé: si Ignacio quiere que paremos, ya avisará. Él seguía en silencio; yo, delante, avanzaba muy despacio debido a la altura, frente a los rayos que iban cayendo cada vez más cerca delante de nosotros; el “Canelo” caminaba nervioso moviendo constantemente las orejas.
De repente, la tempestad, empujada por un fuerte ventarrón, pasó por encima de nosotros a otra cumbre que estaba detrás de nosotros, y quedó sobre nosotros el cielo despejado y el sol bañando la cresta tan herida por los rayos. Llegamos enseguida a ella y desmontamos. Don Ignacio se sentó sobre una piedra y me dijo:
-¡Qué valientes hemos sido! ¡He pasado un miedo!… Y explotó en carcajada.
Yo también confesé que, mientras subía, me moría de miedo.
Me quedó patente una vez más una gran cualidad de Don Ignacio: era muy sincero y sus fallos los declaraba y los comentaba con gracioso buen humor.
Arreglamos las monturas y emprendimos la bajada hacia Yauyos: ocho horas bajando siempre, hasta llegar a casa felices y molidos, a celebrar la Navidad con el Padre Frutos, que la había pasado solito en Yauyos. Nos pusimos los tres en la cocina y preparamos una cena como si fuera la Nochebuena. ¡Qué bien se estaba en casa! Aviso al lector que andanzas e historias como la descrita están ya narradas en el libro YAUYOS, escrito por el Padre Samuel Valero y editado por Ediciones Rialp, S.A., Madrid. Para no repetir, sólo añadiré que tuve la inmensa suerte de trabajar sacerdotalmente en la prelatura de Yauyos con Monseñor Ignacio Maria de Orbegozo hasta 1968 -¡once años felices!-. Luego el Santo Padre me nombró obispo de Abancay, que está a novecientos kilómetros más al Sur del Perú, y paso a contar algo de mis andanzas en mi diócesis.

ABANCAY

La diócesis de Abancay está en los Andes del Perú. Es sufragánea de la arquidiócesis del Cuzco, que está a 200 kilómetros de distancia. Comprendía tres provincias civiles: Abancay, Andahuaylas y Aymaraes (ahora una más, Chincheros); con un total de 12,950 km2. Según el sabio Raymondi “es como un papel arrugado en donde el tiempo se detuvo hace siglos”.
No hay nada plano. No había ni un kilómetro de carretera asfaltado. La cumbre más alta está a 5,330 metros sobre el nivel del mar y la quebrada más baja a 1,700 metros. El número de habitantes era de 300,000 desperdigados por las cumbres y quebradas en pueblos y pueblecitos que sobrevivían con una difícil agricultura y de una ganadería empobrecida por falta de atención técnica. El 90% de la gente eran de etnia quechua y chanka.
El 52.2% de los hombres y el 80% de las mujeres eran analfabetos. Había en total diez médicos, siete en el Hospital de Abancay y tres en el Hospital de Beneficencia de Andahuaylas.
En cuanto a sacerdotes, seis peruanos de edad madura y dos jóvenes, ocho extranjeros de habla inglesa, dos jesuitas y un franciscano. Había también cuatro pequeñas comunidades de religiosas y un monasterio en construcción con ocho monjas carmelitas descalzas.
Así encontré la diócesis que con tanta alegría y esperanza me recibía después de cuatro años sin obispo. Afortunadamente, los once años en la prelatura de Yauyos me habían familiarizado con los Andes y, además, con la suerte de tener a Monseñor Orbegozo de Prelado, que fue para mí un excelente modelo. De él aprendí muchísimo,que me sirvió al tener que tomar el timón de una diócesis.
Aquel trato amigable y exquisito a los sacerdotes, la confianza y la seguridad que nos daba en el quehacer apostólico, aquel planificar certero la labor sacerdotal y apostólica necesaria, que llevaba a la eficacia. Su entrega, sacrificio y buen humor, para hacernos la vida grata en un territorio difícil y lleno de incomodidades.
Los mil detalles y delicadezas de vida de familia, a pesar de los altos cerros andinos que tienden a separar. Hombre de espíritu deportivo, que ensillaba su caballo y salía de madrugada, cabalgando doce y quince horas, tramontando alturas de más de 5,000 metros para visitar a un par de sacerdotes y llevarles alegría y verdadero cariño fraterno. No eran obstáculo ni el frío de las alturas, ni la fatiga, ni las tempestades andinas, ni las insolaciones de horas y horas del sol radiante. Aquel compartir mis andanzas andinas, por parte de don Ignacio, para que no pasara sólo la Navidad, aquel ambiente de familia tan grato que vivíamos en Yauyos el Prelado y los sacerdotes, fue para mí el gran modelo para formar mi “familia diocesana” -como dice el Vaticano II-, cuando me nombraron Padre y Pastor de la diócesis de Abancay.

APURÍMAC

Al crear el Departamento de Apurímac en 1874, se desmembraron cinco provincias al departamento del Cusco y una al Departamento de Ayacucho. Se pensó denominarlo Entrerríos, porque limita con el río Apurímac por el sur, este y norte y con el río Pampas por el oeste, dejando en medio un territorio en forma de corazón. Al darse cuenta que ya existía en Argentina un territorio con el nombre de Entrerríos, cambiaron el nombre por Apurímac, palabra quechua que significa “gran hablador”, originariamente “Dios Gran Hablador”
El río Apurímac nace en el Departamento de Arequipa, al sur del Perú, da tres cuartos de vuelta al Departamento de Apurímac, se junta con el río Pampas, que transcurre por el otro lado, luego con el río Ucayali y el Amazonas, que desemboca en el Océano Atlántico por el norte de Sudamérica.
Cuando yo estudiaba geografía en la escuela, los libros decían que el río más largo sobre la tierra era el Missisipi y el más caudaloso el Amazonas. Pero resulta que el río Amazonas, además de ser el más caudaloso, es también el más largo, contando que el Apurímac es su último afluente que nace en el Departamento de Arequipa.
Otra curiosidad geográfica: el río Apurímac, al pasar por el norte de nuestro departamento, transcurre entre la cordillera nevada del Vilcabamba con el Salccantay y los cerros del Ampay y forma la hendidura o cañón más profundo y largo de la tierra, cuyas laderas en forma de “V” pronunciada alcanzan las alturas de 5,330 metros por el lado de Apurímac y 6,271 por lado del Cusco, dejando en su recorrido unos paisajes agrestes y sublimes que ciertamente traspasan los límites de la belleza.
Al crearse en 1959 la diócesis de Abancay, abarcó todo el Departamento de Apurímac y se encargó al obispo auxiliar del Cusco, Monseñor Alcides Mendoza Castro, que fue nombrado Obispo de Abancay, el cual se trasladó a Lima en 1964 por motivo de enfermedad, y dos años después, fue nombrado Vicario General Castrense y Administrador Apostólico de Abancay por otros dos años más.
En abril de 1968 la Santa Sede desmembró de esa diócesis las tres provincias altas -Grau, Antabamba y Cotabambas- creando la Prelatura de Chuquibambilla, encargándola a los Padres Agustinos de Italia siendo primer prelado Monseñor Lorenzo Miccheli. El 25 de junio de 1968 fui preconizado obispo de Abancay.

MI CONSAGRACIÓN EPISCOPAL Y LLEGADA A ABANCAY

El Nuncio Apostólico, Monseñor Rómulo Carboni, me pidió que cuanto antes recibiera la Ordenación Episcopal y tomara posesión canónica de la diócesis, porque hacía cuatro años que no residía el obispo en Abancay.
El 14 de julio de 1968, en San Vicente de Cañete, catedral de la Prelatura de Yauyos, fui consagrado Obispo de la diócesis de Abancay, con toda solemnidad, emoción y alegría. El domingo siguiente, 21 de Julio, llegué a la ciudad de Abancay. Con inmensa alegría acudió la gente a recibirme en la parte alta de la ciudad, alrededor de la capilla del Señor de la Caída. Toda la población estaba feliz de tener por fin obispo. Con rezos, cantos, música y júbilo general la multitud me acompañó hasta la Catedral, donde tomé posesión canónica de la diócesis. Deo gratias!
Los familiares y amigos que vinieron de Gerona (España) para la toma de posesión, vieron con pasmo el triste espectáculo que ofrecían por las calles de Abancay docenas de pobres, ancianos, hombres y mujeres, recogiendo sobras de comida de casa en casa en latitas desechadas. Ahí tienes -me dijeron-, un primer problema que solucionar, porque esto no puede continuar. Tú verás lo que haces. Cuenta, por supuesto, con nuestra ayuda. Aquí nació sin más, la idea de los “Amics d’Abancay”, familiares y amigos de Gerona dispuestos a arrimar el hombro, para ayudar a su compatriota, flamante obispo de una diócesis pobre en los Andes del Perú.
Al regresar ellos a Gerona, abrieron una cuenta de ahorros en la “Caixa” con la firma de mi hermano Luis y de mosén Joan Guitart, hermano de mosén Miguel, que era mi canciller secretario. En Gerona fue aumentando la cuenta y enviándome fondos, y en Abancay, a los tres meses, abríamos, con mesas y bancas sencillas, un comedor para cuarenta ancianos en el externado del monasterio de San José, de Carmelitas Descalzas. La Madre Celina fue la primera directora.
Con esta obra de caridad cristiana, “Els Amics d’ Abancay” iniciaron un sin fin de ayudas para toda clase de obras que sin interrupción fue necesario ir construyendo en toda la diócesis. La lista de obras realizadas es muy larga. Irán apareciendo algunas en las siguientes páginas al comentar las necesidades de la gente.
Cuando en la Prelatura de Yauyos, y concretamente en Cañete, me consagraron Obispo, Dios Nuestro Señor, por su infinita bondad y misericordia, me constituyó “padre y pastor” de la Diócesis de Abancay. Una misión humana y divina de inmensa importancia que me hubiera aturdido mirando sólo mis fuerzas y mi pobreza, pero Dios me hizo entender en seguida que me había elegido para ser instrumento en su mano poderosa. Por lo tanto mi misión consistiría en tratar de ser, con su ayuda, fiel instrumento de su voluntad. Comencé a visitar mi diócesis, la parcela de la Iglesia Universal que el Santo Padre me encargaba trabajar en nombre de Dios. Esta era mi parcela; trabajar esta viña para dar frutos de santidad al Señor de la Viña, acompañar a muchas almas -¡mejor, a todas!- hacia Él. Pero yo nunca encontré almas solas. Siempre encontré personas -más de 300,000- hombres y mujeres con muchas necesidades en el alma y en el cuerpo. Desde un comienzo, mi trabajo tendría esta doble dimensión: divina y humana, como padre y pastor de todos.
Cuando ya funcionaba el comedor de ancianos indigentes, regresaba una noche de Andahuaylas. Llovía torrencialmente. Tuve que ir con el carro a la parte alta de la ciudad y los faros iluminaron un anciano que dormía en la vereda bajo el alero de una casa, cubierto con unos cartones. En la misma calle, la Avenida Prado, vi otro anciano durmiendo igual que el otro. Al llegar al obispado lo comenté al padre Miguel Guitart, y él me dijo que así dormían unos cuantos viejos del comedor, porque no tenían casa donde alojarse.
Salí de nuevo con el carro y “peiné” la ciudad, recorriendo las calles verticales y horizontales. En total conté dieciocho ancianos acostados bajo aleros tratando de dormir en aquella noche lluviosa en las mismas condiciones que aquellos dos primeros. Evidentemente, el obispo tendría que encontrar solución a este gravísimo problema ya que el ni el Estado ni las autoridades locales se tomaban la molestia de solucionarlo. En la avenida Arenas estaba el antiguo Hospital Apurímac de Beneficencia, cuyo usufructo había pasado al nuevo Hospital del Ministerio de Salud por 30 años, en compensación por haber aceptado las cargas sociales de los empleados del antiguo hospital. Para depósito del Ministerio de Salud ocuparon las salas y patios de dos tercios del terreno en la parte alta. Quedó abandono y semidestruido el tercio restante.
Pedí permiso a Beneficencia y al Hospital para acomodar allí una docena de ancianos enfermos de los que dormían en la calle.
Con catres viejos y rotos, tablas y alambres, logramos armar unas cuantas camas, pero no teníamos colchones ni dinero para comprarlos. Con la camioneta y unos jóvenes fui a buscar salvajina a los valles húmedos para hacer colchones.
La salvajina es un vegetal parásito de los árboles que crece en forma de enredadera colgante; es suave y muelle. Hay que hervir este vegetal antes de hacer los colchones porque, si no, sigue creciendo y revienta la tela. Trajimos montones de salvajina. La Madre Celina, con chicas, cuidó de hervirla dentro de un bidón, y una vez seca, hicieron los colchones bastante suaves para los pobrecitos ancianos.
Fue una primera solución de emergencia. Pero estaba claro que lo que se necesitaba era construir un verdadero asilo en Abancay.
Contando con los “Amigos de Abancay” de Gerona para construirlo, comencé a llamar puertas para que me cedieran el tercio de terreno que quedaba del antiguo Hospital Apurímac, con algunas salas derruidas. Beneficencia me dijo: -“Sí, es nuestra la propiedad, pero no podemos darlo porque el usufructo lo tiene por 30 años el Ministerio de Salud”. Fui al nuevo Hospital. -“Sí, tenemos el usufructo, pero no podemos cederlo porque la propietaria es Beneficencia”. Y las dos instituciones no se ponían de acuerdo. Me peloteaban de una a otra sin resultado.
Cuando pude, recurrí a Lima, al Ministerio de Salud y Beneficencia, que así se llamaba entonces. Fueron pasando semanas y meses y, a pesar de las buenas palabras y elogios por tan buena idea, nada y nada. “¡Vuelva otra vez!”.
En la diócesis me urgían otros asuntos que también eran urgentes, por ejemplo, la atención de los sacerdotes, que seguían desperdigados por las parroquias, separados por grandes cerros y enormes distancias, cada uno haciendo la guerra por su cuenta, sin un plan de conjunto ni ayuda entre ellos, con alguna excepción por parte de los sacerdotes de la Sociedad de Santiago Apóstol. De todo ello hablaré en páginas siguientes.

OTRO PROBLEMA

De momento, otro problema: Un día a las nueve de la noche, cuando en Abancay apenas había luz eléctrica y a esa hora no andaba nadie por las calles, me llamó por teléfono el Prefecto de Apurímac -algo así como el Gobernador general del Departamento-.
-¡Aló! Contesta el Obispado.
– Buenas noches, Señor Obispo, le habla el Prefecto.
– Buenas noches, Señor prefecto. ¡Gusto en saludarle! ¿Qué se le ofrece?
– Desearía, señor Obispo, hablar con usted.
– Muy bien. Mañana. ¿A qué hora?
– No, señor Obispo; hoy, esta noche, por favor.
-¿Esta noche? ¡Es muy tarde, señor Prefecto! ¿Es tan urgente?
– Sí, señor Obispo. Venga un momento, ahorita. Se lo suplico.
-¡Voy, voy! Ahora mismo.
Me puse una chompa gruesa para el frío y me fui a la Prefectura que estaba a dos cuadras del obispado.
El Prefecto me esperaba en la calle, al pie de la escalera de su despacho.
– Venga, Señor Obispo, ¡mire esto!
Al lado de la Prefectura está el edificio del mercado de Abancay que da a la calle, pero, por el declive de toda la ciudad –un 10%- tiene debajo un gran depósito, en el cual, para tener luz y ventilación, hay unas ventanas alargadas de 2.00 x 0.50 m. a ras de la vereda de la calle de arriba. En cada una de esas ventanas dormían cuatro o cinco chicos acurrucados entre ellos. -¡Mire esto!
-¡Qué horror! ¡Pobrecitos¡ ¡Aquí, qué frío tendrán!
– Son escolares de los pueblos que no tienen en Abancay familia ni casa donde cobijarse. Así es cada noche, y esto no puede ser.
¡Desde luego que no!
Pues el único que puede solucionarlo es el Obispo, nadie más, ni el Estado ni las familias. Sólo usted,señor obispo.
Me quedé perplejo, desconcertado, horrorizado y sin saber qué decir ni qué hacer. Nos quedamos un momento los dos en silencio mirando los chicos.
Déjeme pensar, señor Prefecto, lo encomendaré al Señor, y otro día hablamos.
Nos dimos las buenas noches y regresé triste al obispado.
De rodillas ante el Sagrario, hablé a Jesús de aquellos chicos. Aquella noche fue una de las pocas, siendo obispo, que casi no dormí.
Digo que fue una de las pocas noches que casi no dormí, porque al pasar de mi despacho al dormitorio, cierro la puerta y acostumbro a encomendar los trabajos y problemas que llevo entre manos y lo dejo todo para mejor oportunidad. Pero aquella noche no; seguí pensando en aquellos chicos, muertos de frío y amontonados entre sí, en las ventanas, a ras de la vereda del mercado de la ciudad.
En la primera reunión que tuve con sacerdotes y religiosas les conté el problema. Había que encontrar alojamiento para aquellos pobres niños. Enseguida, las Madres Dominicas de Santa María Magdalena de Speyer, dijeron:
Nosotros estamos vendiendo el antiguo colegio; teniendo el nuevo, no lo necesitamos para nada. Se han vendido ya dos lotes y quedan tres. Si quiere pediremos a la Madre General que ceda para esto los tres lotes que quedan.
A vuelta de correo contestó desde Speyer (Alemania) la Madre General, Clara Kalmes, dando autorización para que donaran al obispado los tres lotes a fin de hacer un hogar de estudiantes pobres. Así nació el Hogar de Estudiantes “San Martín de Porres” para sesenta estudiantes pobres. Fue el primero de los doce hogares que tenemos actualmente en la diócesis.
Tuvimos que remodelar gran parte de las construcciones existentes, comprar camas, colchones y ropa de cama, equipo de cocina y de comedor y víveres, en fin, lo indispensable para las sesenta plazas de estudiantes pobres. Para ello escribí cartas a los “Amigos de Abancay” de Gerona para que apoyaran la jugada.
Y otras peticiones a instituciones extranjeras de ayuda a la niñez; porque el gasto inicial fue gordo para nuestra raquítica economía. Pero nuestra nada y nuestra pobreza contaba con un sumando decisivo: Dios; como sugiere san Josemaría en uno de los números de “Camino”:
“En las empresas de apostolado está bien -es un deber- que consideres tus medios terrenos (2+2=4), pero no olvides ¡nunca! que has de contar, por fortuna, con otro sumando: Dios +2+2…” (Camino 471).
Pronto vimos vacías aquellas ventanas alargadas a nivel de vereda, y una muchachada alegre y feliz en el Hogar de Estudiantes “San Martín de Porres”.
Volvamos ahora a las gestiones con el Ministerio de Salud y Beneficencia. Por enésima vez subí un día las escaleras del Ministerio, al cabo de un año y siete meses de haber iniciado las gestiones, siempre con sólo buenas palabras y sin ninguna solución.
Llegué al despacho del doctor Zapata, que era el Director General al que tenía que visitar, y, muy serio y decidido, le dije:
Vengo, Señor Director, para que de una vez me solucione el problema del terreno para construir el asilo de ancianos de Abancay. Si no, le pasaré factura.
¡Factura!… ¿De qué? – me contestó muy tieso, frunciendo el ceño.
¡De zapatos!, Señor Director, que los vengo gastando subiendo y bajando las escaleras de este Ministerio.
(Palabra, que al decirlo no me acordé de que él se apellidaba “Zapata”).
¡De acuerdo! -me dijo sonriente. Tocó un timbre y vino de inmediato una secretaria que me saludo amablemente como persona bien conocida de tantas veces andar por allí.
Dígale al doctor Tito que venga de inmediato a mi despacho.
Sí, señor.
Y se fue.
Ahora lo arreglamos. ¿Ha venido usted con su carro?
Con mi camioneta, señor Director.
Llegó el doctor Tito y saludó, y el director le dijo con voz de mando:
Doctor Tito: se irá mañana a Abancay con el Monseñor y no regrese hasta haber entregado al señor Obispo aquella parte del terreno del antiguo hospital, para que pueda hacer el asilo de ancianos ¿De acuerdo?
De acuerdo. ¿A qué hora salimos? -me preguntó a mí.
Si le parece bien, -le dije- después de almorzar, para ir a dormir a Nazca y pasado mañana trepar hasta Abancay.
La semana siguiente me entregaron el terreno. Acompañé al doctor Tito al Cusco, para regresar a Lima en avión; y el mismo día recogí al arquitecto Velaochaga para llevarlo a Abancay a diseñar los planos del asilo.
El arquitecto Cucho Velaochaga era bien amigo mío. En la Pampa de Anta rezamos un rosario y luego conversamos de la grandiosidad de los Andes que íbamos contemplando -con el Salccantay nevado por encima de los 6,000 metros de altura- y de la dureza de la vida en medio de estos cerros colosales.
Vinimos a hablar de la alimentación de la gente y salió el tema del cuy, la cobaya o conejito de indias. El creía que la gente lo comía porque no tenía otra cosa.
– No, Cucho; la gente lo come porque es muy sabroso.
– Los cuyes parecen ratas y los comen por pobreza.
– No, Cucho. Es una comida deliciosa. Su carne sabe mejor que la del conejo, que aquí llaman conejo de Castilla.
– Ni hablar. Esto que parece rata, no es de comer.
– Te equivocas, Cucho. Su carne es más sabrosa y más nutritiva que la de ternera y que la del buey. Lástima que sea un poco más pequeño…
Nos reímos, y aquí quedó el tema, cada uno con su idea.
Al llegar al puente Cunyac, sobre el Apurímac, eran las doce y rezamos devotamente el Angelus a la Virgen Santísima. Seguimos un buen rato contemplando el Cañón del Apurímac, mientras íbamos subiendo hasta Curahuasi, donde nos esperaban para almorzar, en la casa parroquial. Los dos sacerdotes habían salido a atender uno de los pueblos de su zona parroquial y llegarían más tarde. Nos sentamos a la mesa y la excelente cocinera nos sirvió una sopita rica y luego un guiso de trozos de cuyes sin las patitas ni la cabeza. Disimulé mi asombro. El arquitecto miró la fuente y preguntó:
-¿Son perdices?
-¡Prueba!…¡Verás qué plato tan sabroso!
Nos servimos, y al probarlo comentó:
-¡Qué rica perdiz! – Como para celebrar tu primera visita a estas serranías… – Sí, ya tenía ganas de visitar tu diócesis.
-¿Es la primera vez que vienes a Abancay?
– Sí, la primera. Y si me tratas tan bien, regreso. ¡Qué rica la perdiz!
Y se sirvió de nuevo unos trozos de “perdiz”… repitiendo el plato.
Continué disimulando y cambié la conversación hacía el futuro asilo de ancianos que iba a proyectar.
-¿Falta mucho para Abancay?
-72 Kilómetros; dos horas y cuarto. Primero tenemos que ir subiendo hasta los 4,000 metros y luego una horita de bajada hasta Abancay. Cuando lleguemos arriba podremos hacer la media hora de oración de la tarde, mientras bajamos, y así, llegando a la ciudad, a tomar medidas del terreno, para que puedas trabajar algo por la noche.
-Mejor, así podré avanzar algo, para regresarme pronto a Lima.
Cerca de Abancay, al pasar por San Antonio, habíamos terminado la oración de la tarde. Comentamos la vista a la ciudad tantas veces repetida entre curva y curva y se acordó una vez más del almuerzo en Curahuasi. -¡Qué rica perdiz! Y ¡qué rica la salsa que la acompañaba!
– Mira, Cucho, ahora que ya hemos hecho la digestión y no hay peligro de que vomites: aquello que hemos comido no era perdiz, sino cuartos de cuyes guisados.
-¡No puede ser! ¿No era perdiz?
– No, Cucho; era cuy. ¡De verdad! Eran cuyes de los que tienen los Padrecitos en una chocita junto al gallinero de la huerta.
– Pues, ¡ciertamente estaba muy rico el cuy! Lo comí creyendo que era perdiz.
¡Esos limeños que no saben lo rico que comemos, a veces, en la sierra…!
En un par de semanas tuvimos los planos del Asilo de Ancianos.Dos pabellones para hombres y uno para mujeres. Así lo pidió la Madre Celina, que sería la directora, porque, según dijo, los ancianos hombres quedaban más fácilmente abandonados ante la pobreza de sus familiares, que las ancianas; las madres siempre habían atendido mejor a los hijos que el padre, y por esto, las mujeres solían quedar al cuidado de algún familiar, si era posible.
En los planos estaban también la cocina, el comedor, los servicios, la capilla, una gran sala de estar, un “solarium” para tomar el sol sin viento, y debajo un pequeño dispensario para atención de los ancianos. Al comenzar a levantar muros, se me ocurrió convertir el solarium en un gran escenario para hacer representaciones teatrales, y así autofinanciar el asilo. En el jardín de enfrente del escenario hice construir asiento de bloquetas para más de doscientas personas al aire libre. Parecía una idea genial y comenzamos obras de teatro con jóvenes.
Tenían éxito y daban dinero, pero fue una equivocación. Los ensayos y las representaciones tenían que ser por la noche. Y los ancianos –unos eran sordos, otros ciegos– todos se acostaban en cuanto anochecía. Los reflectores, los parlantes y la bulla del público no hacían más que incordiar a todos; así que desistimos del invento genial y confiamos en la Providencia Divina.
Lo que nos dio mejor resultado fue la pequeña huerta que adquirimos para el asilo, junto a la tapia del monasterio. En ella pusimos además una pequeña granja para tres o cuatro vacas, veinte ovejas, una docena de chanchos, gallinas y pavos. Todo esto para que los ancianos se entretuvieran y se sintieran útiles en su vejez.

LA FAMILIA DIOCESANA

El Concilio Vaticano II dejó clara la idea de la necesidad de formar una verdadera familia diocesana, que tiene como padre al Obispo, y los sacerdotes son sus principales colaboradores.
Al mes de ser obispo, escuché al Papa Pablo VI, en la Catedral de Bogotá, en el discurso inaugural de la Conferencia de Medellín, que “si un obispo no hacía más que atender bien a sus sacerdotes, había cumplido bien su misión”.
El 9 de septiembre me escribía san Josemaría Escrivá: “Ama a tus sacerdotes. Cuídalos y trátalos con cariño. Pase lo que pase, quiérelos y ayúdales. Ellos también te querrán y trabajaréis unidos. Los obispos que por comodidad no hacen esto, luego se quedan solos y tristes”.
Preciosa idea que había que realizar. Si en todas partes es conveniente que obispos y sacerdotes se apoyen formando una familia con calor humano y divino, en un territorio andino y extenso donde los mismos cerros tienden a separar, sin duda es más conveniente. Este era el caso de la diócesis de Abancay, porque la mayoría de las sedes parroquiales distaban de la más próxima tres y cuatro horas de viaje por caminos de tierra, subiendo y bajando.
Para poder atender bien esta familia, ante todo había que prever donde alojar a los sacerdotes, de manera que, cuando vinieran a Abancay, encontraran un ambiente de hogar lo más grato posible y con oratorio para poder rezar ante el Sagrario y celebrar con paz la Santa Misa.
No era dable seguir alojándose en el hotel o en una pensión de mala muerte, como se había hecho costumbre. Los miembros de la familia debían llegar y quedarse en casa, su casa.
Ya para la primera reunión se tendieron en el obispado doce camas más, para poder alojar a los sacerdotes que llegaban de los pueblos.
-¡Hoy sí me meto en el obispado! –decía destemplado un sacerdote, entre alegre y resentido, porque nunca había pasado de la oficina de la Curia, separada de la casa del obispo por una puerta. Aquel día y en adelante, la puerta estaría abierta para todo sacerdote.
Al crecer la familia sacerdotal, se amplió el obispado y el número de camas aumentó a veintitrés, añadiendo tres literas de doble cama en la habitación más grande, aunque conllevaba algún inconveniente. Como aquella noche en la que al Padre Luciano -que es poeta– le vino la inspiración al ir a dormir y se puso a versificar con la luz prendida. A las dos de la madrugada recordó que otro sacerdote -el Padre Jesús- dormía en una de las literas y le llamó:
¡Chus!…¡Chus!… ¡Chus!… (Cada vez con voz más fuerte).
Por fin, medio despierto y con voz de ultratumba:
-¿ Qué quieres? -le dijo.
– ¿Te molesta la luz?
En cuanto fue posible se construyó el Convictorio sacerdotal con habitaciones individuales. Después se amplió, y caben en total 37 sacerdotes, para cuando vienen de los pueblos a Abancay.
La contrapartida es que también las casas parroquiales son la casa del obispo y de cualquier sacerdote que pasa por allí.
Con este plan aceptado por todos de mil amores, la familia del presbiterio diocesano se consolidaba más y más. Al mismo tiempo se iba suprimiendo lo del sacerdote solo. En las sedes parroquiales viven los sacerdotes de dos o de tres, para facilitar la vida de familia y ayudarse mutuamente. También esto ha dado un excelente resultado.
A fines de octubre viajé a España con un triple objetivo: saludar como obispo a mis familiares y amigos de Gerona, saludar a san Josemaría Escrivá en Roma y conquistar algunos sacerdotes españoles, para que me ayudaran en Abancay. Todo se cumplió de maravilla.
En Gerona Monseñor Jubany –que era el obispo– me invitó a celebrar la Misa pontifical de San Narciso, patrón de la ciudad. Allí vi a toda mi gente y quedó consolidada la cuenta de ahorros de los “Amigos de Abancay”, porque querían ayudarme.
Llegué a Roma y san Josemaría Escrivá y Don Álvaro del Portillo me recibieron enseguida en un despacho de la sede central de la Obra.
– Estoy muy contento -me dijo el Padre- de que seas obispo, que tú también lo estés. Es un servicio a la Iglesia que harás muy bien.
– Tienes que querer mucho a tus sacerdotes y cuidarlos, con sus defectos; tú también los tienes y yo más que nadie. Ámalos mucho con sus defectos, tienes que tener una capacidad infinita de comprensión. Todos te seguirán. Tenles un gran cariño. ¡Ámalos!
Estas palabras de san Josemaría, no más llegar, después de su saludo cariñoso, eran su gran mensaje al nuevo obispo. Luego hablamos de la diócesis. Le comenté que ya la había recorrido toda, visitando a los sacerdotes en su lugar de trabajo y que ya tenía 23 camas en el obispado en donde se alojaron los sacerdotes desde la primera reunión que tuvimos.
– Me parece muy bien -me dijo-; los obispos que no visitan a sus sacerdotes, que no les ofrecen su casa ni se preocupan de ellos, se quedan solos. Todos necesitamos dar y recibir cariño; los obispos también. Tú ama a tus sacerdotes, cuídalos bien y verás que ellos estarán contigo y tendrás su cariño y además les harás un gran bien, y ellos, a las almas.
Estuvo contento de que ya se hubieran comenzado los retiros mensuales para sacerdotes y enseguida me dio dos bolsas porta-viáticos para ellos.
Al comentarle que pensaba ir a España a buscar sacerdotes para mi diócesis, le pareció muy bien, y añadió: – Sé que en Abancay no hay seminario.
– No lo ha habido nunca, Padre.
– Pero ahora, hijo mío, eres el obispo de Abancay y un obispo tiene que tener seminario para formar sacerdotes, para su diócesis y para la Iglesia Universal.
– Sí, Padre, lo he pensado; va a ser difícil…
– Sin prisas, cuando puedas –me animó- y a pesar de que ahora se van cerrando seminarios y se van perdiendo las vocaciones. Tú, hijo mío, ¡seminario!
Y repitió:
– Sin prisas, cuando puedas.
Me habló de la Iglesia, que había una gran desorientación en la doctrina.
– Hay que amar a la Iglesia con toda el alma. No te escandalices de nada. Ama a la Iglesia, que es Santa, es la Esposa de Cristo sin arruga.
Insistió en que, como obispo, tenía que dar un buen servicio a la Iglesia.
Después de almorzar, estuve otra vez con el Padre en una tertulia familiar. Bromeó sobre mis andanzas por Abancay y sobre mis grandes proyectos… Me miró sonriente y dijo:
-¿Ya has pensado cómo será tu seminario?
El Padre, san Josemaría, nos habló bastante de la Iglesia y de la necesidad de estudiar doctrina sólida. Nada de tonterías. Hoy salen muchos teólogos improvisados y dicen tonterías.
– Yo no tengo mucho tiempo para estudiar y tú tampoco lo tendrás -me dijo-, pero hay que sacar ratitos para repasar la doctrina sólida…Hay que aprovechar el tiempo siempre. Yo todos los años repaso toda la teología. Al Santo Cura de Ars, para ordenarle, su obispo sólo le exigió que supiera el Padrenuestro y el Credo. Ahora, si a algunos les preguntan el Credo y el Padrenuestro, se tropiezan.
Habló con mucha energía de santidad personal. La santidad comunitaria es una mentira. No existe. Compromiso personal con Dios. Querer la voluntad de Dios.
Hacia el final de la tertulia el Padre nos comentó que la eficacia del Opus Dei se funda en su espíritu, y éste, en la oración constante y en la mortificación vivida con delicadeza.

LA PROFECÍA DE SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ

Los primeros años de la discretamente llamada “Academia Seminario Menor”, vivíamos una gran ilusión por sacar adelante vocaciones sacerdotales. Se rezaba mucho. Pero, fueron años angustiosos, porque entraron dos chicos y se fue uno; entraron tres y se fueron dos…; a los cuatro años teníamos cinco alumnos solamente. Aquella casa vieja adaptada a seminario, era una miseria. Por más que íbamos tratando de hacerla grata, no había ambiente de cosa seria, tampoco contábamos con profesorado.
En julio de 1974 llegó san Josemaría Escrivá al Perú, durante aquel viaje apostólico con catequesis multitudinarias por América del Sur.
Los sacerdotes de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz fuimos a Lima para estar con el Padre. Acordamos que yo consultaría al Padre si no sería mejor desistir de tener seminario en Abancay y enviar los pocos alumnos que teníamos al seminario de Cañete, que tenía edificio, ambiente y profesores. En cambio nosotros ni lo uno ni lo otro ni lo otro.
Tuve oportunidad de saludar y hablar a solas con san Josemaría Escrivá, el mismo día de su llegada y le hice la consulta, contándole las circunstancias en detalle. El Padre me escuchó y, como respuesta, una pregunta con voz recia:
-¿Rezáis?
– Sí, Padre, mucho.
Entonces le conté cuanto se rezaba en la diócesis: que los primeros domingos de cada mes se dedicaban a pedir vocaciones, que los jueves pedíamos vocaciones en la Exposición del Santísimo, y que se ofrecían horas de trabajo y se pedía a los enfermos ofrecer sus sufrimientos, etc.
El Padre me escuchó en silencio y luego me dijo con seguridad y firmeza:
– Muy bien, hijo mío, continuad rezando y dentro de muy poco tendréis muchas vocaciones. No hablamos más de este asunto. La solución estaba clara. Cuando comenté a los sacerdotes la entrevista y las palabras de san Josemaría, la respuesta unánime fue:
– Ah, muy bien. Siendo así, continuamos con el seminario en Abancay y rezando duro y parejo. ¡Cuántas veces al pasar los años y recordar aquello, vuelve a sorprenderme que ninguno de los sacerdotes ni yo tampoco quedáramos dubitativos! Todos creímos a piejuntillas y nos fiamos completamente de las palabras del Padre.
San Josemaría Escrivá, unos días antes de cumplirse el año de aquella profecía, se fue al Cielo. Lógicamente hubo llorera general y sufragios. ¡Le queríamos tanto!…
¡Sorpresa!
En la reunión mensual de pastoral del mes de octubre siguiente, el Padre Guillermo Hoffman, párroco de Andahuaylas, preguntó:
-¿Qué tengo que hacer con dos chicos que quieren venir al seminario?
En cuanto dijo esto, otros párrocos dijeron:
– Yo también tengo uno que quiere ser sacerdote.
– En mi parroquia hay tres.
– En la mía, dos…
Total eran doce chicos con deseos de ser sacerdotes. ¡Nunca habíamos pasado de cinco! Acordamos ir preparándoles en las mismas parroquias, cuidándolos personalmente en cuanto a virtudes humanas y piedad.
En la reunión tenía al Padre Miguel Gitart frente a mí; nos miramos sin pestañear y pensamos lo mismo: Ya está nuestro Padre actuando desde el cielo.
Evidentemente era así, porque el mes siguiente, noviembre, en la reunión de pastoral pregunté qué era de aquellos chicos, y enseguida dieron el dato de otros y otros que, en total sumaban treinta y dos nuevas vocaciones; y en diciembre subió el número a cuarenta y tantos, no recuerdo exactamente. En vista de lo cual tomamos –yo diría deportivamente- tres acuerdos, que se escribieron en el libro de actas:
1ª. Hacer un cursillo de selección en la primera quincena de enero, dado que en la casita de la Academia-seminario no cabían más de doce.
2ª. Se confiaba al Sr. Obispo buscar y comprar un terreno adecuado, para construir un seminario de verdad, con capacidad suficiente.
3ª. Encargar a arquitectos de Lima los planos del nuevo seminario.
Comentario a estos acuerdos: lo primero fue rezar y rezar a nuestro “Abogado” en el cielo. Al cursillo de selección de enero los párrocos enviaron cincuenta y cuatro chicos de enseñanza media, para ingresar al Seminario menor. Se seleccionaron dieciocho -no cabrían más- y aún contando que pondríamos el comedor en el patio bajo un cobertizo.
En cuanto al segundo acuerdo, ahí sí jalamos cuanto pudimos la sotana de nuestro “Abogado”. Encontré un terreno suficiente, pero no hice trato porque el dueño pedía 150 soles el metro cuadrado y no quiso rebajarme nada ni por ser para el seminario. Incluso me enfadé.
Menos mal que no me lo tuvo en cuenta mi santo Abogado, y a los dos días después de Navidad vino el señor Jiménez -llamado el “Zorro Jiménez” por su pelo rubio- y me ofreció su huerta a 50 soles metro cuadrado. -¿Para qué quiero yo una huerta? –le dije, haciéndome el desganado.
-¡Es linda! –me dijo- y está “aquisito no más”; a dos cuadras. Vamos a verla. Quiero venderla porque viajaré a Lima a principios de año y necesito plata.
-¿Es muy grande? –pregunté. – Tiene más de dos hectáreas y está llena de frutales. ¡Vamos a verla!
Me dejé convencer y fuimos. Realmente estaba cerca: a doscientos metros del Obispado y de la Catedral. Había pasado muchas veces por al lado, pero nunca pensé que detrás de aquella tapia de piedras con barro y espinos, hubiera aquella preciosidad de huerta.
Entramos y, paseando, me iba mostrando los frutales: naranjos, paltos, higueras, chirimoyas, nísperos, caña de azúcar, mangos, papayas, pacaes, enredaderas de granadilla, unos arbustos de café, gradados, etc. Cuando llegamos al final de la huerta, me dijo:
-¿Verdad que es bonita? ¿Me la compra?
– Bueno, quizá sí. A 50 soles metro, me dijo usted…
– No, Monseñor; aquello fue una broma. A 100 soles metro cuadrado.
Regateé un poco, pero el “Zorro” había visto mis ojos que se habían puesto grandes como las naranjas de huerta, y ya no quiso rebajarme nada.
Ni qué hacer. El lugar era adecuado, en el centro de la ciudad, era grande, con luz eléctrica, agua potable y de riego, cantidad de frutales -aunque muchos desaparecerían con las obras y los campos deportivos-. Fui viendo un seminario precioso. De repente me entró urgencia de adquirirlo y, de momento, asegurar la compra con una paga y señal, y hacer la minuta.
Sólo había una “pequeña” dificultad: aquello costaba muchos miles y solamente tenía cuatro mil soles en el banco y el señor Jiménez se ausentaba a Lima el verano, de enero a marzo.
Pueden suponer que rápidamente acudí a mi santo Abogado del cielo, que había solucionado en la tierra problemas parecidos.
Me dio la solución enseguida. Llamar por teléfono a Gerona, a mi hermano Luis, que con mosén Juan Guitart, hermano de mi secretario y canciller, llevaba la libreta de ahorros de los “Amigos de Abancay” para que me enviara en dólares el equivalente a 80,000 soles, que era lo que tenía que entregar, para asegurar la compra de la huerta, al firmarla minuta.
Mi hermano me dijo que no había tanto en la libreta, pero que siendo para construir el seminario, me hacía la transferencia enseguida, a mi cuenta de Lima.
Conversé con el Zorro Jiménez, se fió de mí y aceptó ir juntos a la notaría con un cheque por 80,000 soles, aunque estaría sin fondos hasta el 2 de enero, en que llegaría el dinero de Gerona y podría cobrarlo. Por cierto que, por balances de fin de año, el poder cobrar el cheque se retrasó hasta el 10 de enero. Durante el verano encargué los planos del nuevo seminario a la compañía Haaker Velaochaga Arquitectos, dándoles un diseño esquemático de lo que queríamos. Serían edificios separados en medio de jardines y frutales.
Después de Pascua de Resurrección, llegaron los sacerdotes y religiosas, para el retiro mensual y la reunión de pastoral. Fue un día de júbilo y de acción de gracias: les mostré el título de propiedad del terreno. ¡Era nuestro! Los “Amigos de Abancay” de Gerona y otros, habían ido enviando cheques y transferencias, y estaba todo pagado. Les mostré la colección de planos terminados y les invité a ir a ver la huerta. ¡Qué alegría la de todos! 
Y mientras recorríamos el terreno, probando la fruta de aquí y de allá y de más allá, llegamos al final y,con el plano general abierto, les iba mostrando donde iría cada edificio: el Seminario Menor aquí, el Mayor allá, separados; los comedores en la parte alta del terreno y detrás, cerca de la calle, la cocina; y así por la dirección del aire, no tendríamos ni humo ni olores de comida antes de hora; las capillas en medio de dos patios-jardín. Y el deporte en la parte baja, para que no perturben el silencio de las aulas y capillas. Al terminar la descripción, como si ya estuviera hecho, hubo aplauso general. Era una familia unida e ilusionada en el proyecto de seminario.
– Ahora ¡a comenzar las obras!–dijo uno, y fue el anhelo y la decisión de todos.
-¡No! –dije yo- Primero tenemos que conseguir dinero. No puedo pedir más a Gerona. Han dado ya mucho. Han pagado todo el terreno. – Conviene comenzar enseguida.
-¡Calma!! Primero pediremos a Adveniat y otras instituciones extranjeras que ayudan a las diócesis pobres como ésta. – Mejor -dijo otro- comenzamos enseguida; quedaron muchas vocaciones del cursillo de enero sin admitir. – Sí, pero no tengo dinero. ¡Nadita!
– No importa; entre todos podremos darle para comenzar.
– No saben lo que dicen. Para comenzar se necesita mucho: hay que poner una brigada de obreros, hay que comprar fierro, cemento, materiales… La obra es grande y todo cuesta mucho, y cada semana hay que pagar a los obreros. Monseñor, usted comience. Le daremos lo que tenemos y pediremos a nuestras diócesis, familiares y amigos (la mayoría eran extranjeros).
– Sí, Monseñor -decían unas religiosas alemanas-. Comience el seminario, lo necesitamos; rezaremos y pediremos ayuda a la madre general y siendo para construir el seminario, seguro que nos ayudará. Sacerdotes y religiosas pedían al unísono. Por fin cedí.
El lunes siguiente comenzamos las obras con veintitrés obreros. La familia diocesana aportó el dinero necesario de sus ahorros y de lo que recibían de sus lugares de origen, para ir construyendo el seminario durante siete meses, hasta que llegó una ayuda de Adveniat, y enviaron el primer cheque y otros más.
EL SEMINARIO MENOR
Aquella Profecía de san Josemaría Escrivá no fue el arranque esporádico de un comienzo; siguió y siguió enviando vocaciones. Aún no estaban terminadas las obras del seminario menor, y nos dimos cuenta de que nos habíamos equivocado. Eran tantas las vocaciones, que tuvimos que dejar lo construido sólo para la sección de Filosofía y lo planeado para todo el seminario mayor sólo para Teología; y mandar a otro lugar a los chicos del seminario menor.
Ante el apuro de poder aceptar o no nuevas vocaciones, recurrí a san Josemaría Escrivá, y fui a ver al padre Amílcar Ramos, Provincial de los Franciscanos Peruanos. Ellos tenían en Abancay un terreno de algo más de 8,000 m2. con la primera planta de un convento construida y no habían seguido la obra por dificultades de personal. Ya no quedaba ningún franciscano en la ciudad.
Le pedí al Provincial, padre Amílcar, quien residía en el célebre convento de San Francisco de Lima, que me dejara construir tres salas dormitorio sobre la primera planta construida, para así poder aceptar las nuevas vocaciones sacerdotales; y a la vez les cuidaríamos la propiedad. Muy comprensivo, el padre Amílcar me dijo que sí, pero que lo que construyera, a los cinco años quedaba de la Orden.
Acepté, construí y puse camas para treinta. Se llenó. Con lo cual, para el año siguiente, tuve que pedir permiso para construir más, y también aceptó.Para el tercer año, más vocaciones en perspectiva. Otra vez faltaría espacio. Me fui a ver al padre Amílcar con tres propuestas:
1ª. Que me alquilara aquella propiedad -el terreno y lo construido- a un precio que alcanzara a pagar, y por largo tiempo, ya que era para el seminario.
2ª. Que me lo vendieran, a pagar poco a poco, cuando pudiera. (Me callé sin añadir más…) -¿Y la tercera? –preguntó sonriendo el Padre Provincial.
– Pues, que si ustedes no necesitan aquel terreno ni les urge la plata, que me lo regalen y me harán un gran favor.
– Póngame las tres propuestas por escrito, ¿quiere?
-¡Cómo no! Se las traigo hoy mismo.
Pasaron pocas semanas y el mismo Padre Provincial me comunicó que, habiendo hecho la consulta a todos los conventos de la Provincia Franciscana, la respuesta había sido unánime: “Nosotros no lo necesitamos y el Obispo de Abancay lo necesita para atender vocaciones sacerdotales; pues que se le dé”.
El siguiente Provincial, el padre Lobatón, unos meses después, me hizo entrega de dicha propiedad, con escritura pública.
En agradecimiento y recuerdo de los Padres Franciscanos, se llama “Seminario Menor San Francisco Solano” y su fiesta es el 4 de octubre. Es el primer seminario para la buena formación de las incipientes vocaciones al sacerdocio y está siempre lleno, con un centenar de jovencitos encantadores de enseñanza media, caminando hacia el gran ideal.
Todo este relato, con tanto detalle de la bella historia del Seminario de Abancay, es una confirmación de la profecía de san Josemaría Escrivá: “Continuad rezando y dentro de muy poco tendréis muchas vocaciones”, y podría añadir que desde el comienzo tuvimos problemas por las constantes ampliaciones, que iban siendo necesarias tanto en el Seminario Menor como en la Mayor.
Al comenzar en 1970 la prehistórica “Academia-Seminario”, con dos alumnos y un Rector, nunca imaginé que llegarían tan lejos nuestras “pedradas a la luna”.
A la vuelta de los años, tenemos dos hermosos seminarios: el Menor con un centenar de alumnos y el Mayor con setenta. Han egresado ya algo más de cien sacerdotes bien formados, alegres y piadosos. Algunos han hecho estudios superiores de licenciatura o doctorado en la Universidad de Navarra o en la Universidad de la Santa Cruz en Roma y ahora son ya profesores en el seminario de Abancay.
Siempre poco a poco y con esfuerzo constante; sabemos que tenemos en el Cielo un buen “Abogado”, que intercede por nosotros. Nos hemos dejado llevar por la fe, no se han escatimado sacrificios, se ha puesto alegría y optimismo en el empeño. ¡Ha valido la pena!

Coyllurqui

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En la Municipalidad Distrital de Coyllurqui, provincia de Cotabambas, se llevará a cabo la primera reunión de la mesa de diálogo para tratar la problemática de Apurímac programada el martes 6. Fue lo que acordaron seis ministros de Estado y autoridades apurimeñas, luego de entrevistarse en la sede del Ministerio de Energía y Minas (MEM).
En esa reunión, el Ejecutivo dará una explicación del informe técnico sustentatorio (ITS) que modifica al estudio de impacto ambiental (EIA) del proyecto minero Las Bambas.
Comitiva
Definieron que por la región Apurímac participarán en esta cita el alcalde provincial, cinco distritales y representantes de las diferentes organizaciones de la sociedad civil.
El Poder Ejecutivo estará representado por los ministros de Energía y Minas, Rosa María Ortiz Ríos; del Ambiente, Manuel Pulgar-Vidal Otálora, y del Interior, José Luis Pérez Guadalupe. Esta comitiva la integrarán también viceministros y funcionarios de otros sectores.
En la reunión de coordinación sostenida en la sede del MEM de San Borja, participaron Antolín Chipani Lima, Ysaac Anaya Cruz, Fortunato Mantilla Llamocca, Leoncio Mendoza Zambrano, alcaldes de Challhuahuacho, Haquira, Cotabambas y Coyllurqui, respectivamente. Asimismo, el burgomaestre provincial de Cotabambas, Odilón Huanaco Condori.
Asistentes
En representación del Gobierno central estuvieron los ministros de Energía y Minas; de Vivienda, Construcción y Saneamiento; del Interior; de Transportes y Comunicaciones, y de Desarrollo e Inclusión Social.
También participaron los viceministros de Minas, Guillermo Shinno; del Ambiente, Mariano Castro; de la Mujer, Ana María Mendieta; de Educación, Juan Pablo Silva; y los representantes de la Oficina Nacional de Diálogo y Sostenibilidad, José Reátegui, y de la Defensoría del Pueblo, Luis Alvarado.
Por su parte, el ministro del Interior, José Luis Pérez Guadalupe, aseguró que pese al pedido de censura en el Congreso continuará trabajando en el diálogo para buscar la paz en torno a Las Bambas, junto con sus pares del Ambiente y de Energía y Minas, con quienes viajará a Cotabambas la próxima semana.
“Hemos seguido trabajando para lograr el diálogo y los acuerdos. Lo de ayer [el jueves] ha ido por buen camino, como he mencionado […]”.
El jueves, autoridades de la provincia de Cotabambas y cinco ministros acordaron instalar una mesa de diálogo para solucionar los problemas respecto a Las Bambas.
Un grupo de parlamentarios de oposición presentó asimismo una moción de censura contra los titulares de Energía y Minas; del Ambiente, y de Interior, por retirarse del Parlamento sin explicar la situación de Las Bambas.
Al respecto, Pérez Guadalupe refirió: “Nosotros no nos retiramos por voluntad propia; en el Congreso había un ambiente que no permitía dialogar; la ministra de Energía y Minas, en tres oportunidades, quiso tomar la palabra y, por el ambiente conflictivo que había, no se le permitió”.
Gobernabilidad
El presidente del Congreso, Luis Iberico, indicó que no es un buen momento para una censura a los ministros de Estado relacionados con atender la problemática social sobre el proyecto minero Las Bambas.
“He conversado con portavoces. En este momento tenemos que hacer primar la gobernabilidad y los intereses nacionales en el tema de Las Bambas; no es un buen momento para una censura a los ministros que están viendo este tema”.
Un grupo de congresistas de oposición impulsa una moción de censura contra los ministros del Ambiente, de Energía y Minas, y del Interior, por retirarse del Parlamento sin informar sobre la situación en Las Bambas.
Al respecto, Iberico lamentó esta actitud de los ministros y demandó respeto al Poder Legislativo; dijo que espera que cuando se les convoque nuevamente ofrezcan “algún tipo de satisfacción para terminar con este incidente”.
Disposición
El titular del Ambiente afirmó que los ministros de Energía y Minas, del Interior y él tienen la absoluta disposición de volver al Congreso para explicar la situación en torno a Las Bambas.
Dijo que esta disposición se expresó en un oficio que enviaron al Parlamento luego de retirarse de la sesión del pleno, el miércoles pasado, en la cual no pudieron hacer uso de la palabra.
En otro momento, Pulgar-Vidal exhortó a la empresa encargada del proyecto a capacitar a las poblaciones circundantes para que brinden servicios calificados en la etapa de explotación.
“Las comunidades dicen: ‘Queremos más empleo’. Nos informan que solo las contratan como mano de obra no calificada; quieren ser capacitadas para dar servicios”.
Fuente: Diario El Peruano.
La violenta refriega el lunes 28 en la mina Las Bambas, en Apurímac, echó por tierra los esfuerzos conciliatorios en PERUMIN la semana pasada. La convención minera apostó celebrar el evento en Arequipa, e incluso invitó al líder de Tierra y Libertad, Marco Arana, como expositor. Los temores de grandes marchas antimineras en la Ciudad Blanca resultaron infundados. Más bien la mecha antiminera prendió en Apurímac. La refriega dejó tres manifestantes muertos y 14 heridos; y cuatro policías graves.
Luis Rivera, gerente de operaciones de la mina, narró a CARETAS los confusos incidentes en la que habrían participado unas 1,500 personas, según sus cálculos.
Fuente: Revista CARETAS.

Antonio Mendoza Zavala, gerente de Medio Ambiente del proyecto Las Bambas

El gerente de Medio Ambiente del megaproyecto Las Bambas (Apurímac), Antonio Mendoza, aseguró que “se ha hecho una mejora técnica” al Estudio de Impacto Ambiental (EIA) a fin de reducir el ámbito de influencia de la iniciativa minera.
En entrevista que ofreció para RPP Noticias, explicó que la nueva EIA contempla la reubicación del mineroducto y la planta de molibdeno al área de operaciones para reducir los impactos ambientales.
“En estas modificaciones, que se han realizado para optimizar y mejorar los procesos, se han cumplido todos los procesos de participación ciudadana”, comentó.
Mendoza indicó que, aparentemente, personas que no son de la provincia de Cotabambas se encuentra azuzando a la población. Sin embargo, refirió que mantendrán “el espíritu de diálogo, de participación y de compromiso” con las comunidades.
“Queremos renovar nuestro compromiso en buscar siempre el diálogo”, apuntó el gerente de Medio Ambiente del megaproyecto Las Bambas.
En otro momento, subrayó que para la región de Apurímac y para el Perú el proyecto minero es “muy importante”, por lo que “continuarán” con sus actividades. “No debería haber retrasos”, concluyó.
Fuente: Radio Programas del Perú.